/ miércoles 6 de enero de 2021

Con café y a media luz | El regalo de la salud

Cuando la inocencia propia de los primeros años de vida nos hacía, por convencimiento de los padres, colocar de forma esperanzadora, un zapatito abajo del pino de Navidad, llevando dentro una carta dirigida a los reyes de oriente, solicitándoles el carro, la muñeca o el soldado que habíamos visto en el aparador del centro comercial, la dicha de ver cumplido nuestro deseo, también nos sembraba un mensaje de fe.

Alguien me dijo en una de esas tardes de café: “¡Ahí estaba la magia de la Navidad…!”, quizá tenía razón. Ese momento en el que el niño despierta y, entre la somnolencia recuerda que hay una promesa por cumplir dentro de su zapato, lo hace correr con una ilusión que, para muchos es olvidada por los compromisos y responsabilidades que se van agolpando con los años y nos enseñan que los mejores regalos los debemos esperar del esfuerzo, la dedicación, el trabajo y el empeño.

En una ocasión y por un trance de la vida de este servidor que no viene al caso mencionar, me tocó sufrir la Navidad en una de las zonas económicamente más abandonadas de nuestro país. En un jacal hecho de ramas, a través de las cuales se colaba un frío inclemente, pude atestiguar cómo una madre de familia de esa comunidad rural le enseñaba ese mismo acto de fe a su pequeño.

“No te duermas”, le decía mientras acariciaba su cara, “En un rato van a pasar los reyes montados en sus elefantes. ¿No quieres ver los elefantes?” A lo que el menor asentía con la cabeza. Después de unos minutos en los brazos de su madre y con el embeleso de su voz y sus mimos, el niño entraba en un sueño profundo. Al día siguiente, la mamá le decía que por dormirse no había visto el desfile majestuoso, pero que le habían dejado un regalo, al tiempo que sacaba de su falda un par de canicas. El rostro del pequeño parecía iluminarse con una sonrisa que rivalizaba con la luz reflejada en las pequeñas esferas de cristal. A los pocos días salí de ese lugar.

Hoy, hemos podido percibir ese mismo halo de esperanza entre la sociedad mexicana después del anuncio de las vacunas contra el Covid–19 que se han empezado a aplicar entre el personal médico y de enfermería como parte de la estrategia del Gobierno de la República para combatir al mortal virus que mantiene asolada a la humanidad.

Aunque, con los primeros contratiempos en materia de logística por la cantidad de dosis recibidas, los medios para conservarse en el estado idóneo y la distribución de estos entre el resto de la población, la inoculación del antiviral pareciera que marcha conforme a la calendarización planteada desde el pasado diciembre por el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador.

Empero, a voz expresa del propio mandatario, la distribución geográfica de las zonas de difícil acceso que, por su misma ubicación albergan a las poblaciones de economía más sensible, vuelven compleja la aplicación en dos partes del medicamento comprado a la farmacéutica Pfizer, por lo que están a la espera de la llegada de la vacuna de la empresa oriental Cansino, la cual será enviada hacia esas zonas para satisfacer la demanda de salud ante la presencia del virus SARS-CoV-2.

Al escuchar lo anterior, no pude evitar recordar el pasaje de mi vida que le conté renglones arriba. La idea es que todos los mexicanos podamos recibir en los próximos meses el tan ansiado regalo de la salud. Aunque, debemos ser enfáticos, la vacunación va a controlar el avance del mal, más no conseguirá que el virus desaparezca de la faz de la tierra, por lo que deberemos seguir siendo pródigos en cuidados y atenciones.

Curiosamente, y no podemos hacer “ojos ciegos”, los reportes que medios internacionales tienen sobre el modelo de lucha que México ha aplicado contra el Covid-19, lo dejan en lugares lamentables y con cifras que pudieran ser alarmantes y hasta irresponsables. Esto último lo dejó entrever la OMS a través de su titular que conminó al Gobierno mexicano a “tomar las cosas en serio”.

Desde el imprudente y malicioso mensaje del aun mandatario estadounidense, Donald Trump quien recalcó que le gustaría hacer como en México que “… no hacen pruebas masivas hasta que entras a la sala de emergencias del hospital y estás vomitando”, hasta la seriedad de la investigación expuesta por “The BMJ” –una de las revistas médicas más importantes del mundo– en la que critica severamente la forma de trabajo de este gobierno en materia de salud y en la que, como colofón, vaticina una cifra de 160 mil mexicanos fallecidos por Covid-19 para el mes de abril de 2021.

No obstante, y a pesar de que en muchos países afectados por un repunte en el número de pacientes detectados por el mortal virus –como en el nuestro– se ha llamado a un segundo confinamiento, el presidente López ha conminado a los dos estados que se encuentran en semáforo verde a volver a la movilidad. En palabras del propio mandatario, “… Campeche está esperando a hacerlo, aún sienten desconfianza y tienen razón”.

Asimismo, algunas entidades federativas consideran que es demasiado el tiempo que se invertirá en lograr la vacunación universal, por lo que ya han entrado en tratos con las farmacéuticas para adquirir las dosis de medicamento con recurso local. En una de las conferencias matutinas y citando como ejemplo el caso de Sonora, el presidente López aseguro que “… No tenemos datos de que los gobiernos locales estén comprando vacunas… No nos oponemos… Solo deberán presentar la solicitud ante la Cofepris con una copia del contrato de compra… Pero que no se malinterprete… No nos estamos oponiendo”.

