/ viernes 9 de abril de 2021

Con café y a media luz | La calidad de la contienda

Pestilente. Nauseabunda. Vomitiva. No encuentro otras palabras para describir la forma en cómo se han medido las fuerzas políticas en las redes sociales. No sólo en el sur de Tamaulipas sino a nivel nacional, los miembros de los partidos de izquierda y derecha han desatado en el entorno digital todo tipo de declaraciones que buscan desprestigiar a los rivales en turno para sacarlos de la contienda electoral.

Dicho descrédito es en todos los niveles en los que se puede desarrollar el individuo, así que lo mismo podemos leer comentarios negativos relacionados con sus encomiendas profesionales anteriores sin importar si fueron en el servicio público o en la iniciativa privada, que otros relativos a su condición moral, sexual, civil y legal, por lo que los ataques y difamaciones transgreden cualquier límite de un ejercicio político en la actualidad.

Las redes sociales son “tierra de nadie” y los comités de campaña, apoyados por “las fuerzas vivas” del partido día con día crean una buena cantidad de páginas de seguidores con nombres periodísticos adornados con toda “pompa y circunstancia” para llamar la atención de los electores quienes leen lo que allí se denuncia, se exhibe y se denigra. Muchos de los usuarios de estas comunidades virtuales creen todo lo que allí se dicta y comparten la “nota periodística” sin reflexionar si es verdad o no. El morbo y el amarillismo se vuelven el vehículo idóneo para la difusión de las publicaciones.

Notas inventadas, archivos de video que se anuncian como evidencia que al final no muestran nada y sólo son declaraciones de un tercero que escuchó que alguien dijo tal cosa, fotos trucadas en las que señoritas en bikini con logotipos de un partido “montados” digitalmente, reparten supuesta propaganda política en las calles de la ciudad y audios manipulados en los que se escucha que alguien se va a quedar con dinero se están volviendo “cosa de todos los días”.

Y mientras esto ocurre, en otro frente, también digital, los seguidores buscan crear “tendencia” para desmentir o reforzar aquello que ya está en circulación y, de esta manera, impulsar la imagen del candidato que desea llegar a ocupar tal o cual puesto de elección popular.

La tercera estrategia se basa en las redes telefónicas en las que la “guerra sucia” continúa de manera franca. Gracias a los grupos de diálogo que se forman a través de las aplicaciones de los teléfonos celulares, un solo individuo puede solicitarle amablemente que “le regale un corazón al candidato” o, caso contrario, poner en circulación un archivo construido a modo para atacar a otro ciudadano.

A mi teléfono han hecho llegar, a través de la aplicación de mensajes, todo tipo de archivos – video, audio y texto – en los que se describe que aquel tiene relación con el crimen organizado, este es la decepción de su madre porque es homosexual, aquella robó cuando estuvo en el partido, este de más acá tiene una familia abandonada en tal estado, ese sólo quiere el fuero para estar protegido por delitos contra la salud y un sinfín de acusaciones “de todos colores y sabores”.

Curiosamente y en claro contrasentido, me han hecho llegar mensajes con otro contenido que hablan de los mismos personajes. El candidato es un padre de familia ejemplar; este otro tiene el amor, la confianza y el respeto de la comunidad; aquella es orgullo para tal barrio porque nació allí; ese candidato se destacó por honesto en la última dependencia en la que trabajó y, aunque usted no lo crea, gentil amigo lector, me han hecho llegar mensajes en los que se detalla que tal candidato, en comunión con Jesucristo, reparte bendiciones en una colonia de la conurbación.

¿Sabe usted cuántos mensajes en los que algún candidato o candidata describa la propuesta de trabajo como eje central de su campaña, he recibido a través de las redes sociales o de la red de aplicación telefónica? ¡Ninguno!

En las redes sociales “oficiales” sólo podemos ver al personaje caminando por algún punto emblemático de nuestra zona conurbada saludando a la gente, desfilando como modelo, en la que una mezcla de perspectivas – de frente, de lado, desde el cielo o en el horizonte – lo hacen lucir más como modelo de pasarela que como un futuro empleado de una población que está urgida de respuestas y soluciones a los diversos problemas que le aquejan.

Y, seguramente, usted habrá escuchado el discurso con el que inicia la gran mayoría “¡Hola, tú me conoces, soy fulano de tal, juntos hemos hecho …” y, posteriormente, le solicitan “…hoy te pido que me apoyes para seguir …” para rematar le aseguran que “… juntos haremos de esta ciudad …” para, después, despedirse.

¿Y la propuesta de trabajo?, ¿La metodología para llegar a tal fin?, ¿El proyecto de representación popular? ¡Eso ya pasa a segundo término! ¡Eso no importa! ¡Eso ya es lo de menos!

