/ lunes 5 de julio de 2021

Con café y a media luz | Una hoja por un papel

Recientemente llegaron de forma simultánea a mi celular y por razones distintas tres tipos de archivos con información de naturaleza extremadamente diferente, los cuales, por algún motivo, terminé relacionándolos entre sí por una coyuntura social muy propia del mexicano y, en especial, del tamaulipeco de clase media, como usted y yo, gentil amigo lector.

En el primero de ellos, un documento en video, se mostraba al conocido personaje de un cómico mexicano quien, apoltronado en un mueble de su hogar y después de haber discutido con su esposa a la que no se le podía dar gusto a pesar de acceder a todas y cada una de sus incongruentes peticiones, agitaba las manos sumamente enojado mientras le gritaba: “Entonces, ¿qué quieres?” Por supuesto, como usted imaginará, en la parte media de la pregunta venía el folclorismo mexicano que hace referencia a los objetos rotos o desgastados y que le da una sazón especial a ese tipo de cuestionamientos.

El segundo era una postal de redes sociales en la cual se daba a conocer que, de manera oficial, todo aquel ciudadano formado en escuelas universitarias de Tamaulipas, para poder acceder al título profesional deberá sembrar y cuidar de un árbol por lo menos durante seis meses. Lo anterior a iniciativa de un legislador al que tampoco se le dará publicidad en este espacio. No obstante, aunque sorprendente, dicha iniciativa puede abonar a la conciencia social de los nuevos profesionistas de nuestra entidad y aprenderán, en un momento dado, a cuidar y a valorar nuestra naturaleza como parte de la nobleza de toda profesión.

En otras palabras, para poder acceder al “papelito” que los acredita como licenciados para ejercer una disciplina del conocimiento humano, deberán sembrar una hojita y cuidarla hasta que se convierta en un árbol que dé sombra, flor y fruto, además de que coadyuve a la generación de oxígeno y lluvias y, por otra parte, también disminuya los niveles de contaminación y frene el avance del calentamiento global.

Y el tercer documento fue a manera de información proveniente de El Sol de Tampico que en dos notas se rezaban cabezales relacionados con los últimos rubros escritos en el párrafo anterior. Uno dedicado a la necedad de continuar usando bolsas de plástico, aunque estas impacten directamente en los niveles de contaminación en el medio ambiente y el segundo encabezado que anunciaba una onda de calor para la semana que estamos empezando con temperaturas superiores a los 35 grados centígrados.

Pues bien, como le dije al inicio de la entrega de este día, el punto de unión entre los tres elementos fue el ciudadano y la postura de negación, fastidio, enojo, molestia, inconformidad y reprobación ante las situaciones planteadas y, aunque en parte concedo la razón, también creo que no se puede radicalizar las ideologías sin antes hacer un llamado a la reflexión.

Al revisar los comentarios en torno a la propuesta de que los pasantes de cualquier licenciatura siembren y cuiden un árbol durante, por lo menos, seis meses, me pude percatar que todos eran negativos. “Yo no soy jardinero”. “Eso le corresponde al gobierno”. “Son tonterías”. “Ya no saben qué inventar”. “Que los siembre el gobernador”. “Que los cuide el presidente municipal”, etcétera.

Es decir, la incomodidad manifestada en los comentarios era prácticamente generalizada y, curiosamente, por los más jóvenes quienes demandan bienestar, salud, tecnología, cuidado del medio ambiente, pero eso sí, sin el menor empeño.

Al leer las opiniones relacionadas con las notas en las que se hablaba de la onda de calor y el uso de bolsas de plástico, pude rescatar las siguientes: “No hay conciencia del cuidado al planeta”. “No usen las bolsas”. “El calor es porque no hay árboles”. “Siembren una planta”. “Ya basta de este calor”. “Cada año es peor”. “El gobierno debe organizar una campaña para sembrar árboles”, entre muchas otras más.

Es entonces que asumo la postura del personaje de la televisión que agita sus brazos y digo: “Entonces ¿Qué queremos?”

Si los jóvenes que tanto demandan una sociedad “ecofriendly” –le suplico que disculpe el anglicismo, pero según me ilustró un par de jovenzuelos esa es la acepción correcta de uso entre las nuevas generaciones-, se molestan por sembrar un árbol y si el estímulo para alcanzar el título profesional es tomado como una medida de coerción, entonces “¿Qué quieren?”

Si estamos hartos del calor insufrible que incrementa sus temperaturas año con año en el verano y ha cobrado vidas a través del fenómeno conocido como “golpe de calor” y detestamos el costo excesivo del servicio de electricidad porque estamos obligados a encender los climas artificiales en nuestros domicilios, pero protestamos cuando se trata de evitar el uso de bolsas de plástico, de cuidar el medio ambiente al no tirar desperdicios por doquier y nos indigna cuando se nos pide poner la basura “en su lugar”, entonces “¿Qué queremos?”

Más allá de lo que se pueda pensar, y lo digo con mucho respeto, considero que la iniciativa de sembrar un árbol y cuidarlo no tendría por qué representar una molestia para los jóvenes, ya que unos invierten más tiempo en otro tipo de actividades con poco o nulo beneficio e incluso otros realizan actos que les llega a perjudicar en lo físico, emocional o psicosocial, entonces ¿Por qué no darse tiempo de cuidar una hoja para obtener “el papelito”?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Recientemente llegaron de forma simultánea a mi celular y por razones distintas tres tipos de archivos con información de naturaleza extremadamente diferente, los cuales, por algún motivo, terminé relacionándolos entre sí por una coyuntura social muy propia del mexicano y, en especial, del tamaulipeco de clase media, como usted y yo, gentil amigo lector.

