/ viernes 16 de abril de 2021

Con café y a media luz | Vacunación y la Ley de Murphy

Aunque la frase “Todo lo que pueda salir mal, saldrá mal” nunca fue pronunciada por el ingeniero Edward Murphy –a quien se le atribuye la llamada ley del pesimismo y la resignación– sí aparece en los documentos que existen en torno a su persona, ya que, según la anécdota, después de fracasar en repetidas ocasiones haciendo pruebas de colisiones, el científico se limitó a decir frente a su equipo: “Si hay una forma de que algo ocurra mal, alguien la encontrará”. Todos los colaboradores, de manera testaruda, a partir del momento, por cada error sucedido señalaban que “Si puede ocurrir, ocurrirá”, denotando la molestia del jefe.

Esta premisa sirvió para construir una serie de apotegmas – 8 en total – que dan cuenta de cómo los factores del fracaso y del error se pueden incrementar ante la presencia de ciertos elementos en el entorno, al momento que ocurre la fase de experimentación.

Si usted recuerda la charla que tuvimos el pasado miércoles, en el que relatábamos la experiencia del primer día de la jornada de vacunación en el que reinó el caos en los diversos puntos que fueron designados para la inoculación contra el Covid – 19, ya para concluir el escrito deseábamos que las cosas mejoraran con el transcurrir de la semana. El miércoles nos dimos cuenta de que no fue así y que “Si las cosas pueden salir mal, saldrán mal”

Y no se trata de tener ínfulas de pitoniso o una “bola de cristal”, alcanzaba con que la autoridad en turno hiciera una investigación tan sencilla como la que le comenté que este servidor hizo el fin de semana. Bastó con sentarme por unos instantes frente a la pantalla de la computadora, entrar a la página del INEGI y ver la proporción de personas de edad avanzada en los municipios que se iban a atender para saber, así, cuántas vacunas enviar. Si se buscaba hacer un trabajo más profesional, se podía, incluso haber contabilizado por letras para conocer un aproximado del número de individuos a atender por día. La realidad es que, como dicen en la colonia: “Todo se hizo al tanteo”

En ese primer día, las horas de espera, el inclemente sol de la primavera en el Golfo de México, la humedad que provoca sudoración y, por tanto, descompensación, la ausencia de alimentos, la falta de espacios para la homeóstasis humana y la edad avanzada del sector al que estaba destinado el biológico constituyeron, en conjunto, un verdadero calvario tanto para los ancianos como para los familiares que los acompañaron.

En algunos casos, poco sirvió que se quedaran a dormir desde la noche anterior, pues la llegada tarde de las vacunas, la falta de organización entre el personal de salud y el de la logística y atención a las personas de la tercera edad y la poca o nula participación de otras dependencias que incidían en el proceso desataron, lo que a la postre, se sobrevendría: El enojo y la inconformidad.

En uno de los párrafos de la entrega anterior declaramos que no solo el problema había rebasado a las autoridades de todos los niveles de gobierno sino, también, eran superados por la estrategia planteada para satisfacer la demanda de salud de una parte de la población que, si bien es cierto, no es la porción de mayor tamaño, sí es la más delicada en la escala de prioridades.

Y es aquí, cuando aparece la segunda postura de Murphy: “La tostada siempre cae del lado de la mantequilla” o lo que es lo mismo, si las cosas ya van mal, seguramente se pondrán peor.

Lo peor que se le puede hacer a una persona – sin importar la edad – es que, después de hacerlo esperar por más de diez horas, exponerlo a todas las incomodidades que están escritas arriba y, aparte, hacerlo perder su día de trabajo, el cual representa un ingreso económico para su hogar, de repente se le diga que aquello por lo que él o ella estaban allí esperando, simple y llanamente, ya no hay; se acabó. Y, además, que debe volver a vivir el mismo viacrucis en el día siguiente. El resultado de tal situación usted y yo lo conocemos. Fuimos testigos de un bloqueo improvisado por parte de los afectados y sus familiares en dos importantes arterias de la conurbación demandando la inmediata solución al problema generado por la insuficiencia de reactivos biológicos.

A través de las redes sociales – tanto de órganos periodísticos, como de la población en general – se dio cuenta de la molestia y el coraje en casi todas las manifestaciones posibles del ser humano. Palabras altisonantes que adornaban los reclamos, señas obscenas que denotaban el malestar, manoteos a los servidores de la nación quienes solo se limitaban a responder como aquel conocido personaje “¡No hay, no hay!”, eran la constante en las imágenes que circulaban.

Uno de los cuestionamientos más sensatos lo escuché de un hombre que no podía esconder su molestia y su cansancio mientras le decía al funcionario que se dedicaba a destacar las bondades y ventajas con las que serían atendidos al día siguiente: “¡Todo lo que me digas está muy bien!, pero ¿Por qué, si ustedes sabían cuantas vacunas les quedaban, no salieron a avisarnos con tiempo, en lugar de tenernos esperando aquí afuera para decirnos que ya no hay?”

Después de varias horas, se destinaron más reactivos y se continuó con el proceso de vacunación. Sin embargo, este detalle se sumará a los que ya se vienen arrastrando en una jornada que, según se dijo, quizá se extienda más de lo que se tenía contemplado. Hecho que, si llegara a ocurrir, servirá de experiencia para la segunda etapa que se sucederá en menos de 60 días.

Mientras tanto, y tristemente, todo parece indicar que seguiremos contando ancianos desvanecidos, filas interminables de autos, líneas de gente de más de veinte cuadras y tres niveles de gobierno insuficientes.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

-..-

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

---

Con Café y a Media Luz.

