/ lunes 14 de septiembre de 2020

Con café y a media luz | Al brote de los intereses

Cuando AMLO, el político, vio ocurrir su segunda derrota en el camino a la presidencia del país, llamó a sus seguidores a conformar una asociación que pudiera, a la postre, constituirse en el partido más importante de la historia contemporánea de nuestro país. Con un buen número de incondicionales que lo apuntalaban desde que militó las filas del tricolor, pasando por el PRD, apoyándolo en “Honestidad valiente” y, ahora, ante este grito de guerra, continuarían la marcha del líder hasta colocarlo en donde actualmente está.

En su camino se le unieron representantes –con su respectivo capital político, humano y económico– de una izquierda separada por la radicalización de las corrientes en el interior y de una innegable derecha agonizante cuyo último gran éxito fue llevar al triunfo a Enrique Peña Nieto. Éxito que hoy, por la “cloaca destapada” en la que revolotean nombres de importantes figuras del sexenio anterior, pareciera ser la estocada final que lleve al olvido al otrora llamado partido “aplanadora”.

El verdadero golpe al interior de su estructura se la llevó en primer término el PRD. El “sol azteca” vio, de la noche a la mañana, eclipsada su luz por la disminución radical del número de sus miembros. Al grado de que, durante un tiempo, se habló de la desaparición de este escaparate político. Lo mismo ocurrió, aunque en menor medida, con varios partidos satelitales.

El PAN por su parte, se mantuvo al margen del conflicto, pensando que el fenómeno AMLO y todo lo que se derivó en el imaginario colectivo de una sociedad mexicana llevada al hartazgo por décadas de promesas incumplidas, no tendrían un reflejo en las urnas de los comicios del 2018 a los que el tabasqueño ya había anunciado que llegaría. El resultado ya lo conocemos.

Esa “ola de ánimo” político sirvió para que muchos dejaran botado el estandarte que los cobijó para, después, erguirse como candidatos de Morena a las alcaldías, presidencias, diputaciones y cualquier otro cargo de consideración popular.

Fue entonces que un analista dijo en un medio de comunicación nacional: “La gente no votó por Morena, la gente votó por AMLO… ¿Qué pasará con este partido cuando López Obrador ya no aparezca en las boletas?”

Hoy, de cara a la elección más grande de la que se tenga registro en nuestro país en la que serán sometidos a votación más de dos mil cargos a lo largo y ancho del territorio nacional y ante una renovación de la cúpula morenista, con un AMLO que públicamente se ha deslindado de ambos procesos porque así lo reclama el puesto al que está encomendado, la situación se ve tan oscura como lo moreno del nombre del partido.

Y es que la incidencia de ambos fenómenos en la vida institucional del movimiento de regeneración nacional, la ausencia de su líder y fundador – y si lo quiere ver así, su principal moneda de cambio para obtener votos – y una serie de declaraciones desafortunadas vertidas por las figuras que persiguen el liderato del partido, en lugar de abonar están mermando la solidez de Morena.

Mientras que el resto de los partidos se preocupa en cerrar filas y crear alianzas para obtener el triunfo, los “morenos” están acrecentando rivalidades, separaciones y encono al interior.

Por principio de cuentas Porfirio Muñoz Ledo, cuya trayectoria política –y polémica– es amplia y bien conocida por todos, ha señalado a través de sus redes sociales que “magistrados suponen sobornos multimillonarios al presidente del INE de parte de candidatos a la contienda interna de Morena”. Dejando en mal no solo a sus rivales, sino también a la visión política de su propio partido y lo dicho recientemente por el presidente López en cuanto a la erradicación de la corrupción. Si lo que afirma el candidato llegara a ser cierto echaría por tierra las posturas y dichos de “amigos y rivales”.

