/ viernes 17 de enero de 2020

Con café y a media luz | Ópticas del caos

Este atropellado arranque del 2020 no ha sido el mejor, en muchos sentidos, para la sociedad mexicana. Los temas de salud, seguridad y economía están siendo constantemente cuestionados por las confusiones, contradicciones, errores y omisiones que han informado los funcionarios a través de los medios de comunicación nacionales que atienden todos los días las “conferencias mañaneras” del presidente de los Estados Unidos Mexicanos Andrés Manuel López Obrador.

Además de eso – que de por sí ya es bastante – la sociedad de nuestra nación está sumergida en un complejo radicalismo y de él, emerge una serie interminable de ópticas confusas de la problemática nacional que, más que abonar al orden, terminan por promover el caos que detiene severamente el avance de nuestra nación en un contexto internacional cada vez más competitivo, complejo y económicamente dinámico.

En primer término, y vale la pena hacer la aclaración, cuando nos referimos a “sociedad”, estamos incluyendo al pueblo y al gobierno como una simbiosis perfecta y mutualista que debe marchar al unísono con un rumbo definido y no en sentido contrario como se ha visto en el último año.

Dicho lo anterior, le comento que la “visión radicalista” existe en ambas partes de esa dicotomía.

Para el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, todo lo que han hecho gobernantes anteriores ha sido erróneo, viciado, corrupto, inútil, inoperante y prometió hasta el cansancio que él lo solucionaría gracias a un arduo trabajo de saneamiento de las instituciones. Echaría a los malos funcionarios, acabaría con los corruptos y supervisaría a los nuevos trabajadores.

Ese radicalismo lo llevó a la cancelación de proyectos, la desaparición de programas y la extinción de instituciones para la creación de otras nuevas sumamente similares.

Por otra parte, un enorme sector de la población es partícipe de una opinión similar, pero en sentido contrario, es decir, todo lo que hace o dice el presidente López está equivocado o es indebido, infructuoso, ridículo e innecesario. Como la fallida venta del avión en lo que va de su primer año, la creación del instituto para devolverle al pueblo lo robado, el cierre del NAIM y la desaparición del seguro popular.

Sin embargo, tampoco podemos caer en señalamientos extremos asegurando que “absolutamente todo” lo que emprende el mandatario está mal.

Existen becas a personas que de verdad lo necesitan, programas de asistencia y apoyos a la población de la tercera edad; ahorro en materia de economía y una permanente atención a las comunidades más desprotegidas de la nación en las que las condiciones económicas no son las mejores.

Esto ha llevado, como lo dije al inicio de la entrega de este día, a poner atención a cosas que no debemos o a dejar de ver otras que sí deberían preocuparnos. Cabe hacer mención que, en algunos tristes y lamentables casos, esa “ceguera voluntaria”, es motivo de satisfacción insana de sus detestables protagonistas.

Para poder dejar claro el párrafo anterior me permitiré detallarle dos ejemplos

El primero de ellos, seguramente llegó a sus manos a través de su teléfono celular en una - o varias publicaciones – de las redes sociales, en la que cuestionaban la decisión de la familia de AMLO de que el nieto del mandatario naciera en la unión americana. Los empellones mediáticos iban encaminados a evidenciar un aparente desdén del propio presidente al recientemente estrenado INSABI. Mucha gente lo atacó a través de comentarios por no obligar a la nuera a ser atendida en un hospital público.

Hasta donde sé, la señora es norteamericana y creo que decidió estar cerca de sus papás en ese momento tan importante y a la vez riesgoso. En segundo lugar, la dama y el marido son los únicos que deciden en dónde nace su criatura y nada tendría que ver con la política interna del país y lo tercero, lo que de verdad nos debería preocupar y cuestionar si hubiera alguna sospecha por parte de los mexicanos es si el dinero para pagar el parto y la estancia en el nosocomio fue obtenido de manera indebida de las arcas de la nación y esa óptica, hasta el momento, a nadie le ha importado.

Otra visión errada – que me sorprendió – fue una que escuché en un reciente viaje relámpago que hice a un lugar de Veracruz. En ese pueblo pude oír a un individuo elogiando la política y los programas de Andrés Manuel López Obrador. El individuo defendía la imagen del tabasqueño y aseguraba a todos los que le podían escuchar que era “nuestro presidente”.

“El presidente de los pobres que va a acabar con la corrupción”; “El que sacó a las ratas del poder” le decía con orgullo. Y, además, engolaba la voz cada vez que presumía haber votado por el tabasqueño. “Todos hemos salido beneficiados con sus becas de los ninis. ¡Bendito AMLO!”.

Fue entonces que el discurso llamó mi atención, pues uno de los interlocutores le dijo: “Oye, pero tú no eres nini. Eres dueño de una ferretería”, a lo que el hombre aquel contestó: “Sí, pero tengo a siete chamacos de esos registrados como becarios. Ninguno va, pero yo reporto que sí. Ellos cobran su beca y a mí me toca quinientos pesos de cada uno. Hay que ser inteligente”.

Volteé, incrédulo, no solo por el acto de corruptela del hombre aquel, sino por la forma en que lo presumía y cómo, en una perspectiva parcial, cínica y errada, acusaba a los políticos de lo mismo que él pecaba. No pude evitar que una folclórica expresión de connotaciones maternales saliera de mi voz. El caballero se limitó a mirarme sorprendido y enmudeció. En definitiva, hay muchas cosas que nos deberían preocupar y nos detenemos a mirar lo que no debemos o solo lo que nos conviene. Y hasta aquí, gentil amigo lector, pues como decía un periodista “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Este atropellado arranque del 2020 no ha sido el mejor, en muchos sentidos, para la sociedad mexicana. Los temas de salud, seguridad y economía están siendo constantemente cuestionados por las confusiones, contradicciones, errores y omisiones que han informado los funcionarios a través de los medios de comunicación nacionales que atienden todos los días las “conferencias mañaneras” del presidente de los Estados Unidos Mexicanos Andrés Manuel López Obrador.

