/ viernes 12 de junio de 2020

Con café y a media luz | Reflexiones prospectivas

En algunas ocasiones, cuando la lluvia como la de ayer en la mañana y la nostalgia como la de siempre, me hacen su presa, me siento en la computadora y comparto con usted, gentil amigo lector, algún capítulo de mi infancia o adolescencia, que fueron tan bellas como las que cualquier niño de clase media en provincia pudo haber tenido. Esos suspiros de recuerdo traicionero los comencé a agrupar con el título “El Tampico de mis recuerdos”.

Allí, le expuse las correrías de los chiquillos en la colonia Lomas de Infonavit. Una “pipiolera” formada de casi diez chamacos que lo mismo andaban en bicicleta entre los andadores, que terminaban bañándose en ropa interior en la laguna del Chairel. O le confesé las aventuras juveniles de amor adolescente con la doncella a la que se le dio el primer ósculo en el incipiente paseo de la Laguna del Carpintero.

Ese “Tampico” que mora en mi memoria está dividido del actual por dos factores elementales, uno intrínseco a este que escribe y el otro proveniente del exterior. El primero de ellos está marcado por el envejecimiento natural del individuo. Muy lejos quedaron los días de mi juventud y más distantes los de mi niñez. El segundo de los elementos está detonado por los avances sociales, económicos y físicos que no le son ajenos a nuestra ciudad y hoy luce más esplendorosa que antes.

Sin embargo, a partir de este 2020, para los actuales niños y jóvenes tampiqueños, así como para la sociedad del mundo en general, habrá un antes y un después del Covid-19.

Esto lo traigo a colación porque ayer un buen amigo, muy querido, publicó en sus redes sociales un documento que certifica que ha cursado y aprobado una capacitación para la nueva convivencia social a partir de la presencia del virus SARS CoV-2, hecho que le hizo merecedor del reconocimiento y felicitaciones de todos los que le apreciamos. Empero, de entre todos los comentarios, hubo uno que llamó poderosamente la atención, pues después de las congratulaciones, anexaron la frase “pues después de esto ya nada será igual”.

Este comentario que, a primera vista pudiera ser considerado como catastrófico y, para algunos, hasta “apocalíptico”, toma tintes de seriedad y preocupación porque el autor es un médico de mucho prestigio en esta parte del país y ha seguido muy de cerca el comportamiento de la enfermedad por el puesto que ocupa en un nosocomio de la región huasteca, así como por el interés nato y propio de su quehacer profesional. Lo escrito por el facultativo hizo que regresaran a mi memoria las palabras del vocero del Gobierno de la República para este tema del Covid-19, Dr. Hugo López-Gatell, quien en alguna de sus conferencias vespertinas aseguró que “el virus llegó para quedarse entre nosotros y deberemos aprender a convivir con él”.

Este cambio social afectará la convivencia de todos los seres humanos en muy diversos niveles y en, prácticamente, todas las actividades que realizamos de manera cotidiana en nuestro vivir. Aquí cabe hacer la aclaración que, aunque algunas de estas medidas se tomarán únicamente “mientras dura la cuarentena”, ello no retira la posibilidad de que algunas se tomen de forma permanente hasta que se erradique la presencia del virus o se desarrolle y aplique con éxito la vacuna.

Le compartiré unos cuantos ejemplos.

En el caso de las escuelas, los grupos que antes eran formados por más de 30 niños ahora deberán disminuir la presencia de los menores a casi la mitad, en el entendido de que los pupitres serán colocados a, por lo menos, metro y medio de distancia, uno del otro para disminuir el riesgo de contagio entre los menores. Por tanto, el grupo se dividirá en dos y se distribuirán las mitades en los días de la semana. Lo que significa que el docente observará dos veces los mismos contenidos académicos. En otras palabras, el grado no se alcanzará a cubrir en el tiempo estipulado.

A nivel medio superior y superior, en el que la capacidad instalada de las universidades y centros de bachilleratos normalmente se ve superada por los jóvenes que buscan educación y los grupos son por lo menos de cincuenta muchachos, el problema se verá recrudecido, pues la situación rebasa al docente y se vuelve de carácter institucional, pues a pesar de que el grupo se divida en dos, el número de estudiantes sigue siendo desproporcionado en relación al espacio del aula. ¿Cómo distribuir a los muchachos en diferentes turnos?, ¿Cómo agotar los contenidos?, ¿Cuál sería la solución?

