/ lunes 25 de febrero de 2019

Con café y a media luz | Convulsa e incomprensible sociedad

En las últimas semanas, a través de las redes sociales, se ha lanzado una campaña en contra de la violencia -de cualquier índole- que sufre el género femenino en una sociedad machista como la que decimos tener, acción que me parece muy atinada por parte de las asociaciones que promueven la concordia y la paz entre los diferentes grupos sociales en los que coexistimos, por lo menos, en la región sur de esta entidad federativa tan señalada por la concurrencia de todo tipo de actos delictivos que la han puesto en más de una ocasión en el “ojo del mundo”.

Hemos visto anuncios que rezan cuestiones como “si te sientes insegura, perseguida, asediada, etc… acércate a uno de nuestros locales y te prestamos el teléfono, el wifi, o incluso te llevamos hasta tu domicilio…” ¡Esta campaña me resulta maravillosa!, sin embargo, y amparados en la máxima comunicacional de que “el medio es el mensaje”, la forma en que se construyó dicho texto detonó en otro factor que no se esperó: Un estado de alerta permanente en las representantes del género femenino.

Le suplico no me mal entienda, no estoy tocando el tema de una psicosis colectiva o estoy desmintiendo una serie de raptos de los que no me consta si ocurrieron o no, estoy indicando únicamente que la frase se elaboró con buena intención, pero la manera en que fue integrada denota la presencia permanente de acosadores que están agazapados esperando a que una dama salga a las calles sin protección aparente para ir atrás de ella.

Insisto, no desestimo los comentarios repetitivos de hechos ocurridos al interior de la máxima casa de estudios, por ejemplo, ni en la zona norte o, incluso, en los sectores residenciales, en los que se aseguran que a plena luz del día acontece el ilícito.

De lo sucedido recientemente, que incluso fue nota a nivel nacional para la televisora más importante de nuestro país y que, como ya es costumbre, las redes sociales dieron cuenta antes que cualquier otro medio, podemos decir que aún no hay una versión oficial y las preguntas y contradicciones adornan y obscurecen lo que en la realidad pasó. El saldo lo sabemos; los detalles aún no y eso ha encendido más la sensación de incertidumbre y angustia.

Si las cosas son como se mencionan, vienen a mi mente varios cuestionamientos que no quisiera dejar pasar: ¿Es que ahora las damas portarán un arma de fuego como parte fundamental de sus ajuares?, ¿Qué hará la autoridad al respecto para garantizar la seguridad de la población? ¿A qué debemos llegar hombres y mujeres para salvaguardar la integridad propia y de los nuestros? Y otras tantas que no tiene caso escribirlas pues, seguro estoy, que seguirán sin respuesta.

Ha sido tal la situación que se vive que me permitiré narrarle dos anécdotas de las que fui testigo y protagonista en los últimos días y, en realidad, fueron los motivos fundamentales que me obligaron a redactar la entrega de este día.

La primera de ellas ocurrió el viernes en una universidad de nuestra conurbación.

En una banca de los jardines observé cómo un numeroso grupo de señoritas se arremolinaban en torno a otra que parecía sacar objetos de una maleta. Una de ellas se despidió y caminó hacía el lugar en el que yo me encontraba así que no pude evitar la curiosidad y al cruzar frente a mí, en tono de broma le pregunté: “¿Qué regalan?” y riéndose abrió una bolsa plástica y de su interior extrajo un inmovilizador eléctrico y, como si fuera un chiste, lo activó frente a mí. Al ver mi rostro de sorpresa, la muchacha carcajeó estrepitosamente.

El zumbido y las chispas arrojadas por el aparato me impresionaron tanto que me acerqué hasta donde se encontraban las jovencitas y aprecié la negociación que se estaba realizando en esos momentos, una de ellas estaba surtiendo un pedido de esos peligrosos aparatos a por lo menos otras cinco que, después me explicaron, lo habían solicitado con anterioridad, como si se tratara de una venta por catálogo de perfumes o cosméticos.

Hasta aquí todo quedó en una mera sorpresa por los tintes que está tomando la situación que se vive y pensé que allí terminaría la anécdota. No obstante, una circunstancia más me hizo retomar lo antes escrito.

Resulta que, al día siguiente, el sábado, aconteció un detalle que me llamó a la reflexión.

Caminando rumbo al centro de la ciudad por la calle Cristóbal Colón, una llamada llegó a mi celular, así que lo contesté y mientras platicaba, avanzaba a ritmo pausado y sin prisa hasta llegar al tramo que está entre las calles Álvaro Obregón y Altamira. No me había percatado que frente a mí marchaba una joven, y le confieso, esto último lo dejo en una suposición pues hasta este instante que escribo, no recuerdo haberla visto ir metros delante de este servidor.

Lo curioso es que de uno de esos locales salió un joven de unos 20 años que se colocó para obstaculizarme el paso y me dijo “¿Por qué sigues a la muchacha?” y como yo estaba muy entretenido en mi conversación, no tuve tiempo de pensar en la pregunta, así que sin descuidar la charla continué con mi camino. El joven hizo un gesto que dio a entender que se había equivocado de intención y simplemente exclamó de manera rápida: “¡Disculpe!”.

