/ domingo 16 de agosto de 2020

Covid-Palos de ciego

En su Diccionario del diablo (1911), el conocido escritor satírico Ambrose Bierce definió la responsabilidad como: “Una carga desprendible que se traslada fácilmente a los hombros de Dios, el Destino, la Fortuna, la Suerte o el prójimo”.

A no ser que suceda un evento extraordinario, en los próximos días México llegará a la cifra de 60 mil muertos oficiales a causa del Covid-19, escenario calificado como “muy catastrófico” por el propio responsable del control de la epidemia del Gobierno federal, Hugo López-Gatell, el pasado 4 de junio.

Si bien nadie es responsable de la existencia del virus, otra cosa es la responsabilidad derivada de la gestión en el control de daños. Según Bochenski, se puede responsabilizar a alguien de las condiciones suficientes de los resultados respectivos, es decir, de lo que realmente desencadena las consecuencias: “Quien es responsable de una condición suficiente, también es responsable de lo que es condicionado".

La responsabilidad es un concepto dentro de un sistema relacional de atribución en términos de una expectativa de una acción o su resultado. Ser responsable, o asumir la responsabilidad de algo, significa que alguien está obligado respecto a un destinatario por acciones, resultados de acciones, tareas y situaciones, y que él o ella tiene que justificar estas acciones y resultados frente a un juicio, de acuerdo con estándares, criterios o normas.

En este caso, la responsabilidad no comienza cuando se cruza una determinada cifra, sino desde el momento mismo que se empiezan a contar los daños y cuando estos se vuelven exorbitantes solo sirven para evaluar cualitativamente la gestión y no como punto de partida de la responsabilidad.

Según Pitigrilli: “La estadística es la ciencia según la cual todas las mentiras se vuelven cuadros”. Resulta vano intentar atenuar la devastación que en vidas humanas ha provocado la epidemia del Covid-19, comparándonos con lo que sucede en otros países (mal de muchos…) y cuando esto deja de ser funcional, escalando a un marco de referencia más amplio que aminore la proporción de lo que aquí sucede.

Si bien es cierto que en nuestro país existían factores previos a la llegada del virus como las comorbilidades que hacían a la población más vulnerable, también lo es que en todos los países existen factores que incrementan la letalidad de la enfermedad, que pueden ser diferentes a los nuestros, pero que les son particulares a sus sociedades como la europea, cuya longeva población hizo que al comienzo del brote los adultos mayores resintieran sus efectos, y sin embargo, lograron abatir los contagios y muertes sin esperar pasivamente a que el virus barriera con todos los ancianos.

No es tanto que el Gobierno federal no haya sabido qué hacer, porque al principio de la epidemia el Subsecretario López-Gatell tenía claro el rumbo, pruebas, rastreo de las cadenas de contagios y su posterior aislamiento para interrumpirlas, pero algo de lo que no nos hemos enterado pasó al interior del gobierno y se relajó la estrategia.

Una de las decisiones de las autoridades sanitarias federales más inexplicables tiene que ver con su renuencia a recomendar el uso generalizado del cubrebocas. A diferencia de las campañas publicitarias de Susana distancia y Quédate en casa que contaron con una amplia difusión, tipografía, eslogan y hasta caricaturas, el uso del cubrebocas únicamente contó con esporádicas menciones en su favor, pero solo después de que las mismas autoridades sanitarias desacreditaran su uso previamente.

Desde el comienzo de la epidemia una multitud de estudios científicos y pruebas de campo habían demostrado que el uso del cubrebocas es efectivo para reducir la transmisión del virus, dado que reduce la velocidad de las micropartículas que salen al hablar, según estos estudios, la saliva puede viajar por el aire de 5 a 10 metros, mientras Susana Distancia solo cubre un radio de 1.5 o 2 metros. En Alemania, que encabeza la lista de los países que hicieron el mejor manejo integral de la epidemia-economía, basó sus planes de reapertura económica que inició el 4 de mayo, tanto en el uso de cubrebocas como en la sana distancia y otras medidas de distanciamiento social, lo que les ha permitido reactivar su economía sin tener que ordenar cierres cada fin de semana.

Tomando en cuenta que no será sino hasta después de marzo de 2021, si todo sale bien, que podría iniciar la campaña de vacunación contra el Covid-19, mientras tanto y ante la llegada de las gripes estacionales que presionarán las ya rebasadas capacidades hospitalarias, de insumos y equipo médico, las autoridades sanitarias federales podrían asumir el control epidemiológico total como lo establece el 73 de nuestra Constitución, está probado que las autoridades estatales y municipales no tienen la más mínima idea de qué hacer, las medidas que estos dos órdenes de gobierno han adoptado no han tenido efecto alguno en la disminución de los contagios y pareciera que solo han agravado los problemas.

La disputa de las competencias entre la Federación y los Estados sobre el manejo de la epidemia al inicio del brote politizó la estrategia. La Federación en una malentendida tolerancia cedió la facultad exclusiva en materia de salud pública en favor de los Estados y desde entonces todo ha ido de mal en peor, por lo que es urgente que el Gobierno federal ejerza sus facultades constitucionales y reencauce la estrategia, porque sus yerros solo alimentan los aires soliviantados de los gobiernos estatales.

Regeneración.

