/ viernes 2 de octubre de 2020

Con café y a media luz | El Tampico que nos gustaría

En el marco del aviso realizado por la Secretaría de Salud de Tamaulipas en torno al avance de la zona sur de la entidad a la llamada “Fase II” de la cuarentena ocasionada por el Covid-19, me aventuré, con todas las medidas necesarias, a conocer el interior de los nuevos mercados municipales, y recoger, de primera mano, la opinión de estas instalaciones por los oferentes y consumidores.

Quizá para las nuevas generaciones, la opinión de la entrega de este día sea superflua para las expectativas que definen el interés demandado por su propia edad. Para los que conocimos los anteriores mercados, adquirimos productos, nos internábamos en ellos, por lo menos, una vez a la quincena, la diferencia es gratamente colosal y, estoy seguro, la temática del día es de sumo interés.

Y, aunque la experiencia marchaba de manera grata, nuevamente la mala nota se la llevó la población que, sin miramientos ni cortapisas, demostró con creces que lo último que nos importa es conservar los espacios comunes y las obras otorgadas por los gobiernos, sin importar la extracción que estos últimos tengan.

Por principio de cuentas, la perspectiva que ofrece esta edificación con la plaza “Hijas de Tampico” y su acceso principal que armoniza con un renovado paisaje en el que vuelve a ser protagonista el antiguo edificio de la Aduana Marítima, es poco menos que maravillosa. El pequeño gran detalle, sin duda, para todo este conjunto, es ese punto singular y recientemente renovado de las tortas de la barda que da el tono pintoresco al cuadro de provincia.

Al ingresar al edificio con toda discreción noté de inmediato a buenos amigos que ya habían abierto su establecimiento y estaban comercializando, desde temprana hora, sus productos.

Al no conocer la ubicación de todos los locales, le pregunté a una de las damas por el espacio asignado a cierto personaje y la mujer, con total amabilidad, no solo me explicó en dónde estaba ese punto, sino que me llevó hasta la rampa eléctrica y, desde el sitio más alto, me señaló con su dedo índice el espacio solicitado. ¡Qué agradable trato!

Cuando salí por el portón principal de la edificación, me enfrenté a una situación similar a la que le platiqué hace tiempo que me ocurrió en el paseo peatonal del Centro Histórico y derivada del fenómeno del que hablé párrafos arriba: Una mujer terminaba de consumir un alimento con la mano derecha a la par que, con la izquierda, aventaba al piso, a escasos centímetros del pórtico, el plato de unicel y la bolsa de plástico que lo envolvía y, sin más empacho, empezaba a caminar con rumbo desconocido, alejándose de los desperdicios que había arrojado muy cerca del acceso.

No pude evitar decirle la frase “Disculpe. Se le cayó su basura”. La dama me miró con un gesto despectivo y, sin decir nada, siguió su camino. Regresé a tomar los restos y los deposité en un cesto del ayuntamiento que no estaba lejos de allí.

Fue entonces que me pregunté: ¿Cuál es el Tampico que nos gustaría tener?

Si usted, gentil amigo, ha viajado a lugares como Zacatecas, Querétaro, Orizaba o Aguascalientes o si tiene familiares que han visitado esos lugares seguramente habrá regresado con comentarios positivos en torno a la limpieza que se observa en esas ciudades que, a lo largo del día, lucen impecables, además de la educación y amabilidad mostrada por sus respectivos habitantes.

Y, después de enaltecer las virtudes que detectamos en esos puntos de la provincia mexicana, todavía nos atrevemos a lanzar al aire la pregunta: “¿Por qué los tampiqueños no podemos ser así?”, esperando que, de un elemento del entorno, nos llegue la respuesta, cuando esta última, está en el interior de cada uno de nosotros y se pudiera resumir en cuatro sencillos conceptos: Educación, respeto, cultura y ejemplo.

La sociedad del sur de Tamaulipas es virtuosa cuando se trata de lanzar críticas a los gobiernos en turno; es la primera en pechar las necesidades de su colonia o ciudad hasta ser escuchada; es única cuando se debe señalar los errores, las omisiones o los desperfectos de las obras entregadas para el bien de la comunidad, empero también es, lamentablemente, experta en ocupar el último lugar cuando se trata de cuidar los espacios, mantener limpia la ciudad, conservar las obras, usar los parques adecuadamente y respetar los lineamientos para su uso y disfrute.

Como sociedad hemos demandado un tren suburbano que economice tiempo y dinero para el traslado de los habitantes; espacios de recreación de primer mundo para las playas de Ciudad Madero y Altamira, así como para las lagunas del Carpintero y del Chairel en Tampico; la construcción de centros comerciales y de esparcimiento para la conurbación y mayores espacios dedicados a las artes y la cultura para el desarrollo del talento local y la pregunta que este servidor hace es: ¿Cuándo vamos, en conjunto, a asumir la responsabilidad y el compromiso de cuidar las obras, los espacios y los centros que tanto exigimos?

