/ viernes 4 de junio de 2021

Con café y a media luz | Invaluable silencio

¡Invaluable silencio! En el tormentoso mundo de la política, particularmente en la etapa de proselitismo, el silencio se vuelve un asunto abstracto, lejano y ajeno a cualquier instante del transcurrir social. A cualquier lugar que vamos, en la plática en la que participamos, en todos los medios de comunicación, en las redes sociales que, absurdamente, consideramos “nuestras” y hasta en la intimidad simulada por una aparente secrecía de nuestros números telefónicos, vemos, escuchamos o recibimos mensajes de tal o cual candidato pidiendo el voto porque en sus manos – en las de él – está el mejor futuro que podrá tener nuestro municipio, estado o país.

El bombardeo de información es en todos los formatos de comunicación posibles. Lo mismo nos saturan con canciones, audios y jingles que con fotografías, infografías e imágenes que hacen referencia a la campaña de “fulanito de tal”. Además de eso, por nuestras calles, un día sí y otro, también, escuchamos mítines de apoyo, marchas y caravanas – que a mi gusto son las más desagradables por el sonido de los cláxones – que, en un acto de fuerza, intentan grabar en la mente del votante el nombre, color y partido del candidato en cuestión.

A lo largo de este lapso las redes sociales simulan a los pasquines viejos que, según decía el argot del periodismo romanticón de antaño: “Si se rompían les salía sangre y si se quemaban apestaba a petate”. Lo anterior debido a la cantidad de notas provenientes de la fuente policiaca. Así, su muro, se vio saturado de mensajes pagados en los que aquel había robado; este otro, timado; el de más allá era asesino, o el de tal partido era miembro de una secta que buscaba dominar al mundo a través de la política tampiqueña.

Aunque suene a broma lo que se plasmó en el párrafo anterior, lamentablemente fue cierto y, peor aún, hubo un sector de la población que lo creyó y, le aseguro, gentil amigo lector, que una vez que concluyan las elecciones y se nombre a un ganador, una buena parte de la población seguirá pensando que era real aquella noticia falsa que tanto los escandalizó.

En este episodio de emociones políticas y desproporciones proselitistas también se destaparon las amistades verdaderas y, de igual manera, se dieron a conocer aquellos que sólo procuraron la sonrisa a cambio de un sufragio a favor de “su” candidato y, cuando se les increpó o sanamente se le pidió que se abstuvieran de sus intenciones propagandísticas, se ofendieron de tal manera que nos retiraron su “honesta simpatía”. Curiosamente, le he de comentar a manera de anécdota, en la experiencia propia, a pesar del exabrupto de quien se dijo mi camarada, después de aplicarme “la ley del hielo” me siguió mandando mensajes para apoyar al contendiente de su preferencia.

¡Hoy, por fin, podemos valorar el silencio!

¡Ya basta de la propaganda en favor de tal o cual color! ¡41 millones de mensajes en promedio fueron disparados en todas direcciones para llegar a la mayor cantidad de mexicanos! ¡Ya no más ciudadanos saturados por abanderamientos de avenidas, por la preocupación del contagio de Covid – 19 en eventos masivos de cierre o por miembros del equipo pidiendo pegar calcas en los vehículos, puertas de las casas o en su negocio! ¡Viva la paz!

Excepto, en este silencio, hay dos elementos que pretenden turbar la tranquilidad a la que obliga el INE. En la etapa de inflexión; de maduración del voto, hay dos personajes relativamente nuevos que se yerguen como misioneros que buscan dar “caballazos” en mitad de este período de abstención publicitaria: Las encuestas y las redes sociales.

Aunque las encuestas son muy familiares a nosotros, debemos reconocer que siguen siendo incómodas o hasta molestas. Nos detienen por la calle o nos llaman a la casa para preguntarnos por quién vamos a votar y, en algunos casos, aunque lo nieguen, ofrecen una cantidad en efectivo para garantizar la “disposición” del ciudadano.

Lo cierto es que, aunque en el momento del interrogatorio usted – como cualquier otro ciudadano – pueda decir que beneficiará a un determinado personaje, llegado el momento, podrá cambiar su decisión sin que nadie se lo condicione. Recordemos que, aunque el voto es libre y secreto, no es anónimo, pues los funcionarios de casilla saben – con su credencial y con el número de boleta – por quién votó usted.

El otro personaje escandaloso y nauseabundo es la guerra sucia que ahora se verá incrementada en las redes sociales. Las campañas de desprestigio que tanto criticamos ahora serán impías y sanguinarias y, mientras unos equipos traten de crear tendencia, los rivales buscarán afanosamente revertirla con otra en contra, pero ambas plagadas con información falsa. Hoy el campo de batalla está en el internet. La carente legislación, la secrecía de los que participan, la multiplicidad de identidades y los robots electrónicos que replican sin descanso un determinado mensaje, son los factores que “hacen más ruido” que todas las personas que participaron durante la campaña.

