/ sábado 20 de julio de 2019

Demagogia, para servirle a usted

Los demagogos más exitosos que registra la historia del vecino país del norte son Donald Trump y Joe McCarthy.

Trump, al igual que McCarthy, tomó los prejuicios, emociones y miedos del público como estrategia para lograr apoyo popular y adquirir poder político.

Joe McCarthy, al inicio de los años cincuenta y en el marco de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, logró que millones de estadounidenses temieran como al ébola la pretendida amenaza del comunismo. Mientras que Donald Trump se aposentó en la Casa Blanca de Washington D.C. a base de una retórica tramposa, el odio, la desinformación y la propaganda política.

McCarthy fue famoso a nivel nacional gracias a su cruzada en contra del comunismo, entre 1950 y 1954. Apenas en 1946 había sido electo al senado por el estado de Wisconsin. Este personaje alegó que el Departamento de Estado había sido infiltrado por comunistas y acusó a mucha gente del gobierno por tener “simpatías con el enemigo”. Personas inocentes fueron falsamente acusadas y la mayoría perdieron no solo su buena reputación sino su modo de vida.

El miedo generalizado que produjo el embuste de la llegada del comunismo, por momentos alcanzó la histeria colectiva logrando que las acusaciones de McCarthy parecieran creíbles. Incluso, el presidente Dwight Eisenhower, no podía hallar una manera efectiva de neutralizar el activismo incansable del senador y sus cada vez más estrambóticas y arriesgadas acusaciones, que causaban temor en gobernantes y medios de comunicación.

Una vez creado el clima de terror, mucha gente tuvo miedo a expresar sus ideas, especialmente en referencia a McCarthy y sus políticas sobre de la Unión Soviética, pero también en relación a los ataques a la libertad y derechos civiles.

Finalmente, McCarthy perdió su apoyo entre los senadores, y en 1954 lo condenaron por su manera de proceder “contraria a las tradiciones del Senado.” Mas el daño estaba hecho. Fueron un tiempo complicado. Los nubarrones se disiparon poco a poco y las cicatrices demoraron en sanar; pero el sentimiento aún está en la mente colectiva.

Ahora, la palabra mccartismo eventualmente se usa como sinónimo de enlodar y difamar a personas y grupos diversos.

NOTA DE DIA.- Algunos expresidentes de la República pretenden erigirse en “salvadores de la patria” (no los concibo como tales), cuando lo primero que hicieron al llegar a la Presidencia de la República fue desconocer la promesa de democratizar al país, admitir toda clase de despilfarros y actos de rapiña del erario y aprobar la puesta en marcha de nuevos y onerosos impuestos. Son aquellos que influyeron poderosamente en los graves problemas que el país sufre todavía hoy. Son los que alzan la voz prestos a criticar todo acto de gobierno y sacar raja política. Son quienes hablaron en campaña de un país ideal, lleno de deseos, de encendidas declaraciones de justicia, y enérgicas y comprometidas promesas de que ahora sí todo “cambiará y será diferente; que habrá combate a la pobreza, que se terminará con la exclusión política de los indígenas y Pemex seguirá siendo propiedad de la nación. Que el presupuesto será ejemplarizante, que se abatirán las corruptelas, el nepotismo y habrá respeto al voto libre y secreto, etc. etc. etc”.

Son los que con voz hipnótica repetían que primero está el interés y bienestar del pueblo; pero que son recordados y así lo serán por siempre, por su ineludible responsabilidad en la manipulación, la demagogia y el desgaste de palabras como Estado de Derecho, legalidad, equidad y justicia.

Los demagogos más exitosos que registra la historia del vecino país del norte son Donald Trump y Joe McCarthy.

Trump, al igual que McCarthy, tomó los prejuicios, emociones y miedos del público como estrategia para lograr apoyo popular y adquirir poder político.

Joe McCarthy, al inicio de los años cincuenta y en el marco de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, logró que millones de estadounidenses temieran como al ébola la pretendida amenaza del comunismo. Mientras que Donald Trump se aposentó en la Casa Blanca de Washington D.C. a base de una retórica tramposa, el odio, la desinformación y la propaganda política.

McCarthy fue famoso a nivel nacional gracias a su cruzada en contra del comunismo, entre 1950 y 1954. Apenas en 1946 había sido electo al senado por el estado de Wisconsin. Este personaje alegó que el Departamento de Estado había sido infiltrado por comunistas y acusó a mucha gente del gobierno por tener “simpatías con el enemigo”. Personas inocentes fueron falsamente acusadas y la mayoría perdieron no solo su buena reputación sino su modo de vida.

El miedo generalizado que produjo el embuste de la llegada del comunismo, por momentos alcanzó la histeria colectiva logrando que las acusaciones de McCarthy parecieran creíbles. Incluso, el presidente Dwight Eisenhower, no podía hallar una manera efectiva de neutralizar el activismo incansable del senador y sus cada vez más estrambóticas y arriesgadas acusaciones, que causaban temor en gobernantes y medios de comunicación.

Una vez creado el clima de terror, mucha gente tuvo miedo a expresar sus ideas, especialmente en referencia a McCarthy y sus políticas sobre de la Unión Soviética, pero también en relación a los ataques a la libertad y derechos civiles.

Finalmente, McCarthy perdió su apoyo entre los senadores, y en 1954 lo condenaron por su manera de proceder “contraria a las tradiciones del Senado.” Mas el daño estaba hecho. Fueron un tiempo complicado. Los nubarrones se disiparon poco a poco y las cicatrices demoraron en sanar; pero el sentimiento aún está en la mente colectiva.

Ahora, la palabra mccartismo eventualmente se usa como sinónimo de enlodar y difamar a personas y grupos diversos.

NOTA DE DIA.- Algunos expresidentes de la República pretenden erigirse en “salvadores de la patria” (no los concibo como tales), cuando lo primero que hicieron al llegar a la Presidencia de la República fue desconocer la promesa de democratizar al país, admitir toda clase de despilfarros y actos de rapiña del erario y aprobar la puesta en marcha de nuevos y onerosos impuestos. Son aquellos que influyeron poderosamente en los graves problemas que el país sufre todavía hoy. Son los que alzan la voz prestos a criticar todo acto de gobierno y sacar raja política. Son quienes hablaron en campaña de un país ideal, lleno de deseos, de encendidas declaraciones de justicia, y enérgicas y comprometidas promesas de que ahora sí todo “cambiará y será diferente; que habrá combate a la pobreza, que se terminará con la exclusión política de los indígenas y Pemex seguirá siendo propiedad de la nación. Que el presupuesto será ejemplarizante, que se abatirán las corruptelas, el nepotismo y habrá respeto al voto libre y secreto, etc. etc. etc”.

Son los que con voz hipnótica repetían que primero está el interés y bienestar del pueblo; pero que son recordados y así lo serán por siempre, por su ineludible responsabilidad en la manipulación, la demagogia y el desgaste de palabras como Estado de Derecho, legalidad, equidad y justicia.