En el entorno económico, muchos giros se verán obligados a acatar las disposiciones de reducir la capacidad de sus espacios. Por ejemplo, los salones de fiestas infantiles deberán decirles a los clientes que hay un número limitado de niños invitados; seguramente incrementarán el costo de sus paquetes para que pueda ser redituable tanto para el dueño como para los empleados y disminuirán el tiempo de uso del espacio para ofrecer más servicios al día.

¿Qué ocurrirá con las familias que desean ir al cine? Si en nuestro país esta institución social está formada en promedio por cuatro o cinco elementos. ¿Qué condiciones deberán tomar las salas cinematográficas?, ¿Cómo implementar una logística entre las filas de acceso y de dulcería? Y, sobre todo, ¿cómo diseminar esta nueva cultura entre los usuarios a este tipo de espectáculos?

Y ya no hablemos del uso de espacios públicos, los espectáculos deportivos o el transporte público que, en nuestra zona, es predominantemente realizado con unidades compactas de cuatro pasajeros y un chofer.

En lo individual deberemos desarrollar hábitos de convivencia y adquirir artículos que ahora se volverán indispensables. En el primer tenor nos acostumbraremos a no saludar a todo mundo de mano, por decir lo menos, y en el otro aspecto se volverán parte de la “lista del mandado” los repuestos sanitizantes para tapetes, las fibras, los protectores de superficies, etcétera.

¿Cuál será el Tampico del recuerdo de los jóvenes?, ¿Cómo describirán el “antes” y el “después” las nuevas generaciones?, ¿Cuánto tardaremos en adaptarnos a esta nueva “forma de convivencia”? Estas preguntas me asaltan y, justo cuando estoy por terminar la entrega de este viernes, escucho en un noticiario que, según la autoridad sanitaria federal, el comportamiento de la curva pandémica indica que “la luz al final del túnel” no está tan cerca de como se había pensado.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

En algunas ocasiones, cuando la lluvia como la de ayer en la mañana y la nostalgia como la de siempre, me hacen su presa, me siento en la computadora y comparto con usted, gentil amigo lector, algún capítulo de mi infancia o adolescencia, que fueron tan bellas como las que cualquier niño de clase media en provincia pudo haber tenido. Esos suspiros de recuerdo traicionero los comencé a agrupar con el título “El Tampico de mis recuerdos”.

Allí, le expuse las correrías de los chiquillos en la colonia Lomas de Infonavit. Una “pipiolera” formada de casi diez chamacos que lo mismo andaban en bicicleta entre los andadores, que terminaban bañándose en ropa interior en la laguna del Chairel. O le confesé las aventuras juveniles de amor adolescente con la doncella a la que se le dio el primer ósculo en el incipiente paseo de la Laguna del Carpintero.

Ese “Tampico” que mora en mi memoria está dividido del actual por dos factores elementales, uno intrínseco a este que escribe y el otro proveniente del exterior. El primero de ellos está marcado por el envejecimiento natural del individuo. Muy lejos quedaron los días de mi juventud y más distantes los de mi niñez. El segundo de los elementos está detonado por los avances sociales, económicos y físicos que no le son ajenos a nuestra ciudad y hoy luce más esplendorosa que antes.

Sin embargo, a partir de este 2020, para los actuales niños y jóvenes tampiqueños, así como para la sociedad del mundo en general, habrá un antes y un después del Covid-19.

Esto lo traigo a colación porque ayer un buen amigo, muy querido, publicó en sus redes sociales un documento que certifica que ha cursado y aprobado una capacitación para la nueva convivencia social a partir de la presencia del virus SARS CoV-2, hecho que le hizo merecedor del reconocimiento y felicitaciones de todos los que le apreciamos. Empero, de entre todos los comentarios, hubo uno que llamó poderosamente la atención, pues después de las congratulaciones, anexaron la frase “pues después de esto ya nada será igual”.

