/ viernes 27 de diciembre de 2019

¿De qué se nutre la nostalgia?

Canta Joan Manuel Serrat: “Uno se cree/ que las mató/ el tiempo y la ausencia, / pero su tren/ vendió boleto/ de ida y vuelta. / Son aquellas pequeñas cosas, / que nos dejó un tiempo de rosas/ en un rincón, / en un papel/ o en un cajón./ Como un ladrón/ te acechan detrás/ de la puerta./ Te tienen tan/ a su merced/ como hojas muertas/ que el viento arrastra allá o aquí,/ que te sonríen tristes y/ nos hacen que/ lloremos cuando/ nadie nos ve.”

¿Cuáles son esas pequeñas cosas? La de todos los días quienes, al final del naufragio de los años, quedan como pecios en el mar del recuerdo, en la memoria.

La memoria es la manera humana de la inmortalidad. No muere aquello que recordamos, que aún arde en nuestros intereses subjetivos.

Mario Benedetti escribió: “¿De qué se nutre la nostalgia? / Uno evoca dulzuras/ cielos/ atormentados/ tormentas celestiales.”

¿Qué cosas son las que se extrañan? Las que nos son amables, las que nos han revitalizado, las que nos han puesto frente a la contundencia de lo efímero. ¿Qué cosas son las que se extrañan? La vida que se va, pero, ¡vaya paradoja! Uno vive de sus muertos, los que se nos adelantaron en el camino; nos constituyen, son parte de nuestra cartografía.

Las cosas que se extrañan son las que no nos dejan nunca, ni aún en el dolor, es decir: en la añoranza.

Siempre buscamos la perpetuación del presente, ése es el error del ego. Caemos, sin dudad, en el verso de Pessoa: “Tengo el cansancio anticipado de lo que no encontraré”.

Buscar significa creer. Las pequeñas cosas pasadas, como apunta Serrat en su canción, “nos hacen que/ lloremos cuando/ nadie nos ve.” Llorar es la confirmación del vivir.

Todos los días me siento disminuido, sostenido por las cuerdas de la memoria. Acróbata de recuerdos y sangre, alcanzo el trapecio del siguiente día con la mirada nublada.

¿Qué hay en Tampico que la gente aún no se ha vuelto loca? Tiene memoria, detritus de historias que le dan sostén a la arquitectura del desgano.

¿Dónde están las pequeñas cosas en una ciudad como Tampico que te devora a diario? En los recuerdos, y es que contra el ejercicio de la memoria no hay impuestos fiscales ni amenazas del crimen organizado. Es un acto solitario, vacuo. Basta haber vivido y, de este modo, poseerás un tesoro de pequeñas cosas que te otorgarán un bienestar interno que sólo se romperá cuando te pongas en el precipicio de tus angustias más hondas…

Canta Joan Manuel Serrat: “Uno se cree/ que las mató/ el tiempo y la ausencia, / pero su tren/ vendió boleto/ de ida y vuelta. / Son aquellas pequeñas cosas, / que nos dejó un tiempo de rosas/ en un rincón, / en un papel/ o en un cajón./ Como un ladrón/ te acechan detrás/ de la puerta./ Te tienen tan/ a su merced/ como hojas muertas/ que el viento arrastra allá o aquí,/ que te sonríen tristes y/ nos hacen que/ lloremos cuando/ nadie nos ve.”

¿Cuáles son esas pequeñas cosas? La de todos los días quienes, al final del naufragio de los años, quedan como pecios en el mar del recuerdo, en la memoria.

La memoria es la manera humana de la inmortalidad. No muere aquello que recordamos, que aún arde en nuestros intereses subjetivos.

Mario Benedetti escribió: “¿De qué se nutre la nostalgia? / Uno evoca dulzuras/ cielos/ atormentados/ tormentas celestiales.”

¿Qué cosas son las que se extrañan? Las que nos son amables, las que nos han revitalizado, las que nos han puesto frente a la contundencia de lo efímero. ¿Qué cosas son las que se extrañan? La vida que se va, pero, ¡vaya paradoja! Uno vive de sus muertos, los que se nos adelantaron en el camino; nos constituyen, son parte de nuestra cartografía.

Las cosas que se extrañan son las que no nos dejan nunca, ni aún en el dolor, es decir: en la añoranza.

Siempre buscamos la perpetuación del presente, ése es el error del ego. Caemos, sin dudad, en el verso de Pessoa: “Tengo el cansancio anticipado de lo que no encontraré”.

Buscar significa creer. Las pequeñas cosas pasadas, como apunta Serrat en su canción, “nos hacen que/ lloremos cuando/ nadie nos ve.” Llorar es la confirmación del vivir.

Todos los días me siento disminuido, sostenido por las cuerdas de la memoria. Acróbata de recuerdos y sangre, alcanzo el trapecio del siguiente día con la mirada nublada.

¿Qué hay en Tampico que la gente aún no se ha vuelto loca? Tiene memoria, detritus de historias que le dan sostén a la arquitectura del desgano.

¿Dónde están las pequeñas cosas en una ciudad como Tampico que te devora a diario? En los recuerdos, y es que contra el ejercicio de la memoria no hay impuestos fiscales ni amenazas del crimen organizado. Es un acto solitario, vacuo. Basta haber vivido y, de este modo, poseerás un tesoro de pequeñas cosas que te otorgarán un bienestar interno que sólo se romperá cuando te pongas en el precipicio de tus angustias más hondas…