/ miércoles 11 de diciembre de 2019

Cri-Cri

Fue un compositor de canciones populares que en los años treinta del siglo pasado (ante su auto declarado fracaso frente a titanes del bolero como Agustín Lara o Rafael Hernández o Pedro Flores) dedicó su esfuerzo para convertirse en un fabulista de canciones.

Inexactamente ubicado como autor de piezas infantiles, lo cierto es que Gabilondo Soler creó mundos musicalizados donde la fábula es, sin duda, el elemento principal de su producción.

Para penetrar al “mundo” de la fábula hay que ser congruente. Y Gabilondo Soler lo fue: se convirtió en parte de la fábula al trocarse en Cri- Cri, (francés de grillo es cri).

Las canciones-fábula de Cri-Cri son en verdad muy bellas, algunas excelsas como El ropero, sobre todo cuando dice: “Dame la muñequita/ de grandes ojos color de mar,/ deja que le pregunte/ a que jugaba con mi mamá”.

En antaño se decía que “la letra con sangre entra”. Nada más ajeno a Cri-Cri, y lo demostró con su impecable y amenísima Marcha de las letras: “Que dejen toditos/ los libros abiertos/ ha sido la orden/ que dio el General./ Que todos los niños/ estén muy atentos,/ las cinco vocales/ van a desfilar”.

Qué maravilla: “ha sido la orden que dio el General”, pero ¿quién es el General? Orwell, con su novela 1984, se hubiese ruborizado al plantear al omnipresente Gran Hermano dador, dictador. ¿Quién es el General? Primeramente hay que resaltar el fundamento de la fábula: la inmanencia de lo no humano, la otredad de las cosas. El General puede ser la voluntad de aprender. Si alguien sabe qué puede significar que me lo diga.

Ortega y Gasset dijo que el hombre es él y su circunstancia. Cri-Cri apuntala al respecto, en su tierna Muñeca fea, que la circunstancia es la que – efectivamente - da vida al personaje: “Te quiere la escoba y el recogedor./ Te quiere el plumero y el sacudidor./ Te quiere la araña y el viejo veliz./ También yo te quiero,/ y te quiero feliz”.

La fábula ha tenido como estigma per se a la moraleja. Cri- Cri demostró que se puede ir un poco más lejos: la crítica social. Estos versos de La patita lo confirman: “La patita,/ de canasto y con rebozo de bolita,/ se ha enojado,/ por lo caro que está todo en el mercado./ Como no tiene para comprar/ se pasa el día en regatear”.

El marido de la patita la ha dejado endeble en su capacidad económica: “Sus patitos/ van creciendo y no tienen zapatitos,/ y su esposo/ es un pato sinvergüenza/ y perezoso/ que no da nada para comer,/ y la patita ¿pues qué va a hacer?”

Por ello, Cri-Cri no es optimista en el final de La patita: “Cuando le pidan, contestará:/ ¡Coman mosquitos/ para cuac-cuac!”

“Coman mosquitos…”, adelantándose a Gabriel García Márquez en el final de El coronel no tiene quien le escriba, cuando la mujer del coronel le dice (a propósito de que aquél vendió el gallo) “¿y ahora qué vamos a comer?”. Y el viejo Coronel aduce que mierda. Cri-Cri no llegó a tanto; sólo a mosquitos.

¿Qué significaron las canciones de Cri-Cri para muchas generaciones de niños y sus papás y sus abuelos? La confirmación de que la imaginación sí existe…

Fue un compositor de canciones populares que en los años treinta del siglo pasado (ante su auto declarado fracaso frente a titanes del bolero como Agustín Lara o Rafael Hernández o Pedro Flores) dedicó su esfuerzo para convertirse en un fabulista de canciones.

Inexactamente ubicado como autor de piezas infantiles, lo cierto es que Gabilondo Soler creó mundos musicalizados donde la fábula es, sin duda, el elemento principal de su producción.

Para penetrar al “mundo” de la fábula hay que ser congruente. Y Gabilondo Soler lo fue: se convirtió en parte de la fábula al trocarse en Cri- Cri, (francés de grillo es cri).

Las canciones-fábula de Cri-Cri son en verdad muy bellas, algunas excelsas como El ropero, sobre todo cuando dice: “Dame la muñequita/ de grandes ojos color de mar,/ deja que le pregunte/ a que jugaba con mi mamá”.

En antaño se decía que “la letra con sangre entra”. Nada más ajeno a Cri-Cri, y lo demostró con su impecable y amenísima Marcha de las letras: “Que dejen toditos/ los libros abiertos/ ha sido la orden/ que dio el General./ Que todos los niños/ estén muy atentos,/ las cinco vocales/ van a desfilar”.

Qué maravilla: “ha sido la orden que dio el General”, pero ¿quién es el General? Orwell, con su novela 1984, se hubiese ruborizado al plantear al omnipresente Gran Hermano dador, dictador. ¿Quién es el General? Primeramente hay que resaltar el fundamento de la fábula: la inmanencia de lo no humano, la otredad de las cosas. El General puede ser la voluntad de aprender. Si alguien sabe qué puede significar que me lo diga.

Ortega y Gasset dijo que el hombre es él y su circunstancia. Cri-Cri apuntala al respecto, en su tierna Muñeca fea, que la circunstancia es la que – efectivamente - da vida al personaje: “Te quiere la escoba y el recogedor./ Te quiere el plumero y el sacudidor./ Te quiere la araña y el viejo veliz./ También yo te quiero,/ y te quiero feliz”.

La fábula ha tenido como estigma per se a la moraleja. Cri- Cri demostró que se puede ir un poco más lejos: la crítica social. Estos versos de La patita lo confirman: “La patita,/ de canasto y con rebozo de bolita,/ se ha enojado,/ por lo caro que está todo en el mercado./ Como no tiene para comprar/ se pasa el día en regatear”.

El marido de la patita la ha dejado endeble en su capacidad económica: “Sus patitos/ van creciendo y no tienen zapatitos,/ y su esposo/ es un pato sinvergüenza/ y perezoso/ que no da nada para comer,/ y la patita ¿pues qué va a hacer?”

Por ello, Cri-Cri no es optimista en el final de La patita: “Cuando le pidan, contestará:/ ¡Coman mosquitos/ para cuac-cuac!”

“Coman mosquitos…”, adelantándose a Gabriel García Márquez en el final de El coronel no tiene quien le escriba, cuando la mujer del coronel le dice (a propósito de que aquél vendió el gallo) “¿y ahora qué vamos a comer?”. Y el viejo Coronel aduce que mierda. Cri-Cri no llegó a tanto; sólo a mosquitos.

¿Qué significaron las canciones de Cri-Cri para muchas generaciones de niños y sus papás y sus abuelos? La confirmación de que la imaginación sí existe…