Este comentario que, a primera vista pudiera ser considerado como catastrófico y, para algunos, hasta “apocalíptico”, toma tintes de seriedad y preocupación porque el autor es un médico de mucho prestigio en esta parte del país y ha seguido muy de cerca el comportamiento de la enfermedad por el puesto que ocupa en un nosocomio de la región huasteca, así como por el interés nato y propio de su quehacer profesional. Lo escrito por el facultativo hizo que regresaran a mi memoria las palabras del vocero del Gobierno de la República para este tema del Covid-19, Dr. Hugo López-Gatell, quien en alguna de sus conferencias vespertinas aseguró que “el virus llegó para quedarse entre nosotros y deberemos aprender a convivir con él”.

Este cambio social afectará la convivencia de todos los seres humanos en muy diversos niveles y en, prácticamente, todas las actividades que realizamos de manera cotidiana en nuestro vivir. Aquí cabe hacer la aclaración que, aunque algunas de estas medidas se tomarán únicamente “mientras dura la cuarentena”, ello no retira la posibilidad de que algunas se tomen de forma permanente hasta que se erradique la presencia del virus o se desarrolle y aplique con éxito la vacuna.

Le compartiré unos cuantos ejemplos.

En el caso de las escuelas, los grupos que antes eran formados por más de 30 niños ahora deberán disminuir la presencia de los menores a casi la mitad, en el entendido de que los pupitres serán colocados a, por lo menos, metro y medio de distancia, uno del otro para disminuir el riesgo de contagio entre los menores. Por tanto, el grupo se dividirá en dos y se distribuirán las mitades en los días de la semana. Lo que significa que el docente observará dos veces los mismos contenidos académicos. En otras palabras, el grado no se alcanzará a cubrir en el tiempo estipulado.

A nivel medio superior y superior, en el que la capacidad instalada de las universidades y centros de bachilleratos normalmente se ve superada por los jóvenes que buscan educación y los grupos son por lo menos de cincuenta muchachos, el problema se verá recrudecido, pues la situación rebasa al docente y se vuelve de carácter institucional, pues a pesar de que el grupo se divida en dos, el número de estudiantes sigue siendo desproporcionado en relación al espacio del aula. ¿Cómo distribuir a los muchachos en diferentes turnos?, ¿Cómo agotar los contenidos?, ¿Cuál sería la solución?

En el entorno económico, muchos giros se verán obligados a acatar las disposiciones de reducir la capacidad de sus espacios. Por ejemplo, los salones de fiestas infantiles deberán decirles a los clientes que hay un número limitado de niños invitados; seguramente incrementarán el costo de sus paquetes para que pueda ser redituable tanto para el dueño como para los empleados y disminuirán el tiempo de uso del espacio para ofrecer más servicios al día.

¿Qué ocurrirá con las familias que desean ir al cine? Si en nuestro país esta institución social está formada en promedio por cuatro o cinco elementos. ¿Qué condiciones deberán tomar las salas cinematográficas?, ¿Cómo implementar una logística entre las filas de acceso y de dulcería? Y, sobre todo, ¿cómo diseminar esta nueva cultura entre los usuarios a este tipo de espectáculos?

Y ya no hablemos del uso de espacios públicos, los espectáculos deportivos o el transporte público que, en nuestra zona, es predominantemente realizado con unidades compactas de cuatro pasajeros y un chofer.

En lo individual deberemos desarrollar hábitos de convivencia y adquirir artículos que ahora se volverán indispensables. En el primer tenor nos acostumbraremos a no saludar a todo mundo de mano, por decir lo menos, y en el otro aspecto se volverán parte de la “lista del mandado” los repuestos sanitizantes para tapetes, las fibras, los protectores de superficies, etcétera.

¿Cuál será el Tampico del recuerdo de los jóvenes?, ¿Cómo describirán el “antes” y el “después” las nuevas generaciones?, ¿Cuánto tardaremos en adaptarnos a esta nueva “forma de convivencia”? Estas preguntas me asaltan y, justo cuando estoy por terminar la entrega de este viernes, escucho en un noticiario que, según la autoridad sanitaria federal, el comportamiento de la curva pandémica indica que “la luz al final del túnel” no está tan cerca de como se había pensado.

Y hasta aquí pues, como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.