/ lunes 9 de marzo de 2020

Con café y a media luz | Atropellos, paros, rifas y revueltas

Siempre sostuve que no había episodio más difícil para un gobernante en la historia contemporánea de nuestro país como aquel que vivió y protagonizó Felipe Calderón Hinojosa, hasta el día de hoy.

Durante el sexenio del panista, México se vio sumergido en terribles crisis mundiales, además de las propias a las que, de alguna manera u otra, ya estábamos acostumbrados o, por lo menos, habíamos aprendido a sortear con singular habilidad. Además del desabasto alimentario, la fragilidad del peso mexicano ante el dólar norteamericano, la creciente ola de desempleo y la guerra contra el narcotráfico que apenas iniciaba, el entonces presidente tuvo que hacerle frente a una pandemia –la gripe aviar AH1N1–, un desabasto de medicamentos a causa de una agitación económica en el orbe y más.

Sin embargo, creo que en nuestros días, el divisionismo que existe en la actualidad entre los diferentes sectores de la población mexicana, además de un creciente desapego de las instancias encargadas de hacer prevalecer el estado de derecho, por parte de un buen número de representantes del sector femenino y un marcado aumento en el índice de la violencia, así como la percepción parcializada que cada uno de los grupos en conflicto tiene de ella, hacen de esta conclusión de la segunda década del nuevo milenio un verdadero “apocalipsis” social para la estructura de convivencia tal y como la conocemos usted y yo, gentil amigo lector.

Y no es mi intención, en ningún momento y en ninguna circunstancia, darle tintes de dramatismo a este fenómeno que apenas está cobrando una fuerza sustancial en el contexto de comunión humana, mucho menos pretendo leerme alarmista buscando teñir de amarillo y rojo la columna social de un diario matutino. Simple y sencillamente estoy indicando que una revolución social de sentido radicalista como de la que estamos siendo testigos terminará por transformar la forma de relacionarse en el México moderno.

Por principio de cuentas, y como si fuera una jugarreta del destino, el presidente López está teniendo en sus manos circunstancias que nos remiten a la etapa de Calderón, por dos razones muy importantes y que, de no hacer lo mejor, será una “bomba de tiempo” que le terminará por explotar.

La primera de estas son las condiciones inherentes a la vida económica del país. Desempleo, carencia de inversiones, la crisis epidemiológica e inseguridad. Lo último refiriéndonos particularmente al orden del delito común. Las segundas, heredadas por el panista como la guerra contra el crimen organizado, la desatada ola de violencia producto de la misma confrontación y la generación y liquidación incesante de cuerpos de seguridad, uno símil del otro, porque además de las técnicas y estrategias, también heredan viejos vicios y costumbres.

El grado de complejidad de esta problemática aumenta de manera exponencial en manos del representante del Poder Ejecutivo de la federación por varias razones.

No obstante, las decisiones que tomó al inicio de su etapa como mandatario, las condiciones que ha ofrecido el tabasqueño para la solución de conflictos han sido una especie de paliativo para una sintomatología que da cuenta de un mal mayor que no será tan fácil de erradicar.

Por principio de cuentas en lo que respecta a la “guerra contra el huachicol” la cual asegura ha concluido, el robo a la paraestatal sigue siendo un malestar para esta. Seguimos viendo familias en la huasteca – por no ir más lejos – que continúan vendiendo gasolina a orillas de la carretera a la mitad de precio que usted la puede encontrar en una central establecida.

Por otra parte, las “idas y vueltas” jurídicas, administrativas y económicas de las tres obras que serían el “estandarte” de su administración han puesto a pensar a los inversionistas al respecto. Entre la cancelación del NAIM, la construcción de Santa Lucía, la modificación a la refinería de “Dos Bocas” y la nueva readecuación a la ruta del tren maya, así como el sinnúmero de amparos que “revolotean” en torno a cada una de ellas, ha terminado por ahuyentar capitales en otros rubros sumamente importantes.

A la par de ello, con el movimiento “Ni una más” y las derivaciones radicales de un feminismo que demanda justicia inmediata por parte de los órganos procuradores de esta, ante las constantes laceraciones, agresiones y crímenes que, en los últimos años, han sido “el pan nuestro de cada día” de la mujer mexicana, la toma de decisión a este respecto para el originario de Macuspana debe ser amparada por el estado derecho, además de satisfacer a las demandantes.

Fue lamentable, reprobable y condenable ver y escuchar a un “hombre” representante de la prensa el desearle a una compañera de labores “recibir un balazo” como él lo vivió. Por ninguna circunstancia podemos desearle eso a un ser humano. Sin embargo, me llamó más la atención la respuesta del presidente cuando la dama le exigió una solución como “reportera, mujer y ciudadana”.

“Un llamado a la reconciliación”, dijo AMLO. La dama, en una postura que me pareció atinada y digna, a pesar de la rechifla, ella le dijo “Lo escucho señor presidente”. La pregunta es: ¿En dónde quedó el exhorto a acudir ante los órganos correspondientes para poder recibir la asesoría y la orientación adecuadas?, ¿por qué no se censuró la conducta del caballero que deseó el crimen de odio para un semejante?, ¿la postura “conciliatoria” del mandatario no se confundirá con una languidez representativa de su política de gobierno?

Por muchos factores que inciden desde muchas posturas y políticas, este es el año más difícil para nuestro país en su historia contemporánea y eso que apenas va empezando.

