/ lunes 7 de septiembre de 2020

Desde El Faro | Arte y poder político femenino a través del retrato decimonónico

María de los Dolores Ignacia Tosta Gómez de Santa Anna. Actualmente la figura femenina de la esposa del político representa una pieza clave para su carrera política. Es muy normal ver la fotografía de la primera dama en las oficinas de DIF, sin embargo, muchas veces solo es para aparentar.

De acuerdo a la investigación realizada por N. Leonardini H. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú destaca un tema por demás poco citado en la historia.

En América Latina, el retrato burgués surge a partir de la Independencia, cuando esta clase social comienza a desempeñar un papel decisivo dentro de la política, la economía y la estructuración del país. En ese momento, las mujeres de los mandatarios fueran esposas, amantes, hijas, madres, abuelas o hermanas, empiezan a ser retratadas en forma paulatina, con el deseo de dejar establecido el estatus socioeconómico y a veces político de ellas y de su entorno familiar.

Si bien es cierto que el retrato pictórico en el siglo XIX es el tema más abordado por los artistas de la época, y que dentro de la historia del arte se ha hablado bastante acerca de él, son pocos los estudios en América Latina que lo acerquen desde una propuesta donde destaque el poder femenino.

Dolores Tosta, llamada “Lolo” en la intimidad y segunda esposa de Santa Anna, hasta la actualidad, muy cuestionado cuya vida política transcurrió en las décadas de 1826 a 1850.

La mayoría de las mujeres no se involucraban de forma directa en asuntos políticos, aunque permanecen aliadas al hombre que las puede llevar, de uno u otro modo, a ejercer el poder de manera indirecta.: Dolores se mantiene distante de las situaciones políticas, más no sociales, en las diversas gestiones de su esposo, Antonio López de Santa Anna.

La vida de esta dama, presentada en modalidad de pintura, además de poseer exquisito valor estético, puede ser analizada como elemento de propaganda política. Asimismo, reconocer el papel femenino de la consorte en la construcción política mexicana, muy poco mencionada y de manera circunstancial en las páginas de nuestra historia oficial. ¿cómo era la vida de ella al lado de un hombre políticamente importante?; ¿Cómo era el protocolo que debía seguir la dama en cuestión; ¿a qué tipo de espectador estaba dirigida la obra?

Santa Anna, en medio de sus derroches económicos, a su retorno al país obsequió a María Dolores una casa en la capital. La misma estaba ubicada en la calle Vergara número 6 con un valor de $12.760 pesos con cinco reales, “con todas las viviendas, piezas de que esta se compone en sus altos y bajos, pinturas, vidrieras, sitio en que está fabricada y cuanto le toca y le pertenece de hecho y derecho” Coincide con el retorno de Santa Anna vencido en la batalla de Cerro Gordo por los invasores norteamericanos. Irónicamente, el general continúa recibiendo homenajes, como por ejemplo aquel banquete dado en la Villa de Guadalupe al cual se presentó acompañado de su esposa y del hábil intelectual y voz del régimen satanista José María Tornel, quien aprovechó la oportunidad para realizar un brindis donde involucró a María Dolores al señalar: “así como tuvo fortaleza para acompañarlo en las desgracias de Perote, así tenga la satisfacción de ceñir en sus sienes el laurel de la victoria” La joven esposa, acostumbrada al ocio y a las frivolidades, a lo largo de toda su vida vivió rodeada de lujos desde su cuna, alejada del “campo que no le decía nada”, disfrutando una vida holgada y entretenida.

A los pocos meses, María Dolores acompañará a su esposo a otro exilio, esta vez a Kingston, Jamaica, y dos años más tarde, en 1850, a Turbaco. Estos ires y venires de María Dolores se encontraban ligados a su marido, razón por la cual retornó a México en 1853, pues este asumió de nuevo la presidencia, ahora con el título de “Alteza Serenísima”. Le compra al contado la casa ubicada en los Bajos de San Agustín en 1851, propiedad valuada en 52 mil pesos, doña Dolores entraba y salía del país más fácilmente que su marido, aunque es sabido que Santa Anna no forzó a Dolores a acompañarlo ni a sus haciendas de Veracruz ni cuando fue al exilio “político”.

Con muchos altibajos finalmente, Dolores muere en pobreza y desprestigio político a causa de su esposo a la edad 59 años en la Ciudad de México.

