/ viernes 22 de octubre de 2021

Con café y a media luz | Del gobierno y los videojuegos

No recuerdo en mis pocos años de vida que algún gobierno federal en la historia de nuestro país haya dedicado un espacio tan amplio como la conferencia matutina del presidente López para hablar sobre las consecuencias de las consolas de videojuegos en las nuevas generaciones y el riesgo que representan ahora a través de la conectividad del Internet y las relaciones digitales que construyen a través de esta dinámica con individuos de otras latitudes del orbe.

Si hacemos un poco de memoria, por lo menos las personas que pertenecen a la generación de este servidor, estaremos de acuerdo que la llamada de atención que escuchamos en estos días, ahora en relación con nuestros hijos, es muy similar a aquella que nuestros abuelos nos decían cuando nos veían sentados tantas horas frente al televisor.

“¡Te vas a quedar ciego, muchacho!”, gritaban exaltados por las imágenes y ruidos incomprensibles que se emitían desde el ordenador y que el niño controlaba a través de un mando que estaba formado por una palanca y un botón.

Debo confesarle, gentil amigo lector que, en mi infancia, el recurso abundante nunca nos sonrió, así que en mis años de niño solo tuve la oportunidad de gozar del aparato más económico de este tipo que, extrañamente, después de unos meses, desapareció de la casa y, con el tiempo, supe que lo habían regalado. Así que solo me limitaba observar a los demás pequeños cómo invertían sus tardes, encerrados en sus casas usando las consolas mientras yo deseaba una propia.

Con la evolución de estos equipos; cada vez más veloces, con mayor definición, más realistas, interactivos e inmersivos, los contenidos también evolucionaron y, de los juegos en los que una cápsula era seguida por fantasmas caricaturizados, se llegó a historias de soldados, peleas, muertos vivientes, extraterrestres, asesinos a sueldo y criminales, en los que la abundancia de sangre y crímenes con imágenes desgarradoramente descriptivas eran el elemento mercadológico ideal para anunciarlos como los “productos más emocionantes”.

El caso que involucró al gobierno a través de la Dirección de Seguridad Pública y la Guardia Nacional es sumamente grave y preocupante: El secuestro con fines de reclutamiento de varios niños aficionados a un juego de carácter bélico por parte del crimen organizado. El hecho es que, como alguien mencionó en un medio nacional, “parece historia de una película” y tiene toda la razón. Pareciera ser extraído de una cinta hollywoodense de verdadero terror.

Si usted tiene hijos, amigo mío, seguramente sintió la misma angustia e inseguridad en el interior de su hogar que este que escribe.

Empero, el tratamiento que se le está dando por parte del ejecutivo federal a esta problemática a través del “Decálogo de los videojuegos” nos lleva al mismo espacio que durante los últimos tres años se le ha señalado a la visión de gobernabilidad que tiene la presente administración pública: Muchas de las ideas propuestas son buenas; la metodología aplicada para llegar a tal fin tiene demasiadas áreas de oportunidad.

Si bien es cierto que promover una iniciativa que regule en México el uso y abuso de estos equipos, sería tardada, impositiva y hasta innecesaria – porque hay temas más apremiantes en estos momentos – también es verdad que un mero lineamiento de carácter moral construido por diez premisas es un tanto romo, limitado y hasta obtuso, porque, en la actualidad, muchos de los jóvenes que se entretienen en esta actividad superan – y por mucho – en recurso de tiempo, técnico y social a los padres de familia que en ocasiones no pueden supervisar de manera permanente o, por lo menos constante, la actividad de sus hijos en el entorno digital.

La labor imperante debe ser realizada de manera simultánea desde varios frentes, predominando, claro, el núcleo familiar, pero sin dejar de lado a la secretaría de Seguridad Pública, la secretaría de Salud y la de Educación Pública.

La primera, desarrollando estrategias sólidas de combate frontal y de inteligencia en contra de las células delincuenciales a través de la unidad de policía cibernética. La segunda, impulsando programas atractivos de activación física en lugares que cuenten con todas las medidas sanitarias para el sano esparcimiento y construcción física de los niños y jovencitos que deben involucrarse en la sana competencia del deporte y, por último, los docentes deben brindar orientación en torno al abuso de dichos artefactos.