La disputa de las competencias entre la Federación y los Estados sobre el manejo de la epidemia al inicio del brote politizó la estrategia

En su Diccionario del diablo (1911), el conocido escritor satírico Ambrose Bierce definió la responsabilidad como: “Una carga desprendible que se traslada fácilmente a los hombros de Dios, el Destino, la Fortuna, la Suerte o el prójimo”.

A no ser que suceda un evento extraordinario, en los próximos días México llegará a la cifra de 60 mil muertos oficiales a causa del Covid-19, escenario calificado como “muy catastrófico” por el propio responsable del control de la epidemia del Gobierno federal, Hugo López-Gatell, el pasado 4 de junio.

Si bien nadie es responsable de la existencia del virus, otra cosa es la responsabilidad derivada de la gestión en el control de daños. Según Bochenski, se puede responsabilizar a alguien de las condiciones suficientes de los resultados respectivos, es decir, de lo que realmente desencadena las consecuencias: “Quien es responsable de una condición suficiente, también es responsable de lo que es condicionado".

La responsabilidad es un concepto dentro de un sistema relacional de atribución en términos de una expectativa de una acción o su resultado. Ser responsable, o asumir la responsabilidad de algo, significa que alguien está obligado respecto a un destinatario por acciones, resultados de acciones, tareas y situaciones, y que él o ella tiene que justificar estas acciones y resultados frente a un juicio, de acuerdo con estándares, criterios o normas.

En este caso, la responsabilidad no comienza cuando se cruza una determinada cifra, sino desde el momento mismo que se empiezan a contar los daños y cuando estos se vuelven exorbitantes solo sirven para evaluar cualitativamente la gestión y no como punto de partida de la responsabilidad.

Según Pitigrilli: “La estadística es la ciencia según la cual todas las mentiras se vuelven cuadros”. Resulta vano intentar atenuar la devastación que en vidas humanas ha provocado la epidemia del Covid-19, comparándonos con lo que sucede en otros países (mal de muchos…) y cuando esto deja de ser funcional, escalando a un marco de referencia más amplio que aminore la proporción de lo que aquí sucede.

Si bien es cierto que en nuestro país existían factores previos a la llegada del virus como las comorbilidades que hacían a la población más vulnerable, también lo es que en todos los países existen factores que incrementan la letalidad de la enfermedad, que pueden ser diferentes a los nuestros, pero que les son particulares a sus sociedades como la europea, cuya longeva población hizo que al comienzo del brote los adultos mayores resintieran sus efectos, y sin embargo, lograron abatir los contagios y muertes sin esperar pasivamente a que el virus barriera con todos los ancianos.

No es tanto que el Gobierno federal no haya sabido qué hacer, porque al principio de la epidemia el Subsecretario López-Gatell tenía claro el rumbo, pruebas, rastreo de las cadenas de contagios y su posterior aislamiento para interrumpirlas, pero algo de lo que no nos hemos enterado pasó al interior del gobierno y se relajó la estrategia.

Una de las decisiones de las autoridades sanitarias federales más inexplicables tiene que ver con su renuencia a recomendar el uso generalizado del cubrebocas. A diferencia de las campañas publicitarias de Susana distancia y Quédate en casa que contaron con una amplia difusión, tipografía, eslogan y hasta caricaturas, el uso del cubrebocas únicamente contó con esporádicas menciones en su favor, pero solo después de que las mismas autoridades sanitarias desacreditaran su uso previamente.

Desde el comienzo de la epidemia una multitud de estudios científicos y pruebas de campo habían demostrado que el uso del cubrebocas es efectivo para reducir la transmisión del virus, dado que reduce la velocidad de las micropartículas que salen al hablar, según estos estudios, la saliva puede viajar por el aire de 5 a 10 metros, mientras Susana Distancia solo cubre un radio de 1.5 o 2 metros. En Alemania, que encabeza la lista de los países que hicieron el mejor manejo integral de la epidemia-economía, basó sus planes de reapertura económica que inició el 4 de mayo, tanto en el uso de cubrebocas como en la sana distancia y otras medidas de distanciamiento social, lo que les ha permitido reactivar su economía sin tener que ordenar cierres cada fin de semana.

Tomando en cuenta que no será sino hasta después de marzo de 2021, si todo sale bien, que podría iniciar la campaña de vacunación contra el Covid-19, mientras tanto y ante la llegada de las gripes estacionales que presionarán las ya rebasadas capacidades hospitalarias, de insumos y equipo médico, las autoridades sanitarias federales podrían asumir el control epidemiológico total como lo establece el 73 de nuestra Constitución, está probado que las autoridades estatales y municipales no tienen la más mínima idea de qué hacer, las medidas que estos dos órdenes de gobierno han adoptado no han tenido efecto alguno en la disminución de los contagios y pareciera que solo han agravado los problemas.

La disputa de las competencias entre la Federación y los Estados sobre el manejo de la epidemia al inicio del brote politizó la estrategia. La Federación en una malentendida tolerancia cedió la facultad exclusiva en materia de salud pública en favor de los Estados y desde entonces todo ha ido de mal en peor, por lo que es urgente que el Gobierno federal ejerza sus facultades constitucionales y reencauce la estrategia, porque sus yerros solo alimentan los aires soliviantados de los gobiernos estatales.

Regeneración.

La disputa de las competencias entre la Federación y los Estados sobre el manejo de la epidemia al inicio del brote politizó la estrategia