/ lunes 9 de noviembre de 2020

Desde el faro | Crónica de la boda de doña Carmen Romero con el general Porfirio Díaz Mori

¡Una boda siempre es maravillosa, pero una boda como la de don Porfirio Díaz con una tamaulipeca, es otro mundo!

Aún con la diferencia de 34 años de edad, no fue impedimento para que se realizara la boda de uno de los personajes más controversiales de la historia en México.

Por ello les comparto esta crónica para que viajen en el tiempo, como si disfrutaran una película de época. La casona marcada con el número 6 de la calle de San Andrés abrió sus puertas a veinticuatro elegantes invitados que llenaron los salones del hogar de los Romero Rubio.

Era un sábado por la noche ese 5 de noviembre de 1881 cuando a las siete en punto se llevó a cabo la boda por el civil del señor General Porfirio Díaz Mori de 51 años, viudo, con la distinguida señorita Carmen Romero Rubio Castelló, de 17.

Los anfitriones recibieron a los invitados, la Señora de Romero Rubio con exquisita cortesía, lucía un vestido de terciopelo y raso negro con diamantes, mientras que su esposo Don Manuel, generalmente jovial, estaba un poco taciturno, tal vez por la solemnidad del acto.

La bella desposada lucía radiante con un traje de faya gris perla, adornado con vistosísimas blondas salpicadas de abalorio blanco. Los aretes de Carmelita eran dos enormes perlas negras, regalo del ministro de España. Al cuello una cruz de diamantes. Llevaba también hermosos anillos y un brazalete de brillantes, granates, perlas y zafiros.

La ceremonia fue presidida por el Sr. Felipe Buenrostro y entre los distinguidos testigos estuvo el Sr. presidente de la República, Manuel González.

Terminada la ceremonia, todos pasaron al comedor, que bien pudo ser la mesa de una corte europea. La vajilla era de porcelana de Limoges, mientras que la platería tenía el sello inconfundible de Christofle y los manteles blanquísimos de lino de Damasco con servilletas a juego.

La mesa estaba primorosamente decorada con surtouts de flores blancas de diversas variedades, mientras que el menú anunciaba en francés los cinco tiempos de que constó el banquete de bodas. Consomé, salmón, verduras, pollo y pasteles varios.

Consommé Princesse

Saumon a la Metternich

Aubergines au vin du Rhin

Suprêmes de Volailles Talleyrand

y de postre

Gâteaux Assorti

Música de Schubert y Mozart ambientaron la cena en la que no faltaron los brindis con Champagne Cordon Bleu Veuve de Clicquot.

Al terminar la cena, las damas presentes cautivaron a los invitados con algunas interpretaciones al piano de la Traviata y arias de otras óperas como La Africana.

Al día siguiente, 7 de noviembre (porque terminaron ya entrada la madrugada del domingo), el Arzobispo Antonio Pelagio de Labastida ofició la ceremonia religiosa en una capilla privada. La novia lucía un soberbio vestido de faya brochée y raso, adornado todo de encajes de Alençon, con bouquets de azahares. Los novios partirán a ciudad de Nueva York de viaje de bodas para disfrutar su amor.

Texto: Patricia Guerra Frese

Con información del Diario “La Libertad” del 8 de noviembre de 1881, el Blog Grandes Casas de México y la página L’ Histoire de la Cuisine Française.

Cronista de Ciudad Madero



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¡Una boda siempre es maravillosa, pero una boda como la de don Porfirio Díaz con una tamaulipeca, es otro mundo!

Aún con la diferencia de 34 años de edad, no fue impedimento para que se realizara la boda de uno de los personajes más controversiales de la historia en México.

Por ello les comparto esta crónica para que viajen en el tiempo, como si disfrutaran una película de época. La casona marcada con el número 6 de la calle de San Andrés abrió sus puertas a veinticuatro elegantes invitados que llenaron los salones del hogar de los Romero Rubio.

Era un sábado por la noche ese 5 de noviembre de 1881 cuando a las siete en punto se llevó a cabo la boda por el civil del señor General Porfirio Díaz Mori de 51 años, viudo, con la distinguida señorita Carmen Romero Rubio Castelló, de 17.

Los anfitriones recibieron a los invitados, la Señora de Romero Rubio con exquisita cortesía, lucía un vestido de terciopelo y raso negro con diamantes, mientras que su esposo Don Manuel, generalmente jovial, estaba un poco taciturno, tal vez por la solemnidad del acto.

La bella desposada lucía radiante con un traje de faya gris perla, adornado con vistosísimas blondas salpicadas de abalorio blanco. Los aretes de Carmelita eran dos enormes perlas negras, regalo del ministro de España. Al cuello una cruz de diamantes. Llevaba también hermosos anillos y un brazalete de brillantes, granates, perlas y zafiros.

La ceremonia fue presidida por el Sr. Felipe Buenrostro y entre los distinguidos testigos estuvo el Sr. presidente de la República, Manuel González.

Terminada la ceremonia, todos pasaron al comedor, que bien pudo ser la mesa de una corte europea. La vajilla era de porcelana de Limoges, mientras que la platería tenía el sello inconfundible de Christofle y los manteles blanquísimos de lino de Damasco con servilletas a juego.

La mesa estaba primorosamente decorada con surtouts de flores blancas de diversas variedades, mientras que el menú anunciaba en francés los cinco tiempos de que constó el banquete de bodas. Consomé, salmón, verduras, pollo y pasteles varios.

Consommé Princesse

Saumon a la Metternich

Aubergines au vin du Rhin

Suprêmes de Volailles Talleyrand

y de postre

Gâteaux Assorti

Música de Schubert y Mozart ambientaron la cena en la que no faltaron los brindis con Champagne Cordon Bleu Veuve de Clicquot.

Al terminar la cena, las damas presentes cautivaron a los invitados con algunas interpretaciones al piano de la Traviata y arias de otras óperas como La Africana.

Al día siguiente, 7 de noviembre (porque terminaron ya entrada la madrugada del domingo), el Arzobispo Antonio Pelagio de Labastida ofició la ceremonia religiosa en una capilla privada. La novia lucía un soberbio vestido de faya brochée y raso, adornado todo de encajes de Alençon, con bouquets de azahares. Los novios partirán a ciudad de Nueva York de viaje de bodas para disfrutar su amor.

Texto: Patricia Guerra Frese

Con información del Diario “La Libertad” del 8 de noviembre de 1881, el Blog Grandes Casas de México y la página L’ Histoire de la Cuisine Française.

Cronista de Ciudad Madero



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