/ jueves 2 de mayo de 2019

Día del Niño

En el Japón se celebra una competencia en el mes de mayo, todos los años. Adultos con máscara de monstruos tratan de espantar a bebés y niños. Esta lid la gana el pequeñín que llora más pronto y mas fuerte. Como en cualquier parte del mundo, los “bodoques” orientales exclaman y hacen mohines y pucheros al divisar al monstruo que, transfigurado en dragón, surge de inmediato y amagando.

El tono festivo de esta contienda no quita que los adultos nipones respeten la seriedad del caso, según sus antiquísimas y venerables tradiciones. En ese hemisferio persiste la creencia de que el niño que sabe expresar con fuerza sus emociones se desarrollará mejor física, mental y emocionalmente.

Al respecto, bioterapeutas polacos aseguran que las personas que ríen, lloran o se ruborizan generalmente son mucho más sanas que aquellos que han perdido esas capacidades; y que reacciones extremas como el llanto, la risa o el rubor estan directamente relacionadas con el estado físico del organismo. Por tanto, el cuerpo que es incapaz de manifestar nítidamente las emociones que experimenta es porque sufre algún mal que se lo impide o tiene algun freno que lo paraliza. Solo hay que observar con detenimiento las reacciones de los niños –por lo regular con organismos más sanos que los adultos—para darse cuenta de que sus cuerpos saben expresar mejor la felicidad y el sufrimiento.

NOTA DEL DÍA..- En un estudio efectuado en la Gran Bretaña se formaron dos grupos de niños, por un lado, a los que se puso a ver imágenes de violencia, y por el otro, a los que no.

Estos niños fueron expuestos a ver los actos de agresividad comunes y se midieron sus signos vitales como el nivel de pulsaciones. Los que miraron las imágenes impactantes no experimentaron un incremento significativo en sus pulsaciones, mientras que los del otro grupo sí elevaron dramáticamente estos valores. Ello acontece en apenas veinte minutos de haberles mostrado dichos estímulos. En una semana un niño puede presenciar cientos o miles de imágenes de violencia, cosa que nos dice la forma simple en que es posible tolerar los actos de violencia en la vida cotidiana. La población parece haber perdido su capacidad de asombro.

En el Japón se celebra una competencia en el mes de mayo, todos los años. Adultos con máscara de monstruos tratan de espantar a bebés y niños. Esta lid la gana el pequeñín que llora más pronto y mas fuerte. Como en cualquier parte del mundo, los “bodoques” orientales exclaman y hacen mohines y pucheros al divisar al monstruo que, transfigurado en dragón, surge de inmediato y amagando.

El tono festivo de esta contienda no quita que los adultos nipones respeten la seriedad del caso, según sus antiquísimas y venerables tradiciones. En ese hemisferio persiste la creencia de que el niño que sabe expresar con fuerza sus emociones se desarrollará mejor física, mental y emocionalmente.

Al respecto, bioterapeutas polacos aseguran que las personas que ríen, lloran o se ruborizan generalmente son mucho más sanas que aquellos que han perdido esas capacidades; y que reacciones extremas como el llanto, la risa o el rubor estan directamente relacionadas con el estado físico del organismo. Por tanto, el cuerpo que es incapaz de manifestar nítidamente las emociones que experimenta es porque sufre algún mal que se lo impide o tiene algun freno que lo paraliza. Solo hay que observar con detenimiento las reacciones de los niños –por lo regular con organismos más sanos que los adultos—para darse cuenta de que sus cuerpos saben expresar mejor la felicidad y el sufrimiento.

NOTA DEL DÍA..- En un estudio efectuado en la Gran Bretaña se formaron dos grupos de niños, por un lado, a los que se puso a ver imágenes de violencia, y por el otro, a los que no.

Estos niños fueron expuestos a ver los actos de agresividad comunes y se midieron sus signos vitales como el nivel de pulsaciones. Los que miraron las imágenes impactantes no experimentaron un incremento significativo en sus pulsaciones, mientras que los del otro grupo sí elevaron dramáticamente estos valores. Ello acontece en apenas veinte minutos de haberles mostrado dichos estímulos. En una semana un niño puede presenciar cientos o miles de imágenes de violencia, cosa que nos dice la forma simple en que es posible tolerar los actos de violencia en la vida cotidiana. La población parece haber perdido su capacidad de asombro.