/ domingo 31 de enero de 2021

Crisis ideológica

Con frecuencia escuchamos decir que los Partidos Políticos atraviesan por una crisis ideológica, ya que en la tarea de retener o arrebatar el poder público contemplamos atónitos cómo se hacen alianzas entre formaciones políticas en principio y principios contrarias, pero en la práctica y pragmática son similares al perseguir los mismos objetivos: asaltar el poder.

La visión estrecha y rígida de la política y de las ideas ha inducido a un sentimiento de decadencia general cuando presenciamos la unión de personajes y partidos con formación política distinta, pero esto solo se debe a que ahí donde debería haber convicción, solo existen ideas fijas, sin la flexibilidad necesaria para adaptarse a las exigencias de arrebatar o retener el poder público que es palabras más palabras menos de lo que se trata toda contienda política y que en un gesto de cierta mojigatería se niega su reconocimiento,

Con esto no sugiero que se deba asumir la máxima de Groucho Marx que dice: “Si no le gustan mis principios, tengo otros”. Porque el intercambio de políticos de un partido a otro o las alianzas antinatura como eclesiásticamente le llaman otros más, es intrascendente en la medida en que estos movimientos dentro del tablero del ajedrez político sean solo eso, movimientos, y no se conviertan en el nombre del juego mismo.

En la historia de la política, las alianzas entre “opuestos” o “contrarios” han servido para cosas buenas, medianas y malas, su persistente uso nos indica que son más que una irregularidad o defecto, si no que, por su utilidad, funcionalidad son instrumentos políticos con alta efectividad del cual ningún dirigente político por más purista que sea quiere prescindir.

Lincoln hizo alianza con sus contrarios para lograr la aprobación de la proclamación de la emancipación, Juárez con los Estados Unidos, Hitler y Stalin durante la Segunda Guerra Mundial.

Maquiavelo y Hobbes comprendieron la naturaleza de la política, porque antes entendieron y aceptaron la naturaleza humana, no es que no desearan que el hombre fuera excelso, sino que reconocieron sus falencias y pasiones, por lo tanto, no se hacían ilusiones.

En su lugar asumieron los vicios de los hombres, sus insidias y ambiciones como presencias constantes y buscaron la forma de neutralizar sus efectos corrosivos para la sociedad y el Estado, así fuera recurriendo a métodos similares con tal de evitar caer en la desintegración.

Más adelante Hegel tomará como punto de partida a Hobbes, pero le dará un giro optimista al final. Para Hegel los medios de la historia están compuestos de fines interiores a ella, diminutas particularidades accidentales muchas veces contradictorias entre sí, como las pasiones y los intereses personales, pero que operan como propulsores de fines exteriores de la verdadera Historia General para el cual cumplen una función.

Esta es la astucia con la que la razón universal va logrando sus objetivos, por ejemplo, la razón quiso que el hombre aboliera la esclavitud mediante un fin particular cuestionable como la alianza entre Lincoln y sus aparentes contrarios, pero en el marco de la Historia Universal este detalle es irrelevante en atención al objetivo logrado.

Solo en la medida en que los pequeños actos particulares aportan a los grandes eventos trascendentales podemos decir que fueron reales, sino conducen a nada querrá decir que no son reales, acorde a la interpretación hegeliana. La realidad se logra por su aproximación a un ideal trascendental.

Como dijera Carl Schmitt con dialéctica hegeliana “ahí donde algunos sólo alcanzan a ver caos sin sentido, un nuevo sentido está queriendo poner orden”. No es casual que Schmitt se inscriba dentro de la tradición realista y pesimista de la política de Maquiavelo u Hobbes, cuyas interpretaciones de la historia no partieron del deber ser, sino del es y el actuar en consecuencia.

Lo mismo podemos concluir del sistema de alianzas y corrimientos políticos en curso, la degradación ideológica que sentimos percibir solo es indigesta en la medida de nuestra incapacidad para percibir el nacimiento de un nuevo orden.

Un nuevo orden que no está escriturado a nombre de ningún partido o formación política de antemano, un nuevo orden que puede dar paso a un nuevo arreglo político con sus propias necesidades, fortalezas e instituciones políticas, dejando atrás nuestro agónico sistema de partidos y su interpretación monolítica de la historia de las instituciones políticas.

