/ martes 29 de septiembre de 2020

Economía y bienestar | Entre la información y aprender a leer

Una de las ideas que tenemos en nuestro imaginario colectivo, es la que se refiere no solo al poder y al ejercicio de este, sino a la actitud que asumimos respecto a la información.

Máxime si decimos frecuentemente que la información es poder; y quien posee información aparentemente tiene la libertad de hacer con ella lo que considere conveniente de acuerdo a sus intereses, bien sean grupales o individuales; la pregunta que nos hacemos se relaciona con conocer cuáles son las fuentes de información que tenemos como referentes para formarnos una conciencia crítica que nos permita cuestionar nuestra realidad.

En este sentido, sería necesario evaluar las principales fuentes de información de las que disponemos, y estas están relacionadas con una gama institucional de organizaciones que nos las proveen, sin que muchas de estas reflejen la realidad o sean objetivas; lo mismo ocurre con las fuentes de información escrita, donde lamentablemente en nuestro país se aprende a leer, pero no se lee para aprender, y ahí es donde radica la base del problema, ya que con esa actitud omitimos el beneficio de la duda para cuestionarnos el porqué pasan las cosas o el porqué de alguno fenómenos que nos inquietan, ya que ello nos mueve a indagar, es decir a la búsqueda de información fidedigna que esta pueda ayudarnos en momento determinado a interpretar lo que está pasando.

Lo anterior tiene que ver con un aspecto de índole cultural porque se ha comprobado que en México amplios sectores de la sociedad sí leen y buscan informarse, el problema es qué leen y cuáles son las principales fuentes donde la gente se informa. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el grado de escolaridad en el país alcanza los 9.1 grados, en población de 15 años y más, lo que significa niveles de estudio de un poco más de secundaria concluida.

El día 28 de septiembre fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como el Día Internacional de Acceso Universal a la Información, celebrándose por primera vez en septiembre de 2016, en México, el acceso a la información se considera un derecho fundamental, ya que está plasmado en la Constitución Política, particularmente en el artículo sexto, que en esencia establece que toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión. Lo anterior es de suma importancia, ya que pone en el centro de la discusión tanto la libertad de expresión como el derecho a la información de todas las personas, sin embargo, es en este punto donde se presenta la tentación para pervertir la objetividad de la información cuando esta se da a conocer, ya que dicha práctica se ha convertido en ocasiones cotidiana, cuando la información se pone a disposición sin el mínimo de veracidad y objetividad, poniendo en riesgo el interés colectivo.

Aun con lo anterior, de acuerdo con el INEGI, en el 2019, el 62.6% de la población de 18 años y más dijo conocer o haber escuchado sobre el derecho de acceso a la información; de la información de gobierno más consultada fue la relacionada con la seguridad pública (39.3%); servicios de salud (33.8%) y para conocer sobre trámites, servicios y formatos (32.3%), aunque las cifras pudieran ser alentadoras en el sentido de la búsqueda de la información, es necesario reconocer que aún se registra una práctica muy arraigada, en el plano de la difusión de la información y es que esta tiene que ver con la deformación de la misma, que confunde y pervierte la objetividad de los hechos o acontecimientos que la generan; porque quienes informan tienen ese objetivo y peor aún, muchos han hecho de esa práctica su modo de operar porque así conviene a sus intereses, es por ello que este día internacional de acceso a la información, todos los ciudadanos seamos más exigentes de tal forma que leer nos permita aprender con objetividad el contexto para actuar en consecuencia, para que ahora se diga que en México se aprende a leer y se lee para aprender a conocer e interpretar la realidad.

Regeneración 19

Una de las ideas que tenemos en nuestro imaginario colectivo, es la que se refiere no solo al poder y al ejercicio de este, sino a la actitud que asumimos respecto a la información.

Máxime si decimos frecuentemente que la información es poder; y quien posee información aparentemente tiene la libertad de hacer con ella lo que considere conveniente de acuerdo a sus intereses, bien sean grupales o individuales; la pregunta que nos hacemos se relaciona con conocer cuáles son las fuentes de información que tenemos como referentes para formarnos una conciencia crítica que nos permita cuestionar nuestra realidad.

En este sentido, sería necesario evaluar las principales fuentes de información de las que disponemos, y estas están relacionadas con una gama institucional de organizaciones que nos las proveen, sin que muchas de estas reflejen la realidad o sean objetivas; lo mismo ocurre con las fuentes de información escrita, donde lamentablemente en nuestro país se aprende a leer, pero no se lee para aprender, y ahí es donde radica la base del problema, ya que con esa actitud omitimos el beneficio de la duda para cuestionarnos el porqué pasan las cosas o el porqué de alguno fenómenos que nos inquietan, ya que ello nos mueve a indagar, es decir a la búsqueda de información fidedigna que esta pueda ayudarnos en momento determinado a interpretar lo que está pasando.

Lo anterior tiene que ver con un aspecto de índole cultural porque se ha comprobado que en México amplios sectores de la sociedad sí leen y buscan informarse, el problema es qué leen y cuáles son las principales fuentes donde la gente se informa. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el grado de escolaridad en el país alcanza los 9.1 grados, en población de 15 años y más, lo que significa niveles de estudio de un poco más de secundaria concluida.

El día 28 de septiembre fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como el Día Internacional de Acceso Universal a la Información, celebrándose por primera vez en septiembre de 2016, en México, el acceso a la información se considera un derecho fundamental, ya que está plasmado en la Constitución Política, particularmente en el artículo sexto, que en esencia establece que toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión. Lo anterior es de suma importancia, ya que pone en el centro de la discusión tanto la libertad de expresión como el derecho a la información de todas las personas, sin embargo, es en este punto donde se presenta la tentación para pervertir la objetividad de la información cuando esta se da a conocer, ya que dicha práctica se ha convertido en ocasiones cotidiana, cuando la información se pone a disposición sin el mínimo de veracidad y objetividad, poniendo en riesgo el interés colectivo.

Aun con lo anterior, de acuerdo con el INEGI, en el 2019, el 62.6% de la población de 18 años y más dijo conocer o haber escuchado sobre el derecho de acceso a la información; de la información de gobierno más consultada fue la relacionada con la seguridad pública (39.3%); servicios de salud (33.8%) y para conocer sobre trámites, servicios y formatos (32.3%), aunque las cifras pudieran ser alentadoras en el sentido de la búsqueda de la información, es necesario reconocer que aún se registra una práctica muy arraigada, en el plano de la difusión de la información y es que esta tiene que ver con la deformación de la misma, que confunde y pervierte la objetividad de los hechos o acontecimientos que la generan; porque quienes informan tienen ese objetivo y peor aún, muchos han hecho de esa práctica su modo de operar porque así conviene a sus intereses, es por ello que este día internacional de acceso a la información, todos los ciudadanos seamos más exigentes de tal forma que leer nos permita aprender con objetividad el contexto para actuar en consecuencia, para que ahora se diga que en México se aprende a leer y se lee para aprender a conocer e interpretar la realidad.

Regeneración 19