/ viernes 23 de octubre de 2020

Con café y a media luz | El problema son las manos

El dinero es tentador. Indiscutible. Reza un viejo adagio que “Con el cofre abierto, hasta el más santo es ladrón”. Pero más tentador es el poder. Aquella virtud otorgada por herencia y estofada en “oro y plata” con sábanas de seda, o en caso contrario, pudiera ser la facultad cedida por las condiciones del entorno laboral, social o político y, posteriormente, administrada para sí por el disfrute de las canonjías que trae consigo.

Son pocos. Muy pocos. Aquellos que, estando en el sitial privilegiado del poderío gestor, mantienen frescos en la memoria, los recuerdos de sus orígenes y de los que le acompañaron en los oscuros momentos de incertidumbre y carestía. Y el número se disminuye a uno, quizás a dos individuos, cuando se ha cumplido el ciclo de estar en la postura de mando y toca volver al punto de partida.

Es entonces cuando se aplica la máxima que dicta que “La mejor manera de no derrumbarse es seguir subiendo”. Y es justo en ese momento, cuando el “ángel caído” de la pasión tentadora cobra éxito sobre la razón humana y las encomiendas asumidas con responsabilidad son “tiradas por la borda” del olvido y las investiduras de la ambición presuntuosa se quieren recomponer en prendas de heroísmo para, a ojos ciegos, tratar de vestir de mártir a quien, asegura, continuará en el mismo paradigma, empero, desde una perspectiva distinta.

El problema no son las encomiendas, las metas o algunas de las formas en que se sostiene este proyecto de nación. En otros casos, el conflicto radica en la bien intencionada perspectiva única que pudiera alcanzar tintes de cerrazón ante el rechazo a las proposiciones o planteamientos ajenos. Sin embargo, ambas cuestiones nos llevan a la misma conclusión, no se puede vivir de buenas intenciones, y menos, cuando en el equipo de trabajo hay quien no comparte la filosofía de la organización y sus palabras no concuerdan con los hechos o, como recientemente se observó, se deja “tirado” el encargo por la persecución de otros intereses.

El caso de Alfonso Durazo, así como el de las propiedades de Sandoval y Ackerman dan cuenta de lo que deseo referir en esta mañana de viernes.

Así como en su momento señalamos que la riqueza puesta a la luz de los medios nacionales, obtenida por la pareja como funcionarios y docentes no era coincidente con la percepción salarial de ambos y que eso “echaba por tierra” una premisa fundamental de la campaña de AMLO –la de “…No se puede tener gobierno rico con pueblo pobre…”– ahora debemos reflexionar sobre la decisión de perseguir la gubernatura de Sonora de quien fuera responsable de la seguridad nacional en el país.

Consideramos que el planteamiento principal ante tal decisión debe versar sobre las condiciones en las que Durazo Montaño “deja la encomienda” a cualquiera que fuese su sucesor el cual, sin duda alguna, se habrá “sacado la rifa del tigre”, como dicen en la colonia.

Y es que, desde el inicio del actual gobierno, las cifras del comportamiento delictivo no le son favorables al exfuncionario federal. No obstante que contó con el apoyo de la Guardia Nacional, órgano que, a la postre, debería sustituir en su totalidad al Ejército Mexicano y Marina nacional en el tema de las acciones que les fueron asignadas desde el sexenio de Felipe Calderón al sustituir a las instituciones civiles de seguridad que ya habían sido corrompidas hasta la médula por la mano del crimen organizado, los resultados de los últimos dos años no han sido del todo alentadores.

Por tal razón ya empiezan a circular en las redes sociales, las primeras sacudidas a las que se enfrentará Alfonso Durazo –el candidato– en su camino para buscar la silla sonorense encausadas al cómo deja la situación de su “encargo”, pues como decían las coplas de aquel huapango olvidado “… Monaguillo, monaguillo, sigue encendiendo tu luz. ¡No puedes con los ciriales!, ¿Vas a poder con la cruz?”

Asimismo, ya existe otro sector que observa, por esta abrupta decisión, una lastimosa similitud entre los “morenistas” y priistas y panistas en el tenor del “chapulineo” y se apura a señalar que los miembros del gabinete actual no están dispuestos a cumplir “de principio a fin” la encomienda hecha al inicio del sexenio con base en la confianza depositada por el pueblo de México.

