/ viernes 19 de febrero de 2021

Con café y a media luz | Máscara vs. Candidatura

“Un político pobre, es un pobre político”, decía el profesor, político y empresario Carlos Hank, para hacer notar la importancia del capital económico que debería tener aquel individuo que quisiera lanzarse al mundo de las campañas, sabiendo que lo mismo pudiera perder ante el rival en turno, que salir triunfador de la reyerta en el conteo del contenido de las urnas. Claro, con la “honrosa” excepción de las indebidas “plurinominales”.

Esa frase, acuñada en el siglo pasado, la pudiéramos proyectar a las nuevas instituciones políticas que hoy, al igual que antes, revolotean en torno a los grandes partidos que han acaparado los sitiales electoreros de las administraciones públicas. Rezaría, quizá, de la siguiente manera: “¿Qué es un partido pobre? Pues un pobre partido”.

En el México de hoy, lo que se pudiera entender como pobreza en el órgano, está siendo sustituido –hasta cierto punto de manera inteligente– al proponer y registrar como candidatos a figuras que generan un considerable impacto en el imaginario colectivo que sostiene a la cultura popular del ciudadano común; el de las masas; el de a pie.

Por lo anterior, ya se están escuchando los nombres de miembros distinguidos de la farándula nacional. Actores y cantantes que han aceptado la encomienda del partido y han empezado a “hacer ruido, aun sin tener nueces” y están aprovechando la imagen proyectada a lo largo de sus años de carrera profesional gracias a los discos, películas y telenovelas de media tarde, para tratar de ganar adeptos a su causa y, por supuesto, del escaparate que los está lanzando como candidatos. Alfredo Adame y Biby Gaytán están en esta lista. Como en su momento también lo estuvieron Silvia Pinal, Irma Serrano y Carmen Salinas.

Del ambiente deportivo también existen propuestas sumamente serias para alcanzar un escaño de representación popular. Así como el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco tuvo éxito en el mundo de la política, hay otros que también desean emularlo.

Rommel Pacheco y Francisco Javier el “Abuelo” Cruz han declarado abiertamente su proyecto político en bien del país. De igual manera, se pudiera citar a Adolfo “Bofo” Bautista y José Luis Sánchez Solá “El Chelís” quien es, por todos conocido, como director técnico del futbol mexicano. En este listado debemos indicar que quien encabeza el párrafo sería proyectado por el Partido Acción Nacional y el último, por Morena.

Hasta aquí no existiría motivo alguno para extrañarse, pues en este tenor, la Constitución es sumamente clara: “Todo ciudadano mexicano tiene derecho a votar y ser votado”. Es entonces cuando resuena la pregunta ¿También se puede votar por algún personaje mexicano?

Y es que, entendiendo que existen individuos con nombre y apellido, debajo de las máscaras, las mallas y las capas, lo cierto es que, quienes están buscando la candidatura, son los personajes: Carístico, Blue Demon y Tinieblas. Todos ellos participantes del difícil deporte del pancracio y el arte “del costalazo”.

La polémica se acrecienta cuando se cuestiona ¿Quién va a firmar los documentos, Blue Demon o “Juan Pérez”?, ¿Quién va a tomar protesta del cargo, en el caso que triunfe, Tinieblas o “José López”?, ¿A quién se le va a llamar a cuentas si se le comprueba algún delito a Carístico o a “Ernesto González”?

Yo sé, gentil amigo lector, que este tema afecta en un momento dado a otros municipios y otros estados. Sí. Estoy de acuerdo. Pero, si este fenómeno continúa y se permea al resto de las entidades federativas, la actividad política mexicana cultivará en su haber una mancha más a su ya, de por sí, entintada historia. Entonces, no debería extrañarnos que, a lo largo y ancho del país, empezaremos a ver a figuras ficticias que buscarán ser senadores, diputados, presidentes municipales y gobernadores.

Le suplico que no me malentienda. No estoy diciendo que los hombres que se enfundan en esos arreos de lucha sean criminales, villanos o delincuentes. Es más, estoy seguro de que son “rudos” solo dentro del ring y debajo de él son personas decentes, con valores y buenos principios que persiguen el ideal de un México mejor.

Lo que estoy señalando es que, por ética, respeto a la Constitución, al partido que les da la oportunidad y a la población, deberían despojarse de la máscara y hacer campaña sin ella, pues al igual que el resto de los candidatos, se sabría que, además de su quehacer político, son empresarios, cantantes, actores o, en este caso, luchadores enmascarados.

De lo contrario, el que un luchador cuyo personaje es registrado ante las dependencias correspondientes como una marca humanizada, estaría entrando al mercado de una especie de consumismo político como tal, en otras palabras, la mera presencia de la figura ficticia es una estrategia de mercadotecnia que se subleva por encima de la actividad política que es la ciencia o doctrina de gobernar en bien de la comunidad y, por otra parte, para el partido que lo proponga, representaría una verdadera “bocanada de oxígeno” para continuar con vida institucional haciendo a un lado su esencia social.

