/ domingo 3 de enero de 2021

De propósitos y decisiones

De propósitos… y decisiones

“...No esperes el año nuevo

para hacer buenos propósitos:

todos los días son buenos,

para tomar buenas decisiones…”

José Ma. Escrivá de B.

Tal vez en estos momentos tan difíciles que nos ha tocado enfrentar, no hayamos podido, como en otros años, elaborar nuestra lista de buenos deseos y propósitos para el año que recién comienza, como solíamos hacer. Pero es posible que si podamos rescatar al menos algunos de ellos que hagan más trascendente nuestra vida, incrementen nuestros activos humanos, a menudo intangibles, a veces olvidados y sumarlos a los físicos y financieros que tanto nos preocupan.

Así que le propongo, si usted me lo permite, que ojalá pudiera incluir en sus innovadores y ahora hogareños ejercicios aeróbicos con los que pretende mantenerse en forma, otros que además de dar tonicidad a su cuerpo, den robustez a su espíritu, tales como sonreír, agradecer y tener esperanza. Y verá sin duda que al incorporar en ellos ese esfuerzo extra, será capaz de aumentar el vigor de su corazón y equilibrar su esfuerzo físico, con algo que tiene que ver con el cuidado de su espíritu inmortal.

Prométase a sí mismo, en buena hora, disminuir de peso, pero aumente el de su responsabilidad con su familia y con aquellos que ama. Abandone el cigarrillo, pero disminuya en la misma proporción su contribución a la contaminación social; ahorre, si le es posible, pero no escatime la donación de sí mismo con sus hijos; preste atención a su reloj biológico, pero escuche también los reclamos que por su falta de empatía a veces le hace su pareja y trate de que su imagen corporal sea en verdad el reflejo vivo de la grandeza de su alma, que a menudo esconde.

Propóngase disminuir su tiempo en las redes sociales y el que dedica a su celular, para aumentar el de la plática con sus seres queridos; revise los indicadores del equilibrio de su cuerpo, pero también los niveles de sus relaciones con los demás y ponga como horizonte de su existencia no solo su salud física, sino también el poder compadecerse de la vulnerabilidad ajena. Y cuide su dieta, pero no incluya en ella eliminar la donación, el cariño y la ternura, que necesitan aquellos que ama para crecer.

Porque, si lo mira usted bien, su cuidado exterior no basta si no incluye también su cuidado interior; la preocupación por las cosas materiales es insuficiente si no supone un esmero semejante por los bienes intangibles que le nutren el alma, y si no quiere ser rico en solo una parte de sí mismo, empeñe su parte de su tiempo en realizar esas otras pequeñas grandes acciones que en verdad le engrandecen, ayudando en lo que pueda a su comunidad, teniendo presente que el cuidado por los demás debe ser también, si quiere realmente sentirse usted completo, una posibilidad siempre abierta para su corazón.

Decida sentarse de tiempo en tiempo con sus hijos a conversar sobre el sentido de la vida; descubra la fascinación que existe en hacer cosas en familia, esas para las que no siempre encuentra tiempo y en lugar de enajenarse viendo programas insulsos y pobres o en los dimes y diretes con que algunas redes sociales contaminan el ciberespacio, rete su mente con algo que le desafíe. Propóngase darse un espacio para meditar y descubrir en su interior una Inteligencia Superior que lo trasciende; y piense sobre ello sin que le atemorice; sienta el subyugante estruendo de la vida que corre por sus venas, como una bendición que se disfruta y no como un designio que se soporta y entenderá así cuán gratificante es perseguir la felicidad en lugar de sentarse a esperarla.

La gran paradoja de nuestro tiempo es que hemos confundido lo que nos reclama la vanidad, con aquello que en realidad vale la pena obtener. Por buscar lo material y tangible hemos hecho a un lado lo inmaterial e intangible; por tener nos hemos olvidado de ser y por caminar demasiado aprisa, hemos hecho caso omiso de la belleza del camino. Así nuestros propósitos de año nuevo se nos van convirtiendo en simples deseos intrascendentes que solo contemplan una parte de nuestra naturaleza, aquella que ve con egoísmo el cuidado personal e inmediato y solo a eso miran lo posible y lo aceptan como importante, sin preocuparse por si realmente lo es.

Porque podemos dimensionar nuestra vida como un espacio para construir o como un lapso para ser consumido por la insensatez del despropósito. Si aceptamos la primera premisa nuestra estadía temporal en la tierra será el esfuerzo por el que nuestros propósitos serán realidades. Pero si optamos por la segunda premisa, serán tan solo sueños reciclados año con año y con los cuales maquillamos nuestra fugaz temporalidad, pudiendo ser, como sabiamente dice el poeta, fecundas espigas con las que otros nutrirán sus ansias, cuando finalmente un día todos seamos convertidos, como bellamente dice Gibrán, “en pan para ser ofrecido en las fiestas de Dios”.

