/ lunes 24 de mayo de 2021

Con café y a media luz | Incertidumbre en la educación

Además de la terrible desaceleración económica que se ha vivido en el último año y medio en nuestro país a causa del confinamiento social, más allá de aquella que originaron las decisiones tomadas en materia de inversión por parte del gobierno federal y de la mortandad dejada por el virus SARS-CoV-2, la sociedad mexicana, se debate de manera constante en una incertidumbre lamentable en el rubro de la educación.

Esta inconsistencia educativa se ha visto permeada en muchos sentidos y puede ser observada desde todos los ángulos que usted guste, gentil amigo lector.

En el manejo de los contenidos, de manera forzada, cada uno de los temas que conforman un programa educativo fue acomodado en un precipitado y mal diseñado entorno mediático que supliera al medio ambiente escolar para que, como un espectador más, el menor se sentara a “contemplar” una producción televisiva mal realizada, con el fin de “reforzar” lo que decían los profesores a través de los aparatos electrónicos inteligentes.

Algunos de los docentes se desempeñaron con éxito en las plataformas; otros, no tanto, a pesar de las constantes capacitaciones por parte de las autoridades educativas para verter, desarrollar y explicar las clases a través de computadoras, teléfonos y tabletas. El obstáculo constante fue la brecha tecnológica en el espectro generacional. No obstante, el personal docente puso todo lo que estaba en sus manos y, literalmente, en sus hogares, para cumplir con la encomienda dada por su quehacer profesional.

El tema económico en las familias de los alumnos también fue un detalle que se buscó salvar. No todos los padres de familia tenían más de un celular para dar uno a sus hijos y ocupar el otro para atender cuestiones de su trabajo, tampoco podían adquirir una tableta o, mucho menos, una computadora; para buena parte de los progenitores resultaba incosteable pagar la renta de la máquina en un cibercafé. Sin embargo, la organización y el sacrificio en los hogares fueron los elementos que permitieron sacar adelante el compromiso.

Empero, esta historia de incertidumbres que, hasta el momento han protagonizado de manera simultánea los maestros, las familias y el sistema educativo mexicano, está por darle la bienvenida a esta trama por demás comprometida y compleja a un nuevo integrante: El pausado e inconstante retorno a clases.

Y es que, durante las últimas semanas, el presidente López Obrador en sus conferencias matutinas desde el salón Tesorería de Palacio Nacional y el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, por la tarde, han apuntado que ya estamos a unos cuantos días de retornar a la vida académica de manera normal. Algo que, a todas luces, pareciera no ser así.

Hace, aproximadamente, dos meses, se mostró un Tamaulipas enmarcado en color verde por el semáforo epidemiológico, lo que indicaría, con total tranquilidad, el retorno a los salones a padres y maestros. Después del periodo de semana santa en el que fueron relajadas las medidas de confinamiento y se violentó cualquier orden de protección, vimos una nueva transición a la coloratura ambarina, circunstancia que “echó por tierra” cualquier intento de reprogramar las clases presenciales.

Cabe hacer mención, a manera de paréntesis, que mientras un sector de la población aplaudía el que pareciera un retorno a la vida áulica, otra parte de la sociedad condenaba tal decisión y la consideraba precipitada. Muchos padres y madres sostenían – y siguen sosteniendo – que, aunque estuviéramos en semáforo verde, sus niños y jovencitos no serían enviados a agruparse en el salón.

La última “sacudida” a las presuntuosas declaraciones del ejecutivo y su vocero, la propinó el estado de Campeche que, después de haber cursado por buen tiempo con el semáforo sanitario en verde decidió reanudar clases, convocar a padres y alumnos, abrir escuelas, incorporar a docentes a sus actividades diarias y, después de un par de semanas con el programa piloto, se dispararon los casos de contagio y ha retornado a un color que llama al confinamiento. Por lo anteriormente dicho, las clases han vuelto a la virtualidad que da la tecnología.

¿Este fenómeno es un indicador al que debemos estar atentos y llama a la cordura y la responsabilidad? ¿Sería irresponsable continuar exhortando al regreso a clases? ¿Es riesgoso para la sociedad el promover que los niños, docentes y personal de asistencia retorne a las labores en sus respectivos centros de trabajo? Quizá la respuesta sea afirmativa a todas y cada una de las preguntas que le planteo en este párrafo.

Si atendiéramos la problemática actual desde una perspectiva crítica, pudiéramos decir que es imperante la escuela, el entorno académico y la vida en el salón de clases para poder “rendir” buenas cuentas en la formación integral del ser humano, desde la infancia hasta los jóvenes adultos que están cursando la educación superior. La escuela, en pocas palabras, ha quedado demostrado que es una institución insustituible e indispensable en la sociedad mundial.

Empero, considero, salvo su mejor opinión, que las autoridades “están cerrando los ojos” ante lo que pudiera ser un evidente descalabro de una campaña de salud que, de por sí, desde su inicio, ha sido cuestionada por la sociedad mexicana y por figuras de todo el mundo en la materia. Empañada, primero, por la confusión del Covid – 19 con “neumonías atípicas”, la presentación y posterior ocultamiento de datos con el “modelo centinela”, las infortunadas afirmaciones de que “se ha domado la pandemia” y que “ya pasó lo peor”, etcétera, el retorno a clases de manera anticipada y sus consecuencias negativas, serían “el puntillazo” a una malograda estrategia de salud.

