/ lunes 4 de octubre de 2021

Con café y a media luz | En el franco retorno


En días pasados tuve el enorme privilegio de reunirme –vía online– con distinguidos miembros del Colegio de Comunicación de Tamaulipas A.C. Todos ellos con una destacada trayectoria en cada una de las vertientes que tiene esta bella profesión.

Algunos de ellos como periodistas de gran prestigio; otros se han desempeñado en la docencia; algunos más en la mercadotecnia y en este grupo, hay también, quien ha sido parteaguas en las producciones audiovisuales en la zona. A todos por igual se les respeta y se les admira por ser compañeros en el ámbito profesional e incluso, algunos, por haber sido maestros de este servidor en las aulas universitarias.

El tema obligado en esta reunión fue el regreso del confinamiento a una vida enmarcada en un extraño concepto de dinámica social normal y, hasta el momento, un tanto confusa y, en ciertos aspectos, olvidada por este lapso de casi dos años en el que el individuo se vio obligado a readecuar sus actividades a una serie de normas, conceptos y conductas que cambiaron radicalmente nuestra manera de vivir.

Algunos tuvieron que invertir cantidades de dinero para dotarse del equipo necesario para trabajar en casa, adecuar los espacios de labor en el hogar, dividirse en más de dos para funcionar como empleados, empresarios, padres de familia y hasta maestros de sus hijos cuando este fenómeno inició y las actividades laborales no podían detenerse.

Aunque, debemos recordar, que hubo muchas personas vivieron el crimen del desempleo a causa de una marcada desaceleración económica derivada de la pandemia que liquidó –literalmente– varios miles de negocios en todo el país. Tamaulipas no fue la excepción.

El reto social era enorme y el estrés generado era considerablemente desafiante, pues además de todo ese cambio, se asumía el riesgo que traía consigo la presencia del Covid-19.

Y es que además de toda la problemática de la adaptación al confinamiento y de llevarse el trabajo a la casa o de buscar desesperadamente una manera extraordinaria de generar ingreso, todas las familias vivían con el temor del contagio o con la angustia de tener un pariente enfermo, y otros, con la tristeza de una muerte a causa del virus en cuestión.

Así, con toda esa “pesada losa social” a cuestas, logramos –algunos de manera rápida y otros, poco a poco– rehacer la vida en el confinamiento. Hoy, estamos a punto de “volver” a la realidad. Efectivamente, como usted lo leyó, gentil amigo lector, he entrecomillado el verbo de la última oración porque, en la plática que le estoy describiendo surgió la pregunta “¿Cómo volver a un lugar si nunca hemos estado allí?” ¡Esa es la realidad! ¡No estamos volviendo! ¡Estamos transitado a una nueva adaptación de reglas sociales que sustentarán a una dinámica alternativa de convivencia!

Es verdad que tarde o temprano el virus será controlado y, quizá, con algunos años, la humanidad lo podrá erradicar gracias a los avances de la ciencia médica. Empero, por lo pronto, tendremos que aprender a convivir con él, gracias a estas condiciones que estamos a punto de asumir. En unos cuantos días, la sociedad incorporará el cien por ciento de las actividades a la integración e interacción sociales y es inevitable.

¿Cuántos de nosotros encontramos un exceso de presión y compromisos con las labores desde casa? ¿Cuántos, por el contrario, descubrimos que es mejor laborar en la comodidad del hogar y ya hay quienes se rehúsan a volver a la oficina o al taller?

¿Cuántos están, incluso, pensando en proponerle al jefe en continuar con esta dinámica de no volver al espacio laboral porque demostraron una mayor eficiencia en este entorno? ¿A cuántos les urge volver a la rutina cotidiana de dejar a los hijos en la escuela para salir, posteriormente, a sus destinos de trabajo?

Viene una nueva readaptación. Primero fue al confinamiento; ahora, a una nueva “normalidad”. Pero, insisto, no podemos decir que “volveremos”.

Entre las cosas en las que se notará más este cambio, podemos citar dos ejemplos.

El primero de ellos es la inversión de tiempo para ciertas actividades como pagar cuentas en tiendas o servicios de la casa como agua, electricidad o gas y, ni qué decir de acudir a las instituciones bancarias en las que se volverán eternas las filas en las banquetas por el acceso controlado que continuará como estrategia de salud. Seguramente usted, mi buen amigo, ya tuvo la oportunidad de vivir este desaguisado.

El segundo detalle lo podremos observar en los centros de reunión como cines, teatros, cafeterías o cualquier otro salón a puerta cerrada en los que la separación de lugares y la conservación de la distancia será una constante y, pudiera ser, que se acentúe con el aumento de la presencia del virus en un municipio o estado de nuestro país. Así, seguiremos observando asientos “cancelados”; distancias de más de un metro y medio entre una persona y otra; cines y teatros con lugares sin ocupar y más.

Esta nueva realidad está a la vuelta de la esquina, la pregunta más importante es ¿Estamos listos para transitar a este nuevo espacio? La respuesta, para muchos –incluyendo a las autoridades– es lo de menos.

