/ miércoles 28 de noviembre de 2018

Con café y a media luz | Consulta o Ratificación

Entre la tarde del pasado lunes y la mañana de ayer, martes, este servidor ha recibido una cantidad considerable de mensajes al correo electrónico en los que, de alguna manera u otra, me preguntaron la razón por la que no escribí acerca de la consulta popular que se realizó el pasado fin de semana, en la que el pueblo evaluaría la viabilidad de los 10 proyectos fundamentales de la administración que está por iniciar a cargo de Andrés Manuel López Obrador.

Una dama me señaló que debía hacer una reflexión al respecto, porque así lo hice en aquel primer ejercicio similar en el que se observaría la continuidad o cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco y su contraparte, misma que resultó “ganadora”, me refiero a la ampliación y modernización de la terminal aérea ubicada en Santa Lucía.

Debo aclarar que, en aquella ocasión, lo hice para poder vivir de cerca la experiencia de esta consulta. Conocer la boleta, ¡palparla!, ¡entenderla! Escuchar a los funcionarios de los centros establecidos y mirar el proceso muy de cerca para identificar al consultado en la plataforma digital. Comprender la dinámica y, hasta cierto punto, sentirme satisfecho por haber cumplido con una etapa que se antojaba promisoria en esta interpretación de la democracia.

En ese día, no había mucho qué pensar. El instrumento se centraba sobre un solo tema que ya era polémico por toda la participación mediática y convulsa que había tenido en la precampaña y campaña rumbo a la elección presidencial. En otras palabras, era “un sí o un no” sobre la inversión hecha en favor de una obra que se heredaría de manera transexenal.

En esta ocasión la boleta incluía obras y programas en una sola herramienta. Así se preguntó sobre la construcción de los trenes Maya y del Istmo, la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, la siembra de especies frutales y maderables, duplicar la pensión a personas de la tercera edad, apoyar a individuos con capacidades especiales y a estudiantes de nivel medio superior, garantía de servicio médico e internet público y gratuito.

Volviendo a la pregunta inicial. Desistí de mi participación y posterior redacción por cinco razones que considero valiosas y que se construyeron poco a poco en torno al fenómeno social “AMLO”.

La razón inicial fue que en el primer momento se contó con la participación de apenas el uno por ciento de la población de mexicanos, porcentaje que no es representativo del total ni cuantitativa y mucho menos cualitativamente para sostener que “el pueblo había hablado” y le daba la razón al político tabasqueño. Más que molestia, sentí decepción por la poca seriedad y valor que se le dio al ejercicio; no al resultado, pues ese ya es “otro cantar”.

El segundo motivo fue que no podemos estar viviendo de consultas para todo y mucho menos cuando son predecibles por la manera en que fueron construidas las preguntas. Por ejemplo, si usted pregunta, “¿Le gustaría que se duplicara la pensión, se dieran becas a los jóvenes y se otorgara recurso económico a los convalecientes?” La respuesta es obvia, todo mundo dirá que sí. Entonces ¿Cuál es la razón de someterlo a opinión?

El tercer impulso fue por la actitud tomada por el futuro mandatario que engrandeció su ego y lo llevó a involucrar al presidente francés, quien de inmediato se desmarcó del originario de Macuspana. Hecho que llamó poderosamente mi atención ya que es un indicativo sobre la imagen pública internacional que tienen sobre el futuro presidente de México.

El siguiente, fue la ausencia de estudios de impacto ambiental necesarios para llevar al cabo ciertas obras como la del tren Maya y del Istmo. Como usted lo sabe, el argumento para frenar la terminal aérea fue, además de la corrupción, el daño que se le haría al lago de Texcoco, ¿por qué no fue aplicado ese mismo criterio con las selvas del sur mexicano?

Y el último y definitorio razonamiento para no participar es que no tenía caso el hacerlo.

Permítame explicarle.

Días antes de la consulta se dio a conocer que ya había una fecha de arranque para la obra del tren Maya. Eso implica que ya hay una constructora a la que se le encargó el proyecto, hay un recurso destinado para el mismo, existe un contrato con la representación laboral correspondiente y más. Al ser cuestionado AMLO sobre estos datos y la relación con un referéndum apriorístico, él solo respondió que era para ratificar la intención de la obra.

Fue entonces cuando concluí: “Entonces, ¿Para qué participar si las decisiones ya están tomadas?” Dirían las abuelitas “Es curarse en salud”. Y eso es preocupante.

