/ miércoles 10 de febrero de 2021

Con café y a media luz | No, no y no

En la primera etapa del siglo pasado, el bolero llega a México a través de la península de Yucatán, proveniente de Cuba. Un estilo de composición romántica que se enriquece con la cultura de las poblaciones asentadas en el sur de nuestra nación, adornada por la concepción musical muy propia de la costa y coronada con las inspiraciones de los intérpretes y ejecutores de la capital de nuestro país. Con el impulso que le dio una naciente industria de la radio, el bolero se volvió un fenómeno mundial.

Uno de los más grandes representantes de esta corriente artística fue Osvaldo Farrés, nacido en la provincia de Quemado de Güines, actual ciudad de Villa Clara en el país conocido como “la perla del mar”; compuso poco más de 300 obras entre las que se destacan “Quizá, quizá, quizá” y “No, no y no”, esta última se volvió un rotundo éxito gracias al trío “Los Panchos” alrededor de 1950.

No pude evitar el recordar esta melodía el pasado lunes cuando atendí el retorno a la conferencia matutina del presidente López Obrador quien, después de estar convaleciente durante las últimas dos semanas por causa del Covid-19, retornó a la tribuna pública de cada día, desde donde lanza su pregón informativo al que ya estamos acostumbrados.

Durante 40 minutos aproximadamente, de las dos horas que dura su charla, el Ejecutivo federal reflexionó sobre el trance que vivió en las diferentes etapas del padecimiento, desde el contagio hasta la recuperación que hoy es más que evidente para beneplácito de un buen número de ciudadanos e incomodidad de varios escaparates políticos.

Fue en esa misma rueda de prensa matutina, que un representante de los medios llamados de “nueva generación”, le preguntó si “ya usaría cubrebocas” y, como si se tratara de la presentación radiofónica de la pieza musical que le cité párrafos arriba, el tabasqueño jaló aire y, fiel a su costumbre, declaró: “¡No, no y no!”. Esta parte del discurso ha sido motivo de una buena cantidad de críticas de miembros de diversos sectores que conforman a la sociedad mexicana.

Esta frase resultó, quizás, incómoda al ser pronunciada de cara a una etapa electoral en que aflora –perdone que lo diga así– la peor calidad ciudadana de muchos simpatizantes de los diferentes partidos, quienes invierten toda clase de recursos en impulsar ataques, descréditos, insultos y más, en contra de los rivales, en lugar de lanzar campañas públicas sobre las propuestas de trabajo para que la población pueda madurar el voto y, a la par, madurar como comunidad gracias a la seriedad del trabajo de los candidatos.

Por tanto, ese “no, no y no” ha germinado en un “caldo de cultivo” de severas condenas.

Los “líderes de opinión” se han encargado de señalar constantemente la “irresponsabilidad” y la “terquedad” del presidente López, el cual, a pesar de haber sido un infortunado protagonista del padecimiento, no cede en su necedad, ante la razón de miles de especialistas en el mundo. En diversos foros de opinión, ya sea televisiva, radiofónica o digital, los periodistas han debatido la postura del hombre originario de Macuspana.

Los políticos rivales han optado por reforzar dichas sentencias para enriquecer sus campañas y, como se dice en el argot popular “llevar agua a su molino” haciendo resaltar algo que ya debería ser por todos conocido y que ha sido aceptado públicamente por el propio Andrés Manuel López Obrador: Es un ser obcecado.

Por esto último es que a mí me asalta la siguiente pregunta: “¿Cuál es la sorpresa ante esta conducta del mandatario?” ¡Es el mismo de hace 20 años que inició su peregrinar por alcanzar la Presidencia del país! ¡El mismo que, en su momento, indicó que su mayor defecto era ser muy terco! ¡No nos debería causar asombro o admiración!

¡De acuerdo en que es un mal ejemplo a la ciudadanía! ¡Indiscutible que su postura ante el uso del cubrebocas tendría que ser distinta después de haber sido contagiado con la enfermedad! ¡Apoyo los señalamientos bienintencionados que le exigen reivindicar sus declaraciones ante la posibilidad de que se le imite y, por ende, se postergue la erradicación del virus!

Sin embargo, creo que debe caber, también, la madurez en los reporteros y en los diferentes sectores sociales. México está urgido de respuestas a preguntas de otra índole que le den atisbos de luz a la población sobre el rumbo que tiene este proyecto de nación al que se le ha nombrado “Cuarta transformación”.

Por ello, los planteamientos de los representantes de la prensa deberían estar enfocados, además del reporte puntual sobre el avance del plan de vacunación y del retroceso de la pandemia, en temas de seguridad y combate a la delincuencia; inversión extranjera y la creación de empresas; desarrollo de capitales y generación de empleo; el uso de energías y el cuidado al medioambiente, entre muchos otros.

Y si acaso no hubiera buenas nuevas en torno a la llegada de vacunas o la reducción del fenómeno delincuencial; no existiesen inversiones extranjeras o el arribo de nuevas empresas; no haya llegada de capitales y, por el contrario, sí ocurra la fuga de estos a economías más sanas y estables y se continúe privilegiando la energía de manera tradicional aunque eso siga ocasionando el deterioro del medio ambiente, ¡Pues que eso se nos diga y, así la sociedad podrá aplaudir los resultados o exigir otros mejores para poder crecer juntos como nación!

¿De qué nos sirve –a usted o a mí– gentil amigo lector, saber si el jefe de estado ya va a querer usar cubrebocas? ¿Para que, con música de Los Panchos y con un requinto de fondo, nos contesten “No, no y no”? ¡Pues mejor no!

