/ viernes 5 de abril de 2019

Con café y a media luz | De otro mundo

Antes de que demos paso a la entrega de este día, gentil amigo lector, le ofrezco la más sentida de las disculpas por haberme ausentado de la cita que usted y yo tenemos cada tercer día a través de las páginas de EL SOL DE TAMPICO, sin embargo, es mi obligación aclararle, por la amistad que nos une, que situaciones ajenas a mi voluntad me mantuvieron lejos de las pantallas de las computadoras y de los teclados de escribir.

Agradezco los mensajes que llegaron a mi correo preguntando la razón de la ausencia del artículo que siempre pongo a su consideración, las muestras de afecto que manifestaron a través de sus cartas digitales fueron y seguirán siendo alimento para el alma pues me animan a seguir manteniendo ese lazo que, desde hace cuatro años, nos une a usted y a este humilde servidor.

Esta última semana estuve en el Instituto Mexicano del Seguro Social, y allí pude constatar las atenciones que médicos, enfermeras y personal de apoyo prodigan para con las personas que concurren a recibir los servicios que procuran el bienestar y la salud. Como siempre lo he mencionado, si bien es cierto que las carencias y los recursos son evidentes, también es verdad que con lo que se cuenta se busca generar milagros que preserven la integridad del trabajador.

Platicando con personal adscrito a esa unidad médica, recibí comentarios, que, en su totalidad, se podrían resumir en una frase que se dijo: “No nos damos abasto”.

Los que por alguna razón hemos tenido que pisar el nosocomio, sabemos que la angustia, la desesperación y la impaciencia son malestares emocionales que vienen a acompañar a la enfermedad física, la cual, mientras más grave es, más acrecienta la zozobra de los familiares que quisieran que en un “abrir y cerrar de ojos” se le devuelva la salud al individuo que está padeciendo.

En el área de urgencias, que es el primer contacto que la institución tiene con el paciente, se trata de asistir absolutamente a todo el que llega.

Allí se observa qué tan frágiles somos como seres vivientes y cómo se nos puede escapar la vida por un error, un accidente, una enfermedad mal atendida o una falla inesperada en una parte fundamental de nuestro organismo como el cerebro o el corazón. En ese pequeño espacio se tejen, día tras día y noche tras noche, miles de historias que pueden ser tan trágicas como esperanzadoras.

Por otra parte, cuando el paciente es trasladado al piso correspondiente para continuar con su tratamiento una vez que ha sido estabilizado, se respira una mayor tranquilidad, pero no una falta de atención, pues los cuidados siguen cumpliéndose “al pie de la letra”.

Durante varios días observé cuánto caminan las enfermeras en un solo piso a lo largo de ocho horas de jornada laboral y cómo los médicos forman en juntas los comités de atención para tratar de salvar la mayor cantidad de vidas posible, distribuyendo, según valores y prioridades de la rama médica, los recursos con que se cuenta.

De antemano sé, gentil amigo lector, que en este diálogo que estamos teniendo usted y yo se aplicará la sabia conseja que reza: “Cada quien habla de la feria tal y como le fue”, sin duda tendrá razón, no obstante, debemos reconocer que muchos de los detalles que ocurren al interior de la unidad médica del IMSS como la que está en nuestra zona conurbada, se escapan de las manos de los hombres y mujeres que allí cumplen con su trabajo.

Puedo decir que, en mi experiencia personal, de todos recibí un trato humano, amable y cordial.

Y, en un franco respeto a la verdad, persiguiendo únicamente la intención de que se optimice el servicio, que todos ellos brindan, es mi obligación indicar que una oportunidad de mejora se encuentra en la logística y comunicación interna entre los cuerpos de trabajo de la organización, ya que, en dos o tres ocasiones, una parte daba una indicación y el resto de los grupos colaboradores la desconocían en su totalidad, dejando al paciente en una especie de limbo de atención médica.

Ello conlleva la pérdida de minutos de tiempo valioso para el paciente. Además de que una mayor coordinación les permitiría eficientar el tiempo que se invierte y, de la misma manera les evitaría tener conflictos con los familiares que están a la espera de la atención de su enfermo.

El detalle genial fue el de un grupo de muchachos que se hacen llamar como una famosa serie de películas hollywoo-denses quienes, disfrazados como los personajes de dichos largometrajes llevan un momento de alegría a los pequeñitos que se encuentran internados en el piso de Pediatría de la unidad, para hacerles olvidar, aunque sea por instantes, la situación por la que están pasando.

A fin de cuentas, agradezco públicamente las atenciones del personal del Instituto Mexicano del Seguro Social y aplaudo el detalle de los muchachos de esta compañía de personajes intergalácticos que tratan de brindar a los derechohabientes una atención de otro mundo.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!


