/ lunes 24 de junio de 2019

Cultura del silencio

Existe un silencio que hiere, que duele, que mata. Silencio frío y lejano. Silencio desértico; silencio de las voces que nunca volveremos a oir. Silencio cinematográfico; silencio benévolo; silencio mefistofélico; silencio administrativo, silencio político, silencio cómplice, silencio acusador, silencio que es todo y nada, silencio que llega, silencio que guía, silencio amoroso, silencio acusador, silencio indiferente, silencio que ahoga, silencio que grita, silencio que nos prepara, silencio que es silencio y nada más.

Hay un silencio de índole política-burocrática que nace de la prepotencia y la incultura. Es el ácido que corroe los cimientos de la sociedad y sus instituciones. Es un silencio destructor, silencio de desprecio, una expresión del estribillo, “¡no oigo nada, soy de palo, tengo orejas de pescado!”

De acuerdo con el catálogo de la tortura, lo peor es confinar a un ser humano en un sitio completamente oscuro, herméticamente sellado y aislado de todo ruido. No existe espíritu que resista tal suplicio aun por corto tiempo. La exposición al silencio total —de ser posible—, y el no percibir ni la propia voz es como la muerte, declaran.

El silencio es enigmático. Ponga a dos personas frente a frente sin articular palabra y automáticamente las fuerzas del universo se confabulan para hacer de esto una situación molesta.

Los que estudian la esencia del comportamiento humano formulan que ocho minutos de silencio en una relación de pareja debe ser causa de preocupación y análisis.

NOTA DEL DÍA.- La unica forma de tener acceso y oportunidades en el exiguo nivel de movilidad social que existe en Mexico es por intermedio de la educacion. Sin embargo, la educacion en nuestro país hasta el momento le ha ofrecido muy poco a millones de jóvenes que “nada tienen y todo ambicionan”. Los que egresan de una universidad pública, principalmente, están expuestos a integrarse a las filas del desempleo o el subempleo; y la alternativa “para salir de pobres” es soñar con ser boxeador profesional, futbolista, actor de telenovela y meterse en la política. La interrogante es cómo estos jóvenes, pero principalmente otros millones que ni estudian ni trabajan, pasaron desapercibidos largo tiempo para los despachos oficiales y pocos cuestionaron en dónde estaban, qué hacían, a qué se dedicaban. Quizá los encargados de estas tareas se encontraban ocupados en escalar puestos políticos y avanzar en el organigrama para después servir con toda pasión a la Patria.

Existe un silencio que hiere, que duele, que mata. Silencio frío y lejano. Silencio desértico; silencio de las voces que nunca volveremos a oir. Silencio cinematográfico; silencio benévolo; silencio mefistofélico; silencio administrativo, silencio político, silencio cómplice, silencio acusador, silencio que es todo y nada, silencio que llega, silencio que guía, silencio amoroso, silencio acusador, silencio indiferente, silencio que ahoga, silencio que grita, silencio que nos prepara, silencio que es silencio y nada más.

Hay un silencio de índole política-burocrática que nace de la prepotencia y la incultura. Es el ácido que corroe los cimientos de la sociedad y sus instituciones. Es un silencio destructor, silencio de desprecio, una expresión del estribillo, “¡no oigo nada, soy de palo, tengo orejas de pescado!”

De acuerdo con el catálogo de la tortura, lo peor es confinar a un ser humano en un sitio completamente oscuro, herméticamente sellado y aislado de todo ruido. No existe espíritu que resista tal suplicio aun por corto tiempo. La exposición al silencio total —de ser posible—, y el no percibir ni la propia voz es como la muerte, declaran.

El silencio es enigmático. Ponga a dos personas frente a frente sin articular palabra y automáticamente las fuerzas del universo se confabulan para hacer de esto una situación molesta.

Los que estudian la esencia del comportamiento humano formulan que ocho minutos de silencio en una relación de pareja debe ser causa de preocupación y análisis.

NOTA DEL DÍA.- La unica forma de tener acceso y oportunidades en el exiguo nivel de movilidad social que existe en Mexico es por intermedio de la educacion. Sin embargo, la educacion en nuestro país hasta el momento le ha ofrecido muy poco a millones de jóvenes que “nada tienen y todo ambicionan”. Los que egresan de una universidad pública, principalmente, están expuestos a integrarse a las filas del desempleo o el subempleo; y la alternativa “para salir de pobres” es soñar con ser boxeador profesional, futbolista, actor de telenovela y meterse en la política. La interrogante es cómo estos jóvenes, pero principalmente otros millones que ni estudian ni trabajan, pasaron desapercibidos largo tiempo para los despachos oficiales y pocos cuestionaron en dónde estaban, qué hacían, a qué se dedicaban. Quizá los encargados de estas tareas se encontraban ocupados en escalar puestos políticos y avanzar en el organigrama para después servir con toda pasión a la Patria.