Además de eso – que de por sí ya es bastante – la sociedad de nuestra nación está sumergida en un complejo radicalismo y de él, emerge una serie interminable de ópticas confusas de la problemática nacional que, más que abonar al orden, terminan por promover el caos que detiene severamente el avance de nuestra nación en un contexto internacional cada vez más competitivo, complejo y económicamente dinámico.

En primer término, y vale la pena hacer la aclaración, cuando nos referimos a “sociedad”, estamos incluyendo al pueblo y al gobierno como una simbiosis perfecta y mutualista que debe marchar al unísono con un rumbo definido y no en sentido contrario como se ha visto en el último año.

Dicho lo anterior, le comento que la “visión radicalista” existe en ambas partes de esa dicotomía.

Para el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, todo lo que han hecho gobernantes anteriores ha sido erróneo, viciado, corrupto, inútil, inoperante y prometió hasta el cansancio que él lo solucionaría gracias a un arduo trabajo de saneamiento de las instituciones. Echaría a los malos funcionarios, acabaría con los corruptos y supervisaría a los nuevos trabajadores.

Ese radicalismo lo llevó a la cancelación de proyectos, la desaparición de programas y la extinción de instituciones para la creación de otras nuevas sumamente similares.

Por otra parte, un enorme sector de la población es partícipe de una opinión similar, pero en sentido contrario, es decir, todo lo que hace o dice el presidente López está equivocado o es indebido, infructuoso, ridículo e innecesario. Como la fallida venta del avión en lo que va de su primer año, la creación del instituto para devolverle al pueblo lo robado, el cierre del NAIM y la desaparición del seguro popular.

Sin embargo, tampoco podemos caer en señalamientos extremos asegurando que “absolutamente todo” lo que emprende el mandatario está mal.

Existen becas a personas que de verdad lo necesitan, programas de asistencia y apoyos a la población de la tercera edad; ahorro en materia de economía y una permanente atención a las comunidades más desprotegidas de la nación en las que las condiciones económicas no son las mejores.

Esto ha llevado, como lo dije al inicio de la entrega de este día, a poner atención a cosas que no debemos o a dejar de ver otras que sí deberían preocuparnos. Cabe hacer mención que, en algunos tristes y lamentables casos, esa “ceguera voluntaria”, es motivo de satisfacción insana de sus detestables protagonistas.

Para poder dejar claro el párrafo anterior me permitiré detallarle dos ejemplos

El primero de ellos, seguramente llegó a sus manos a través de su teléfono celular en una - o varias publicaciones – de las redes sociales, en la que cuestionaban la decisión de la familia de AMLO de que el nieto del mandatario naciera en la unión americana. Los empellones mediáticos iban encaminados a evidenciar un aparente desdén del propio presidente al recientemente estrenado INSABI. Mucha gente lo atacó a través de comentarios por no obligar a la nuera a ser atendida en un hospital público.

Hasta donde sé, la señora es norteamericana y creo que decidió estar cerca de sus papás en ese momento tan importante y a la vez riesgoso. En segundo lugar, la dama y el marido son los únicos que deciden en dónde nace su criatura y nada tendría que ver con la política interna del país y lo tercero, lo que de verdad nos debería preocupar y cuestionar si hubiera alguna sospecha por parte de los mexicanos es si el dinero para pagar el parto y la estancia en el nosocomio fue obtenido de manera indebida de las arcas de la nación y esa óptica, hasta el momento, a nadie le ha importado.

Otra visión errada – que me sorprendió – fue una que escuché en un reciente viaje relámpago que hice a un lugar de Veracruz. En ese pueblo pude oír a un individuo elogiando la política y los programas de Andrés Manuel López Obrador. El individuo defendía la imagen del tabasqueño y aseguraba a todos los que le podían escuchar que era “nuestro presidente”.

“El presidente de los pobres que va a acabar con la corrupción”; “El que sacó a las ratas del poder” le decía con orgullo. Y, además, engolaba la voz cada vez que presumía haber votado por el tabasqueño. “Todos hemos salido beneficiados con sus becas de los ninis. ¡Bendito AMLO!”.

Fue entonces que el discurso llamó mi atención, pues uno de los interlocutores le dijo: “Oye, pero tú no eres nini. Eres dueño de una ferretería”, a lo que el hombre aquel contestó: “Sí, pero tengo a siete chamacos de esos registrados como becarios. Ninguno va, pero yo reporto que sí. Ellos cobran su beca y a mí me toca quinientos pesos de cada uno. Hay que ser inteligente”.

Volteé, incrédulo, no solo por el acto de corruptela del hombre aquel, sino por la forma en que lo presumía y cómo, en una perspectiva parcial, cínica y errada, acusaba a los políticos de lo mismo que él pecaba. No pude evitar que una folclórica expresión de connotaciones maternales saliera de mi voz. El caballero se limitó a mirarme sorprendido y enmudeció. En definitiva, hay muchas cosas que nos deberían preocupar y nos detenemos a mirar lo que no debemos o solo lo que nos conviene. Y hasta aquí, gentil amigo lector, pues como decía un periodista “El tiempo apremia y el espacio se agota”.