No obstante, la rebeldía propia de la edad, hoy, los jóvenes están expuestos a peligros que ni usted ni yo tuvimos cuando transitamos por esa etapa de la vida y ello, los pone en una situación no solo desconocida para ellos, sino también para nosotros, por lo que, los padres de familia estamos llamados a echar mano de todos los recursos posibles para crear ciudadanos probos, conscientes y responsables, para bien de la sociedad del México futuro.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

  • Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

No recuerdo en mis pocos años de vida que algún gobierno federal en la historia de nuestro país haya dedicado un espacio tan amplio como la conferencia matutina del presidente López para hablar sobre las consecuencias de las consolas de videojuegos en las nuevas generaciones y el riesgo que representan ahora a través de la conectividad del Internet y las relaciones digitales que construyen a través de esta dinámica con individuos de otras latitudes del orbe.

Si hacemos un poco de memoria, por lo menos las personas que pertenecen a la generación de este servidor, estaremos de acuerdo que la llamada de atención que escuchamos en estos días, ahora en relación con nuestros hijos, es muy similar a aquella que nuestros abuelos nos decían cuando nos veían sentados tantas horas frente al televisor.

“¡Te vas a quedar ciego, muchacho!”, gritaban exaltados por las imágenes y ruidos incomprensibles que se emitían desde el ordenador y que el niño controlaba a través de un mando que estaba formado por una palanca y un botón.

Debo confesarle, gentil amigo lector que, en mi infancia, el recurso abundante nunca nos sonrió, así que en mis años de niño solo tuve la oportunidad de gozar del aparato más económico de este tipo que, extrañamente, después de unos meses, desapareció de la casa y, con el tiempo, supe que lo habían regalado. Así que solo me limitaba observar a los demás pequeños cómo invertían sus tardes, encerrados en sus casas usando las consolas mientras yo deseaba una propia.

Con la evolución de estos equipos; cada vez más veloces, con mayor definición, más realistas, interactivos e inmersivos, los contenidos también evolucionaron y, de los juegos en los que una cápsula era seguida por fantasmas caricaturizados, se llegó a historias de soldados, peleas, muertos vivientes, extraterrestres, asesinos a sueldo y criminales, en los que la abundancia de sangre y crímenes con imágenes desgarradoramente descriptivas eran el elemento mercadológico ideal para anunciarlos como los “productos más emocionantes”.

El caso que involucró al gobierno a través de la Dirección de Seguridad Pública y la Guardia Nacional es sumamente grave y preocupante: El secuestro con fines de reclutamiento de varios niños aficionados a un juego de carácter bélico por parte del crimen organizado. El hecho es que, como alguien mencionó en un medio nacional, “parece historia de una película” y tiene toda la razón. Pareciera ser extraído de una cinta hollywoodense de verdadero terror.

Si usted tiene hijos, amigo mío, seguramente sintió la misma angustia e inseguridad en el interior de su hogar que este que escribe.

Empero, el tratamiento que se le está dando por parte del ejecutivo federal a esta problemática a través del “Decálogo de los videojuegos” nos lleva al mismo espacio que durante los últimos tres años se le ha señalado a la visión de gobernabilidad que tiene la presente administración pública: Muchas de las ideas propuestas son buenas; la metodología aplicada para llegar a tal fin tiene demasiadas áreas de oportunidad.

Si bien es cierto que promover una iniciativa que regule en México el uso y abuso de estos equipos, sería tardada, impositiva y hasta innecesaria – porque hay temas más apremiantes en estos momentos – también es verdad que un mero lineamiento de carácter moral construido por diez premisas es un tanto romo, limitado y hasta obtuso, porque, en la actualidad, muchos de los jóvenes que se entretienen en esta actividad superan – y por mucho – en recurso de tiempo, técnico y social a los padres de familia que en ocasiones no pueden supervisar de manera permanente o, por lo menos constante, la actividad de sus hijos en el entorno digital.

La labor imperante debe ser realizada de manera simultánea desde varios frentes, predominando, claro, el núcleo familiar, pero sin dejar de lado a la secretaría de Seguridad Pública, la secretaría de Salud y la de Educación Pública.

La primera, desarrollando estrategias sólidas de combate frontal y de inteligencia en contra de las células delincuenciales a través de la unidad de policía cibernética. La segunda, impulsando programas atractivos de activación física en lugares que cuenten con todas las medidas sanitarias para el sano esparcimiento y construcción física de los niños y jovencitos que deben involucrarse en la sana competencia del deporte y, por último, los docentes deben brindar orientación en torno al abuso de dichos artefactos.

No obstante, la rebeldía propia de la edad, hoy, los jóvenes están expuestos a peligros que ni usted ni yo tuvimos cuando transitamos por esa etapa de la vida y ello, los pone en una situación no solo desconocida para ellos, sino también para nosotros, por lo que, los padres de familia estamos llamados a echar mano de todos los recursos posibles para crear ciudadanos probos, conscientes y responsables, para bien de la sociedad del México futuro.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

  • Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.