/ martes 28 de agosto de 2018

Dos versos de la romanza


El próximo titular del Ejecutivo tendrá varios retos.


Uno, aminorar en algo lo que el dinero es hoy, un símbolo de poder cuya manipulación amenaza la solidez y la estabilidad de muchos hogares.

Actualmente, el dinero es el veneno que destruye incluso el romance, lo mismo en los tiernos sentimientos de las parejas jóvenes y de las ya no tan jóvenes y con sentimientos menos tiernos, se entiende.


El ideal limpio y puro del amor conyugal es sometido a una ardua prueba –insuperable muchas veces--a la hora en que surgen sospechas de que el otro tiene alguna cuenta bancaria secreta, factor que se encarga de crear espontáneamente una barrera de intereses individuales personales, casi imperceptibles al principio, pero que termina con frecuencia deformando los vínculos agradables del amor en un mediocre contrato mercantil.

Los mayores problemas surgen cuando ambos cónyuges trabajan y los dos cuentan con un salario. Es indispensable mucha madurez y tolerancia para mantener en equilibrio la balanza.


Las parejas de doble salario es una formula inédita en las historias y tradiciones de nuestros ancestros, y no existen modelos bíblicos que sirvan de referencia.


En la mentalidad de la mujer ese dinero que se gana con su trabajo, ese dinero “suyo” es la clave de la igualdad y hasta cierto punto de su independencia. Mientras que para el hombre el salario aportado al hogar es prueba de su “autoridad” indiscutible.


Al consultar sobre los conflictos que florecen en los matrimonios, la respuesta tanto de las mujeres como los hombres apunta al dinero, esencialmente. Esto, pese a que en este tipo de encuestas y otras, --por ejemplo, las políticas--, suele haber poca sinceridad y mucha hipocresía, y rara vez se expone el monto exacto de los gastos –o ahorros—,personales y los del consorte. En esto se prefiere callar, más cuando el esposo es el único sostén de la casa.


Como se ve, en relación al tema se generan dos conceptos necesariamente llamados a chocar. ¿Están a punto de concluir los días de predominio financiero masculino y también los que preceden a la desaparición del hogar como tradicionalmente se le concibe?


Existe un refrán, “Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor”, el secreto es saber combinarlo, porque dos versos de esta romanza ya no concuerdan, son incompatibles. He ahí el dilema. Es cuestión de pensarlo un poco.



El próximo titular del Ejecutivo tendrá varios retos.


Uno, aminorar en algo lo que el dinero es hoy, un símbolo de poder cuya manipulación amenaza la solidez y la estabilidad de muchos hogares.

Actualmente, el dinero es el veneno que destruye incluso el romance, lo mismo en los tiernos sentimientos de las parejas jóvenes y de las ya no tan jóvenes y con sentimientos menos tiernos, se entiende.


El ideal limpio y puro del amor conyugal es sometido a una ardua prueba –insuperable muchas veces--a la hora en que surgen sospechas de que el otro tiene alguna cuenta bancaria secreta, factor que se encarga de crear espontáneamente una barrera de intereses individuales personales, casi imperceptibles al principio, pero que termina con frecuencia deformando los vínculos agradables del amor en un mediocre contrato mercantil.

Los mayores problemas surgen cuando ambos cónyuges trabajan y los dos cuentan con un salario. Es indispensable mucha madurez y tolerancia para mantener en equilibrio la balanza.


Las parejas de doble salario es una formula inédita en las historias y tradiciones de nuestros ancestros, y no existen modelos bíblicos que sirvan de referencia.


En la mentalidad de la mujer ese dinero que se gana con su trabajo, ese dinero “suyo” es la clave de la igualdad y hasta cierto punto de su independencia. Mientras que para el hombre el salario aportado al hogar es prueba de su “autoridad” indiscutible.


Al consultar sobre los conflictos que florecen en los matrimonios, la respuesta tanto de las mujeres como los hombres apunta al dinero, esencialmente. Esto, pese a que en este tipo de encuestas y otras, --por ejemplo, las políticas--, suele haber poca sinceridad y mucha hipocresía, y rara vez se expone el monto exacto de los gastos –o ahorros—,personales y los del consorte. En esto se prefiere callar, más cuando el esposo es el único sostén de la casa.


Como se ve, en relación al tema se generan dos conceptos necesariamente llamados a chocar. ¿Están a punto de concluir los días de predominio financiero masculino y también los que preceden a la desaparición del hogar como tradicionalmente se le concibe?


Existe un refrán, “Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor”, el secreto es saber combinarlo, porque dos versos de esta romanza ya no concuerdan, son incompatibles. He ahí el dilema. Es cuestión de pensarlo un poco.