Regeneración.

Con frecuencia escuchamos decir que los Partidos Políticos atraviesan por una crisis ideológica, ya que en la tarea de retener o arrebatar el poder público contemplamos atónitos cómo se hacen alianzas entre formaciones políticas en principio y principios contrarias, pero en la práctica y pragmática son similares al perseguir los mismos objetivos: asaltar el poder.

La visión estrecha y rígida de la política y de las ideas ha inducido a un sentimiento de decadencia general cuando presenciamos la unión de personajes y partidos con formación política distinta, pero esto solo se debe a que ahí donde debería haber convicción, solo existen ideas fijas, sin la flexibilidad necesaria para adaptarse a las exigencias de arrebatar o retener el poder público que es palabras más palabras menos de lo que se trata toda contienda política y que en un gesto de cierta mojigatería se niega su reconocimiento,

Con esto no sugiero que se deba asumir la máxima de Groucho Marx que dice: “Si no le gustan mis principios, tengo otros”. Porque el intercambio de políticos de un partido a otro o las alianzas antinatura como eclesiásticamente le llaman otros más, es intrascendente en la medida en que estos movimientos dentro del tablero del ajedrez político sean solo eso, movimientos, y no se conviertan en el nombre del juego mismo.

En la historia de la política, las alianzas entre “opuestos” o “contrarios” han servido para cosas buenas, medianas y malas, su persistente uso nos indica que son más que una irregularidad o defecto, si no que, por su utilidad, funcionalidad son instrumentos políticos con alta efectividad del cual ningún dirigente político por más purista que sea quiere prescindir.

Lincoln hizo alianza con sus contrarios para lograr la aprobación de la proclamación de la emancipación, Juárez con los Estados Unidos, Hitler y Stalin durante la Segunda Guerra Mundial.

Maquiavelo y Hobbes comprendieron la naturaleza de la política, porque antes entendieron y aceptaron la naturaleza humana, no es que no desearan que el hombre fuera excelso, sino que reconocieron sus falencias y pasiones, por lo tanto, no se hacían ilusiones.

En su lugar asumieron los vicios de los hombres, sus insidias y ambiciones como presencias constantes y buscaron la forma de neutralizar sus efectos corrosivos para la sociedad y el Estado, así fuera recurriendo a métodos similares con tal de evitar caer en la desintegración.

Más adelante Hegel tomará como punto de partida a Hobbes, pero le dará un giro optimista al final. Para Hegel los medios de la historia están compuestos de fines interiores a ella, diminutas particularidades accidentales muchas veces contradictorias entre sí, como las pasiones y los intereses personales, pero que operan como propulsores de fines exteriores de la verdadera Historia General para el cual cumplen una función.

Esta es la astucia con la que la razón universal va logrando sus objetivos, por ejemplo, la razón quiso que el hombre aboliera la esclavitud mediante un fin particular cuestionable como la alianza entre Lincoln y sus aparentes contrarios, pero en el marco de la Historia Universal este detalle es irrelevante en atención al objetivo logrado.

Solo en la medida en que los pequeños actos particulares aportan a los grandes eventos trascendentales podemos decir que fueron reales, sino conducen a nada querrá decir que no son reales, acorde a la interpretación hegeliana. La realidad se logra por su aproximación a un ideal trascendental.

Como dijera Carl Schmitt con dialéctica hegeliana “ahí donde algunos sólo alcanzan a ver caos sin sentido, un nuevo sentido está queriendo poner orden”. No es casual que Schmitt se inscriba dentro de la tradición realista y pesimista de la política de Maquiavelo u Hobbes, cuyas interpretaciones de la historia no partieron del deber ser, sino del es y el actuar en consecuencia.

Lo mismo podemos concluir del sistema de alianzas y corrimientos políticos en curso, la degradación ideológica que sentimos percibir solo es indigesta en la medida de nuestra incapacidad para percibir el nacimiento de un nuevo orden.

Un nuevo orden que no está escriturado a nombre de ningún partido o formación política de antemano, un nuevo orden que puede dar paso a un nuevo arreglo político con sus propias necesidades, fortalezas e instituciones políticas, dejando atrás nuestro agónico sistema de partidos y su interpretación monolítica de la historia de las instituciones políticas.

Regeneración.