Ahora, a nosotros nos queda madurar y reflexionar sobre lo que queremos para nuestro futuro y razonar con absoluta frialdad cuáles son las promesas que están en condiciones de cumplir y volverlas realidad y cuáles no fueron más que palabras que se construyeron para que un conglomerado escuchara lo que tantas ganas tenían de oír, pues, como lo dice el dicho “prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

¡Invaluable silencio! En el tormentoso mundo de la política, particularmente en la etapa de proselitismo, el silencio se vuelve un asunto abstracto, lejano y ajeno a cualquier instante del transcurrir social. A cualquier lugar que vamos, en la plática en la que participamos, en todos los medios de comunicación, en las redes sociales que, absurdamente, consideramos “nuestras” y hasta en la intimidad simulada por una aparente secrecía de nuestros números telefónicos, vemos, escuchamos o recibimos mensajes de tal o cual candidato pidiendo el voto porque en sus manos – en las de él – está el mejor futuro que podrá tener nuestro municipio, estado o país.

El bombardeo de información es en todos los formatos de comunicación posibles. Lo mismo nos saturan con canciones, audios y jingles que con fotografías, infografías e imágenes que hacen referencia a la campaña de “fulanito de tal”. Además de eso, por nuestras calles, un día sí y otro, también, escuchamos mítines de apoyo, marchas y caravanas – que a mi gusto son las más desagradables por el sonido de los cláxones – que, en un acto de fuerza, intentan grabar en la mente del votante el nombre, color y partido del candidato en cuestión.

A lo largo de este lapso las redes sociales simulan a los pasquines viejos que, según decía el argot del periodismo romanticón de antaño: “Si se rompían les salía sangre y si se quemaban apestaba a petate”. Lo anterior debido a la cantidad de notas provenientes de la fuente policiaca. Así, su muro, se vio saturado de mensajes pagados en los que aquel había robado; este otro, timado; el de más allá era asesino, o el de tal partido era miembro de una secta que buscaba dominar al mundo a través de la política tampiqueña.

Aunque suene a broma lo que se plasmó en el párrafo anterior, lamentablemente fue cierto y, peor aún, hubo un sector de la población que lo creyó y, le aseguro, gentil amigo lector, que una vez que concluyan las elecciones y se nombre a un ganador, una buena parte de la población seguirá pensando que era real aquella noticia falsa que tanto los escandalizó.

En este episodio de emociones políticas y desproporciones proselitistas también se destaparon las amistades verdaderas y, de igual manera, se dieron a conocer aquellos que sólo procuraron la sonrisa a cambio de un sufragio a favor de “su” candidato y, cuando se les increpó o sanamente se le pidió que se abstuvieran de sus intenciones propagandísticas, se ofendieron de tal manera que nos retiraron su “honesta simpatía”. Curiosamente, le he de comentar a manera de anécdota, en la experiencia propia, a pesar del exabrupto de quien se dijo mi camarada, después de aplicarme “la ley del hielo” me siguió mandando mensajes para apoyar al contendiente de su preferencia.

¡Hoy, por fin, podemos valorar el silencio!

¡Ya basta de la propaganda en favor de tal o cual color! ¡41 millones de mensajes en promedio fueron disparados en todas direcciones para llegar a la mayor cantidad de mexicanos! ¡Ya no más ciudadanos saturados por abanderamientos de avenidas, por la preocupación del contagio de Covid – 19 en eventos masivos de cierre o por miembros del equipo pidiendo pegar calcas en los vehículos, puertas de las casas o en su negocio! ¡Viva la paz!

Excepto, en este silencio, hay dos elementos que pretenden turbar la tranquilidad a la que obliga el INE. En la etapa de inflexión; de maduración del voto, hay dos personajes relativamente nuevos que se yerguen como misioneros que buscan dar “caballazos” en mitad de este período de abstención publicitaria: Las encuestas y las redes sociales.

Aunque las encuestas son muy familiares a nosotros, debemos reconocer que siguen siendo incómodas o hasta molestas. Nos detienen por la calle o nos llaman a la casa para preguntarnos por quién vamos a votar y, en algunos casos, aunque lo nieguen, ofrecen una cantidad en efectivo para garantizar la “disposición” del ciudadano.

Lo cierto es que, aunque en el momento del interrogatorio usted – como cualquier otro ciudadano – pueda decir que beneficiará a un determinado personaje, llegado el momento, podrá cambiar su decisión sin que nadie se lo condicione. Recordemos que, aunque el voto es libre y secreto, no es anónimo, pues los funcionarios de casilla saben – con su credencial y con el número de boleta – por quién votó usted.

El otro personaje escandaloso y nauseabundo es la guerra sucia que ahora se verá incrementada en las redes sociales. Las campañas de desprestigio que tanto criticamos ahora serán impías y sanguinarias y, mientras unos equipos traten de crear tendencia, los rivales buscarán afanosamente revertirla con otra en contra, pero ambas plagadas con información falsa. Hoy el campo de batalla está en el internet. La carente legislación, la secrecía de los que participan, la multiplicidad de identidades y los robots electrónicos que replican sin descanso un determinado mensaje, son los factores que “hacen más ruido” que todas las personas que participaron durante la campaña.

Ahora, a nosotros nos queda madurar y reflexionar sobre lo que queremos para nuestro futuro y razonar con absoluta frialdad cuáles son las promesas que están en condiciones de cumplir y volverlas realidad y cuáles no fueron más que palabras que se construyeron para que un conglomerado escuchara lo que tantas ganas tenían de oír, pues, como lo dice el dicho “prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.