Por su parte, Gibrán Ramírez, a quien se le ha visto muy activo, ha dedicado su campaña interna a asegurar que “Morena ha dejado solo a AMLO” y ha ofrecido “convertir al partido en el soporte político del jefe del ejecutivo” y apuntó que “en los últimos dos años Morena se ha preocupado por sus intereses internos en lugar de acompañar a AMLO en sus batallas políticas durante su gobierno” y en esa declaración concluyó diciendo que “aunque está bien que AMLO se mantenga lejos de Morena, Morena no debe estar lejos de AMLO”.

Esto ha ocasionado ciertos “dimes y diretes” al interior de las corrientes de dicho escaparate político, así como entre los diversos sectores sociales y activos pendientes del cambio de dirigencia de Morena, pues se le ha cuestionado sobre cuáles son esas “contiendas políticas del presidente” a las que se refiere, si se supone que las funciones sustantivas de este ya son totalmente ajenas a la vida institucional del partido que lo llevó al poder, incluyendo, por supuesto, los conflictos.

Quien saltó al “ring”, es Alejandro Rojas Díaz Durán, quien no ha tenido cortapisas al calificar a Morena de “bulto” en las espaldas del presidente López, así como, en una entrevista a nivel nacional, sostuvo que “hay una minoría radical que es un cáncer que ya está arrojando metástasis” al interior del escaparate y, abundó sobre la presidencia actual del partido “que solo ha dado atole con el dedo”.

Por último, Mario Delgado, a quien se le ha visto más cercano a AMLO, aunque el presidente de la JUCOPO sostiene que hay suficiente distancia de por medio con el ejecutivo para que la elección sea transparente, les ha apostado a los discursos simbólicos, tal y como lo hizo el originario de Macuspana. Así hemos escuchado frases como “recuperar al pueblo organizado”, “comités de la defensa de la 4T”, “no podemos fallar en nuestro proyecto de transformación” y “la vacuna de la encuesta”.

Por todo lo anterior, ante el cambio de dirigencia, los intereses de facciones y personales parecieran dividir a Morena, lo que pudiera debilitarlo desde el interior rumbo a las elecciones del 2021 y, si se cumple el vaticinio del analista en torno a la ausencia de AMLO en las boletas, pudiera sobrevenirse el primer descalabro serio de este partido.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Cuando AMLO, el político, vio ocurrir su segunda derrota en el camino a la presidencia del país, llamó a sus seguidores a conformar una asociación que pudiera, a la postre, constituirse en el partido más importante de la historia contemporánea de nuestro país. Con un buen número de incondicionales que lo apuntalaban desde que militó las filas del tricolor, pasando por el PRD, apoyándolo en “Honestidad valiente” y, ahora, ante este grito de guerra, continuarían la marcha del líder hasta colocarlo en donde actualmente está.

En su camino se le unieron representantes –con su respectivo capital político, humano y económico– de una izquierda separada por la radicalización de las corrientes en el interior y de una innegable derecha agonizante cuyo último gran éxito fue llevar al triunfo a Enrique Peña Nieto. Éxito que hoy, por la “cloaca destapada” en la que revolotean nombres de importantes figuras del sexenio anterior, pareciera ser la estocada final que lleve al olvido al otrora llamado partido “aplanadora”.

El verdadero golpe al interior de su estructura se la llevó en primer término el PRD. El “sol azteca” vio, de la noche a la mañana, eclipsada su luz por la disminución radical del número de sus miembros. Al grado de que, durante un tiempo, se habló de la desaparición de este escaparate político. Lo mismo ocurrió, aunque en menor medida, con varios partidos satelitales.

El PAN por su parte, se mantuvo al margen del conflicto, pensando que el fenómeno AMLO y todo lo que se derivó en el imaginario colectivo de una sociedad mexicana llevada al hartazgo por décadas de promesas incumplidas, no tendrían un reflejo en las urnas de los comicios del 2018 a los que el tabasqueño ya había anunciado que llegaría. El resultado ya lo conocemos.

Esa “ola de ánimo” político sirvió para que muchos dejaran botado el estandarte que los cobijó para, después, erguirse como candidatos de Morena a las alcaldías, presidencias, diputaciones y cualquier otro cargo de consideración popular.