Lo cierto es que ya sea con recurso federal o estatal, con una vacuna de las diferentes empresas y con una estrategia que, para muchos es impropia y para otros, la mejor, muy pronto los mexicanos recibiremos el regalo de la salud.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Cuando la inocencia propia de los primeros años de vida nos hacía, por convencimiento de los padres, colocar de forma esperanzadora, un zapatito abajo del pino de Navidad, llevando dentro una carta dirigida a los reyes de oriente, solicitándoles el carro, la muñeca o el soldado que habíamos visto en el aparador del centro comercial, la dicha de ver cumplido nuestro deseo, también nos sembraba un mensaje de fe.

Alguien me dijo en una de esas tardes de café: “¡Ahí estaba la magia de la Navidad…!”, quizá tenía razón. Ese momento en el que el niño despierta y, entre la somnolencia recuerda que hay una promesa por cumplir dentro de su zapato, lo hace correr con una ilusión que, para muchos es olvidada por los compromisos y responsabilidades que se van agolpando con los años y nos enseñan que los mejores regalos los debemos esperar del esfuerzo, la dedicación, el trabajo y el empeño.

En una ocasión y por un trance de la vida de este servidor que no viene al caso mencionar, me tocó sufrir la Navidad en una de las zonas económicamente más abandonadas de nuestro país. En un jacal hecho de ramas, a través de las cuales se colaba un frío inclemente, pude atestiguar cómo una madre de familia de esa comunidad rural le enseñaba ese mismo acto de fe a su pequeño.

“No te duermas”, le decía mientras acariciaba su cara, “En un rato van a pasar los reyes montados en sus elefantes. ¿No quieres ver los elefantes?” A lo que el menor asentía con la cabeza. Después de unos minutos en los brazos de su madre y con el embeleso de su voz y sus mimos, el niño entraba en un sueño profundo. Al día siguiente, la mamá le decía que por dormirse no había visto el desfile majestuoso, pero que le habían dejado un regalo, al tiempo que sacaba de su falda un par de canicas. El rostro del pequeño parecía iluminarse con una sonrisa que rivalizaba con la luz reflejada en las pequeñas esferas de cristal. A los pocos días salí de ese lugar.

Hoy, hemos podido percibir ese mismo halo de esperanza entre la sociedad mexicana después del anuncio de las vacunas contra el Covid–19 que se han empezado a aplicar entre el personal médico y de enfermería como parte de la estrategia del Gobierno de la República para combatir al mortal virus que mantiene asolada a la humanidad.

Aunque, con los primeros contratiempos en materia de logística por la cantidad de dosis recibidas, los medios para conservarse en el estado idóneo y la distribución de estos entre el resto de la población, la inoculación del antiviral pareciera que marcha conforme a la calendarización planteada desde el pasado diciembre por el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador.

Empero, a voz expresa del propio mandatario, la distribución geográfica de las zonas de difícil acceso que, por su misma ubicación albergan a las poblaciones de economía más sensible, vuelven compleja la aplicación en dos partes del medicamento comprado a la farmacéutica Pfizer, por lo que están a la espera de la llegada de la vacuna de la empresa oriental Cansino, la cual será enviada hacia esas zonas para satisfacer la demanda de salud ante la presencia del virus SARS-CoV-2.

Al escuchar lo anterior, no pude evitar recordar el pasaje de mi vida que le conté renglones arriba. La idea es que todos los mexicanos podamos recibir en los próximos meses el tan ansiado regalo de la salud. Aunque, debemos ser enfáticos, la vacunación va a controlar el avance del mal, más no conseguirá que el virus desaparezca de la faz de la tierra, por lo que deberemos seguir siendo pródigos en cuidados y atenciones.

Curiosamente, y no podemos hacer “ojos ciegos”, los reportes que medios internacionales tienen sobre el modelo de lucha que México ha aplicado contra el Covid-19, lo dejan en lugares lamentables y con cifras que pudieran ser alarmantes y hasta irresponsables. Esto último lo dejó entrever la OMS a través de su titular que conminó al Gobierno mexicano a “tomar las cosas en serio”.

Desde el imprudente y malicioso mensaje del aun mandatario estadounidense, Donald Trump quien recalcó que le gustaría hacer como en México que “… no hacen pruebas masivas hasta que entras a la sala de emergencias del hospital y estás vomitando”, hasta la seriedad de la investigación expuesta por “The BMJ” –una de las revistas médicas más importantes del mundo– en la que critica severamente la forma de trabajo de este gobierno en materia de salud y en la que, como colofón, vaticina una cifra de 160 mil mexicanos fallecidos por Covid-19 para el mes de abril de 2021.

No obstante, y a pesar de que en muchos países afectados por un repunte en el número de pacientes detectados por el mortal virus –como en el nuestro– se ha llamado a un segundo confinamiento, el presidente López ha conminado a los dos estados que se encuentran en semáforo verde a volver a la movilidad. En palabras del propio mandatario, “… Campeche está esperando a hacerlo, aún sienten desconfianza y tienen razón”.

Asimismo, algunas entidades federativas consideran que es demasiado el tiempo que se invertirá en lograr la vacunación universal, por lo que ya han entrado en tratos con las farmacéuticas para adquirir las dosis de medicamento con recurso local. En una de las conferencias matutinas y citando como ejemplo el caso de Sonora, el presidente López aseguro que “… No tenemos datos de que los gobiernos locales estén comprando vacunas… No nos oponemos… Solo deberán presentar la solicitud ante la Cofepris con una copia del contrato de compra… Pero que no se malinterprete… No nos estamos oponiendo”.

Lo cierto es que ya sea con recurso federal o estatal, con una vacuna de las diferentes empresas y con una estrategia que, para muchos es impropia y para otros, la mejor, muy pronto los mexicanos recibiremos el regalo de la salud.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com