Y hasta aquí pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

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Con Café y a Media Luz

Agustín JIMENEZ CERVANTES

“Atropellos, Paros, Rifas y Revueltas”

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Siempre sostuve que no había episodio más difícil para un gobernante en la historia contemporánea de nuestro país como aquel que vivió y protagonizó Felipe Calderón Hinojosa, hasta el día de hoy.

Durante el sexenio del panista, México se vio sumergido en terribles crisis mundiales, además de las propias a las que, de alguna manera u otra, ya estábamos acostumbrados o, por lo menos, habíamos aprendido a sortear con singular habilidad. Además del desabasto alimentario, la fragilidad del peso mexicano ante el dólar norteamericano, la creciente ola de desempleo y la guerra contra el narcotráfico que apenas iniciaba, el entonces presidente tuvo que hacerle frente a una pandemia –la gripe aviar AH1N1–, un desabasto de medicamentos a causa de una agitación económica en el orbe y más.

Sin embargo, creo que en nuestros días, el divisionismo que existe en la actualidad entre los diferentes sectores de la población mexicana, además de un creciente desapego de las instancias encargadas de hacer prevalecer el estado de derecho, por parte de un buen número de representantes del sector femenino y un marcado aumento en el índice de la violencia, así como la percepción parcializada que cada uno de los grupos en conflicto tiene de ella, hacen de esta conclusión de la segunda década del nuevo milenio un verdadero “apocalipsis” social para la estructura de convivencia tal y como la conocemos usted y yo, gentil amigo lector.

Y no es mi intención, en ningún momento y en ninguna circunstancia, darle tintes de dramatismo a este fenómeno que apenas está cobrando una fuerza sustancial en el contexto de comunión humana, mucho menos pretendo leerme alarmista buscando teñir de amarillo y rojo la columna social de un diario matutino. Simple y sencillamente estoy indicando que una revolución social de sentido radicalista como de la que estamos siendo testigos terminará por transformar la forma de relacionarse en el México moderno.

Por principio de cuentas, y como si fuera una jugarreta del destino, el presidente López está teniendo en sus manos circunstancias que nos remiten a la etapa de Calderón, por dos razones muy importantes y que, de no hacer lo mejor, será una “bomba de tiempo” que le terminará por explotar.

La primera de estas son las condiciones inherentes a la vida económica del país. Desempleo, carencia de inversiones, la crisis epidemiológica e inseguridad. Lo último refiriéndonos particularmente al orden del delito común. Las segundas, heredadas por el panista como la guerra contra el crimen organizado, la desatada ola de violencia producto de la misma confrontación y la generación y liquidación incesante de cuerpos de seguridad, uno símil del otro, porque además de las técnicas y estrategias, también heredan viejos vicios y costumbres.

El grado de complejidad de esta problemática aumenta de manera exponencial en manos del representante del Poder Ejecutivo de la federación por varias razones.

No obstante, las decisiones que tomó al inicio de su etapa como mandatario, las condiciones que ha ofrecido el tabasqueño para la solución de conflictos han sido una especie de paliativo para una sintomatología que da cuenta de un mal mayor que no será tan fácil de erradicar.

Por principio de cuentas en lo que respecta a la “guerra contra el huachicol” la cual asegura ha concluido, el robo a la paraestatal sigue siendo un malestar para esta. Seguimos viendo familias en la huasteca – por no ir más lejos – que continúan vendiendo gasolina a orillas de la carretera a la mitad de precio que usted la puede encontrar en una central establecida.

Por otra parte, las “idas y vueltas” jurídicas, administrativas y económicas de las tres obras que serían el “estandarte” de su administración han puesto a pensar a los inversionistas al respecto. Entre la cancelación del NAIM, la construcción de Santa Lucía, la modificación a la refinería de “Dos Bocas” y la nueva readecuación a la ruta del tren maya, así como el sinnúmero de amparos que “revolotean” en torno a cada una de ellas, ha terminado por ahuyentar capitales en otros rubros sumamente importantes.

A la par de ello, con el movimiento “Ni una más” y las derivaciones radicales de un feminismo que demanda justicia inmediata por parte de los órganos procuradores de esta, ante las constantes laceraciones, agresiones y crímenes que, en los últimos años, han sido “el pan nuestro de cada día” de la mujer mexicana, la toma de decisión a este respecto para el originario de Macuspana debe ser amparada por el estado derecho, además de satisfacer a las demandantes.

Fue lamentable, reprobable y condenable ver y escuchar a un “hombre” representante de la prensa el desearle a una compañera de labores “recibir un balazo” como él lo vivió. Por ninguna circunstancia podemos desearle eso a un ser humano. Sin embargo, me llamó más la atención la respuesta del presidente cuando la dama le exigió una solución como “reportera, mujer y ciudadana”.

“Un llamado a la reconciliación”, dijo AMLO. La dama, en una postura que me pareció atinada y digna, a pesar de la rechifla, ella le dijo “Lo escucho señor presidente”. La pregunta es: ¿En dónde quedó el exhorto a acudir ante los órganos correspondientes para poder recibir la asesoría y la orientación adecuadas?, ¿por qué no se censuró la conducta del caballero que deseó el crimen de odio para un semejante?, ¿la postura “conciliatoria” del mandatario no se confundirá con una languidez representativa de su política de gobierno?

Por muchos factores que inciden desde muchas posturas y políticas, este es el año más difícil para nuestro país en su historia contemporánea y eso que apenas va empezando.

Y hasta aquí pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

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Con Café y a Media Luz

Agustín JIMENEZ CERVANTES

“Atropellos, Paros, Rifas y Revueltas”

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