/ lunes 29 de junio de 2020

Desde El Faro | Algunos oficios que sucumbieron a la modernidad

Si consideramos el progreso y las nuevas tecnologías como parte de la modernidad, entonces estamos seguros que han provocado que una gran cantidad de oficios tradicionales, habituales en la época de nuestros padres y abuelos, hayan desaparecido y es bueno que recordemos algunos de estos oficios.

¿Usted escuchó alguna vez al sereno?, era el encargado de vigilar las calles y regular la iluminación en horario nocturno, en algunos casos de abrir las puertas. Esta figura existió hace mucho tiempo. Seguramente lo recordará por las películas en blanco y negro del cine mexicano, con su singular pregón: Las doce y sereno.

Este peculiar personaje fue sustituido por el gendarme, por cierto ahora muy popular por la Gendarmería Nacional.

Un personaje muy socorrido para las futuras madres eran las parteras, primero eran las comadronas que ayudaban en las casas a las mujeres a dar a luz. Después las parteras que ellas atendían en las clínicas u hospitales, asistiendo a los médicos en el alumbramiento, en la actualidad quedan muy pocas, pero sin ejercer por su edad avanzada.

No siempre los médicos tenían sus consultorios bien instalados, el médico ambulante existió cuando en las pequeñas comunidades no se contaba con dispensario y mucho menos pensar en un hospital. Por eso el médico ambulante se trasladaba de pueblo en pueblo para atender a los pacientes, cobraba muy poco o de plano le pagaban con gallinas, puercos o maíz.

El farolero existió cuando no se contaba con alumbrado eléctrico en las calles, era la persona encargada de encender aquellos faroles de una ciudad o comunidad, pero también su trabajo era mantenerlos en buen estado. El general Porfirio Díaz fue quien trajo la electricidad a México y con el tiempo desparecieron los faroleros. Hubo quienes compusieron hasta canciones recordando los farolitos como Agustín Lara.

El soldador de cubetas, la juventud no puede imaginar que las cubetas eran de aluminio o de lámina y que se soldaban cuando se oxidaban o rompían por el uso. Estos señores andaban por las calles cargando un banquito de madera que usaban para sentarse, un pequeño tanque de gas y un soplete para moldear el alambre de estaño y tapar los agujeros de las cubetas. No eran desechables como ahora las de plástico que son muy frágiles.

El lechero era un repartidor de casa en casa, con unas botellas de vidrio de litro. A decir verdad cuando la leche era pura y no se comercializaba de manera industrial. Sin embargo, al folclor y sentido del humor del mexicano, el lechero se ha convertido en un personaje identificado como protagonista de ser el causante de la infidelidad de la mujer. Las grandes empresas lácteas son las cargadas de surtir la leche en los supermercados o tiendas de conveniencia, despareciendo por completo al repartidor de casa en casa.

Hubo alguna vez el revisor de tranvía, él se encargaba de controlar que todos los pasajeros llevaran su boleto que avalaba el pago por su traslado. También se les conocía como cobrador, hoy sólo es un recuerdo al igual que los tranvías que existieron en esta zona.

Los escribientes eran unas personas que se instalaban en la vía pública y con una máquina de escribir mecánica, generalmente de gran tamaño, redactaban documentos, trámites legales, escrituras, formularios e inclusive cartas de amor o poemas. Casi siempre sus clientes eran personas que no sabían leer, ni escribir, acudiendo a ellos para que les leyeran las cartas y les redactaran la misiva. Con la llegada de las computadoras y celulares fueron poco solicitados hasta desparecer.

Aquí, los podían encontrar en los portales del centro de Tampico, en aquellos escritorios viejos de madera alineados uno atrás de otro, cabe destacar que había hombres y mujeres que desarrollaban esta profesión.

Si consideramos el progreso y las nuevas tecnologías como parte de la modernidad, entonces estamos seguros que han provocado que una gran cantidad de oficios tradicionales, habituales en la época de nuestros padres y abuelos, hayan desaparecido y es bueno que recordemos algunos de estos oficios.

¿Usted escuchó alguna vez al sereno?, era el encargado de vigilar las calles y regular la iluminación en horario nocturno, en algunos casos de abrir las puertas. Esta figura existió hace mucho tiempo. Seguramente lo recordará por las películas en blanco y negro del cine mexicano, con su singular pregón: Las doce y sereno.

Este peculiar personaje fue sustituido por el gendarme, por cierto ahora muy popular por la Gendarmería Nacional.

Un personaje muy socorrido para las futuras madres eran las parteras, primero eran las comadronas que ayudaban en las casas a las mujeres a dar a luz. Después las parteras que ellas atendían en las clínicas u hospitales, asistiendo a los médicos en el alumbramiento, en la actualidad quedan muy pocas, pero sin ejercer por su edad avanzada.

No siempre los médicos tenían sus consultorios bien instalados, el médico ambulante existió cuando en las pequeñas comunidades no se contaba con dispensario y mucho menos pensar en un hospital. Por eso el médico ambulante se trasladaba de pueblo en pueblo para atender a los pacientes, cobraba muy poco o de plano le pagaban con gallinas, puercos o maíz.

El farolero existió cuando no se contaba con alumbrado eléctrico en las calles, era la persona encargada de encender aquellos faroles de una ciudad o comunidad, pero también su trabajo era mantenerlos en buen estado. El general Porfirio Díaz fue quien trajo la electricidad a México y con el tiempo desparecieron los faroleros. Hubo quienes compusieron hasta canciones recordando los farolitos como Agustín Lara.

El soldador de cubetas, la juventud no puede imaginar que las cubetas eran de aluminio o de lámina y que se soldaban cuando se oxidaban o rompían por el uso. Estos señores andaban por las calles cargando un banquito de madera que usaban para sentarse, un pequeño tanque de gas y un soplete para moldear el alambre de estaño y tapar los agujeros de las cubetas. No eran desechables como ahora las de plástico que son muy frágiles.

El lechero era un repartidor de casa en casa, con unas botellas de vidrio de litro. A decir verdad cuando la leche era pura y no se comercializaba de manera industrial. Sin embargo, al folclor y sentido del humor del mexicano, el lechero se ha convertido en un personaje identificado como protagonista de ser el causante de la infidelidad de la mujer. Las grandes empresas lácteas son las cargadas de surtir la leche en los supermercados o tiendas de conveniencia, despareciendo por completo al repartidor de casa en casa.

Hubo alguna vez el revisor de tranvía, él se encargaba de controlar que todos los pasajeros llevaran su boleto que avalaba el pago por su traslado. También se les conocía como cobrador, hoy sólo es un recuerdo al igual que los tranvías que existieron en esta zona.

Los escribientes eran unas personas que se instalaban en la vía pública y con una máquina de escribir mecánica, generalmente de gran tamaño, redactaban documentos, trámites legales, escrituras, formularios e inclusive cartas de amor o poemas. Casi siempre sus clientes eran personas que no sabían leer, ni escribir, acudiendo a ellos para que les leyeran las cartas y les redactaran la misiva. Con la llegada de las computadoras y celulares fueron poco solicitados hasta desparecer.

Aquí, los podían encontrar en los portales del centro de Tampico, en aquellos escritorios viejos de madera alineados uno atrás de otro, cabe destacar que había hombres y mujeres que desarrollaban esta profesión.