En un mundo caracterizado por un crecimiento económico anémico, la desigualdad se erige como una de las mayores amenazas para la estabilidad social y económica.
El reciente análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI) nos recuerda que períodos prolongados de bajo crecimiento pueden intensificar la desigualdad, un desafío que México enfrenta actualmente.
El FMI advierte que el estancamiento económico tiende a aumentar la desigualdad de ingresos dentro de los países. Esto se debe a que la creación de empleos y el crecimiento salarial se ralentizan, aumentando el desempleo estructural y reduciendo la proporción de ingresos que fluye hacia los trabajadores. En México, estas dinámicas se pueden reflejan en los datos del ITAEE, donde estados con menor crecimiento económico tienden a presentar mayores tasas de pobreza y desigualdad.
Utilizando los datos del Índice Trimestral de Actividad Económica Estatal (ITAEE) del INEGI para el primer trimestre de 2024, podemos profundizar en la relación entre el crecimiento económico y la desigualdad en nuestro país, con un enfoque particular en las disparidades regionales. El ITAEE, es un indicador clave para medir la actividad económica a nivel estatal, revelando importantes disparidades en el crecimiento económico entre las diversas regiones de México. Mientras algunos estados muestran un dinamismo notable, otros luchan por mantener un crecimiento sostenido. Esta desigualdad en el crecimiento regional contribuye significativamente a las diferencias en el ingreso y la calidad de vida de sus habitantes.
De acuerdo con los últimos datos trimestrales del ITAEE, las cinco entidades federativas con mayor crecimiento económico fueron Sinaloa (7.1%), Zacatecas (4.6%), Guerrero (4.3%), Baja California Sur (2.9%) y Durango (2.7%). En contraste, las que experimentaron menor crecimiento fueron Coahuila (-2.0%), Tlaxcala (-1.5%), Jalisco (-1.4%), Baja California (-1.3%) y Aguascalientes (-0.8%).
Analizando la variación anual, las entidades con mayor crecimiento fueron Quintana Roo (20.6%), Campeche (5.8%), Durango (5.3%), Baja California Sur (4.8%) e Hidalgo (4.4%). Mientras que las de menor crecimiento fueron Coahuila (-3.1%), Tabasco (-2.3%), Zacatecas (-2.1%), Guerrero (-1.8%) y Jalisco (-0.1%).
En el caso de Tamaulipas, se observó una variación trimestral de 0.8% y anual de 1.1%. Estos datos nos indican que, aunque algunas regiones están experimentando un crecimiento robusto, otras están quedando rezagadas, lo que puede intensificar las disparidades económicas.
Desde la perspectiva teórica, la teoría del crecimiento endógeno, pregonada por Paul Romer y Robert Lucas, sostiene que las políticas que fomentan la innovación, el capital humano y las infraestructuras pueden impulsar el crecimiento económico sostenido. Las regiones que invierten más en estos ámbitos tienden a crecer más rápido y reducir la desigualdad interna.
Por su parte, Robert Solow a través de la teoría de la convergencia, postula que las regiones más pobres deberían crecer más rápido que las más ricas, debido a los rendimientos decrecientes del capital. Sin embargo, en México, la falta de infraestructura y la desigualdad en el acceso a la educación y la salud pueden estar obstaculizando este proceso de convergencia.
En tanto, según la curva de Simon Kuznets, postula que, en las primeras etapas del desarrollo económico, la desigualdad tiende a aumentar, pero se reduce a medida que la economía madura y se industrializa. Sin embargo, en México, la evidencia muestra que la desigualdad ha persistido o incluso aumentado en algunas regiones, sugiriendo que factores como la corrupción y la falta de políticas redistributivas efectivas han impedido que la riqueza se distribuya equitativamente.
Respecto a las políticas económicas, a lo largo de las décadas han tenido un impacto mixto en el crecimiento y la desigualdad. Durante los años 80 y 90, las reformas estructurales y la liberalización económica llevaron a un crecimiento desigual, beneficiando principalmente a las regiones más industrializadas, así como a las entidades federativas que tienen delimitación territorial con el principal mercado internacional, Estados Unidos. En contraste, los estados con economías dependientes de la agricultura o con menor infraestructura industrial, han quedado rezagados.
Más recientemente, las políticas de inversión en infraestructura y programas sociales han buscado reducir estas disparidades, pero con resultados dispares. Mientras estados del Bajío han visto mejoras significativas en su crecimiento económico, hay estados del sur como Chiapas y Oaxaca que continúan enfrentando desafíos significativos.
Si bien algunos estados han logrado un crecimiento robusto y otros continúan atrapados en un ciclo de bajo crecimiento, ampliando la desigualdad entre las regiones, es imperativo que se implementen políticas que promuevan un crecimiento inclusivo, invirtiendo en infraestructura, educación y programas sociales que aseguren que los beneficios del crecimiento económico se distribuyan de manera más equitativa en todas las regiones del país. Solo así se podrá construir un México más próspero y justo para todos.