Bien pudiéramos pensar que las estrategias políticas de hoy se basan en un argumento absurdo, abstracto y mal hecho que se resumiría en algo así como “yo soy el menos peor” – le ofrezco disculpas por la frase que acabo de escribir – y, con absoluta honestidad, sin señalar a partidos o candidatos, sino a la forma y a la metodología, creo que esa no es la política que, como sociedad, nos merecemos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Pestilente. Nauseabunda. Vomitiva. No encuentro otras palabras para describir la forma en cómo se han medido las fuerzas políticas en las redes sociales. No sólo en el sur de Tamaulipas sino a nivel nacional, los miembros de los partidos de izquierda y derecha han desatado en el entorno digital todo tipo de declaraciones que buscan desprestigiar a los rivales en turno para sacarlos de la contienda electoral.

Dicho descrédito es en todos los niveles en los que se puede desarrollar el individuo, así que lo mismo podemos leer comentarios negativos relacionados con sus encomiendas profesionales anteriores sin importar si fueron en el servicio público o en la iniciativa privada, que otros relativos a su condición moral, sexual, civil y legal, por lo que los ataques y difamaciones transgreden cualquier límite de un ejercicio político en la actualidad.

Las redes sociales son “tierra de nadie” y los comités de campaña, apoyados por “las fuerzas vivas” del partido día con día crean una buena cantidad de páginas de seguidores con nombres periodísticos adornados con toda “pompa y circunstancia” para llamar la atención de los electores quienes leen lo que allí se denuncia, se exhibe y se denigra. Muchos de los usuarios de estas comunidades virtuales creen todo lo que allí se dicta y comparten la “nota periodística” sin reflexionar si es verdad o no. El morbo y el amarillismo se vuelven el vehículo idóneo para la difusión de las publicaciones.

Notas inventadas, archivos de video que se anuncian como evidencia que al final no muestran nada y sólo son declaraciones de un tercero que escuchó que alguien dijo tal cosa, fotos trucadas en las que señoritas en bikini con logotipos de un partido “montados” digitalmente, reparten supuesta propaganda política en las calles de la ciudad y audios manipulados en los que se escucha que alguien se va a quedar con dinero se están volviendo “cosa de todos los días”.

Y mientras esto ocurre, en otro frente, también digital, los seguidores buscan crear “tendencia” para desmentir o reforzar aquello que ya está en circulación y, de esta manera, impulsar la imagen del candidato que desea llegar a ocupar tal o cual puesto de elección popular.

La tercera estrategia se basa en las redes telefónicas en las que la “guerra sucia” continúa de manera franca. Gracias a los grupos de diálogo que se forman a través de las aplicaciones de los teléfonos celulares, un solo individuo puede solicitarle amablemente que “le regale un corazón al candidato” o, caso contrario, poner en circulación un archivo construido a modo para atacar a otro ciudadano.

A mi teléfono han hecho llegar, a través de la aplicación de mensajes, todo tipo de archivos – video, audio y texto – en los que se describe que aquel tiene relación con el crimen organizado, este es la decepción de su madre porque es homosexual, aquella robó cuando estuvo en el partido, este de más acá tiene una familia abandonada en tal estado, ese sólo quiere el fuero para estar protegido por delitos contra la salud y un sinfín de acusaciones “de todos colores y sabores”.

Curiosamente y en claro contrasentido, me han hecho llegar mensajes con otro contenido que hablan de los mismos personajes. El candidato es un padre de familia ejemplar; este otro tiene el amor, la confianza y el respeto de la comunidad; aquella es orgullo para tal barrio porque nació allí; ese candidato se destacó por honesto en la última dependencia en la que trabajó y, aunque usted no lo crea, gentil amigo lector, me han hecho llegar mensajes en los que se detalla que tal candidato, en comunión con Jesucristo, reparte bendiciones en una colonia de la conurbación.

¿Sabe usted cuántos mensajes en los que algún candidato o candidata describa la propuesta de trabajo como eje central de su campaña, he recibido a través de las redes sociales o de la red de aplicación telefónica? ¡Ninguno!

En las redes sociales “oficiales” sólo podemos ver al personaje caminando por algún punto emblemático de nuestra zona conurbada saludando a la gente, desfilando como modelo, en la que una mezcla de perspectivas – de frente, de lado, desde el cielo o en el horizonte – lo hacen lucir más como modelo de pasarela que como un futuro empleado de una población que está urgida de respuestas y soluciones a los diversos problemas que le aquejan.

Y, seguramente, usted habrá escuchado el discurso con el que inicia la gran mayoría “¡Hola, tú me conoces, soy fulano de tal, juntos hemos hecho …” y, posteriormente, le solicitan “…hoy te pido que me apoyes para seguir …” para rematar le aseguran que “… juntos haremos de esta ciudad …” para, después, despedirse.

¿Y la propuesta de trabajo?, ¿La metodología para llegar a tal fin?, ¿El proyecto de representación popular? ¡Eso ya pasa a segundo término! ¡Eso no importa! ¡Eso ya es lo de menos!

Bien pudiéramos pensar que las estrategias políticas de hoy se basan en un argumento absurdo, abstracto y mal hecho que se resumiría en algo así como “yo soy el menos peor” – le ofrezco disculpas por la frase que acabo de escribir – y, con absoluta honestidad, sin señalar a partidos o candidatos, sino a la forma y a la metodología, creo que esa no es la política que, como sociedad, nos merecemos.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.