/ domingo 8 de agosto de 2021

Consulta Popular, Suicidio Cívico

La celebración de la consulta para investigar a los ex–Presidentes de México fue prolija en discusiones aunque no sobre inocencia o culpabilidad de los involucrados, curiosamente los partidos políticos que los llevaron al poder evadieron el tema y prefirieron enfilar en contra del ejercicio en sí.

Tanto quienes la defienden como quienes se opusieron a ella han divagado algunas veces, otras sus argumentos y críticas han sido acertadas, pero más allá de preferencias y obstinaciones la trascendencia que tal ejercicio para valorarlo en su justa dimensión debe analizarse desprovista de posturas autocomplacientes como de extremismos inspirados ideológicamente para reprobarla rotundamente.

En principio la mera celebración de un ejercicio de esta naturaleza a escala nacional es un gran avance en el desarrollo de las facultades democráticas que nuestro país está empezando a descubrir.

Con la celebración de la consulta se dan los primeros pasos de una nueva era en la que el papel del ciudadano deja de reducirse al de un simple espectador ocasional de los procesos electorales y se transforma en un agente activo en la construcción del espacio común que es la política al participar de las deliberaciones que se suscitan al seno de la sociedad y eso es de destacar.

Pese a ello no hay espacio para la autocomplacencia, quienes promovieron la consulta deben entender que el porcentaje de participación dejó mucho que desear, una mayor votación hubiera recompensado los denodados esfuerzos de quienes la impulsaron, sin embargo tampoco fue un desastre como los opositores a la consulta han querido hacer creer.

Si la autoindulgencia de los promotores de la consulta es comprensible ya que al mal tiempo buena cara, en cambio la actitud de sus detractores es francamente incomprensible, tan incompresible como le resulta a quien ama la vida, la decisión de un suicida.

Independientemente del objeto de la consulta o de la redacción de la pregunta, la negativa a participar de ella por algunos sectores solo por el placer que les produce llevar la contraria al Presidente y su partido equivale a un acto de inmolación cívica y es que finalmente la consulta empodera al ciudadano de una forma objetiva y no solo en el discurso.

No se puede entender de otra forma al acto de auto-anular la expresión de nuestra propia voluntad ya que no siendo una fiesta para agasajar al Presidente como que para que con el desaire agraviarlo como algunos obtusamente pretendieron sin darse cuenta que se llevaron de corbata un derecho democrático y obligación cívica al mismo tiempo.

Democracia y civismo no son lo mismo pero se complementan y lo que estuvo en juego el día de la consulta fue nuestra obligación cívica, la democracia se consumo con el solo hecho de poner a consideración de todos los mexicanos por igual un tema que no es redundante a pesar de que ya existan disposiciones penales al respecto, porque algunos de esos expresidentes que la consulta puso a consideración investigar gozaron en su día del respaldo popular de las bases de sus partidos introduciendo con ello una dimensión política y no solo jurídica al tema.

Lo que se sacrificó el día de la consulta no fue al Presidente, ni a su partido, mucho menos a los expresidentes desde luego, lo que se sacrificó con la abstención a participar en la consulta es la personalidad del ciudadano sin más propósito que el de buscar hacer un daño que difícilmente alguien puede pensar que lograron causar.

En cambio, la baja asistencia a la consulta abre la posibilidad de que en el futuro otros Presidentes, Gobernadores o Alcaldes desdeñen este ejercicio de consulta ciudadana bajo el argumento de que al ciudadano no le interesa que le pregunten, sino simplemente que lo gobiernen.

Por otra parte, resulta lamentable descalificar la celebración de la consulta por criterios tan vulgares como los meramente económicos, en principio habría que acotar si el costo estimado por el INE para llevar a cabo la consulta resulto exacto.

Después debemos tener muy presente que en el monto que resulte influye el altísimo costo de operación con que desde hace mucho y con anterioridad al inicio de este sexenio viene funcionando el INE.

Es decir, los tabuladores de costos que maneja el INE son los mismos por los que desde hace mucho se le ha criticado por ser dispendiosos, habría que ver si ajustados a criterios menos derrochadores esos mismos costos de operación reducirían el monto erogado para la consulta.

Pero más allá de esto, nunca será un costo para la ciudadania la instauración de mecanismos de consulta, finalmente las propias elecciones son consultas sin pregunta y pocos se atreverían a sugerir que se suprimieran porque cuestan, en todo caso se puede moderar su gasto pero no suprimir.

Por lo que apenas resulta concebible el reclamo por el gasto en papeletas para la celebración de la consulta porque finalmente esas papeletas fueron impresas para que cada uno de los mexicanos en edad de votar pudieran hacer uso de ellas si así lo decidían.

En cambio, sobre los gastos suntuosos que se regala la élite política del país en bienes y objetos para su uso exclusivo y no de la población como aviones, helicópteros, casas de playa y de gobierno nada dicen.

Es deseable que haya más temas sujetos a consulta y que su ejercicio se vuelva un hábito permanente.