Debemos estar atentos a la respuesta social y la decisión en este rubro por parte de la autoridad, ahora que se ha visto en, por lo menos, dos ocasiones que, el retorno a clases, está un poco más allá de lo que nos han estado insistiendo.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Además de la terrible desaceleración económica que se ha vivido en el último año y medio en nuestro país a causa del confinamiento social, más allá de aquella que originaron las decisiones tomadas en materia de inversión por parte del gobierno federal y de la mortandad dejada por el virus SARS-CoV-2, la sociedad mexicana, se debate de manera constante en una incertidumbre lamentable en el rubro de la educación.

Esta inconsistencia educativa se ha visto permeada en muchos sentidos y puede ser observada desde todos los ángulos que usted guste, gentil amigo lector.

En el manejo de los contenidos, de manera forzada, cada uno de los temas que conforman un programa educativo fue acomodado en un precipitado y mal diseñado entorno mediático que supliera al medio ambiente escolar para que, como un espectador más, el menor se sentara a “contemplar” una producción televisiva mal realizada, con el fin de “reforzar” lo que decían los profesores a través de los aparatos electrónicos inteligentes.

Algunos de los docentes se desempeñaron con éxito en las plataformas; otros, no tanto, a pesar de las constantes capacitaciones por parte de las autoridades educativas para verter, desarrollar y explicar las clases a través de computadoras, teléfonos y tabletas. El obstáculo constante fue la brecha tecnológica en el espectro generacional. No obstante, el personal docente puso todo lo que estaba en sus manos y, literalmente, en sus hogares, para cumplir con la encomienda dada por su quehacer profesional.

El tema económico en las familias de los alumnos también fue un detalle que se buscó salvar. No todos los padres de familia tenían más de un celular para dar uno a sus hijos y ocupar el otro para atender cuestiones de su trabajo, tampoco podían adquirir una tableta o, mucho menos, una computadora; para buena parte de los progenitores resultaba incosteable pagar la renta de la máquina en un cibercafé. Sin embargo, la organización y el sacrificio en los hogares fueron los elementos que permitieron sacar adelante el compromiso.

Empero, esta historia de incertidumbres que, hasta el momento han protagonizado de manera simultánea los maestros, las familias y el sistema educativo mexicano, está por darle la bienvenida a esta trama por demás comprometida y compleja a un nuevo integrante: El pausado e inconstante retorno a clases.

Y es que, durante las últimas semanas, el presidente López Obrador en sus conferencias matutinas desde el salón Tesorería de Palacio Nacional y el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, por la tarde, han apuntado que ya estamos a unos cuantos días de retornar a la vida académica de manera normal. Algo que, a todas luces, pareciera no ser así.

Hace, aproximadamente, dos meses, se mostró un Tamaulipas enmarcado en color verde por el semáforo epidemiológico, lo que indicaría, con total tranquilidad, el retorno a los salones a padres y maestros. Después del periodo de semana santa en el que fueron relajadas las medidas de confinamiento y se violentó cualquier orden de protección, vimos una nueva transición a la coloratura ambarina, circunstancia que “echó por tierra” cualquier intento de reprogramar las clases presenciales.

Cabe hacer mención, a manera de paréntesis, que mientras un sector de la población aplaudía el que pareciera un retorno a la vida áulica, otra parte de la sociedad condenaba tal decisión y la consideraba precipitada. Muchos padres y madres sostenían – y siguen sosteniendo – que, aunque estuviéramos en semáforo verde, sus niños y jovencitos no serían enviados a agruparse en el salón.

La última “sacudida” a las presuntuosas declaraciones del ejecutivo y su vocero, la propinó el estado de Campeche que, después de haber cursado por buen tiempo con el semáforo sanitario en verde decidió reanudar clases, convocar a padres y alumnos, abrir escuelas, incorporar a docentes a sus actividades diarias y, después de un par de semanas con el programa piloto, se dispararon los casos de contagio y ha retornado a un color que llama al confinamiento. Por lo anteriormente dicho, las clases han vuelto a la virtualidad que da la tecnología.

¿Este fenómeno es un indicador al que debemos estar atentos y llama a la cordura y la responsabilidad? ¿Sería irresponsable continuar exhortando al regreso a clases? ¿Es riesgoso para la sociedad el promover que los niños, docentes y personal de asistencia retorne a las labores en sus respectivos centros de trabajo? Quizá la respuesta sea afirmativa a todas y cada una de las preguntas que le planteo en este párrafo.

Si atendiéramos la problemática actual desde una perspectiva crítica, pudiéramos decir que es imperante la escuela, el entorno académico y la vida en el salón de clases para poder “rendir” buenas cuentas en la formación integral del ser humano, desde la infancia hasta los jóvenes adultos que están cursando la educación superior. La escuela, en pocas palabras, ha quedado demostrado que es una institución insustituible e indispensable en la sociedad mundial.

Empero, considero, salvo su mejor opinión, que las autoridades “están cerrando los ojos” ante lo que pudiera ser un evidente descalabro de una campaña de salud que, de por sí, desde su inicio, ha sido cuestionada por la sociedad mexicana y por figuras de todo el mundo en la materia. Empañada, primero, por la confusión del Covid – 19 con “neumonías atípicas”, la presentación y posterior ocultamiento de datos con el “modelo centinela”, las infortunadas afirmaciones de que “se ha domado la pandemia” y que “ya pasó lo peor”, etcétera, el retorno a clases de manera anticipada y sus consecuencias negativas, serían “el puntillazo” a una malograda estrategia de salud.

Debemos estar atentos a la respuesta social y la decisión en este rubro por parte de la autoridad, ahora que se ha visto en, por lo menos, dos ocasiones que, el retorno a clases, está un poco más allá de lo que nos han estado insistiendo.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.