Agustín JIMÉNEZ CERVANTES

“Vacunación y la Ley de Murphy”

Aunque la frase “Todo lo que pueda salir mal, saldrá mal” nunca fue pronunciada por el ingeniero Edward Murphy –a quien se le atribuye la llamada ley del pesimismo y la resignación– sí aparece en los documentos que existen en torno a su persona, ya que, según la anécdota, después de fracasar en repetidas ocasiones haciendo pruebas de colisiones, el científico se limitó a decir frente a su equipo: “Si hay una forma de que algo ocurra mal, alguien la encontrará”. Todos los colaboradores, de manera testaruda, a partir del momento, por cada error sucedido señalaban que “Si puede ocurrir, ocurrirá”, denotando la molestia del jefe.

Esta premisa sirvió para construir una serie de apotegmas – 8 en total – que dan cuenta de cómo los factores del fracaso y del error se pueden incrementar ante la presencia de ciertos elementos en el entorno, al momento que ocurre la fase de experimentación.

Si usted recuerda la charla que tuvimos el pasado miércoles, en el que relatábamos la experiencia del primer día de la jornada de vacunación en el que reinó el caos en los diversos puntos que fueron designados para la inoculación contra el Covid – 19, ya para concluir el escrito deseábamos que las cosas mejoraran con el transcurrir de la semana. El miércoles nos dimos cuenta de que no fue así y que “Si las cosas pueden salir mal, saldrán mal”

Y no se trata de tener ínfulas de pitoniso o una “bola de cristal”, alcanzaba con que la autoridad en turno hiciera una investigación tan sencilla como la que le comenté que este servidor hizo el fin de semana. Bastó con sentarme por unos instantes frente a la pantalla de la computadora, entrar a la página del INEGI y ver la proporción de personas de edad avanzada en los municipios que se iban a atender para saber, así, cuántas vacunas enviar. Si se buscaba hacer un trabajo más profesional, se podía, incluso haber contabilizado por letras para conocer un aproximado del número de individuos a atender por día. La realidad es que, como dicen en la colonia: “Todo se hizo al tanteo”

En ese primer día, las horas de espera, el inclemente sol de la primavera en el Golfo de México, la humedad que provoca sudoración y, por tanto, descompensación, la ausencia de alimentos, la falta de espacios para la homeóstasis humana y la edad avanzada del sector al que estaba destinado el biológico constituyeron, en conjunto, un verdadero calvario tanto para los ancianos como para los familiares que los acompañaron.

En algunos casos, poco sirvió que se quedaran a dormir desde la noche anterior, pues la llegada tarde de las vacunas, la falta de organización entre el personal de salud y el de la logística y atención a las personas de la tercera edad y la poca o nula participación de otras dependencias que incidían en el proceso desataron, lo que a la postre, se sobrevendría: El enojo y la inconformidad.

En uno de los párrafos de la entrega anterior declaramos que no solo el problema había rebasado a las autoridades de todos los niveles de gobierno sino, también, eran superados por la estrategia planteada para satisfacer la demanda de salud de una parte de la población que, si bien es cierto, no es la porción de mayor tamaño, sí es la más delicada en la escala de prioridades.

Y es aquí, cuando aparece la segunda postura de Murphy: “La tostada siempre cae del lado de la mantequilla” o lo que es lo mismo, si las cosas ya van mal, seguramente se pondrán peor.

Lo peor que se le puede hacer a una persona – sin importar la edad – es que, después de hacerlo esperar por más de diez horas, exponerlo a todas las incomodidades que están escritas arriba y, aparte, hacerlo perder su día de trabajo, el cual representa un ingreso económico para su hogar, de repente se le diga que aquello por lo que él o ella estaban allí esperando, simple y llanamente, ya no hay; se acabó. Y, además, que debe volver a vivir el mismo viacrucis en el día siguiente. El resultado de tal situación usted y yo lo conocemos. Fuimos testigos de un bloqueo improvisado por parte de los afectados y sus familiares en dos importantes arterias de la conurbación demandando la inmediata solución al problema generado por la insuficiencia de reactivos biológicos.

A través de las redes sociales – tanto de órganos periodísticos, como de la población en general – se dio cuenta de la molestia y el coraje en casi todas las manifestaciones posibles del ser humano. Palabras altisonantes que adornaban los reclamos, señas obscenas que denotaban el malestar, manoteos a los servidores de la nación quienes solo se limitaban a responder como aquel conocido personaje “¡No hay, no hay!”, eran la constante en las imágenes que circulaban.

Uno de los cuestionamientos más sensatos lo escuché de un hombre que no podía esconder su molestia y su cansancio mientras le decía al funcionario que se dedicaba a destacar las bondades y ventajas con las que serían atendidos al día siguiente: “¡Todo lo que me digas está muy bien!, pero ¿Por qué, si ustedes sabían cuantas vacunas les quedaban, no salieron a avisarnos con tiempo, en lugar de tenernos esperando aquí afuera para decirnos que ya no hay?”

Después de varias horas, se destinaron más reactivos y se continuó con el proceso de vacunación. Sin embargo, este detalle se sumará a los que ya se vienen arrastrando en una jornada que, según se dijo, quizá se extienda más de lo que se tenía contemplado. Hecho que, si llegara a ocurrir, servirá de experiencia para la segunda etapa que se sucederá en menos de 60 días.

Mientras tanto, y tristemente, todo parece indicar que seguiremos contando ancianos desvanecidos, filas interminables de autos, líneas de gente de más de veinte cuadras y tres niveles de gobierno insuficientes.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

-..-

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, será un gran día.

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Con Café y a Media Luz.

Agustín JIMÉNEZ CERVANTES

“Vacunación y la Ley de Murphy”