/ sábado 23 de marzo de 2019

Crimen sin castigo

Puedo evocar la voz del conductor de un noticiario la tarde del 23 de marzo de 1994, diciendo...

“Según informaciones que nos llegan a esta cabina radiofónica, todo indica que Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del PRI a la Presidencia de la República, acaba de sufrir una agresión durante un acto proselitista en el barrio de Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California". Esto fue el fin de la inocencia para cientos de miles de mexicanas y mexicanos, pues desencadenó una etapa de descreimiento y cinismo político de la que el país todavía no se recupera.

Cómo explicar ante una nación incrédula y en pleno estupor la imagen de un candidato a la Presidencia sonriente un día, y al otro día…muerto. De qué manera prever el destino cruel de un hombre joven, lleno de vida que de ser, ya no es. Sucesos de esta magnitud lanzan un mensaje, una advertencia. ¿Puede alguien confiar en la política o al menos caminar seguro por las calles? En seguida del atentado mortal de Colosio, una cosa era cierta: todo, absolutamente todo, ya estaba dentro de lo posible.

Por cierto, en relación a las varias hipótesis que circulan en torno al mortal atentado contra Colosio, algunas pesquisas apuntan a que entre el presidente de la República y el candidato del PRI se rompió algún acuerdo tácito o un entendido explícito en materia de estrategia político-electoral, tal y como soslayó Luis Colosio Fernández, padre del extinto Colosio Murrieta. En su momento, Colosio Fernández señaló que su hijo fue asesinado en un clima de deterioro de relaciones con el expresidente Carlos Salinas. Esta tesis, que parecería improbable bajo la óptica de recientes campañas presidenciales, no lo es tanto de acuerdo al enturbulado clima político que prevalecía en el país, previo al artero crimen. La afirmación de que a Colosio le pidieron su renuncia y la supuesta carta que Ernesto Zedillo, coordinador de campaña del entonces candidato, le envió, urgiéndolo a realizar una “alianza política” con el presidente Salinas en temas importantes es entonces, de acuerdo a observadores, susceptible de análisis e interpretación variopinta. Una de ellas, ¿estaba Colosio realmente distanciado de Salinas? Si así fue, y en consonancia a los dictados de la lógica deductiva: ¿Por qué? ¿Y qué pasó? Ello a su vez nos conduce a un escenario, entre varios, el discurso que Luis Donaldo Colosio ofreció el 6 de marzo de mil novecientos noventa y cuatro frente al Monumento a la Revolución Mexicana, en un aniversario más del PRI, donde vertió conceptos de un México moderno y prometió justicia y legalidad. Pero más que nada urgió a la creación de una nueva cadena nacional bien ajustada de acuerdos firmes entre asociaciones, burocracia y líderes locales. ¿Colosio ya no garantizaba eventualmente la continuidad del proyecto tecnocrático neoliberal? Pero, ¿era o no la clase de político que podría realmente hacerlo? Jamás se sabrá. Además, ha pasado mucho tiempo y desenredar la madeja es dificultoso. Inclusive, hay quienes dicen que primero desaparece el último testigo del mencionado crimen, cosa que será en el año de 2074, aseguran, a que se llegue a una resolución satisfactoria y creíble.


Puedo evocar la voz del conductor de un noticiario la tarde del 23 de marzo de 1994, diciendo...

“Según informaciones que nos llegan a esta cabina radiofónica, todo indica que Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del PRI a la Presidencia de la República, acaba de sufrir una agresión durante un acto proselitista en el barrio de Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California". Esto fue el fin de la inocencia para cientos de miles de mexicanas y mexicanos, pues desencadenó una etapa de descreimiento y cinismo político de la que el país todavía no se recupera.

Cómo explicar ante una nación incrédula y en pleno estupor la imagen de un candidato a la Presidencia sonriente un día, y al otro día…muerto. De qué manera prever el destino cruel de un hombre joven, lleno de vida que de ser, ya no es. Sucesos de esta magnitud lanzan un mensaje, una advertencia. ¿Puede alguien confiar en la política o al menos caminar seguro por las calles? En seguida del atentado mortal de Colosio, una cosa era cierta: todo, absolutamente todo, ya estaba dentro de lo posible.

Por cierto, en relación a las varias hipótesis que circulan en torno al mortal atentado contra Colosio, algunas pesquisas apuntan a que entre el presidente de la República y el candidato del PRI se rompió algún acuerdo tácito o un entendido explícito en materia de estrategia político-electoral, tal y como soslayó Luis Colosio Fernández, padre del extinto Colosio Murrieta. En su momento, Colosio Fernández señaló que su hijo fue asesinado en un clima de deterioro de relaciones con el expresidente Carlos Salinas. Esta tesis, que parecería improbable bajo la óptica de recientes campañas presidenciales, no lo es tanto de acuerdo al enturbulado clima político que prevalecía en el país, previo al artero crimen. La afirmación de que a Colosio le pidieron su renuncia y la supuesta carta que Ernesto Zedillo, coordinador de campaña del entonces candidato, le envió, urgiéndolo a realizar una “alianza política” con el presidente Salinas en temas importantes es entonces, de acuerdo a observadores, susceptible de análisis e interpretación variopinta. Una de ellas, ¿estaba Colosio realmente distanciado de Salinas? Si así fue, y en consonancia a los dictados de la lógica deductiva: ¿Por qué? ¿Y qué pasó? Ello a su vez nos conduce a un escenario, entre varios, el discurso que Luis Donaldo Colosio ofreció el 6 de marzo de mil novecientos noventa y cuatro frente al Monumento a la Revolución Mexicana, en un aniversario más del PRI, donde vertió conceptos de un México moderno y prometió justicia y legalidad. Pero más que nada urgió a la creación de una nueva cadena nacional bien ajustada de acuerdos firmes entre asociaciones, burocracia y líderes locales. ¿Colosio ya no garantizaba eventualmente la continuidad del proyecto tecnocrático neoliberal? Pero, ¿era o no la clase de político que podría realmente hacerlo? Jamás se sabrá. Además, ha pasado mucho tiempo y desenredar la madeja es dificultoso. Inclusive, hay quienes dicen que primero desaparece el último testigo del mencionado crimen, cosa que será en el año de 2074, aseguran, a que se llegue a una resolución satisfactoria y creíble.