/ viernes 2 de marzo de 2018

Duele México

¿Qué hay en la poesía? El mundo mismo, la casa del hombre adonde entra a llorar, reír y rumiar los sinsabores de la vida. En unos versos, Gelman escribió: “Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados”. Verdad buena.

Lo que pasa actualmente en México debería interesarnos a todos los mexicanos porque habitamos la misma casa nacional.

“Este amor con que odio”, versos que guardan paralelismo con los de José Emilio Pacheco en su poema Alta Traición: “No amo mi patria./ Su fulgor abstracto/ es inasible”./

¿Acaso esa es nuestra ruta emocional: amar odiando para consumar el binomio infame indolencia/ crispación?

¿Con qué se apagan los fuegos de ese “fulgor abstracto inasible” que habla Pacheco? El peligro mayor (al parecer ya práctica común) es que la violencia se convierta en la normalidad.

Duele México. El dolor es, lamentablemente, unión. Pero, ¿eso es lo que queremos como país? ¿Y las sonrisas? ¿Y las ganas de comerse el mundo con las ilusiones?

Duele México porque es un pan desesperado que tiene esperanza, a pesar nuestro.

Duele la indolencia de los poderosos quienes sólo tienen el interés de la permanencia de su statu quo.

Duele México porque aquí vivimos, aquí es nuestra casa.

Duele este país porque inanes están al frente de él.

Duele México porque es hermoso; no se merece que lo traten así.

México es grande, es nuestro orgullo.

México tiene tanta poesía en su geografía y en el trato de su gente.

¿Hasta cuándo dejará de tocar a nuestra puerta el dolor infame de la impunidad?

¿Hasta cuándo dejaremos en el armario nuestro traje de ciudadanos y nos lo pondremos para poseer el mayor de los poderes: el de la ciudadanía?

“El presente es perpetuo”, decía Octavio Paz. México siempre es México, a todas horas.

México tiene que dejar de dolernos.

¿Qué hay en la poesía? El mundo mismo, la casa del hombre adonde entra a llorar, reír y rumiar los sinsabores de la vida. En unos versos, Gelman escribió: “Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados”. Verdad buena.

Lo que pasa actualmente en México debería interesarnos a todos los mexicanos porque habitamos la misma casa nacional.

“Este amor con que odio”, versos que guardan paralelismo con los de José Emilio Pacheco en su poema Alta Traición: “No amo mi patria./ Su fulgor abstracto/ es inasible”./

¿Acaso esa es nuestra ruta emocional: amar odiando para consumar el binomio infame indolencia/ crispación?

¿Con qué se apagan los fuegos de ese “fulgor abstracto inasible” que habla Pacheco? El peligro mayor (al parecer ya práctica común) es que la violencia se convierta en la normalidad.

Duele México. El dolor es, lamentablemente, unión. Pero, ¿eso es lo que queremos como país? ¿Y las sonrisas? ¿Y las ganas de comerse el mundo con las ilusiones?

Duele México porque es un pan desesperado que tiene esperanza, a pesar nuestro.

Duele la indolencia de los poderosos quienes sólo tienen el interés de la permanencia de su statu quo.

Duele México porque aquí vivimos, aquí es nuestra casa.

Duele este país porque inanes están al frente de él.

Duele México porque es hermoso; no se merece que lo traten así.

México es grande, es nuestro orgullo.

México tiene tanta poesía en su geografía y en el trato de su gente.

¿Hasta cuándo dejará de tocar a nuestra puerta el dolor infame de la impunidad?

¿Hasta cuándo dejaremos en el armario nuestro traje de ciudadanos y nos lo pondremos para poseer el mayor de los poderes: el de la ciudadanía?

“El presente es perpetuo”, decía Octavio Paz. México siempre es México, a todas horas.

México tiene que dejar de dolernos.