Fue entonces que un analista dijo en un medio de comunicación nacional: “La gente no votó por Morena, la gente votó por AMLO… ¿Qué pasará con este partido cuando López Obrador ya no aparezca en las boletas?”

Hoy, de cara a la elección más grande de la que se tenga registro en nuestro país en la que serán sometidos a votación más de dos mil cargos a lo largo y ancho del territorio nacional y ante una renovación de la cúpula morenista, con un AMLO que públicamente se ha deslindado de ambos procesos porque así lo reclama el puesto al que está encomendado, la situación se ve tan oscura como lo moreno del nombre del partido.

Y es que la incidencia de ambos fenómenos en la vida institucional del movimiento de regeneración nacional, la ausencia de su líder y fundador – y si lo quiere ver así, su principal moneda de cambio para obtener votos – y una serie de declaraciones desafortunadas vertidas por las figuras que persiguen el liderato del partido, en lugar de abonar están mermando la solidez de Morena.

Mientras que el resto de los partidos se preocupa en cerrar filas y crear alianzas para obtener el triunfo, los “morenos” están acrecentando rivalidades, separaciones y encono al interior.

Por principio de cuentas Porfirio Muñoz Ledo, cuya trayectoria política –y polémica– es amplia y bien conocida por todos, ha señalado a través de sus redes sociales que “magistrados suponen sobornos multimillonarios al presidente del INE de parte de candidatos a la contienda interna de Morena”. Dejando en mal no solo a sus rivales, sino también a la visión política de su propio partido y lo dicho recientemente por el presidente López en cuanto a la erradicación de la corrupción. Si lo que afirma el candidato llegara a ser cierto echaría por tierra las posturas y dichos de “amigos y rivales”.

Por su parte, Gibrán Ramírez, a quien se le ha visto muy activo, ha dedicado su campaña interna a asegurar que “Morena ha dejado solo a AMLO” y ha ofrecido “convertir al partido en el soporte político del jefe del ejecutivo” y apuntó que “en los últimos dos años Morena se ha preocupado por sus intereses internos en lugar de acompañar a AMLO en sus batallas políticas durante su gobierno” y en esa declaración concluyó diciendo que “aunque está bien que AMLO se mantenga lejos de Morena, Morena no debe estar lejos de AMLO”.

Esto ha ocasionado ciertos “dimes y diretes” al interior de las corrientes de dicho escaparate político, así como entre los diversos sectores sociales y activos pendientes del cambio de dirigencia de Morena, pues se le ha cuestionado sobre cuáles son esas “contiendas políticas del presidente” a las que se refiere, si se supone que las funciones sustantivas de este ya son totalmente ajenas a la vida institucional del partido que lo llevó al poder, incluyendo, por supuesto, los conflictos.

Quien saltó al “ring”, es Alejandro Rojas Díaz Durán, quien no ha tenido cortapisas al calificar a Morena de “bulto” en las espaldas del presidente López, así como, en una entrevista a nivel nacional, sostuvo que “hay una minoría radical que es un cáncer que ya está arrojando metástasis” al interior del escaparate y, abundó sobre la presidencia actual del partido “que solo ha dado atole con el dedo”.

Por último, Mario Delgado, a quien se le ha visto más cercano a AMLO, aunque el presidente de la JUCOPO sostiene que hay suficiente distancia de por medio con el ejecutivo para que la elección sea transparente, les ha apostado a los discursos simbólicos, tal y como lo hizo el originario de Macuspana. Así hemos escuchado frases como “recuperar al pueblo organizado”, “comités de la defensa de la 4T”, “no podemos fallar en nuestro proyecto de transformación” y “la vacuna de la encuesta”.

Por todo lo anterior, ante el cambio de dirigencia, los intereses de facciones y personales parecieran dividir a Morena, lo que pudiera debilitarlo desde el interior rumbo a las elecciones del 2021 y, si se cumple el vaticinio del analista en torno a la ausencia de AMLO en las boletas, pudiera sobrevenirse el primer descalabro serio de este partido.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!