Aunque, a punto de terminar con la reflexión de hoy, me asalta otra pregunta: ¿Acaso a lo largo de la historia de México, no hemos tenido ya presidentes, gobernadores, diputados y senadores que, sin necesidad de usar máscara, han sido en realidad meros personajes que dijeron ser personas con valores y resultaron todo lo contrario?, entonces ¿Qué es más perjudicial, un personaje como candidato o un candidato que vive de un personaje?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

“Un político pobre, es un pobre político”, decía el profesor, político y empresario Carlos Hank, para hacer notar la importancia del capital económico que debería tener aquel individuo que quisiera lanzarse al mundo de las campañas, sabiendo que lo mismo pudiera perder ante el rival en turno, que salir triunfador de la reyerta en el conteo del contenido de las urnas. Claro, con la “honrosa” excepción de las indebidas “plurinominales”.

Esa frase, acuñada en el siglo pasado, la pudiéramos proyectar a las nuevas instituciones políticas que hoy, al igual que antes, revolotean en torno a los grandes partidos que han acaparado los sitiales electoreros de las administraciones públicas. Rezaría, quizá, de la siguiente manera: “¿Qué es un partido pobre? Pues un pobre partido”.

En el México de hoy, lo que se pudiera entender como pobreza en el órgano, está siendo sustituido –hasta cierto punto de manera inteligente– al proponer y registrar como candidatos a figuras que generan un considerable impacto en el imaginario colectivo que sostiene a la cultura popular del ciudadano común; el de las masas; el de a pie.

Por lo anterior, ya se están escuchando los nombres de miembros distinguidos de la farándula nacional. Actores y cantantes que han aceptado la encomienda del partido y han empezado a “hacer ruido, aun sin tener nueces” y están aprovechando la imagen proyectada a lo largo de sus años de carrera profesional gracias a los discos, películas y telenovelas de media tarde, para tratar de ganar adeptos a su causa y, por supuesto, del escaparate que los está lanzando como candidatos. Alfredo Adame y Biby Gaytán están en esta lista. Como en su momento también lo estuvieron Silvia Pinal, Irma Serrano y Carmen Salinas.

Del ambiente deportivo también existen propuestas sumamente serias para alcanzar un escaño de representación popular. Así como el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco tuvo éxito en el mundo de la política, hay otros que también desean emularlo.

Rommel Pacheco y Francisco Javier el “Abuelo” Cruz han declarado abiertamente su proyecto político en bien del país. De igual manera, se pudiera citar a Adolfo “Bofo” Bautista y José Luis Sánchez Solá “El Chelís” quien es, por todos conocido, como director técnico del futbol mexicano. En este listado debemos indicar que quien encabeza el párrafo sería proyectado por el Partido Acción Nacional y el último, por Morena.

Hasta aquí no existiría motivo alguno para extrañarse, pues en este tenor, la Constitución es sumamente clara: “Todo ciudadano mexicano tiene derecho a votar y ser votado”. Es entonces cuando resuena la pregunta ¿También se puede votar por algún personaje mexicano?

Y es que, entendiendo que existen individuos con nombre y apellido, debajo de las máscaras, las mallas y las capas, lo cierto es que, quienes están buscando la candidatura, son los personajes: Carístico, Blue Demon y Tinieblas. Todos ellos participantes del difícil deporte del pancracio y el arte “del costalazo”.

La polémica se acrecienta cuando se cuestiona ¿Quién va a firmar los documentos, Blue Demon o “Juan Pérez”?, ¿Quién va a tomar protesta del cargo, en el caso que triunfe, Tinieblas o “José López”?, ¿A quién se le va a llamar a cuentas si se le comprueba algún delito a Carístico o a “Ernesto González”?

Yo sé, gentil amigo lector, que este tema afecta en un momento dado a otros municipios y otros estados. Sí. Estoy de acuerdo. Pero, si este fenómeno continúa y se permea al resto de las entidades federativas, la actividad política mexicana cultivará en su haber una mancha más a su ya, de por sí, entintada historia. Entonces, no debería extrañarnos que, a lo largo y ancho del país, empezaremos a ver a figuras ficticias que buscarán ser senadores, diputados, presidentes municipales y gobernadores.

Le suplico que no me malentienda. No estoy diciendo que los hombres que se enfundan en esos arreos de lucha sean criminales, villanos o delincuentes. Es más, estoy seguro de que son “rudos” solo dentro del ring y debajo de él son personas decentes, con valores y buenos principios que persiguen el ideal de un México mejor.

Lo que estoy señalando es que, por ética, respeto a la Constitución, al partido que les da la oportunidad y a la población, deberían despojarse de la máscara y hacer campaña sin ella, pues al igual que el resto de los candidatos, se sabría que, además de su quehacer político, son empresarios, cantantes, actores o, en este caso, luchadores enmascarados.

De lo contrario, el que un luchador cuyo personaje es registrado ante las dependencias correspondientes como una marca humanizada, estaría entrando al mercado de una especie de consumismo político como tal, en otras palabras, la mera presencia de la figura ficticia es una estrategia de mercadotecnia que se subleva por encima de la actividad política que es la ciencia o doctrina de gobernar en bien de la comunidad y, por otra parte, para el partido que lo proponga, representaría una verdadera “bocanada de oxígeno” para continuar con vida institucional haciendo a un lado su esencia social.

Aunque, a punto de terminar con la reflexión de hoy, me asalta otra pregunta: ¿Acaso a lo largo de la historia de México, no hemos tenido ya presidentes, gobernadores, diputados y senadores que, sin necesidad de usar máscara, han sido en realidad meros personajes que dijeron ser personas con valores y resultaron todo lo contrario?, entonces ¿Qué es más perjudicial, un personaje como candidato o un candidato que vive de un personaje?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.