/ domingo 13 de diciembre de 2020

Dios Einstein

El determinismo en sentido filosófico es “la teoría de que todo lo que sucede debe suceder como sucede y no podría haber sucedido de otra manera” (Cambridge Online Dictionary, 2019).

Los científicos han intentado explicar las relaciones causales entre eventos observados mediante leyes universales de la naturaleza. Los cuerpos humanos también están hechos de átomos, por lo tanto, nada impide describir científicamente el comportamiento de los humanos.

Si el determinismo es cierto, esto rompe con nuestra comprensión fundamental de nosotros mismos y del universo, su relación con la libertad humana y la moralidad lo hacen importante para nuestras vidas y prácticas diarias. Por lo general, se entiende que el determinismo rechaza los conceptos de libre albedrío y responsabilidad moral.

El filósofo holandés del siglo XVII Baruch Spinoza (1632-1677) sostenía este punto de vista metafísico. Spinoza entendió el mundo como unitario, de modo que solo hay una cosa o sustancia verdadera, que se extiende físicamente a través del espacio y el tiempo. Para Spinoza, esta sustancia es tanto Dios, como la naturaleza. Sin embargo, a diferencia del cristianismo, el Dios de Spinoza no debe entenderse como un ser cuasi humano superpoderoso que gobierna el mundo.

El Dios de Spinoza es la totalidad de todo lo que existe. Es decir, diferentes objetos, incluidas las personas como nosotros, son meras facetas o modos de esta sustancia divina, infinita e indivisible, en la que todos habitan, a esta doctrina se le ha llamado panteísmo.

En su Ética (1677) Spinoza dice que la esencia de esta sustancia explica su existencia. En otras palabras, es la naturaleza de la sustancia última del mundo; y todas las demás cosas se derivan necesariamente de esta naturaleza. Por tanto, todas las cosas están condicionadas para actuar ciega y necesariamente. Spinoza nos dice que no hay libre albedrío. Incluso Dios, según Spinoza, no actúa por libre albedrío, sino desde la necesidad de su propia naturaleza de tal manera que todas las cosas están condicionadas a existir y operar de manera particular por necesidad. Dicho de otra manera, las cosas no podrían haber sido creadas por Dios de ninguna manera u orden diferente a la forma en que fueron creadas.

Ahora bien, dentro del marco científico propuesto por Einstein, donde los eventos se desarrollan mediante leyes deterministas, una vez que se especifica el estado inicial del mundo, se determinan todos los fenómenos subsecuentes.

Por lo tanto, cuando una persona se enfrenta a diversas alternativas y toma una decisión, la voluntad de quien toma la decisión en el momento de la decisión ya estaba fijada de antemano desde el comienzo del universo. Por tanto, la sensación de poder elegir es sólo una ilusión, o como escribiera Spinoza, ¡“Uno cree que es libre porque desconoce las causas que lo determinan!”.

Para Einstein "Dios no juega a los dados". Entonces, si el libre albedrío es imposible, ¿cómo se adquiere entonces la ilusión de tenerlo? Spinoza señaló que una persona ve una conexión causal confiable entre tener el deseo de lograr un cierto resultado y la materialización de ese resultado al mover su cuerpo. Sin embargo, debido a que la persona no puede enumerar la miríada de causas anteriores que le llevaron a tener el deseo, toma la primera causa rastreable, a saber, su deseo, como la fuente de la cadena posterior de eventos.

Para Spinoza, este dislocamiento causal es ilógico, pero se convierte en una práctica común, y provoca que digamos cosas como "Asumo la responsabilidad por este error", pero solo se tomó una decisión real en ese momento, pero que fue dictada por causas anteriores, lo que protegemos tan celosamente con esto es la creencia en nuestra autonomía.

Es normal que cuando tenemos noticia por primera vez de todo lo anterior incurramos en la negación, porque ¿qué sucedería con nuestra tan cacareada libertad si no tenemos libre albedrío? En realidad, no hay necesidad de alarmarse si distinguimos entre dos tipos de libertades: la libertad de las causas anteriores y la libertad de la coacción. La idea de "absoluto libre albedrío" supone que nuestras elecciones no están determinadas por causas previas; pero pocos de nosotros realmente pensamos en la libertad de esa manera. Más bien, sentimos una pérdida de libertad cuando somos coaccionados, es decir, cuando nos vemos obligados a hacer algo o estar en cierto estado en contra de nuestros valores.

Hay ciertos gustos y disgustos que una persona considera que lo caracterizan. Este conjunto de valores puede cambiar con el tiempo, pero son estables en el plazo inmediato. Por tanto, tiene sentido redefinir la "libre elección" como una elección compatible con el conjunto de valores autoafirmados de una persona.

Einstein demostró con sus palabras y acciones que aceptaba este uso calificado del lenguaje del libre albedrío: la libertad individual que defendió a lo largo de su vida contra el autoritarismo se ajusta a la descripción de "libertad frente a la coerción". Claramente, esta noción de libertad se refiere a estar libre de coerción en lugar de estar libre de causas anteriores. En resumen, Einstein valoraba la libertad individual, pero no perdió de vista la naturaleza transitoria y limitada del yo.