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

En la primera etapa del siglo pasado, el bolero llega a México a través de la península de Yucatán, proveniente de Cuba. Un estilo de composición romántica que se enriquece con la cultura de las poblaciones asentadas en el sur de nuestra nación, adornada por la concepción musical muy propia de la costa y coronada con las inspiraciones de los intérpretes y ejecutores de la capital de nuestro país. Con el impulso que le dio una naciente industria de la radio, el bolero se volvió un fenómeno mundial.

Uno de los más grandes representantes de esta corriente artística fue Osvaldo Farrés, nacido en la provincia de Quemado de Güines, actual ciudad de Villa Clara en el país conocido como “la perla del mar”; compuso poco más de 300 obras entre las que se destacan “Quizá, quizá, quizá” y “No, no y no”, esta última se volvió un rotundo éxito gracias al trío “Los Panchos” alrededor de 1950.

No pude evitar el recordar esta melodía el pasado lunes cuando atendí el retorno a la conferencia matutina del presidente López Obrador quien, después de estar convaleciente durante las últimas dos semanas por causa del Covid-19, retornó a la tribuna pública de cada día, desde donde lanza su pregón informativo al que ya estamos acostumbrados.

Durante 40 minutos aproximadamente, de las dos horas que dura su charla, el Ejecutivo federal reflexionó sobre el trance que vivió en las diferentes etapas del padecimiento, desde el contagio hasta la recuperación que hoy es más que evidente para beneplácito de un buen número de ciudadanos e incomodidad de varios escaparates políticos.

Fue en esa misma rueda de prensa matutina, que un representante de los medios llamados de “nueva generación”, le preguntó si “ya usaría cubrebocas” y, como si se tratara de la presentación radiofónica de la pieza musical que le cité párrafos arriba, el tabasqueño jaló aire y, fiel a su costumbre, declaró: “¡No, no y no!”. Esta parte del discurso ha sido motivo de una buena cantidad de críticas de miembros de diversos sectores que conforman a la sociedad mexicana.

Esta frase resultó, quizás, incómoda al ser pronunciada de cara a una etapa electoral en que aflora –perdone que lo diga así– la peor calidad ciudadana de muchos simpatizantes de los diferentes partidos, quienes invierten toda clase de recursos en impulsar ataques, descréditos, insultos y más, en contra de los rivales, en lugar de lanzar campañas públicas sobre las propuestas de trabajo para que la población pueda madurar el voto y, a la par, madurar como comunidad gracias a la seriedad del trabajo de los candidatos.

Por tanto, ese “no, no y no” ha germinado en un “caldo de cultivo” de severas condenas.

Los “líderes de opinión” se han encargado de señalar constantemente la “irresponsabilidad” y la “terquedad” del presidente López, el cual, a pesar de haber sido un infortunado protagonista del padecimiento, no cede en su necedad, ante la razón de miles de especialistas en el mundo. En diversos foros de opinión, ya sea televisiva, radiofónica o digital, los periodistas han debatido la postura del hombre originario de Macuspana.

Los políticos rivales han optado por reforzar dichas sentencias para enriquecer sus campañas y, como se dice en el argot popular “llevar agua a su molino” haciendo resaltar algo que ya debería ser por todos conocido y que ha sido aceptado públicamente por el propio Andrés Manuel López Obrador: Es un ser obcecado.

Por esto último es que a mí me asalta la siguiente pregunta: “¿Cuál es la sorpresa ante esta conducta del mandatario?” ¡Es el mismo de hace 20 años que inició su peregrinar por alcanzar la Presidencia del país! ¡El mismo que, en su momento, indicó que su mayor defecto era ser muy terco! ¡No nos debería causar asombro o admiración!

¡De acuerdo en que es un mal ejemplo a la ciudadanía! ¡Indiscutible que su postura ante el uso del cubrebocas tendría que ser distinta después de haber sido contagiado con la enfermedad! ¡Apoyo los señalamientos bienintencionados que le exigen reivindicar sus declaraciones ante la posibilidad de que se le imite y, por ende, se postergue la erradicación del virus!

Sin embargo, creo que debe caber, también, la madurez en los reporteros y en los diferentes sectores sociales. México está urgido de respuestas a preguntas de otra índole que le den atisbos de luz a la población sobre el rumbo que tiene este proyecto de nación al que se le ha nombrado “Cuarta transformación”.

Por ello, los planteamientos de los representantes de la prensa deberían estar enfocados, además del reporte puntual sobre el avance del plan de vacunación y del retroceso de la pandemia, en temas de seguridad y combate a la delincuencia; inversión extranjera y la creación de empresas; desarrollo de capitales y generación de empleo; el uso de energías y el cuidado al medioambiente, entre muchos otros.

Y si acaso no hubiera buenas nuevas en torno a la llegada de vacunas o la reducción del fenómeno delincuencial; no existiesen inversiones extranjeras o el arribo de nuevas empresas; no haya llegada de capitales y, por el contrario, sí ocurra la fuga de estos a economías más sanas y estables y se continúe privilegiando la energía de manera tradicional aunque eso siga ocasionando el deterioro del medio ambiente, ¡Pues que eso se nos diga y, así la sociedad podrá aplaudir los resultados o exigir otros mejores para poder crecer juntos como nación!

¿De qué nos sirve –a usted o a mí– gentil amigo lector, saber si el jefe de estado ya va a querer usar cubrebocas? ¿Para que, con música de Los Panchos y con un requinto de fondo, nos contesten “No, no y no”? ¡Pues mejor no!

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.