Siempre nos hemos ocupado en describir cuál es el Tampico que nos gustaría tener. ¿Cuándo nos hemos preguntado qué tipo de ciudadano le gustaría tener a Tampico?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

En el marco del aviso realizado por la Secretaría de Salud de Tamaulipas en torno al avance de la zona sur de la entidad a la llamada “Fase II” de la cuarentena ocasionada por el Covid-19, me aventuré, con todas las medidas necesarias, a conocer el interior de los nuevos mercados municipales, y recoger, de primera mano, la opinión de estas instalaciones por los oferentes y consumidores.

Quizá para las nuevas generaciones, la opinión de la entrega de este día sea superflua para las expectativas que definen el interés demandado por su propia edad. Para los que conocimos los anteriores mercados, adquirimos productos, nos internábamos en ellos, por lo menos, una vez a la quincena, la diferencia es gratamente colosal y, estoy seguro, la temática del día es de sumo interés.

Y, aunque la experiencia marchaba de manera grata, nuevamente la mala nota se la llevó la población que, sin miramientos ni cortapisas, demostró con creces que lo último que nos importa es conservar los espacios comunes y las obras otorgadas por los gobiernos, sin importar la extracción que estos últimos tengan.

Por principio de cuentas, la perspectiva que ofrece esta edificación con la plaza “Hijas de Tampico” y su acceso principal que armoniza con un renovado paisaje en el que vuelve a ser protagonista el antiguo edificio de la Aduana Marítima, es poco menos que maravillosa. El pequeño gran detalle, sin duda, para todo este conjunto, es ese punto singular y recientemente renovado de las tortas de la barda que da el tono pintoresco al cuadro de provincia.

Al ingresar al edificio con toda discreción noté de inmediato a buenos amigos que ya habían abierto su establecimiento y estaban comercializando, desde temprana hora, sus productos.

Al no conocer la ubicación de todos los locales, le pregunté a una de las damas por el espacio asignado a cierto personaje y la mujer, con total amabilidad, no solo me explicó en dónde estaba ese punto, sino que me llevó hasta la rampa eléctrica y, desde el sitio más alto, me señaló con su dedo índice el espacio solicitado. ¡Qué agradable trato!

Cuando salí por el portón principal de la edificación, me enfrenté a una situación similar a la que le platiqué hace tiempo que me ocurrió en el paseo peatonal del Centro Histórico y derivada del fenómeno del que hablé párrafos arriba: Una mujer terminaba de consumir un alimento con la mano derecha a la par que, con la izquierda, aventaba al piso, a escasos centímetros del pórtico, el plato de unicel y la bolsa de plástico que lo envolvía y, sin más empacho, empezaba a caminar con rumbo desconocido, alejándose de los desperdicios que había arrojado muy cerca del acceso.

No pude evitar decirle la frase “Disculpe. Se le cayó su basura”. La dama me miró con un gesto despectivo y, sin decir nada, siguió su camino. Regresé a tomar los restos y los deposité en un cesto del ayuntamiento que no estaba lejos de allí.

Fue entonces que me pregunté: ¿Cuál es el Tampico que nos gustaría tener?

Si usted, gentil amigo, ha viajado a lugares como Zacatecas, Querétaro, Orizaba o Aguascalientes o si tiene familiares que han visitado esos lugares seguramente habrá regresado con comentarios positivos en torno a la limpieza que se observa en esas ciudades que, a lo largo del día, lucen impecables, además de la educación y amabilidad mostrada por sus respectivos habitantes.

Y, después de enaltecer las virtudes que detectamos en esos puntos de la provincia mexicana, todavía nos atrevemos a lanzar al aire la pregunta: “¿Por qué los tampiqueños no podemos ser así?”, esperando que, de un elemento del entorno, nos llegue la respuesta, cuando esta última, está en el interior de cada uno de nosotros y se pudiera resumir en cuatro sencillos conceptos: Educación, respeto, cultura y ejemplo.

La sociedad del sur de Tamaulipas es virtuosa cuando se trata de lanzar críticas a los gobiernos en turno; es la primera en pechar las necesidades de su colonia o ciudad hasta ser escuchada; es única cuando se debe señalar los errores, las omisiones o los desperfectos de las obras entregadas para el bien de la comunidad, empero también es, lamentablemente, experta en ocupar el último lugar cuando se trata de cuidar los espacios, mantener limpia la ciudad, conservar las obras, usar los parques adecuadamente y respetar los lineamientos para su uso y disfrute.

Como sociedad hemos demandado un tren suburbano que economice tiempo y dinero para el traslado de los habitantes; espacios de recreación de primer mundo para las playas de Ciudad Madero y Altamira, así como para las lagunas del Carpintero y del Chairel en Tampico; la construcción de centros comerciales y de esparcimiento para la conurbación y mayores espacios dedicados a las artes y la cultura para el desarrollo del talento local y la pregunta que este servidor hace es: ¿Cuándo vamos, en conjunto, a asumir la responsabilidad y el compromiso de cuidar las obras, los espacios y los centros que tanto exigimos?

Siempre nos hemos ocupado en describir cuál es el Tampico que nos gustaría tener. ¿Cuándo nos hemos preguntado qué tipo de ciudadano le gustaría tener a Tampico?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.