El volver a la dinámica de convivencia social, aunque sea con nuevas reglas, es un asunto prioritario para la economía, la educación y, aunque usted no lo crea, para la política en lo general. Así que hay que alistarnos para esta nueva convivencia social. ¿No cree usted, gentil amigo lector?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

  • licajimenezmcc@hotmail.com



En días pasados tuve el enorme privilegio de reunirme –vía online– con distinguidos miembros del Colegio de Comunicación de Tamaulipas A.C. Todos ellos con una destacada trayectoria en cada una de las vertientes que tiene esta bella profesión.

Algunos de ellos como periodistas de gran prestigio; otros se han desempeñado en la docencia; algunos más en la mercadotecnia y en este grupo, hay también, quien ha sido parteaguas en las producciones audiovisuales en la zona. A todos por igual se les respeta y se les admira por ser compañeros en el ámbito profesional e incluso, algunos, por haber sido maestros de este servidor en las aulas universitarias.

El tema obligado en esta reunión fue el regreso del confinamiento a una vida enmarcada en un extraño concepto de dinámica social normal y, hasta el momento, un tanto confusa y, en ciertos aspectos, olvidada por este lapso de casi dos años en el que el individuo se vio obligado a readecuar sus actividades a una serie de normas, conceptos y conductas que cambiaron radicalmente nuestra manera de vivir.

Algunos tuvieron que invertir cantidades de dinero para dotarse del equipo necesario para trabajar en casa, adecuar los espacios de labor en el hogar, dividirse en más de dos para funcionar como empleados, empresarios, padres de familia y hasta maestros de sus hijos cuando este fenómeno inició y las actividades laborales no podían detenerse.

Aunque, debemos recordar, que hubo muchas personas vivieron el crimen del desempleo a causa de una marcada desaceleración económica derivada de la pandemia que liquidó –literalmente– varios miles de negocios en todo el país. Tamaulipas no fue la excepción.

El reto social era enorme y el estrés generado era considerablemente desafiante, pues además de todo ese cambio, se asumía el riesgo que traía consigo la presencia del Covid-19.

Y es que además de toda la problemática de la adaptación al confinamiento y de llevarse el trabajo a la casa o de buscar desesperadamente una manera extraordinaria de generar ingreso, todas las familias vivían con el temor del contagio o con la angustia de tener un pariente enfermo, y otros, con la tristeza de una muerte a causa del virus en cuestión.

Así, con toda esa “pesada losa social” a cuestas, logramos –algunos de manera rápida y otros, poco a poco– rehacer la vida en el confinamiento. Hoy, estamos a punto de “volver” a la realidad. Efectivamente, como usted lo leyó, gentil amigo lector, he entrecomillado el verbo de la última oración porque, en la plática que le estoy describiendo surgió la pregunta “¿Cómo volver a un lugar si nunca hemos estado allí?” ¡Esa es la realidad! ¡No estamos volviendo! ¡Estamos transitado a una nueva adaptación de reglas sociales que sustentarán a una dinámica alternativa de convivencia!

Es verdad que tarde o temprano el virus será controlado y, quizá, con algunos años, la humanidad lo podrá erradicar gracias a los avances de la ciencia médica. Empero, por lo pronto, tendremos que aprender a convivir con él, gracias a estas condiciones que estamos a punto de asumir. En unos cuantos días, la sociedad incorporará el cien por ciento de las actividades a la integración e interacción sociales y es inevitable.

¿Cuántos de nosotros encontramos un exceso de presión y compromisos con las labores desde casa? ¿Cuántos, por el contrario, descubrimos que es mejor laborar en la comodidad del hogar y ya hay quienes se rehúsan a volver a la oficina o al taller?

¿Cuántos están, incluso, pensando en proponerle al jefe en continuar con esta dinámica de no volver al espacio laboral porque demostraron una mayor eficiencia en este entorno? ¿A cuántos les urge volver a la rutina cotidiana de dejar a los hijos en la escuela para salir, posteriormente, a sus destinos de trabajo?

Viene una nueva readaptación. Primero fue al confinamiento; ahora, a una nueva “normalidad”. Pero, insisto, no podemos decir que “volveremos”.

Entre las cosas en las que se notará más este cambio, podemos citar dos ejemplos.

El primero de ellos es la inversión de tiempo para ciertas actividades como pagar cuentas en tiendas o servicios de la casa como agua, electricidad o gas y, ni qué decir de acudir a las instituciones bancarias en las que se volverán eternas las filas en las banquetas por el acceso controlado que continuará como estrategia de salud. Seguramente usted, mi buen amigo, ya tuvo la oportunidad de vivir este desaguisado.

El segundo detalle lo podremos observar en los centros de reunión como cines, teatros, cafeterías o cualquier otro salón a puerta cerrada en los que la separación de lugares y la conservación de la distancia será una constante y, pudiera ser, que se acentúe con el aumento de la presencia del virus en un municipio o estado de nuestro país. Así, seguiremos observando asientos “cancelados”; distancias de más de un metro y medio entre una persona y otra; cines y teatros con lugares sin ocupar y más.

Esta nueva realidad está a la vuelta de la esquina, la pregunta más importante es ¿Estamos listos para transitar a este nuevo espacio? La respuesta, para muchos –incluyendo a las autoridades– es lo de menos.

El volver a la dinámica de convivencia social, aunque sea con nuevas reglas, es un asunto prioritario para la economía, la educación y, aunque usted no lo crea, para la política en lo general. Así que hay que alistarnos para esta nueva convivencia social. ¿No cree usted, gentil amigo lector?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

  • licajimenezmcc@hotmail.com