/ viernes 16 de octubre de 2020

Con café y a media luz | Una solución de raíz

Mientras se acercan los momentos electorales, el diálogo otrora, franco y sereno, fundamentado en reflexiones de carácter sociológico bien cimentadas desde los paradigmas políticos del partido en turno, se torna poco a poco en un cúmulo de ataques y desacreditaciones que vuelan de diestra a siniestra y viceversa con el único fin de llevar “agua al molino”

Y como dice otro viejo adagio: “Para muestra basta un botón”. El tironeo protagonizado entre la legisladora Lily Téllez y el Dr. Hugo López-Gatell pasó de ser una audiencia que debería ser productiva para todos los mexicanos a un pleito en el que la dama radicalizó el continente y olvidó el contenido.

¿Qué es lo que quise decir con esa última frase?

¡Claro que a toda la sociedad le importa saber más sobre las medidas implementadas por el gobierno actual!, ¡Por supuesto que nos urgen respuestas concretas que remitan a la estrategia certera para mitigar la propagación de una enfermedad que, al momento de esta redacción, está por llegar a los 850 mil pacientes!, ¡Estamos de acuerdo en que un deceso es tan doloroso e injusto por esta causa, como 85 mil!, ¡Y apoyamos la idea de reforzar las medidas de mitigación para, de una vez por todas, aplanar la curva que pareciera no tener fin!

Sin embargo y a pesar de todo lo anterior, en la política hay una premisa innegable: “La forma es fondo”.

Si partimos de la pregunta elemental que pongo a su amable dispensa ¿Qué ganó la legisladora con echar al vuelo el apelativo de “Virrey de las camas vacías”; mandar poner las lonas y hacer el “acto” de la entrega del “bastón de ciegos? Insisto, ¿Qué se obtuvo?, ¿Qué cambió en el entorno?

Considero, como siempre, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector que toda la parafernalia montada convirtió a una demanda legítima en un “circo politiquero” que le restó valor a lo que debía ser una representación del clamor popular que es serio, genuino e irreprochable.

Curiosamente, debo poner sobre este lienzo, como contrapeso, aunque parezca irrisorio, el tema de los lácteos sancionados por la Procuraduría Federal del Consumidor, dependencia que desde su creación se ha preocupado por proteger la economía real –la del bolsillo– de los mexicanos como usted y yo.

Y es que, si bien es cierto que este instituto ha cumplido cabalmente con la encomienda realizada, tampoco podemos negar que, en este episodio de la vida pública de nuestro país, se ha convertido en un ente más estricto que lo acostumbrado y, sin medias tintas, cortapisas o claroscuros, aplica con sumo rigor la legislación.

Quizás este comportamiento sea más estricto en materia alimenticia porque una de las graves condicionantes para que la pandemia cobrara tantas víctimas connacionales fue, sin duda, la mala alimentación del mexicano. Ya sea por malos hábitos, por carencia de condiciones adecuadas o, lastimosamente hay que decirlo, porque aún hay una parte de la población que come lo que puede y cuando puede.

Estos factores han traído como consecuencia obesidad, diabetes, hipertensión y un buen número de males más, si a ello le sumamos los vicios del alcohol como aperitivo y el cigarro como “bajativo” pues el asunto toma tintes de muerte, tal y como ocurrió con la llegada del virus SARS-CoV-2 y la enfermedad que ocasiona, el Covid-19.

Por tanto, el problema se debe cortar de raíz y eso implica el que las autoridades se vuelvan más observadores en cuanto a la calidad de los “alimentos” que consume el ciudadano. Perdone el entrecomillado, pero obedece al hecho de que los lácteos que fueron sacados temporalmente del mercado no cumplían con los requerimientos mínimos para “nutrir” al ser humano y, no obstante, portaban en sus etiquetados los motes de “yogur natural”, “queso”, “manchego” y “100 por ciento leche”. Todos caían en el error, la omisión o en la falsedad.

Cabe hacer mención que marcas de renombre, cuya presunción era característica en los embates mercadológicos han sido golpeadas por este inesperado accionar del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Curiosamente, para la agenda noticiosa de los medios nacionales, el sainete de la cámara resultó merecedor de espacios de “ocho columnas”, discusión en formatos televisivos de debate, entrevistas de una cantidad considerable de minutos en noticiarios radiofónicos y hasta análisis psicológicos y paralingüísticos sobre los gestos y ademanes manifestados por el facultativo.

Y, hasta este momento, este servidor no ha escuchado a algún locutor o conductor de noticias preguntar al aire: “¿Por cuánto tiempo hemos estado comiendo esos productos que han quedado en evidencia como dañinos o, por lo menos, poco nutritivos?”, “¿Cuántas personas han sufrido años de enfermedades que concluyen en la tumba por haber ingerido de manera consuetudinaria “queso” o “yogur” de una determinada marca?”