Regeneración.



El determinismo en sentido filosófico es “la teoría de que todo lo que sucede debe suceder como sucede y no podría haber sucedido de otra manera” (Cambridge Online Dictionary, 2019).

Los científicos han intentado explicar las relaciones causales entre eventos observados mediante leyes universales de la naturaleza. Los cuerpos humanos también están hechos de átomos, por lo tanto, nada impide describir científicamente el comportamiento de los humanos.

Si el determinismo es cierto, esto rompe con nuestra comprensión fundamental de nosotros mismos y del universo, su relación con la libertad humana y la moralidad lo hacen importante para nuestras vidas y prácticas diarias. Por lo general, se entiende que el determinismo rechaza los conceptos de libre albedrío y responsabilidad moral.

El filósofo holandés del siglo XVII Baruch Spinoza (1632-1677) sostenía este punto de vista metafísico. Spinoza entendió el mundo como unitario, de modo que solo hay una cosa o sustancia verdadera, que se extiende físicamente a través del espacio y el tiempo. Para Spinoza, esta sustancia es tanto Dios, como la naturaleza. Sin embargo, a diferencia del cristianismo, el Dios de Spinoza no debe entenderse como un ser cuasi humano superpoderoso que gobierna el mundo.

El Dios de Spinoza es la totalidad de todo lo que existe. Es decir, diferentes objetos, incluidas las personas como nosotros, son meras facetas o modos de esta sustancia divina, infinita e indivisible, en la que todos habitan, a esta doctrina se le ha llamado panteísmo.

En su Ética (1677) Spinoza dice que la esencia de esta sustancia explica su existencia. En otras palabras, es la naturaleza de la sustancia última del mundo; y todas las demás cosas se derivan necesariamente de esta naturaleza. Por tanto, todas las cosas están condicionadas para actuar ciega y necesariamente. Spinoza nos dice que no hay libre albedrío. Incluso Dios, según Spinoza, no actúa por libre albedrío, sino desde la necesidad de su propia naturaleza de tal manera que todas las cosas están condicionadas a existir y operar de manera particular por necesidad. Dicho de otra manera, las cosas no podrían haber sido creadas por Dios de ninguna manera u orden diferente a la forma en que fueron creadas.

Ahora bien, dentro del marco científico propuesto por Einstein, donde los eventos se desarrollan mediante leyes deterministas, una vez que se especifica el estado inicial del mundo, se determinan todos los fenómenos subsecuentes.

Por lo tanto, cuando una persona se enfrenta a diversas alternativas y toma una decisión, la voluntad de quien toma la decisión en el momento de la decisión ya estaba fijada de antemano desde el comienzo del universo. Por tanto, la sensación de poder elegir es sólo una ilusión, o como escribiera Spinoza, ¡“Uno cree que es libre porque desconoce las causas que lo determinan!”.

Para Einstein "Dios no juega a los dados". Entonces, si el libre albedrío es imposible, ¿cómo se adquiere entonces la ilusión de tenerlo? Spinoza señaló que una persona ve una conexión causal confiable entre tener el deseo de lograr un cierto resultado y la materialización de ese resultado al mover su cuerpo. Sin embargo, debido a que la persona no puede enumerar la miríada de causas anteriores que le llevaron a tener el deseo, toma la primera causa rastreable, a saber, su deseo, como la fuente de la cadena posterior de eventos.

Para Spinoza, este dislocamiento causal es ilógico, pero se convierte en una práctica común, y provoca que digamos cosas como "Asumo la responsabilidad por este error", pero solo se tomó una decisión real en ese momento, pero que fue dictada por causas anteriores, lo que protegemos tan celosamente con esto es la creencia en nuestra autonomía.

Es normal que cuando tenemos noticia por primera vez de todo lo anterior incurramos en la negación, porque ¿qué sucedería con nuestra tan cacareada libertad si no tenemos libre albedrío? En realidad, no hay necesidad de alarmarse si distinguimos entre dos tipos de libertades: la libertad de las causas anteriores y la libertad de la coacción. La idea de "absoluto libre albedrío" supone que nuestras elecciones no están determinadas por causas previas; pero pocos de nosotros realmente pensamos en la libertad de esa manera. Más bien, sentimos una pérdida de libertad cuando somos coaccionados, es decir, cuando nos vemos obligados a hacer algo o estar en cierto estado en contra de nuestros valores.

Hay ciertos gustos y disgustos que una persona considera que lo caracterizan. Este conjunto de valores puede cambiar con el tiempo, pero son estables en el plazo inmediato. Por tanto, tiene sentido redefinir la "libre elección" como una elección compatible con el conjunto de valores autoafirmados de una persona.

Einstein demostró con sus palabras y acciones que aceptaba este uso calificado del lenguaje del libre albedrío: la libertad individual que defendió a lo largo de su vida contra el autoritarismo se ajusta a la descripción de "libertad frente a la coerción". Claramente, esta noción de libertad se refiere a estar libre de coerción en lugar de estar libre de causas anteriores. En resumen, Einstein valoraba la libertad individual, pero no perdió de vista la naturaleza transitoria y limitada del yo.

Regeneración.