Si bien es cierto que los niveles de seguridad que estamos viviendo están puestos en duda de manera permanente, también es verdad que debemos ser cuidadosos al momento de atribuirle juicios de verdad a las sentencias que nos llegan por las redes sociales y, sobre todo, si vamos a tomar medidas al respecto, tener siempre en la conciencia que deberemos ser responsables de ellas y estar plenamente convencidos de quién está poniendo en riesgo nuestra integridad, diferenciándolo de aquel que es solamente un ciudadano más.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com

En las últimas semanas, a través de las redes sociales, se ha lanzado una campaña en contra de la violencia -de cualquier índole- que sufre el género femenino en una sociedad machista como la que decimos tener, acción que me parece muy atinada por parte de las asociaciones que promueven la concordia y la paz entre los diferentes grupos sociales en los que coexistimos, por lo menos, en la región sur de esta entidad federativa tan señalada por la concurrencia de todo tipo de actos delictivos que la han puesto en más de una ocasión en el “ojo del mundo”.

Hemos visto anuncios que rezan cuestiones como “si te sientes insegura, perseguida, asediada, etc… acércate a uno de nuestros locales y te prestamos el teléfono, el wifi, o incluso te llevamos hasta tu domicilio…” ¡Esta campaña me resulta maravillosa!, sin embargo, y amparados en la máxima comunicacional de que “el medio es el mensaje”, la forma en que se construyó dicho texto detonó en otro factor que no se esperó: Un estado de alerta permanente en las representantes del género femenino.

Le suplico no me mal entienda, no estoy tocando el tema de una psicosis colectiva o estoy desmintiendo una serie de raptos de los que no me consta si ocurrieron o no, estoy indicando únicamente que la frase se elaboró con buena intención, pero la manera en que fue integrada denota la presencia permanente de acosadores que están agazapados esperando a que una dama salga a las calles sin protección aparente para ir atrás de ella.

Insisto, no desestimo los comentarios repetitivos de hechos ocurridos al interior de la máxima casa de estudios, por ejemplo, ni en la zona norte o, incluso, en los sectores residenciales, en los que se aseguran que a plena luz del día acontece el ilícito.

De lo sucedido recientemente, que incluso fue nota a nivel nacional para la televisora más importante de nuestro país y que, como ya es costumbre, las redes sociales dieron cuenta antes que cualquier otro medio, podemos decir que aún no hay una versión oficial y las preguntas y contradicciones adornan y obscurecen lo que en la realidad pasó. El saldo lo sabemos; los detalles aún no y eso ha encendido más la sensación de incertidumbre y angustia.

Si las cosas son como se mencionan, vienen a mi mente varios cuestionamientos que no quisiera dejar pasar: ¿Es que ahora las damas portarán un arma de fuego como parte fundamental de sus ajuares?, ¿Qué hará la autoridad al respecto para garantizar la seguridad de la población? ¿A qué debemos llegar hombres y mujeres para salvaguardar la integridad propia y de los nuestros? Y otras tantas que no tiene caso escribirlas pues, seguro estoy, que seguirán sin respuesta.

Ha sido tal la situación que se vive que me permitiré narrarle dos anécdotas de las que fui testigo y protagonista en los últimos días y, en realidad, fueron los motivos fundamentales que me obligaron a redactar la entrega de este día.

La primera de ellas ocurrió el viernes en una universidad de nuestra conurbación.

En una banca de los jardines observé cómo un numeroso grupo de señoritas se arremolinaban en torno a otra que parecía sacar objetos de una maleta. Una de ellas se despidió y caminó hacía el lugar en el que yo me encontraba así que no pude evitar la curiosidad y al cruzar frente a mí, en tono de broma le pregunté: “¿Qué regalan?” y riéndose abrió una bolsa plástica y de su interior extrajo un inmovilizador eléctrico y, como si fuera un chiste, lo activó frente a mí. Al ver mi rostro de sorpresa, la muchacha carcajeó estrepitosamente.

El zumbido y las chispas arrojadas por el aparato me impresionaron tanto que me acerqué hasta donde se encontraban las jovencitas y aprecié la negociación que se estaba realizando en esos momentos, una de ellas estaba surtiendo un pedido de esos peligrosos aparatos a por lo menos otras cinco que, después me explicaron, lo habían solicitado con anterioridad, como si se tratara de una venta por catálogo de perfumes o cosméticos.

Hasta aquí todo quedó en una mera sorpresa por los tintes que está tomando la situación que se vive y pensé que allí terminaría la anécdota. No obstante, una circunstancia más me hizo retomar lo antes escrito.

Resulta que, al día siguiente, el sábado, aconteció un detalle que me llamó a la reflexión.

Caminando rumbo al centro de la ciudad por la calle Cristóbal Colón, una llamada llegó a mi celular, así que lo contesté y mientras platicaba, avanzaba a ritmo pausado y sin prisa hasta llegar al tramo que está entre las calles Álvaro Obregón y Altamira. No me había percatado que frente a mí marchaba una joven, y le confieso, esto último lo dejo en una suposición pues hasta este instante que escribo, no recuerdo haberla visto ir metros delante de este servidor.

Lo curioso es que de uno de esos locales salió un joven de unos 20 años que se colocó para obstaculizarme el paso y me dijo “¿Por qué sigues a la muchacha?” y como yo estaba muy entretenido en mi conversación, no tuve tiempo de pensar en la pregunta, así que sin descuidar la charla continué con mi camino. El joven hizo un gesto que dio a entender que se había equivocado de intención y simplemente exclamó de manera rápida: “¡Disculpe!”.

Si bien es cierto que los niveles de seguridad que estamos viviendo están puestos en duda de manera permanente, también es verdad que debemos ser cuidadosos al momento de atribuirle juicios de verdad a las sentencias que nos llegan por las redes sociales y, sobre todo, si vamos a tomar medidas al respecto, tener siempre en la conciencia que deberemos ser responsables de ellas y estar plenamente convencidos de quién está poniendo en riesgo nuestra integridad, diferenciándolo de aquel que es solamente un ciudadano más.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com