/ miércoles 24 de febrero de 2021

Con café y a media luz | El México del “deberías”

La sociedad evoluciona a un paso tan lento que se vuelve cansado y, en un momento dado, hasta fastidioso. Es un desgaste terrible lidiar con las propias responsabilidades y con las “consejas” del resto de la comunidad que, casualmente, tiene la panacea para los contratiempos ajenos, empero, nunca para los que le atañen directamente.

¡Ese es el grave problema de nuestra nación! ¡Vivimos en la cultura del “deberías”!

Esa conducta que parte de la crítica malsana y concluye en el enjuiciamiento absurdo, fundamentado, única y llanamente en la ignorancia de las condiciones en las que está ocurriendo tal o cual acontecimiento; pero eso sí, los pronunciamientos son lanzados desde “la poltrona” de aquel que no ha sido capaz de resolver una sola de las calamidades que le ha ofrecido el destino.

Y ese fenómeno ocurre en todos los niveles y en todas las condiciones porque, repito, es parte de una “cultura”; conforma, lamentablemente, una premisa sustantiva de los hábitos y costumbres de buena parte de los mexicanos. Esa etiqueta, desde mucho tiempo atrás, fue motivo de una caricaturización morbosa y ofensiva, por parte de naciones extranjeras.

Si está mojado el patio por la lluvia ocurrida en el transcurso de la noche, el esposo le dice a su mujer: “Deberías barrer para que no se encharque el agua”. Cuando, curiosamente, la dama tiene despierta más horas que el caballero, ha hecho más labores que él y, en contrasentido, aquel que acaba de “abrir los ojos”, en lugar de tomar la escoba y colaborar, piensa que dar una mera sugerencia para remediar el problema es volverse parte de la solución y, por tanto, la parte “operativa” le corresponde a la señora.

O bien, el individuo que laboró todo el día y llegó a su casa cansado, esperando poder comer con la tranquilidad debida, al arribar a su hogar el primer comentario que escucha de su compañera de vida es: “Deberías ir por las tortillas y el refresco”. Y se lo dice mientras se mece plácidamente en el sillón y ve la telenovela de media tarde que ella misma ha catalogado como “imperdible”, pues de eso depende la estabilidad emocional del resto del día.

En el plano laboral ocurre algo muy parecido. Por lo general, el compañero que aprendió durante tantos años a simular que trabaja y que desarrolló la habilidad para salir bien librado de cualquier problema al pedir favores amañados o delegando responsabilidades por “ignorar” cómo se hace el proceso, mientras que se enquistaba en el sistema, es el primero en decir: “Deberían formar un comité e ir a tal lugar y hacer esto o aquello”.

Sin embargo, cuando se le desea asignar una encomienda, cambia el gesto de “sabio sin tribuna” a otro de incomodidad y de inmediato refiere: “Yo tengo mucho trabajo” y para rematar vuelve al vicio que le he compartido en la entrega de este día y concluye la frase con un “Mejor deberían mandar a fulano”.

Como hemos dicho en entregas anteriores: “En cualquier lugar se cuecen habas”. Este mismo fenómeno ocurre en la política. Cada partido y cada candidato tiene la solución cuando está en campaña y, en los últimos años, hemos visto una oleada de comentarios proselitistas en cada periodo electoral en el que, el candidato en turno lanza una buena tanda de “deberías” a quien está en el poder.

Cuando llega a ocupar el escaño que tanto anheló, resulta que de todos los “deberías” expelidos en su tiempo, ahora se aplica una mínima parte y, por tanto, los resultados no son los que tanto aseguró que se conseguirían. Antes de continuar, permítame comentarle, gentil amigo lector, que no me estoy refiriendo a ningún político en lo particular pues, insisto, la que señalo es una condición que tiene lugar en, prácticamente, todos los órdenes de la vida cotidiana.

Refuerzo lo dicho en el párrafo anterior, debido a que, como si se tratara de un círculo vicioso, hoy vemos en precampaña lanzando los mismos “deberías” a aquel que, en su momento, los declaró. Lo que de verdad preocupa es que, al continuar en este ciclo de pocos resultados y muchas “sugerencias” a destiempo, el desarrollo de nuestro país será lento o nulo por varios sexenios más.

Curioso es, también, que dicha condición no solo opera a futuro, sino también en retrospectiva. ¿Acaso no hemos visto excandidatos –dos particularmente– que no desperdician día para lanzar, a través de sus redes sociales, algunos “deberías” al actual gobierno? Es cuando ocurre la pregunta ¿Por qué no hubo esas “soluciones” en las administraciones del pasado?

Lo cierto es, querido amigo lector, que todos –gobierno y ciudadanos– tenemos que asumir nuestras responsabilidades y obligaciones. Apoyar las decisiones atinadas de los demás y, en caso de que sean erróneas y si nuestras condiciones lo permiten, participar activamente en una nueva determinación. En otras palabras, hay que pararnos de la “poltrona”, dejar de lado el “deberías” y proponer el “hagamos”. Así como lo escribí. En la primera persona del plural. Estoy seguro de que, de esta manera, saldremos adelante como nación de una manera más rápida.

