En la entrega pasada le ofrecí unas merecidas disculpas por la torpeza que este servidor cometió al confundir el canal de televisión y no poder observar el debate de los candidatos a la Presidencia de la República...
Tal y como lo había prometido cuando estos foros fueron anunciados al inicio de la contienda; por el contrario, y como usted recordará, sintonicé un espectáculo que por momentos pasaba de lo teatral a lo circense y retornaba a contentillo y placer de sus protagonistas.
Critiqué severamente los insultos que iban desde directas hasta indirectas, pasando por los apodos ofensivos dignos de un serio estudiante de jardín de niños que uno de los contendientes lanzó, después de que, minutos antes, escondiera su billetera bajo la axila en franca postura de protección y cobijo.
También declaré sentirme decepcionado por el asunto del costal y la historia del migrante que lo ocupaba para trabajar, así como por “las cien bolas” que no alcanzan y la carencia de propuestas para que el ciudadano común pueda tener un incremento en el salario mínimo y adquirir con él los elementos primordiales que conforman la canasta básica alimentaria demandados por una familia común.
Me causó tristeza la insistencia en los ataques y adjetivos con los que se estuvieron etiquetando entre sí. Me decepcionó observar cómo las preguntas estaban construidas de tal manera que eran inducidas por los conductores sobre los ciudadanos que estaban más preocupados por no equivocarse que por cuestionar con severidad a uno u otro de los aspirantes exigiéndoles metodologías concretas, estrategias específicas, indicadores medibles, proyectos reales y más.
Me llamó la atención la fragilidad psicológica y emocional de los que aseguran que, de ser ganadores, serán mandatarios con calificación excelente gracias a un temple incorruptible, y es que la manipulación que hizo Jaime Rodríguez al decir “¡Abrázalo, ándale, ¿Pues qué tiene, hombre?!” los hizo sentirse observados y los colocó en una situación bastante incómoda, pues el hecho de aceptar el realizar el acto de cordialidad podría manchar la imagen de uno y, el recibirlo, comprometía al otro. En contrasentido, si ambos se negaban, también se cuestionaría el respectivo nivel de “civilidad”.
Sin embargo, más allá del debate, hubo otro y lo sigue habiendo, más interesante que el de los pretendientes a la silla, y es el del pueblo.
La sociedad mexicana se percibe cada vez más dividida por tratar de defender a su respectivo candidato al grado de agredirse con palabras y actos. Las redes sociales se han convertido en un verdadero “circo de doble pista" y en ambas circunferencias se han instalado sendos cuadriláteros de box. En uno se enfrentan los abanderados y, en el otro, hacen lo propio los militantes.
Es necesario recalcar que, en los últimos días, posterior al debate, la batalla entre los simpatizantes se ha recrudecido que hasta retos a golpes han surgido por comentarios vertidos en internet y, a la usanza antigua, se pacta la hora, el lugar, y no falta el padrino que atestiguará la honorabilidad del combate.
Asimismo, los mítines siguen ocurriendo, según las fechas pactadas, pero con un contenido de propuestas sumamente empobrecido, una buena cantidad de ataques tal y como nos tenían acostumbrados y, ahora, le han agregado un aderezo de falta de seriedad y gracejadas que resultan lamentables.
Empero, ¿sabe qué es lo más triste, gentil amigo lector? ¡Que la sociedad celebra lo que le debería preocupar!, ¡Que nosotros, como pueblo, aplaudimos lo que deberíamos estar repudiando!, ¡Que, en cada uno de nosotros, al no demandar el respeto debido a un ejercicio tan delicado, nos volvemos parte de una burla que después decimos que nos ha ofendido!
Aquí ya no se trata de quién dijo qué, aquí obra una lectura más profunda y reflexiva.
¡Todos los contendientes han olvidado que están luchando por alcanzar la enorme responsabilidad de dirigir una nación con carestías, problemas, inseguridad, una economía lamentable y una desigualdad que muerde hasta los huesos y han decidido enfrentarse para ganar popularidad al demostrar quién es más simpático que el otro y cuál se sabe los mejores chistes para hacer escarnio del rival!
Lo más triste es que no sólo lo aceptamos, sino que hasta lo festejamos y ya estamos preparados para ver qué nuevo comentario hay, qué nuevo disparate dicen, qué actitud vale la pena congelar en imagen y adornar con letreros para elogiar la falta de criterio, de madurez política y de cabalidad que tienen nuestros candidatos.
Observé un mitin donde se explotó el recurso del apodo y de la cartera, bajo un ademán de víctima, escuché unas declaraciones por parte de otro “suspirante” acerca de la edad y salud de su contrario, atendí la participación de un último en un coliseo cuando se quedó sin argumentos, he oído hasta el cansancio el “Corrido del bronco” en el cine y la canción del movimiento naranja, y me he tenido que preguntar ¿Cuándo dirán el plan de trabajo segmentado por rubro, estableciendo metas por año, determinando las estrategias y señalando el camino? Aún no tengo respuesta.
Hoy me sobresaltan unas preguntas más, muy parecidas a la anterior: ¿Cuándo mis hermanos mexicanos exigirán menos chistes y más resultados?, ¿En qué momento reaccionarán y solicitarán una metodología clara de lo que se quiere convertir en quehacer presidencial?, ¿Por qué la razón ya no tiene peso a pesar de que se han burlado de la atención de cada uno de nosotros?
¡Hasta la próxima!
Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!
licajimenezmcc@hotmail.com