De propósitos… y decisiones

“...No esperes el año nuevo

para hacer buenos propósitos:

todos los días son buenos,

para tomar buenas decisiones…”

José Ma. Escrivá de B.

Tal vez en estos momentos tan difíciles que nos ha tocado enfrentar, no hayamos podido, como en otros años, elaborar nuestra lista de buenos deseos y propósitos para el año que recién comienza, como solíamos hacer. Pero es posible que si podamos rescatar al menos algunos de ellos que hagan más trascendente nuestra vida, incrementen nuestros activos humanos, a menudo intangibles, a veces olvidados y sumarlos a los físicos y financieros que tanto nos preocupan.

Así que le propongo, si usted me lo permite, que ojalá pudiera incluir en sus innovadores y ahora hogareños ejercicios aeróbicos con los que pretende mantenerse en forma, otros que además de dar tonicidad a su cuerpo, den robustez a su espíritu, tales como sonreír, agradecer y tener esperanza. Y verá sin duda que al incorporar en ellos ese esfuerzo extra, será capaz de aumentar el vigor de su corazón y equilibrar su esfuerzo físico, con algo que tiene que ver con el cuidado de su espíritu inmortal.

Prométase a sí mismo, en buena hora, disminuir de peso, pero aumente el de su responsabilidad con su familia y con aquellos que ama. Abandone el cigarrillo, pero disminuya en la misma proporción su contribución a la contaminación social; ahorre, si le es posible, pero no escatime la donación de sí mismo con sus hijos; preste atención a su reloj biológico, pero escuche también los reclamos que por su falta de empatía a veces le hace su pareja y trate de que su imagen corporal sea en verdad el reflejo vivo de la grandeza de su alma, que a menudo esconde.

Propóngase disminuir su tiempo en las redes sociales y el que dedica a su celular, para aumentar el de la plática con sus seres queridos; revise los indicadores del equilibrio de su cuerpo, pero también los niveles de sus relaciones con los demás y ponga como horizonte de su existencia no solo su salud física, sino también el poder compadecerse de la vulnerabilidad ajena. Y cuide su dieta, pero no incluya en ella eliminar la donación, el cariño y la ternura, que necesitan aquellos que ama para crecer.

Porque, si lo mira usted bien, su cuidado exterior no basta si no incluye también su cuidado interior; la preocupación por las cosas materiales es insuficiente si no supone un esmero semejante por los bienes intangibles que le nutren el alma, y si no quiere ser rico en solo una parte de sí mismo, empeñe su parte de su tiempo en realizar esas otras pequeñas grandes acciones que en verdad le engrandecen, ayudando en lo que pueda a su comunidad, teniendo presente que el cuidado por los demás debe ser también, si quiere realmente sentirse usted completo, una posibilidad siempre abierta para su corazón.

Decida sentarse de tiempo en tiempo con sus hijos a conversar sobre el sentido de la vida; descubra la fascinación que existe en hacer cosas en familia, esas para las que no siempre encuentra tiempo y en lugar de enajenarse viendo programas insulsos y pobres o en los dimes y diretes con que algunas redes sociales contaminan el ciberespacio, rete su mente con algo que le desafíe. Propóngase darse un espacio para meditar y descubrir en su interior una Inteligencia Superior que lo trasciende; y piense sobre ello sin que le atemorice; sienta el subyugante estruendo de la vida que corre por sus venas, como una bendición que se disfruta y no como un designio que se soporta y entenderá así cuán gratificante es perseguir la felicidad en lugar de sentarse a esperarla.

La gran paradoja de nuestro tiempo es que hemos confundido lo que nos reclama la vanidad, con aquello que en realidad vale la pena obtener. Por buscar lo material y tangible hemos hecho a un lado lo inmaterial e intangible; por tener nos hemos olvidado de ser y por caminar demasiado aprisa, hemos hecho caso omiso de la belleza del camino. Así nuestros propósitos de año nuevo se nos van convirtiendo en simples deseos intrascendentes que solo contemplan una parte de nuestra naturaleza, aquella que ve con egoísmo el cuidado personal e inmediato y solo a eso miran lo posible y lo aceptan como importante, sin preocuparse por si realmente lo es.

Porque podemos dimensionar nuestra vida como un espacio para construir o como un lapso para ser consumido por la insensatez del despropósito. Si aceptamos la primera premisa nuestra estadía temporal en la tierra será el esfuerzo por el que nuestros propósitos serán realidades. Pero si optamos por la segunda premisa, serán tan solo sueños reciclados año con año y con los cuales maquillamos nuestra fugaz temporalidad, pudiendo ser, como sabiamente dice el poeta, fecundas espigas con las que otros nutrirán sus ansias, cuando finalmente un día todos seamos convertidos, como bellamente dice Gibrán, “en pan para ser ofrecido en las fiestas de Dios”.