Si a fin de cuentas, lo que ha de prevalecer en algunos funcionarios de este episodio de la vida nacional, son los intereses personales sobre los del bienestar de la nación mexicana, pues pudiéramos pensar que no todos comparten la filosofía del tabasqueño y, más que abonar a la causa que persigue, terminan por reafirmar lo que mucha gente piensa: Aunque el proyecto de nación pueda ser positivo, el problema son las manos de algunos hombres y mujeres que están metidas en él.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

El dinero es tentador. Indiscutible. Reza un viejo adagio que “Con el cofre abierto, hasta el más santo es ladrón”. Pero más tentador es el poder. Aquella virtud otorgada por herencia y estofada en “oro y plata” con sábanas de seda, o en caso contrario, pudiera ser la facultad cedida por las condiciones del entorno laboral, social o político y, posteriormente, administrada para sí por el disfrute de las canonjías que trae consigo.

Son pocos. Muy pocos. Aquellos que, estando en el sitial privilegiado del poderío gestor, mantienen frescos en la memoria, los recuerdos de sus orígenes y de los que le acompañaron en los oscuros momentos de incertidumbre y carestía. Y el número se disminuye a uno, quizás a dos individuos, cuando se ha cumplido el ciclo de estar en la postura de mando y toca volver al punto de partida.

Es entonces cuando se aplica la máxima que dicta que “La mejor manera de no derrumbarse es seguir subiendo”. Y es justo en ese momento, cuando el “ángel caído” de la pasión tentadora cobra éxito sobre la razón humana y las encomiendas asumidas con responsabilidad son “tiradas por la borda” del olvido y las investiduras de la ambición presuntuosa se quieren recomponer en prendas de heroísmo para, a ojos ciegos, tratar de vestir de mártir a quien, asegura, continuará en el mismo paradigma, empero, desde una perspectiva distinta.

El problema no son las encomiendas, las metas o algunas de las formas en que se sostiene este proyecto de nación. En otros casos, el conflicto radica en la bien intencionada perspectiva única que pudiera alcanzar tintes de cerrazón ante el rechazo a las proposiciones o planteamientos ajenos. Sin embargo, ambas cuestiones nos llevan a la misma conclusión, no se puede vivir de buenas intenciones, y menos, cuando en el equipo de trabajo hay quien no comparte la filosofía de la organización y sus palabras no concuerdan con los hechos o, como recientemente se observó, se deja “tirado” el encargo por la persecución de otros intereses.

El caso de Alfonso Durazo, así como el de las propiedades de Sandoval y Ackerman dan cuenta de lo que deseo referir en esta mañana de viernes.

Así como en su momento señalamos que la riqueza puesta a la luz de los medios nacionales, obtenida por la pareja como funcionarios y docentes no era coincidente con la percepción salarial de ambos y que eso “echaba por tierra” una premisa fundamental de la campaña de AMLO –la de “…No se puede tener gobierno rico con pueblo pobre…”– ahora debemos reflexionar sobre la decisión de perseguir la gubernatura de Sonora de quien fuera responsable de la seguridad nacional en el país.

Consideramos que el planteamiento principal ante tal decisión debe versar sobre las condiciones en las que Durazo Montaño “deja la encomienda” a cualquiera que fuese su sucesor el cual, sin duda alguna, se habrá “sacado la rifa del tigre”, como dicen en la colonia.

Y es que, desde el inicio del actual gobierno, las cifras del comportamiento delictivo no le son favorables al exfuncionario federal. No obstante que contó con el apoyo de la Guardia Nacional, órgano que, a la postre, debería sustituir en su totalidad al Ejército Mexicano y Marina nacional en el tema de las acciones que les fueron asignadas desde el sexenio de Felipe Calderón al sustituir a las instituciones civiles de seguridad que ya habían sido corrompidas hasta la médula por la mano del crimen organizado, los resultados de los últimos dos años no han sido del todo alentadores.

Por tal razón ya empiezan a circular en las redes sociales, las primeras sacudidas a las que se enfrentará Alfonso Durazo –el candidato– en su camino para buscar la silla sonorense encausadas al cómo deja la situación de su “encargo”, pues como decían las coplas de aquel huapango olvidado “… Monaguillo, monaguillo, sigue encendiendo tu luz. ¡No puedes con los ciriales!, ¿Vas a poder con la cruz?”

Asimismo, ya existe otro sector que observa, por esta abrupta decisión, una lastimosa similitud entre los “morenistas” y priistas y panistas en el tenor del “chapulineo” y se apura a señalar que los miembros del gabinete actual no están dispuestos a cumplir “de principio a fin” la encomienda hecha al inicio del sexenio con base en la confianza depositada por el pueblo de México.

Si a fin de cuentas, lo que ha de prevalecer en algunos funcionarios de este episodio de la vida nacional, son los intereses personales sobre los del bienestar de la nación mexicana, pues pudiéramos pensar que no todos comparten la filosofía del tabasqueño y, más que abonar a la causa que persigue, terminan por reafirmar lo que mucha gente piensa: Aunque el proyecto de nación pueda ser positivo, el problema son las manos de algunos hombres y mujeres que están metidas en él.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.