/ lunes 18 de enero de 2021

Con café y a media luz | Entre Bodoque y Cienfuegos

¡Definitivamente no era el mejor momento!, ¡no era el lugar ni el contexto! Meramente fue un desatino que provino, de forma literal, de una ocurrencia que sucedió, a manera de colofón, para despedir la sesión del día y dar cierre a la tribuna que ha acostumbrado a usar el mandatario Andrés Manuel López Obrador, desde el inicio de la administración que encabeza.

En medio del que, quizá, sea el momento mediático más lamentable del actual gobierno federal, el ejecutivo decidió improvisar un homenaje al actor Jorge Arvizu, “el Tata”, quien además de ser un histrión de primer nivel, cuyo talento era indiscutible, también manifestó públicamente su simpatía por el hombre originario de Macuspana y por el proyecto de nación del que ahora somos testigos y protagonistas.

El actor fue pionero del arte del doblaje cuando inició la importación de dibujos animados y series norteamericanos. Así, aún podemos escuchar a Jorge Arvizu como “el Pingüino” en Batman; “Maxwell Smart” en el “Agente 86”; “Pedro Picapiedra” o como “Benito Bodoque”. Y fue este último personaje que “se apareció” en una de las conferencias mañaneras de la semana anterior, desatando una serie de críticas interminable, todas ellas sustentadas en el “desatino de haber caricaturizado a la Presidencia de la República”.

Con una pandemia que está arrojando cifras de contagios y muertes en nuestro país que no se habían registrado en los últimos 10 meses y a pesar de que ya arrancó el plan de vacunación, los números siguen “echando por tierra” el discurso de que se ha domado el virus y estamos por salir de esta problemática que aqueja al orbe entero.

Con una relación cada vez más tensa con el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica que ya manifestó su molestia por la decisión tomada por la Fiscalía General de la República de “darle carpetazo” al caso del general Salvador Cienfuegos; determinación que, dicho sea de paso, fue secundada públicamente por el jefe del Estado mexicano quien, además, ordenó hacer público el expediente de manera íntegra, otorgado en confidencialidad por los tribunales estadounidenses y por la DEA, con lo que dejó al descubierto nombres de funcionarios que participaron en la investigación y, por tanto, generando una incomodidad mayor en la nación vecina.

Con una relación cada vez más tirante y severa con los órganos autónomos que AMLO busca desaparecer, mismos que han servido como contrapeso social para algunas determinaciones de las instituciones oficiales, por ejemplo el caso Pemex –Felipa Obrador que se divulgó gracias a la participación del INAI o con el INE que no está haciendo otra cosa que buscar que se cumpla un artículo de la Constitución que, curiosamente, fue impulsado por el mismo presidente López cuando militaba en el PRD y condicionaba la pronunciación del mandatario en turno en asuntos proselitistas. Estas dos últimas situaciones están polarizando a la sociedad de cara a un proceso electoral de suma importancia para la vida política de Morena.

Ni qué decir de la lastimosa relación que existe entre el sector empresarial y la figura del presidente López. Después de la negación a dar prórroga fiscal ante la recesión económica, el incremento al salario del 15 % a través de la representación que se tiene por la CONASAMI cuando no existen las suficientes ganancias para soportarlo y con un decreto que está por desaparecer los contratos a empresas intermediarias, los industriales han declarado públicamente su molestia por las decisiones tomadas.

Lo mismo podríamos citar respecto a los medios de comunicación, el incremento de la inseguridad, la poca o nula respuesta en torno al caso Lozoya, las renuncias de piezas clave de su gabinete, los descubrimientos de joyas mutiladas y subastas “a modo” en el INDEPRO, etcétera.

Y es, a mitad de esa “tormenta”, que el presidente López decide ocupar un tiempo de ese espacio destinado a informar del avance de su proyecto de nación a sus representados, para mostrarnos una caricatura de Benito Bodoque y recordar “al Tata” porque era un seguidor incondicional del partido que lo llevó al poder.

Considero que el presidente Andrés Manuel López Obrador está en su justo derecho de rendir homenaje a quien él considere que lo merece. Si el elogiado realizó labores en bien de la salud pública con un descubrimiento científico o propuso un modelo económico que sacó adelante al país, entonces el escenario para la entrega del galardón deberá ser Palacio Nacional. Si, por el contrario, el personaje en cuestión colaboró con un partido político para alcanzar un triunfo, que el escenario para dicho festejo sea un recinto del escaparate para el que militó.

En pocas palabras. La molestia no es el “homenaje” en sí. Simple y llanamente no es el mejor momento de la vida pública del país; no es el lugar adecuado para ese tipo de reconocimientos y, mucho menos, los ciudadanos nos merecemos que, a mitad de una batalla por sobrevivir a una pandemia y en una lucha contra una recesión económica, nos presenten al miembro de “la pandilla de Don Gato” en una tribuna oficial cuyo objetivo fundamental es otro muy distante y serio, solo porque alguien dijo “quiero mi cocol”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

¡Definitivamente no era el mejor momento!, ¡no era el lugar ni el contexto! Meramente fue un desatino que provino, de forma literal, de una ocurrencia que sucedió, a manera de colofón, para despedir la sesión del día y dar cierre a la tribuna que ha acostumbrado a usar el mandatario Andrés Manuel López Obrador, desde el inicio de la administración que encabeza.