Quizá usted, amigo mío, sí se lo preguntó y se ha quedado sin respuesta, al igual que yo. Lo cierto es que, con estas acciones, se busca cortar un problema de fondo. Ojalá que muy pronto los mexicanos tengamos en los centros comerciales productos de calidad, acordes al nivel de vida que merecemos. ¿No cree usted?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

Mientras se acercan los momentos electorales, el diálogo otrora, franco y sereno, fundamentado en reflexiones de carácter sociológico bien cimentadas desde los paradigmas políticos del partido en turno, se torna poco a poco en un cúmulo de ataques y desacreditaciones que vuelan de diestra a siniestra y viceversa con el único fin de llevar “agua al molino”

Y como dice otro viejo adagio: “Para muestra basta un botón”. El tironeo protagonizado entre la legisladora Lily Téllez y el Dr. Hugo López-Gatell pasó de ser una audiencia que debería ser productiva para todos los mexicanos a un pleito en el que la dama radicalizó el continente y olvidó el contenido.

¿Qué es lo que quise decir con esa última frase?

¡Claro que a toda la sociedad le importa saber más sobre las medidas implementadas por el gobierno actual!, ¡Por supuesto que nos urgen respuestas concretas que remitan a la estrategia certera para mitigar la propagación de una enfermedad que, al momento de esta redacción, está por llegar a los 850 mil pacientes!, ¡Estamos de acuerdo en que un deceso es tan doloroso e injusto por esta causa, como 85 mil!, ¡Y apoyamos la idea de reforzar las medidas de mitigación para, de una vez por todas, aplanar la curva que pareciera no tener fin!

Sin embargo y a pesar de todo lo anterior, en la política hay una premisa innegable: “La forma es fondo”.

Si partimos de la pregunta elemental que pongo a su amable dispensa ¿Qué ganó la legisladora con echar al vuelo el apelativo de “Virrey de las camas vacías”; mandar poner las lonas y hacer el “acto” de la entrega del “bastón de ciegos? Insisto, ¿Qué se obtuvo?, ¿Qué cambió en el entorno?

Considero, como siempre, salvo su mejor opinión, gentil amigo lector que toda la parafernalia montada convirtió a una demanda legítima en un “circo politiquero” que le restó valor a lo que debía ser una representación del clamor popular que es serio, genuino e irreprochable.

Curiosamente, debo poner sobre este lienzo, como contrapeso, aunque parezca irrisorio, el tema de los lácteos sancionados por la Procuraduría Federal del Consumidor, dependencia que desde su creación se ha preocupado por proteger la economía real –la del bolsillo– de los mexicanos como usted y yo.

Y es que, si bien es cierto que este instituto ha cumplido cabalmente con la encomienda realizada, tampoco podemos negar que, en este episodio de la vida pública de nuestro país, se ha convertido en un ente más estricto que lo acostumbrado y, sin medias tintas, cortapisas o claroscuros, aplica con sumo rigor la legislación.

Quizás este comportamiento sea más estricto en materia alimenticia porque una de las graves condicionantes para que la pandemia cobrara tantas víctimas connacionales fue, sin duda, la mala alimentación del mexicano. Ya sea por malos hábitos, por carencia de condiciones adecuadas o, lastimosamente hay que decirlo, porque aún hay una parte de la población que come lo que puede y cuando puede.

Estos factores han traído como consecuencia obesidad, diabetes, hipertensión y un buen número de males más, si a ello le sumamos los vicios del alcohol como aperitivo y el cigarro como “bajativo” pues el asunto toma tintes de muerte, tal y como ocurrió con la llegada del virus SARS-CoV-2 y la enfermedad que ocasiona, el Covid-19.

Por tanto, el problema se debe cortar de raíz y eso implica el que las autoridades se vuelvan más observadores en cuanto a la calidad de los “alimentos” que consume el ciudadano. Perdone el entrecomillado, pero obedece al hecho de que los lácteos que fueron sacados temporalmente del mercado no cumplían con los requerimientos mínimos para “nutrir” al ser humano y, no obstante, portaban en sus etiquetados los motes de “yogur natural”, “queso”, “manchego” y “100 por ciento leche”. Todos caían en el error, la omisión o en la falsedad.

Cabe hacer mención que marcas de renombre, cuya presunción era característica en los embates mercadológicos han sido golpeadas por este inesperado accionar del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Curiosamente, para la agenda noticiosa de los medios nacionales, el sainete de la cámara resultó merecedor de espacios de “ocho columnas”, discusión en formatos televisivos de debate, entrevistas de una cantidad considerable de minutos en noticiarios radiofónicos y hasta análisis psicológicos y paralingüísticos sobre los gestos y ademanes manifestados por el facultativo.

Y, hasta este momento, este servidor no ha escuchado a algún locutor o conductor de noticias preguntar al aire: “¿Por cuánto tiempo hemos estado comiendo esos productos que han quedado en evidencia como dañinos o, por lo menos, poco nutritivos?”, “¿Cuántas personas han sufrido años de enfermedades que concluyen en la tumba por haber ingerido de manera consuetudinaria “queso” o “yogur” de una determinada marca?”

Quizá usted, amigo mío, sí se lo preguntó y se ha quedado sin respuesta, al igual que yo. Lo cierto es que, con estas acciones, se busca cortar un problema de fondo. Ojalá que muy pronto los mexicanos tengamos en los centros comerciales productos de calidad, acordes al nivel de vida que merecemos. ¿No cree usted?

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.