/ miércoles 7 de julio de 2021

Con café y a media luz | Momento de reconocer

Ayer estuve a tiempo para observar la conferencia matutina del presidente López Obrador, no con la intención de ver la reacción del mandatario ante la embestida de cuestionamientos que ocurrió el pasado lunes por parte de un conocido periodista cuya fuente de trabajo está en una firma mediática de los Estados Unidos de Norteamérica, sino, por el contrario, observar los apuntes que hay en materia de salud, particularmente con lo referido al incremento de contagios en materia de Covid-19 en nuestro país.

Sin embargo, y también debo aclarar que no hago el comentario como crítica, pero sí con cierto aire de decepción, porque la necesidad informativa estaba dirigida en otro sentido, el mandatario aprovechó una buena cantidad de minutos en torno a anunciar un nuevo libro de su autoría, otra crítica a los medios de comunicación que están en contra de su proyecto de gobierno y, por otra parte, a congratularse de la existencia de “las mañaneras” asegurando que, de no hallarse estas, estaría siendo víctima de una “paliza” sin poder defenderse.

Y, como colofón a su conferencia del día, proyectar un video del 2017 en el que el exgobernador de Coahuila, Humberto Moreira, reclama a Calderón lo dicho en torno a la sanción que merecían aquellos individuos dedicados al secuestro. En dicho archivo, el exfuncionario compara al michoacano con Victoriano Huerta por la opinión referida y después le recomienda no emitir mensajes en estado inconveniente.

Una vez que concluyó el video y con una actitud que nos recuerda a las frases célebres de las series televisivas de los setenta que rezaba “no se pierda mañana nuestro emocionante episodio a esta misma hora y por este mismo canal”, el presidente López se retiró de la palestra exclamando “yo pensé que estaba más fresa” y desapareció entre todos los funcionarios dejando a los representantes de la prensa con las preguntas “en el tintero”.

Por lo anterior, le invito a que vayamos paso por paso para no confundirnos.

El lunes, por causas que no vienen al caso explicar, asistí a un hospital público de la zona y, al platicar con uno de los encargados del área de urgencias, este me insistió en repetidas ocasiones que “el edificio estaba muy contaminado”, refiriéndose a la situación del Covid-19 y que, a diferencia de la ola de contagios anterior, en esta ocasión y desde su particular punto de vista, el número de pacientes a causa de este mal se comportaba de manera más acelerada.

Ante eso, decidí atender los comentarios del subsecretario de Salud, Dr. Hugo López-Gatell, quien por primera ocasión reconoció un comportamiento extraordinario en los contagios de Covid-19 en nuestro país y, dejó entrever, que estábamos frente a la tercera ola que se tenía pronosticada para el inicio de este 2021 y que, en aquella ocasión, se aseguró que sería detonada por la temporada de gripe que el ser humano enfrenta durante la temporada invernal.

Lo cierto es que esta nueva oleada del virus SARS-CoV-2 está determinada en buena medida por el comportamiento social y una evidente relajación en las normas de prevención que debemos observar cada uno de los seres humanos. Curiosamente, mientras escribo este párrafo, escucho a un personaje de la radio local afirmar que “basta con salir a la calle y darse cuenta por qué hay enfermos de Covid” y, efectivamente, tiene razón.

Asómese usted a la esquina y se dará cuenta de que ya no se respeta la sana distancia; no hay aplicación de gel; la gente en las banquetas y parques anda sin cubrebocas; en el transporte público ya se ocupan todos los lugares y por el calor están con las puertas y vidrios cerrados con el clima de la unidad; en algunos establecimientos se le atiende sin protectores de acrílico, etcétera. En otras palabras, se actúa conforme a una “nueva normalidad” impuesta por la falta de prudencia ciudadana y no por el control sanitario propuesto por la autoridad competente.

Es como si, por diversos factores, la población estuviera desestimando el riesgo que existe. Ya sea porque ha pasado mucho tiempo, porque han recibido el esquema completo de vacunación, porque estuvieron enfermos y sobrevivieron a la primera o segunda ola de contagios, porque la prioridad es salir y convivir, porque la empresa ya les obliga a estar físicamente en sus labores y mil argumentos más. Lo cierto es que, en las últimas tres semanas las cifras aumentaron de forma constante y sostenida.

Aquí vale la pena rescatar dos detalles importantes. El primero de ellos es que, entre las personas fallecidas, algunos habían completado el esquema de vacunación, lo que nos debe llevar a la reflexión de que la inoculación del biológico no era garantía de supervivencia, sino de disminuir las posibilidades y la fuerza del contagio. El segundo es que, con la presencia de las variantes del virus en el ambiente ya se está presentando la enfermedad en menores de edad, hecho que al inicio de la pandemia fue desestimado pues en ese entonces se comprobó que el mal era asintomático en los niños y, por el contrario, mortal en algunos adultos. Hoy las cosas han cambiado en ese tenor.

¿Qué va a ocurrir? ¿A qué punto nos va a llevar la actitud que estamos mostrando?