María de los Dolores Ignacia Tosta Gómez de Santa Anna. Actualmente la figura femenina de la esposa del político representa una pieza clave para su carrera política. Es muy normal ver la fotografía de la primera dama en las oficinas de DIF, sin embargo, muchas veces solo es para aparentar.

De acuerdo a la investigación realizada por N. Leonardini H. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú destaca un tema por demás poco citado en la historia.

En América Latina, el retrato burgués surge a partir de la Independencia, cuando esta clase social comienza a desempeñar un papel decisivo dentro de la política, la economía y la estructuración del país. En ese momento, las mujeres de los mandatarios fueran esposas, amantes, hijas, madres, abuelas o hermanas, empiezan a ser retratadas en forma paulatina, con el deseo de dejar establecido el estatus socioeconómico y a veces político de ellas y de su entorno familiar.

Si bien es cierto que el retrato pictórico en el siglo XIX es el tema más abordado por los artistas de la época, y que dentro de la historia del arte se ha hablado bastante acerca de él, son pocos los estudios en América Latina que lo acerquen desde una propuesta donde destaque el poder femenino.

Dolores Tosta, llamada “Lolo” en la intimidad y segunda esposa de Santa Anna, hasta la actualidad, muy cuestionado cuya vida política transcurrió en las décadas de 1826 a 1850.

La mayoría de las mujeres no se involucraban de forma directa en asuntos políticos, aunque permanecen aliadas al hombre que las puede llevar, de uno u otro modo, a ejercer el poder de manera indirecta.: Dolores se mantiene distante de las situaciones políticas, más no sociales, en las diversas gestiones de su esposo, Antonio López de Santa Anna.

La vida de esta dama, presentada en modalidad de pintura, además de poseer exquisito valor estético, puede ser analizada como elemento de propaganda política. Asimismo, reconocer el papel femenino de la consorte en la construcción política mexicana, muy poco mencionada y de manera circunstancial en las páginas de nuestra historia oficial. ¿cómo era la vida de ella al lado de un hombre políticamente importante?; ¿Cómo era el protocolo que debía seguir la dama en cuestión; ¿a qué tipo de espectador estaba dirigida la obra?

Santa Anna, en medio de sus derroches económicos, a su retorno al país obsequió a María Dolores una casa en la capital. La misma estaba ubicada en la calle Vergara número 6 con un valor de $12.760 pesos con cinco reales, “con todas las viviendas, piezas de que esta se compone en sus altos y bajos, pinturas, vidrieras, sitio en que está fabricada y cuanto le toca y le pertenece de hecho y derecho” Coincide con el retorno de Santa Anna vencido en la batalla de Cerro Gordo por los invasores norteamericanos. Irónicamente, el general continúa recibiendo homenajes, como por ejemplo aquel banquete dado en la Villa de Guadalupe al cual se presentó acompañado de su esposa y del hábil intelectual y voz del régimen satanista José María Tornel, quien aprovechó la oportunidad para realizar un brindis donde involucró a María Dolores al señalar: “así como tuvo fortaleza para acompañarlo en las desgracias de Perote, así tenga la satisfacción de ceñir en sus sienes el laurel de la victoria” La joven esposa, acostumbrada al ocio y a las frivolidades, a lo largo de toda su vida vivió rodeada de lujos desde su cuna, alejada del “campo que no le decía nada”, disfrutando una vida holgada y entretenida.

A los pocos meses, María Dolores acompañará a su esposo a otro exilio, esta vez a Kingston, Jamaica, y dos años más tarde, en 1850, a Turbaco. Estos ires y venires de María Dolores se encontraban ligados a su marido, razón por la cual retornó a México en 1853, pues este asumió de nuevo la presidencia, ahora con el título de “Alteza Serenísima”. Le compra al contado la casa ubicada en los Bajos de San Agustín en 1851, propiedad valuada en 52 mil pesos, doña Dolores entraba y salía del país más fácilmente que su marido, aunque es sabido que Santa Anna no forzó a Dolores a acompañarlo ni a sus haciendas de Veracruz ni cuando fue al exilio “político”.

Con muchos altibajos finalmente, Dolores muere en pobreza y desprestigio político a causa de su esposo a la edad 59 años en la Ciudad de México.