En el primero de ellos, un documento en video, se mostraba al conocido personaje de un cómico mexicano quien, apoltronado en un mueble de su hogar y después de haber discutido con su esposa a la que no se le podía dar gusto a pesar de acceder a todas y cada una de sus incongruentes peticiones, agitaba las manos sumamente enojado mientras le gritaba: “Entonces, ¿qué quieres?” Por supuesto, como usted imaginará, en la parte media de la pregunta venía el folclorismo mexicano que hace referencia a los objetos rotos o desgastados y que le da una sazón especial a ese tipo de cuestionamientos.

El segundo era una postal de redes sociales en la cual se daba a conocer que, de manera oficial, todo aquel ciudadano formado en escuelas universitarias de Tamaulipas, para poder acceder al título profesional deberá sembrar y cuidar de un árbol por lo menos durante seis meses. Lo anterior a iniciativa de un legislador al que tampoco se le dará publicidad en este espacio. No obstante, aunque sorprendente, dicha iniciativa puede abonar a la conciencia social de los nuevos profesionistas de nuestra entidad y aprenderán, en un momento dado, a cuidar y a valorar nuestra naturaleza como parte de la nobleza de toda profesión.

En otras palabras, para poder acceder al “papelito” que los acredita como licenciados para ejercer una disciplina del conocimiento humano, deberán sembrar una hojita y cuidarla hasta que se convierta en un árbol que dé sombra, flor y fruto, además de que coadyuve a la generación de oxígeno y lluvias y, por otra parte, también disminuya los niveles de contaminación y frene el avance del calentamiento global.

Y el tercer documento fue a manera de información proveniente de El Sol de Tampico que en dos notas se rezaban cabezales relacionados con los últimos rubros escritos en el párrafo anterior. Uno dedicado a la necedad de continuar usando bolsas de plástico, aunque estas impacten directamente en los niveles de contaminación en el medio ambiente y el segundo encabezado que anunciaba una onda de calor para la semana que estamos empezando con temperaturas superiores a los 35 grados centígrados.

Pues bien, como le dije al inicio de la entrega de este día, el punto de unión entre los tres elementos fue el ciudadano y la postura de negación, fastidio, enojo, molestia, inconformidad y reprobación ante las situaciones planteadas y, aunque en parte concedo la razón, también creo que no se puede radicalizar las ideologías sin antes hacer un llamado a la reflexión.

Al revisar los comentarios en torno a la propuesta de que los pasantes de cualquier licenciatura siembren y cuiden un árbol durante, por lo menos, seis meses, me pude percatar que todos eran negativos. “Yo no soy jardinero”. “Eso le corresponde al gobierno”. “Son tonterías”. “Ya no saben qué inventar”. “Que los siembre el gobernador”. “Que los cuide el presidente municipal”, etcétera.

Es decir, la incomodidad manifestada en los comentarios era prácticamente generalizada y, curiosamente, por los más jóvenes quienes demandan bienestar, salud, tecnología, cuidado del medio ambiente, pero eso sí, sin el menor empeño.

Al leer las opiniones relacionadas con las notas en las que se hablaba de la onda de calor y el uso de bolsas de plástico, pude rescatar las siguientes: “No hay conciencia del cuidado al planeta”. “No usen las bolsas”. “El calor es porque no hay árboles”. “Siembren una planta”. “Ya basta de este calor”. “Cada año es peor”. “El gobierno debe organizar una campaña para sembrar árboles”, entre muchas otras más.

Es entonces que asumo la postura del personaje de la televisión que agita sus brazos y digo: “Entonces ¿Qué queremos?”

Si los jóvenes que tanto demandan una sociedad “ecofriendly” –le suplico que disculpe el anglicismo, pero según me ilustró un par de jovenzuelos esa es la acepción correcta de uso entre las nuevas generaciones-, se molestan por sembrar un árbol y si el estímulo para alcanzar el título profesional es tomado como una medida de coerción, entonces “¿Qué quieren?”

Si estamos hartos del calor insufrible que incrementa sus temperaturas año con año en el verano y ha cobrado vidas a través del fenómeno conocido como “golpe de calor” y detestamos el costo excesivo del servicio de electricidad porque estamos obligados a encender los climas artificiales en nuestros domicilios, pero protestamos cuando se trata de evitar el uso de bolsas de plástico, de cuidar el medio ambiente al no tirar desperdicios por doquier y nos indigna cuando se nos pide poner la basura “en su lugar”, entonces “¿Qué queremos?”

Más allá de lo que se pueda pensar, y lo digo con mucho respeto, considero que la iniciativa de sembrar un árbol y cuidarlo no tendría por qué representar una molestia para los jóvenes, ya que unos invierten más tiempo en otro tipo de actividades con poco o nulo beneficio e incluso otros realizan actos que les llega a perjudicar en lo físico, emocional o psicosocial, entonces ¿Por qué no darse tiempo de cuidar una hoja para obtener “el papelito”?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.