/ martes 25 de enero de 2022

Economía y bienestar | La población económicamente activa en México

Una de las principales discusiones en la ciencia económica que ha sido abordada por una cantidad significativa de pensadores es, sin duda, el relacionado con el empleo y lo que éste representa tanto para la distribución de la riqueza que una economía genera, como para la estabilidad social de la misma.

Entrando en materia, ya los pensadores de la escuela clásica principalmente David Ricardo establecía algunos de los elementos clave para abordar dicho fenómeno y afirmaba que la fuerza de trabajo como una de las principales fuentes generadoras de riqueza en la economía de mercado, misma que se tenía que pagar por horas, pero además el precio de ésta se establecía por el libre juego de la oferta y la demanda, por lo que, tanto el empleo a nivel social como los salarios juegan una serie de interacciones de tal suerte que pensadores como J. B. Say llegara así a la ilusa conclusión de que toda oferta crea su propia demanda, es decir, hay un mecanismo de autorregulación, cuyas condiciones propician de manera casi automáticamente el pleno empleo, es por ello que, hasta antes de la gran crisis recesión de 1930 los economistas clásicos no se ocuparon en analizar a profundidad los desequilibrios del mercado y su consecuente expresión a través del desempleo.

En este contexto de crisis es que las ideas J.M. Keynes adquieren relevancia, al abordar un conjunto de planteamientos como los siguientes; primero, no es del todo cierto que una reducción del salario traiga como consecuencia un incremento en el nivel de empleo, ya que lo que se necesita para que haya más empleo es que se incremente la inversión que está asociada a la eficiencia marginal del capital; segundo, hace alusión a la diferencia que hay entre el salario nominal y el real, ya que lo más importante son las cantidades de bienes y servicios que un trabajador puede adquirir en el mercado, aun sin cambios en su sueldo nominal. Lo anterior, entre otros postulados ponen énfasis en la importancia del consumo, el ahorro y la inversión como factores que pueden determinar las condiciones para que la economía crezca y con ello se puedan generar nuevas fuentes de empleo y así poder tener la aspiración de poder lograr el pleno empleo o uso de los factores productivos a nivel social.

Por ello es importante saber cómo se comporta el mercado de trabajo y las condiciones en las que se encuentra la Población Económicamente Activa (PEA) ya que en ella se sintetizan los niveles de inversión, ahorro y la posibilidad de que se dé una mejor distribución de la riqueza. Es en este sentido que, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su comunicado núm. 21/22 del 20 de enero, da a conocer los indicadores de ocupación y empleo a diciembre del año 2021, cuyos datos son por demás interesantes, máxime si seguimos padeciendo los estragos de una pandemia que ha dañado todos los sectores económicos y sociales en el país. De acuerdo con el Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), con cifras originales, en diciembre del año 2021, la Población Económicamente Activa (PEA), fue de 59 millones de personas, lo que implicó una tasa de participación de 59.5 por ciento. Dicha población es superior en 4.3 millones de personas con relación a la de diciembre de un año antes, es decir, la economía mexicana aun con los problemas asociados a la pandemia ha generado una cantidad importante de empleo, aunque no se llega al pleno empleo, si es necesario reconocer que tanto la inversión pública como privada están reactivando diferentes sectores productivos. Lo anterior también se refleja en la reducción de la Población Económicamente no Activa en 1.8 millones de personas en el mismo periodo. De continuar esta tendencia, esperemos estar retomando pronto el camino del crecimiento económico y por qué no, también del desarrollo económico y social.

  • Regeneración 19

Una de las principales discusiones en la ciencia económica que ha sido abordada por una cantidad significativa de pensadores es, sin duda, el relacionado con el empleo y lo que éste representa tanto para la distribución de la riqueza que una economía genera, como para la estabilidad social de la misma.

Entrando en materia, ya los pensadores de la escuela clásica principalmente David Ricardo establecía algunos de los elementos clave para abordar dicho fenómeno y afirmaba que la fuerza de trabajo como una de las principales fuentes generadoras de riqueza en la economía de mercado, misma que se tenía que pagar por horas, pero además el precio de ésta se establecía por el libre juego de la oferta y la demanda, por lo que, tanto el empleo a nivel social como los salarios juegan una serie de interacciones de tal suerte que pensadores como J. B. Say llegara así a la ilusa conclusión de que toda oferta crea su propia demanda, es decir, hay un mecanismo de autorregulación, cuyas condiciones propician de manera casi automáticamente el pleno empleo, es por ello que, hasta antes de la gran crisis recesión de 1930 los economistas clásicos no se ocuparon en analizar a profundidad los desequilibrios del mercado y su consecuente expresión a través del desempleo.

En este contexto de crisis es que las ideas J.M. Keynes adquieren relevancia, al abordar un conjunto de planteamientos como los siguientes; primero, no es del todo cierto que una reducción del salario traiga como consecuencia un incremento en el nivel de empleo, ya que lo que se necesita para que haya más empleo es que se incremente la inversión que está asociada a la eficiencia marginal del capital; segundo, hace alusión a la diferencia que hay entre el salario nominal y el real, ya que lo más importante son las cantidades de bienes y servicios que un trabajador puede adquirir en el mercado, aun sin cambios en su sueldo nominal. Lo anterior, entre otros postulados ponen énfasis en la importancia del consumo, el ahorro y la inversión como factores que pueden determinar las condiciones para que la economía crezca y con ello se puedan generar nuevas fuentes de empleo y así poder tener la aspiración de poder lograr el pleno empleo o uso de los factores productivos a nivel social.

Por ello es importante saber cómo se comporta el mercado de trabajo y las condiciones en las que se encuentra la Población Económicamente Activa (PEA) ya que en ella se sintetizan los niveles de inversión, ahorro y la posibilidad de que se dé una mejor distribución de la riqueza. Es en este sentido que, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su comunicado núm. 21/22 del 20 de enero, da a conocer los indicadores de ocupación y empleo a diciembre del año 2021, cuyos datos son por demás interesantes, máxime si seguimos padeciendo los estragos de una pandemia que ha dañado todos los sectores económicos y sociales en el país. De acuerdo con el Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), con cifras originales, en diciembre del año 2021, la Población Económicamente Activa (PEA), fue de 59 millones de personas, lo que implicó una tasa de participación de 59.5 por ciento. Dicha población es superior en 4.3 millones de personas con relación a la de diciembre de un año antes, es decir, la economía mexicana aun con los problemas asociados a la pandemia ha generado una cantidad importante de empleo, aunque no se llega al pleno empleo, si es necesario reconocer que tanto la inversión pública como privada están reactivando diferentes sectores productivos. Lo anterior también se refleja en la reducción de la Población Económicamente no Activa en 1.8 millones de personas en el mismo periodo. De continuar esta tendencia, esperemos estar retomando pronto el camino del crecimiento económico y por qué no, también del desarrollo económico y social.

  • Regeneración 19