Es momento de reconocer que el actuar con irresponsabilidad nos está orillando a alargar este trance del que tanto deseamos salir y, en lugar de facilitarle las cosas a las autoridades sanitarias, estamos complicándolas de forma severa y así, como decía un personaje de la televisión, “simplemente, no se puede”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Ayer estuve a tiempo para observar la conferencia matutina del presidente López Obrador, no con la intención de ver la reacción del mandatario ante la embestida de cuestionamientos que ocurrió el pasado lunes por parte de un conocido periodista cuya fuente de trabajo está en una firma mediática de los Estados Unidos de Norteamérica, sino, por el contrario, observar los apuntes que hay en materia de salud, particularmente con lo referido al incremento de contagios en materia de Covid-19 en nuestro país.

Sin embargo, y también debo aclarar que no hago el comentario como crítica, pero sí con cierto aire de decepción, porque la necesidad informativa estaba dirigida en otro sentido, el mandatario aprovechó una buena cantidad de minutos en torno a anunciar un nuevo libro de su autoría, otra crítica a los medios de comunicación que están en contra de su proyecto de gobierno y, por otra parte, a congratularse de la existencia de “las mañaneras” asegurando que, de no hallarse estas, estaría siendo víctima de una “paliza” sin poder defenderse.

Y, como colofón a su conferencia del día, proyectar un video del 2017 en el que el exgobernador de Coahuila, Humberto Moreira, reclama a Calderón lo dicho en torno a la sanción que merecían aquellos individuos dedicados al secuestro. En dicho archivo, el exfuncionario compara al michoacano con Victoriano Huerta por la opinión referida y después le recomienda no emitir mensajes en estado inconveniente.

Una vez que concluyó el video y con una actitud que nos recuerda a las frases célebres de las series televisivas de los setenta que rezaba “no se pierda mañana nuestro emocionante episodio a esta misma hora y por este mismo canal”, el presidente López se retiró de la palestra exclamando “yo pensé que estaba más fresa” y desapareció entre todos los funcionarios dejando a los representantes de la prensa con las preguntas “en el tintero”.

Por lo anterior, le invito a que vayamos paso por paso para no confundirnos.

El lunes, por causas que no vienen al caso explicar, asistí a un hospital público de la zona y, al platicar con uno de los encargados del área de urgencias, este me insistió en repetidas ocasiones que “el edificio estaba muy contaminado”, refiriéndose a la situación del Covid-19 y que, a diferencia de la ola de contagios anterior, en esta ocasión y desde su particular punto de vista, el número de pacientes a causa de este mal se comportaba de manera más acelerada.

Ante eso, decidí atender los comentarios del subsecretario de Salud, Dr. Hugo López-Gatell, quien por primera ocasión reconoció un comportamiento extraordinario en los contagios de Covid-19 en nuestro país y, dejó entrever, que estábamos frente a la tercera ola que se tenía pronosticada para el inicio de este 2021 y que, en aquella ocasión, se aseguró que sería detonada por la temporada de gripe que el ser humano enfrenta durante la temporada invernal.

Lo cierto es que esta nueva oleada del virus SARS-CoV-2 está determinada en buena medida por el comportamiento social y una evidente relajación en las normas de prevención que debemos observar cada uno de los seres humanos. Curiosamente, mientras escribo este párrafo, escucho a un personaje de la radio local afirmar que “basta con salir a la calle y darse cuenta por qué hay enfermos de Covid” y, efectivamente, tiene razón.

Asómese usted a la esquina y se dará cuenta de que ya no se respeta la sana distancia; no hay aplicación de gel; la gente en las banquetas y parques anda sin cubrebocas; en el transporte público ya se ocupan todos los lugares y por el calor están con las puertas y vidrios cerrados con el clima de la unidad; en algunos establecimientos se le atiende sin protectores de acrílico, etcétera. En otras palabras, se actúa conforme a una “nueva normalidad” impuesta por la falta de prudencia ciudadana y no por el control sanitario propuesto por la autoridad competente.

Es como si, por diversos factores, la población estuviera desestimando el riesgo que existe. Ya sea porque ha pasado mucho tiempo, porque han recibido el esquema completo de vacunación, porque estuvieron enfermos y sobrevivieron a la primera o segunda ola de contagios, porque la prioridad es salir y convivir, porque la empresa ya les obliga a estar físicamente en sus labores y mil argumentos más. Lo cierto es que, en las últimas tres semanas las cifras aumentaron de forma constante y sostenida.

Aquí vale la pena rescatar dos detalles importantes. El primero de ellos es que, entre las personas fallecidas, algunos habían completado el esquema de vacunación, lo que nos debe llevar a la reflexión de que la inoculación del biológico no era garantía de supervivencia, sino de disminuir las posibilidades y la fuerza del contagio. El segundo es que, con la presencia de las variantes del virus en el ambiente ya se está presentando la enfermedad en menores de edad, hecho que al inicio de la pandemia fue desestimado pues en ese entonces se comprobó que el mal era asintomático en los niños y, por el contrario, mortal en algunos adultos. Hoy las cosas han cambiado en ese tenor.

¿Qué va a ocurrir? ¿A qué punto nos va a llevar la actitud que estamos mostrando?

Es momento de reconocer que el actuar con irresponsabilidad nos está orillando a alargar este trance del que tanto deseamos salir y, en lugar de facilitarle las cosas a las autoridades sanitarias, estamos complicándolas de forma severa y así, como decía un personaje de la televisión, “simplemente, no se puede”.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.