Antes de que demos paso a la entrega de este día, gentil amigo lector, le ofrezco la más sentida de las disculpas por haberme ausentado de la cita que usted y yo tenemos cada tercer día a través de las páginas de EL SOL DE TAMPICO, sin embargo, es mi obligación aclararle, por la amistad que nos une, que situaciones ajenas a mi voluntad me mantuvieron lejos de las pantallas de las computadoras y de los teclados de escribir.

Agradezco los mensajes que llegaron a mi correo preguntando la razón de la ausencia del artículo que siempre pongo a su consideración, las muestras de afecto que manifestaron a través de sus cartas digitales fueron y seguirán siendo alimento para el alma pues me animan a seguir manteniendo ese lazo que, desde hace cuatro años, nos une a usted y a este humilde servidor.

Esta última semana estuve en el Instituto Mexicano del Seguro Social, y allí pude constatar las atenciones que médicos, enfermeras y personal de apoyo prodigan para con las personas que concurren a recibir los servicios que procuran el bienestar y la salud. Como siempre lo he mencionado, si bien es cierto que las carencias y los recursos son evidentes, también es verdad que con lo que se cuenta se busca generar milagros que preserven la integridad del trabajador.

Platicando con personal adscrito a esa unidad médica, recibí comentarios, que, en su totalidad, se podrían resumir en una frase que se dijo: “No nos damos abasto”.

Los que por alguna razón hemos tenido que pisar el nosocomio, sabemos que la angustia, la desesperación y la impaciencia son malestares emocionales que vienen a acompañar a la enfermedad física, la cual, mientras más grave es, más acrecienta la zozobra de los familiares que quisieran que en un “abrir y cerrar de ojos” se le devuelva la salud al individuo que está padeciendo.

En el área de urgencias, que es el primer contacto que la institución tiene con el paciente, se trata de asistir absolutamente a todo el que llega.

Allí se observa qué tan frágiles somos como seres vivientes y cómo se nos puede escapar la vida por un error, un accidente, una enfermedad mal atendida o una falla inesperada en una parte fundamental de nuestro organismo como el cerebro o el corazón. En ese pequeño espacio se tejen, día tras día y noche tras noche, miles de historias que pueden ser tan trágicas como esperanzadoras.

Por otra parte, cuando el paciente es trasladado al piso correspondiente para continuar con su tratamiento una vez que ha sido estabilizado, se respira una mayor tranquilidad, pero no una falta de atención, pues los cuidados siguen cumpliéndose “al pie de la letra”.

Durante varios días observé cuánto caminan las enfermeras en un solo piso a lo largo de ocho horas de jornada laboral y cómo los médicos forman en juntas los comités de atención para tratar de salvar la mayor cantidad de vidas posible, distribuyendo, según valores y prioridades de la rama médica, los recursos con que se cuenta.

De antemano sé, gentil amigo lector, que en este diálogo que estamos teniendo usted y yo se aplicará la sabia conseja que reza: “Cada quien habla de la feria tal y como le fue”, sin duda tendrá razón, no obstante, debemos reconocer que muchos de los detalles que ocurren al interior de la unidad médica del IMSS como la que está en nuestra zona conurbada, se escapan de las manos de los hombres y mujeres que allí cumplen con su trabajo.

Puedo decir que, en mi experiencia personal, de todos recibí un trato humano, amable y cordial.

Y, en un franco respeto a la verdad, persiguiendo únicamente la intención de que se optimice el servicio, que todos ellos brindan, es mi obligación indicar que una oportunidad de mejora se encuentra en la logística y comunicación interna entre los cuerpos de trabajo de la organización, ya que, en dos o tres ocasiones, una parte daba una indicación y el resto de los grupos colaboradores la desconocían en su totalidad, dejando al paciente en una especie de limbo de atención médica.

Ello conlleva la pérdida de minutos de tiempo valioso para el paciente. Además de que una mayor coordinación les permitiría eficientar el tiempo que se invierte y, de la misma manera les evitaría tener conflictos con los familiares que están a la espera de la atención de su enfermo.

El detalle genial fue el de un grupo de muchachos que se hacen llamar como una famosa serie de películas hollywoo-denses quienes, disfrazados como los personajes de dichos largometrajes llevan un momento de alegría a los pequeñitos que se encuentran internados en el piso de Pediatría de la unidad, para hacerles olvidar, aunque sea por instantes, la situación por la que están pasando.

A fin de cuentas, agradezco públicamente las atenciones del personal del Instituto Mexicano del Seguro Social y aplaudo el detalle de los muchachos de esta compañía de personajes intergalácticos que tratan de brindar a los derechohabientes una atención de otro mundo.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a: licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!