/ sábado 13 de julio de 2019

Cosas del peso

Hace unos meses le comenté, amable lector, que me había encontrado con el peso.

Lo había visto medio triste y habíamos dejado pendiente nuestra plática para otro momento. El peso me prometió que pronto se comunicaría conmigo por teléfono o correo electrónico, cuando se sintiera mejor.

Y menuda sorpresa me llevé al verlo apenas ayer en una esquina. Me acerqué para saludarlo. Noé una leve cojera de su pierna derecha; “sufrí una pequeña caída, nada de cuidado”, me dijo, “solo fue el susto provocado por la renuncia del exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, pero ya todo regresó a la normalidad".

Al peso se le veía contento, despreocupado; contrastando con todo lo que se pregona un día sí y otro también acerca de su falta de reciedumbre.

Hoy su extraordinaria aceptación es una realidad en los mercados mundiales. Consciente de aquellos que lo critican y desean su megadeslizamiento con respecto al dólar y otras monedas, traté de ser amable con él para aligerarle el día, darle un poco de consuelo, y con absoluto candor le dije: ¡Despreocúpese! En menos de lo que piensa sus críticos y detractores, que más bien son malquerientes, dejarán de quejarse sin motivos".

Tal vez eso que le dije condujo al peso a sincerarse. "A veces siento como si a algunos les diera gusto que yo me desvalorizara frente al dólar y otras divisas. Pero el euro siempre me regresa mis llamadas cuando le hablo. En Wall Street soy aceptado. Y lo mejor de todo es que el precio del barril del petróleo me hace respetar en los mercados internacionales, incluso en la City, de Londres, Inglaterra.

"Esperemos que los precios del petróleo se mantengan estables y esto, aunado a la subasta de dólares de la reserva de divisas, aumente la llegada de inversionistas del exterior. Eso sí, hay que estar al alba, no hay que hacer confianza, no dormirse, porque es a mí, al célebre peso, a quien todos voltean a ver cuando se dispara la inflación y sobrevienen en cascada los aumentos de los precios".

Hace unos meses le comenté, amable lector, que me había encontrado con el peso.

Lo había visto medio triste y habíamos dejado pendiente nuestra plática para otro momento. El peso me prometió que pronto se comunicaría conmigo por teléfono o correo electrónico, cuando se sintiera mejor.

Y menuda sorpresa me llevé al verlo apenas ayer en una esquina. Me acerqué para saludarlo. Noé una leve cojera de su pierna derecha; “sufrí una pequeña caída, nada de cuidado”, me dijo, “solo fue el susto provocado por la renuncia del exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, pero ya todo regresó a la normalidad".

Al peso se le veía contento, despreocupado; contrastando con todo lo que se pregona un día sí y otro también acerca de su falta de reciedumbre.

Hoy su extraordinaria aceptación es una realidad en los mercados mundiales. Consciente de aquellos que lo critican y desean su megadeslizamiento con respecto al dólar y otras monedas, traté de ser amable con él para aligerarle el día, darle un poco de consuelo, y con absoluto candor le dije: ¡Despreocúpese! En menos de lo que piensa sus críticos y detractores, que más bien son malquerientes, dejarán de quejarse sin motivos".

Tal vez eso que le dije condujo al peso a sincerarse. "A veces siento como si a algunos les diera gusto que yo me desvalorizara frente al dólar y otras divisas. Pero el euro siempre me regresa mis llamadas cuando le hablo. En Wall Street soy aceptado. Y lo mejor de todo es que el precio del barril del petróleo me hace respetar en los mercados internacionales, incluso en la City, de Londres, Inglaterra.

"Esperemos que los precios del petróleo se mantengan estables y esto, aunado a la subasta de dólares de la reserva de divisas, aumente la llegada de inversionistas del exterior. Eso sí, hay que estar al alba, no hay que hacer confianza, no dormirse, porque es a mí, al célebre peso, a quien todos voltean a ver cuando se dispara la inflación y sobrevienen en cascada los aumentos de los precios".