¡Y hasta aquí!, pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

La sociedad evoluciona a un paso tan lento que se vuelve cansado y, en un momento dado, hasta fastidioso. Es un desgaste terrible lidiar con las propias responsabilidades y con las “consejas” del resto de la comunidad que, casualmente, tiene la panacea para los contratiempos ajenos, empero, nunca para los que le atañen directamente.

¡Ese es el grave problema de nuestra nación! ¡Vivimos en la cultura del “deberías”!

Esa conducta que parte de la crítica malsana y concluye en el enjuiciamiento absurdo, fundamentado, única y llanamente en la ignorancia de las condiciones en las que está ocurriendo tal o cual acontecimiento; pero eso sí, los pronunciamientos son lanzados desde “la poltrona” de aquel que no ha sido capaz de resolver una sola de las calamidades que le ha ofrecido el destino.

Y ese fenómeno ocurre en todos los niveles y en todas las condiciones porque, repito, es parte de una “cultura”; conforma, lamentablemente, una premisa sustantiva de los hábitos y costumbres de buena parte de los mexicanos. Esa etiqueta, desde mucho tiempo atrás, fue motivo de una caricaturización morbosa y ofensiva, por parte de naciones extranjeras.

Si está mojado el patio por la lluvia ocurrida en el transcurso de la noche, el esposo le dice a su mujer: “Deberías barrer para que no se encharque el agua”. Cuando, curiosamente, la dama tiene despierta más horas que el caballero, ha hecho más labores que él y, en contrasentido, aquel que acaba de “abrir los ojos”, en lugar de tomar la escoba y colaborar, piensa que dar una mera sugerencia para remediar el problema es volverse parte de la solución y, por tanto, la parte “operativa” le corresponde a la señora.

O bien, el individuo que laboró todo el día y llegó a su casa cansado, esperando poder comer con la tranquilidad debida, al arribar a su hogar el primer comentario que escucha de su compañera de vida es: “Deberías ir por las tortillas y el refresco”. Y se lo dice mientras se mece plácidamente en el sillón y ve la telenovela de media tarde que ella misma ha catalogado como “imperdible”, pues de eso depende la estabilidad emocional del resto del día.

En el plano laboral ocurre algo muy parecido. Por lo general, el compañero que aprendió durante tantos años a simular que trabaja y que desarrolló la habilidad para salir bien librado de cualquier problema al pedir favores amañados o delegando responsabilidades por “ignorar” cómo se hace el proceso, mientras que se enquistaba en el sistema, es el primero en decir: “Deberían formar un comité e ir a tal lugar y hacer esto o aquello”.

Sin embargo, cuando se le desea asignar una encomienda, cambia el gesto de “sabio sin tribuna” a otro de incomodidad y de inmediato refiere: “Yo tengo mucho trabajo” y para rematar vuelve al vicio que le he compartido en la entrega de este día y concluye la frase con un “Mejor deberían mandar a fulano”.

Como hemos dicho en entregas anteriores: “En cualquier lugar se cuecen habas”. Este mismo fenómeno ocurre en la política. Cada partido y cada candidato tiene la solución cuando está en campaña y, en los últimos años, hemos visto una oleada de comentarios proselitistas en cada periodo electoral en el que, el candidato en turno lanza una buena tanda de “deberías” a quien está en el poder.

Cuando llega a ocupar el escaño que tanto anheló, resulta que de todos los “deberías” expelidos en su tiempo, ahora se aplica una mínima parte y, por tanto, los resultados no son los que tanto aseguró que se conseguirían. Antes de continuar, permítame comentarle, gentil amigo lector, que no me estoy refiriendo a ningún político en lo particular pues, insisto, la que señalo es una condición que tiene lugar en, prácticamente, todos los órdenes de la vida cotidiana.

Refuerzo lo dicho en el párrafo anterior, debido a que, como si se tratara de un círculo vicioso, hoy vemos en precampaña lanzando los mismos “deberías” a aquel que, en su momento, los declaró. Lo que de verdad preocupa es que, al continuar en este ciclo de pocos resultados y muchas “sugerencias” a destiempo, el desarrollo de nuestro país será lento o nulo por varios sexenios más.

Curioso es, también, que dicha condición no solo opera a futuro, sino también en retrospectiva. ¿Acaso no hemos visto excandidatos –dos particularmente– que no desperdician día para lanzar, a través de sus redes sociales, algunos “deberías” al actual gobierno? Es cuando ocurre la pregunta ¿Por qué no hubo esas “soluciones” en las administraciones del pasado?

Lo cierto es, querido amigo lector, que todos –gobierno y ciudadanos– tenemos que asumir nuestras responsabilidades y obligaciones. Apoyar las decisiones atinadas de los demás y, en caso de que sean erróneas y si nuestras condiciones lo permiten, participar activamente en una nueva determinación. En otras palabras, hay que pararnos de la “poltrona”, dejar de lado el “deberías” y proponer el “hagamos”. Así como lo escribí. En la primera persona del plural. Estoy seguro de que, de esta manera, saldremos adelante como nación de una manera más rápida.

¡Y hasta aquí!, pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.