A fin de cuentas, con el legislativo a su favor y el ejecutivo en sus manos hoy ya somos testigos de que, hasta en la presidencia, “los trajes se hacen a la medida”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com


Entre la tarde del pasado lunes y la mañana de ayer, martes, este servidor ha recibido una cantidad considerable de mensajes al correo electrónico en los que, de alguna manera u otra, me preguntaron la razón por la que no escribí acerca de la consulta popular que se realizó el pasado fin de semana, en la que el pueblo evaluaría la viabilidad de los 10 proyectos fundamentales de la administración que está por iniciar a cargo de Andrés Manuel López Obrador.

Una dama me señaló que debía hacer una reflexión al respecto, porque así lo hice en aquel primer ejercicio similar en el que se observaría la continuidad o cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco y su contraparte, misma que resultó “ganadora”, me refiero a la ampliación y modernización de la terminal aérea ubicada en Santa Lucía.

Debo aclarar que, en aquella ocasión, lo hice para poder vivir de cerca la experiencia de esta consulta. Conocer la boleta, ¡palparla!, ¡entenderla! Escuchar a los funcionarios de los centros establecidos y mirar el proceso muy de cerca para identificar al consultado en la plataforma digital. Comprender la dinámica y, hasta cierto punto, sentirme satisfecho por haber cumplido con una etapa que se antojaba promisoria en esta interpretación de la democracia.

En ese día, no había mucho qué pensar. El instrumento se centraba sobre un solo tema que ya era polémico por toda la participación mediática y convulsa que había tenido en la precampaña y campaña rumbo a la elección presidencial. En otras palabras, era “un sí o un no” sobre la inversión hecha en favor de una obra que se heredaría de manera transexenal.

En esta ocasión la boleta incluía obras y programas en una sola herramienta. Así se preguntó sobre la construcción de los trenes Maya y del Istmo, la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, la siembra de especies frutales y maderables, duplicar la pensión a personas de la tercera edad, apoyar a individuos con capacidades especiales y a estudiantes de nivel medio superior, garantía de servicio médico e internet público y gratuito.

Volviendo a la pregunta inicial. Desistí de mi participación y posterior redacción por cinco razones que considero valiosas y que se construyeron poco a poco en torno al fenómeno social “AMLO”.

La razón inicial fue que en el primer momento se contó con la participación de apenas el uno por ciento de la población de mexicanos, porcentaje que no es representativo del total ni cuantitativa y mucho menos cualitativamente para sostener que “el pueblo había hablado” y le daba la razón al político tabasqueño. Más que molestia, sentí decepción por la poca seriedad y valor que se le dio al ejercicio; no al resultado, pues ese ya es “otro cantar”.

El segundo motivo fue que no podemos estar viviendo de consultas para todo y mucho menos cuando son predecibles por la manera en que fueron construidas las preguntas. Por ejemplo, si usted pregunta, “¿Le gustaría que se duplicara la pensión, se dieran becas a los jóvenes y se otorgara recurso económico a los convalecientes?” La respuesta es obvia, todo mundo dirá que sí. Entonces ¿Cuál es la razón de someterlo a opinión?

El tercer impulso fue por la actitud tomada por el futuro mandatario que engrandeció su ego y lo llevó a involucrar al presidente francés, quien de inmediato se desmarcó del originario de Macuspana. Hecho que llamó poderosamente mi atención ya que es un indicativo sobre la imagen pública internacional que tienen sobre el futuro presidente de México.

El siguiente, fue la ausencia de estudios de impacto ambiental necesarios para llevar al cabo ciertas obras como la del tren Maya y del Istmo. Como usted lo sabe, el argumento para frenar la terminal aérea fue, además de la corrupción, el daño que se le haría al lago de Texcoco, ¿por qué no fue aplicado ese mismo criterio con las selvas del sur mexicano?

Y el último y definitorio razonamiento para no participar es que no tenía caso el hacerlo.

Permítame explicarle.

Días antes de la consulta se dio a conocer que ya había una fecha de arranque para la obra del tren Maya. Eso implica que ya hay una constructora a la que se le encargó el proyecto, hay un recurso destinado para el mismo, existe un contrato con la representación laboral correspondiente y más. Al ser cuestionado AMLO sobre estos datos y la relación con un referéndum apriorístico, él solo respondió que era para ratificar la intención de la obra.

Fue entonces cuando concluí: “Entonces, ¿Para qué participar si las decisiones ya están tomadas?” Dirían las abuelitas “Es curarse en salud”. Y eso es preocupante.

A fin de cuentas, con el legislativo a su favor y el ejecutivo en sus manos hoy ya somos testigos de que, hasta en la presidencia, “los trajes se hacen a la medida”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com