Regeneración.

La celebración de la consulta para investigar a los ex–Presidentes de México fue prolija en discusiones aunque no sobre inocencia o culpabilidad de los involucrados, curiosamente los partidos políticos que los llevaron al poder evadieron el tema y prefirieron enfilar en contra del ejercicio en sí.

Tanto quienes la defienden como quienes se opusieron a ella han divagado algunas veces, otras sus argumentos y críticas han sido acertadas, pero más allá de preferencias y obstinaciones la trascendencia que tal ejercicio para valorarlo en su justa dimensión debe analizarse desprovista de posturas autocomplacientes como de extremismos inspirados ideológicamente para reprobarla rotundamente.

En principio la mera celebración de un ejercicio de esta naturaleza a escala nacional es un gran avance en el desarrollo de las facultades democráticas que nuestro país está empezando a descubrir.

Con la celebración de la consulta se dan los primeros pasos de una nueva era en la que el papel del ciudadano deja de reducirse al de un simple espectador ocasional de los procesos electorales y se transforma en un agente activo en la construcción del espacio común que es la política al participar de las deliberaciones que se suscitan al seno de la sociedad y eso es de destacar.

Pese a ello no hay espacio para la autocomplacencia, quienes promovieron la consulta deben entender que el porcentaje de participación dejó mucho que desear, una mayor votación hubiera recompensado los denodados esfuerzos de quienes la impulsaron, sin embargo tampoco fue un desastre como los opositores a la consulta han querido hacer creer.

Si la autoindulgencia de los promotores de la consulta es comprensible ya que al mal tiempo buena cara, en cambio la actitud de sus detractores es francamente incomprensible, tan incompresible como le resulta a quien ama la vida, la decisión de un suicida.

Independientemente del objeto de la consulta o de la redacción de la pregunta, la negativa a participar de ella por algunos sectores solo por el placer que les produce llevar la contraria al Presidente y su partido equivale a un acto de inmolación cívica y es que finalmente la consulta empodera al ciudadano de una forma objetiva y no solo en el discurso.

No se puede entender de otra forma al acto de auto-anular la expresión de nuestra propia voluntad ya que no siendo una fiesta para agasajar al Presidente como que para que con el desaire agraviarlo como algunos obtusamente pretendieron sin darse cuenta que se llevaron de corbata un derecho democrático y obligación cívica al mismo tiempo.

Democracia y civismo no son lo mismo pero se complementan y lo que estuvo en juego el día de la consulta fue nuestra obligación cívica, la democracia se consumo con el solo hecho de poner a consideración de todos los mexicanos por igual un tema que no es redundante a pesar de que ya existan disposiciones penales al respecto, porque algunos de esos expresidentes que la consulta puso a consideración investigar gozaron en su día del respaldo popular de las bases de sus partidos introduciendo con ello una dimensión política y no solo jurídica al tema.

Lo que se sacrificó el día de la consulta no fue al Presidente, ni a su partido, mucho menos a los expresidentes desde luego, lo que se sacrificó con la abstención a participar en la consulta es la personalidad del ciudadano sin más propósito que el de buscar hacer un daño que difícilmente alguien puede pensar que lograron causar.

En cambio, la baja asistencia a la consulta abre la posibilidad de que en el futuro otros Presidentes, Gobernadores o Alcaldes desdeñen este ejercicio de consulta ciudadana bajo el argumento de que al ciudadano no le interesa que le pregunten, sino simplemente que lo gobiernen.

Por otra parte, resulta lamentable descalificar la celebración de la consulta por criterios tan vulgares como los meramente económicos, en principio habría que acotar si el costo estimado por el INE para llevar a cabo la consulta resulto exacto.

Después debemos tener muy presente que en el monto que resulte influye el altísimo costo de operación con que desde hace mucho y con anterioridad al inicio de este sexenio viene funcionando el INE.

Es decir, los tabuladores de costos que maneja el INE son los mismos por los que desde hace mucho se le ha criticado por ser dispendiosos, habría que ver si ajustados a criterios menos derrochadores esos mismos costos de operación reducirían el monto erogado para la consulta.

Pero más allá de esto, nunca será un costo para la ciudadania la instauración de mecanismos de consulta, finalmente las propias elecciones son consultas sin pregunta y pocos se atreverían a sugerir que se suprimieran porque cuestan, en todo caso se puede moderar su gasto pero no suprimir.

Por lo que apenas resulta concebible el reclamo por el gasto en papeletas para la celebración de la consulta porque finalmente esas papeletas fueron impresas para que cada uno de los mexicanos en edad de votar pudieran hacer uso de ellas si así lo decidían.

En cambio, sobre los gastos suntuosos que se regala la élite política del país en bienes y objetos para su uso exclusivo y no de la población como aviones, helicópteros, casas de playa y de gobierno nada dicen.

Es deseable que haya más temas sujetos a consulta y que su ejercicio se vuelva un hábito permanente.

Regeneración.