En medio del que, quizá, sea el momento mediático más lamentable del actual gobierno federal, el ejecutivo decidió improvisar un homenaje al actor Jorge Arvizu, “el Tata”, quien además de ser un histrión de primer nivel, cuyo talento era indiscutible, también manifestó públicamente su simpatía por el hombre originario de Macuspana y por el proyecto de nación del que ahora somos testigos y protagonistas.

El actor fue pionero del arte del doblaje cuando inició la importación de dibujos animados y series norteamericanos. Así, aún podemos escuchar a Jorge Arvizu como “el Pingüino” en Batman; “Maxwell Smart” en el “Agente 86”; “Pedro Picapiedra” o como “Benito Bodoque”. Y fue este último personaje que “se apareció” en una de las conferencias mañaneras de la semana anterior, desatando una serie de críticas interminable, todas ellas sustentadas en el “desatino de haber caricaturizado a la Presidencia de la República”.

Con una pandemia que está arrojando cifras de contagios y muertes en nuestro país que no se habían registrado en los últimos 10 meses y a pesar de que ya arrancó el plan de vacunación, los números siguen “echando por tierra” el discurso de que se ha domado el virus y estamos por salir de esta problemática que aqueja al orbe entero.

Con una relación cada vez más tensa con el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica que ya manifestó su molestia por la decisión tomada por la Fiscalía General de la República de “darle carpetazo” al caso del general Salvador Cienfuegos; determinación que, dicho sea de paso, fue secundada públicamente por el jefe del Estado mexicano quien, además, ordenó hacer público el expediente de manera íntegra, otorgado en confidencialidad por los tribunales estadounidenses y por la DEA, con lo que dejó al descubierto nombres de funcionarios que participaron en la investigación y, por tanto, generando una incomodidad mayor en la nación vecina.

Con una relación cada vez más tirante y severa con los órganos autónomos que AMLO busca desaparecer, mismos que han servido como contrapeso social para algunas determinaciones de las instituciones oficiales, por ejemplo el caso Pemex –Felipa Obrador que se divulgó gracias a la participación del INAI o con el INE que no está haciendo otra cosa que buscar que se cumpla un artículo de la Constitución que, curiosamente, fue impulsado por el mismo presidente López cuando militaba en el PRD y condicionaba la pronunciación del mandatario en turno en asuntos proselitistas. Estas dos últimas situaciones están polarizando a la sociedad de cara a un proceso electoral de suma importancia para la vida política de Morena.

Ni qué decir de la lastimosa relación que existe entre el sector empresarial y la figura del presidente López. Después de la negación a dar prórroga fiscal ante la recesión económica, el incremento al salario del 15 % a través de la representación que se tiene por la CONASAMI cuando no existen las suficientes ganancias para soportarlo y con un decreto que está por desaparecer los contratos a empresas intermediarias, los industriales han declarado públicamente su molestia por las decisiones tomadas.

Lo mismo podríamos citar respecto a los medios de comunicación, el incremento de la inseguridad, la poca o nula respuesta en torno al caso Lozoya, las renuncias de piezas clave de su gabinete, los descubrimientos de joyas mutiladas y subastas “a modo” en el INDEPRO, etcétera.

Y es, a mitad de esa “tormenta”, que el presidente López decide ocupar un tiempo de ese espacio destinado a informar del avance de su proyecto de nación a sus representados, para mostrarnos una caricatura de Benito Bodoque y recordar “al Tata” porque era un seguidor incondicional del partido que lo llevó al poder.

Considero que el presidente Andrés Manuel López Obrador está en su justo derecho de rendir homenaje a quien él considere que lo merece. Si el elogiado realizó labores en bien de la salud pública con un descubrimiento científico o propuso un modelo económico que sacó adelante al país, entonces el escenario para la entrega del galardón deberá ser Palacio Nacional. Si, por el contrario, el personaje en cuestión colaboró con un partido político para alcanzar un triunfo, que el escenario para dicho festejo sea un recinto del escaparate para el que militó.

En pocas palabras. La molestia no es el “homenaje” en sí. Simple y llanamente no es el mejor momento de la vida pública del país; no es el lugar adecuado para ese tipo de reconocimientos y, mucho menos, los ciudadanos nos merecemos que, a mitad de una batalla por sobrevivir a una pandemia y en una lucha contra una recesión económica, nos presenten al miembro de “la pandilla de Don Gato” en una tribuna oficial cuyo objetivo fundamental es otro muy distante y serio, solo porque alguien dijo “quiero mi cocol”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.