/ viernes 10 de mayo de 2019

Contigo

Contigo no soy el de todos los días, me extiendo más allá de mis límites carnales y es cuando —lo sabes bien, amor— en tus labios se anidan todos los nombres del día y de la noche.

Al tocar tu cuerpo abro puertas que creí cerradas. Miro tus ojos y en ellos crece un manantial donde bebo y apago los fuegos brutales de mis besos.

Tampico y Xalapa se me salen por la mirada, por las manos, es decir, que si te beso no tengo control: lo mismo El Chairel que el parque Los Berros significan mucho porque conocen tus huellas, te han olido, mi bruñida, mi coral de neblina matutina.

¿Qué hacer si te amo tanto? Esperar en tiempos de amor es morir y contigo quiero vivir y alzar la vista y ver que a lo lejos El Pico de Orizaba y la playa Miramar significan porque tú los has visto.

Yo, que dejé el mar y vine a la montaña a buscarte, no tengo más que estas manos mías que si no han construido guarida segura para ti han roto madera y piedra en la rutina.

El amor nos hace diferentes pero yo soy el mismo, lo sabes, porque nadie había llegado bosque adentro, como tú, a abrazar al ogro de la fábula.

Mi bien, te debo el color azul de mis noches. Has traído el calor de Tampico a Xalapa en tu abrazo.

Contigo no soy el de todos los días. Sí, yo dejé el mar y subí las altas montañas a encontrarte y repartir al mundo las sonrisas que me quedan en esta vida.

¿Sabes? A Tampico no lo puedo dejar, no lo he dejado nunca porque este puerto es otro amor mío profundo. No se parece al que yo tengo, es diferente porque tiene distintas raíces. Una ciudad se quiere por nuestros padres, por los muertos que tenemos en ella.

Tampico es mi cordón umbilical con el pasado que aún me alimenta. Tú eres, mi azarosa, una segunda piel que me salió. Con tus besos tengo fuerzas para destruir murallas y querer conquistar momentos dulces para nosotros.

Desde la colonia Campbell, en la calle Monterrey, abajito nomás del Paseo Bellavista, traigo para ti no rosas ni amaneceres bañados por la brisa del río Pánuco: traigo redes – sí, redes- para pescar contigo un futuro mejor porque (como escribió Neruda) “hay más altas que tú, más altas,/ hay más bellas que tú, más bellas/, pero tú eres la reina.” Y ¿sabes? cuando me besas “suenan todos los ríos de mi cuerpo,/ sacude el cielo las campanas,/ y un himno llena el mundo…”

Contigo no soy el de todos los días, me extiendo más allá de mis límites carnales y es cuando —lo sabes bien, amor— en tus labios se anidan todos los nombres del día y de la noche.

Al tocar tu cuerpo abro puertas que creí cerradas. Miro tus ojos y en ellos crece un manantial donde bebo y apago los fuegos brutales de mis besos.

Tampico y Xalapa se me salen por la mirada, por las manos, es decir, que si te beso no tengo control: lo mismo El Chairel que el parque Los Berros significan mucho porque conocen tus huellas, te han olido, mi bruñida, mi coral de neblina matutina.

¿Qué hacer si te amo tanto? Esperar en tiempos de amor es morir y contigo quiero vivir y alzar la vista y ver que a lo lejos El Pico de Orizaba y la playa Miramar significan porque tú los has visto.

Yo, que dejé el mar y vine a la montaña a buscarte, no tengo más que estas manos mías que si no han construido guarida segura para ti han roto madera y piedra en la rutina.

El amor nos hace diferentes pero yo soy el mismo, lo sabes, porque nadie había llegado bosque adentro, como tú, a abrazar al ogro de la fábula.

Mi bien, te debo el color azul de mis noches. Has traído el calor de Tampico a Xalapa en tu abrazo.

Contigo no soy el de todos los días. Sí, yo dejé el mar y subí las altas montañas a encontrarte y repartir al mundo las sonrisas que me quedan en esta vida.

¿Sabes? A Tampico no lo puedo dejar, no lo he dejado nunca porque este puerto es otro amor mío profundo. No se parece al que yo tengo, es diferente porque tiene distintas raíces. Una ciudad se quiere por nuestros padres, por los muertos que tenemos en ella.

Tampico es mi cordón umbilical con el pasado que aún me alimenta. Tú eres, mi azarosa, una segunda piel que me salió. Con tus besos tengo fuerzas para destruir murallas y querer conquistar momentos dulces para nosotros.

Desde la colonia Campbell, en la calle Monterrey, abajito nomás del Paseo Bellavista, traigo para ti no rosas ni amaneceres bañados por la brisa del río Pánuco: traigo redes – sí, redes- para pescar contigo un futuro mejor porque (como escribió Neruda) “hay más altas que tú, más altas,/ hay más bellas que tú, más bellas/, pero tú eres la reina.” Y ¿sabes? cuando me besas “suenan todos los ríos de mi cuerpo,/ sacude el cielo las campanas,/ y un himno llena el mundo…”