/ jueves 31 de octubre de 2019

El cambio de ropa


De niña a veces me equivocaba y me ponía la ropa al revés y mi madre cuando me veía me decía: "Nené, traes la ropa al revés, póntela bien o te van a llevar los brujos", esa advertencia era más que suficiente para que obedeciera.

Siempre me pregunté si de verdad aquello que decía mi madre era cierto, sin embargo nunca quise averiguarlo y pensando en esto he escrito este cuento el cual lo ambienté en la época de la Revolución mexicana en donde curiosamente un cambio de ropa marcará el destino del protagonista. Espero les agrade.

"No sigas con el ojo pelón, Juan, que los 'pelones' también duermen”, le decía Lorenzo a su compañero, “No vaya a ser el Diablo Lorenzo y nos caigan, más seguro más 'marrao', mejor duérmete tú, yo haré vigía hasta que salga el Sol y luego me relevas; y presta el sarape y el mezcal pa' aguantar”, contestó Juan Montes, un alzado de hueso colorado, leal a toda prueba a la causa, y cómo no serlo si lo que ganaba en la tienda de raya cada vez era menos...

La luna bañaba de plata la gran extensión de tierra fértil que cual mujer esperaba la mano de Juan y otros tantos como él para dar fruto. Pero no sería para seguir siendo de unos cuantos, no señor, Juan no lo permitiría, no mientras estuviera en la "bola".

Los huaraches de cuero rechinaban al andar, todos sabían que era Juan al oír el rechinido. En el apostado algunos permanecían despiertos cantando canciones de esperanza mientras que otros ya se encontraban dormidos.

Sería la medianoche cuando la Luna se había escondido entre las nubes, que Juan sintió un fuerte olor a nardos, el viento era débil aquella noche pero el frío empezaba a calar, por lo que Juan empezó a darle de tragos al mezcal sin darle importancia al olor a flores. Habrían pasado quince minutos cuando escuchó los cascos de un caballo acercándose, por lo que súbitamente se levantó del montículo y fusil en mano apuntó al vacío diciendo "¿Quién vive?, alto o disparo”...pero no vio a ninguna persona y creyó entonces que el sueño le estaba jugando una mala pasada y a punto estaba de pedirle a Lorenzo que lo relevara cuando alguien lo llamó por su nombre y al voltear un "pelón" estaba a su lado...

De inmediato Juan le apuntó diciéndole: "No te muevas 'pelón' del demonio o te 'quebro'”, el oficial solo sonrió y le dijo: “Ni te preocupes que no me moveré, y se sentó en el montículo de tierra que servía de torre a Juan. "¿Cómo llegates sin que te oyera?” preguntó Juan al intruso. “Escuchaste al caballo pero estás tan borracho que no me viste bajar”, contestó éste. La verdad es que Juan no sabía ya cuántos tragos le había dado al mezcal, pero de todas formas ningún pelón hijo de la tiznada le llamaría borracho así que enojado le dijo: “A ti ¿qué te importa si estoy o no borracho?, ya te llevó la tiznada pelón, anda, jálate pa' allá" .

El oficial le dijo "Pérate Juan, platiquemos”. "¿Cómo sabes mi nombre?, jálate, qué hablar ni qué nada", le decía Juan al momento que le apuntaba con el fusil para que caminara, lo cual hizo pero al poco rato volvió a intentar dialogar con Juan, "Juan, soy uno de los tuyos, sólo que me obligaron a servir al Ejército, déjame demostrártelo", Juan incrédulo le dijo: "No te creo nada, lo que quieres es ver dónde está mi frente y mi general pa' ir con el chisme y que nos caigan los 'pelones', no te creo nada, y ya jálale que ya mero va a amanecer y debo fusilarte antes de que salga el Sol". El oficial y Juan anduvieron unos pasos más hasta llegar a un muro de piedra casi derrumbado por los ataques anteriores y ahí Juan dejó que el "pelón" se adelantara hasta llegar al muro mientras él guardó la distancia exacta para no errar el tiro, "Hasta ahí 'pelón', párate y date la vuelta que ya te llegó tu hora", al volverse el oficial se arrodilló y le dijo a Juan: "Por favor, dame la oportunidad de demostrarte que soy uno de ustedes", Juan era leal a la causa pero también tenía buen corazón y le concedió al oficial lo que pedía, para lo cual el "pelón" le pidió que hicieran cambio de ropa y así, Juan vestido de oficial llevaría preso al supuesto alzado que sería él y con la infiltración de Juan los alzados sabrían la ubicación del campamento del Ejército, por lo que en un par de minutos Juan se había vestido como todo un oficial y el intruso vestía ya el calzón de manta y el gran sombrero viejo de Juan, y a punto estaba de cambiar los zapatos con Juan cuando se escuchó el gallo cantar al tiempo que un disparo atravesó el corazón de Juan... Era Lorenzo quien acababa de despertar y vio a lo lejos al "pelón" de espaldas, por lo que ni tardo ni perezoso le dio muerte.

Lorenzo corrió de prisa a socorrer al intruso creyendo que era Juan, y cuando estuvo de cerca vio que el muerto era su compañero y que el otro calzaba zapato militar, alzó su fusil para matar al infiltrado cuando en eso una retahila de pelones, como diría Juan, les cayó en el apostado apresando fácilmente a todos... Los huaraches de Juan aún se escuchan a la medianoche sobre las tierras del sur, como recuerdo perenne de su incredulidad y buen corazón y que por un cambio de ropa se lo llevó la muerte...


De niña a veces me equivocaba y me ponía la ropa al revés y mi madre cuando me veía me decía: "Nené, traes la ropa al revés, póntela bien o te van a llevar los brujos", esa advertencia era más que suficiente para que obedeciera.

Siempre me pregunté si de verdad aquello que decía mi madre era cierto, sin embargo nunca quise averiguarlo y pensando en esto he escrito este cuento el cual lo ambienté en la época de la Revolución mexicana en donde curiosamente un cambio de ropa marcará el destino del protagonista. Espero les agrade.

"No sigas con el ojo pelón, Juan, que los 'pelones' también duermen”, le decía Lorenzo a su compañero, “No vaya a ser el Diablo Lorenzo y nos caigan, más seguro más 'marrao', mejor duérmete tú, yo haré vigía hasta que salga el Sol y luego me relevas; y presta el sarape y el mezcal pa' aguantar”, contestó Juan Montes, un alzado de hueso colorado, leal a toda prueba a la causa, y cómo no serlo si lo que ganaba en la tienda de raya cada vez era menos...

La luna bañaba de plata la gran extensión de tierra fértil que cual mujer esperaba la mano de Juan y otros tantos como él para dar fruto. Pero no sería para seguir siendo de unos cuantos, no señor, Juan no lo permitiría, no mientras estuviera en la "bola".

Los huaraches de cuero rechinaban al andar, todos sabían que era Juan al oír el rechinido. En el apostado algunos permanecían despiertos cantando canciones de esperanza mientras que otros ya se encontraban dormidos.

Sería la medianoche cuando la Luna se había escondido entre las nubes, que Juan sintió un fuerte olor a nardos, el viento era débil aquella noche pero el frío empezaba a calar, por lo que Juan empezó a darle de tragos al mezcal sin darle importancia al olor a flores. Habrían pasado quince minutos cuando escuchó los cascos de un caballo acercándose, por lo que súbitamente se levantó del montículo y fusil en mano apuntó al vacío diciendo "¿Quién vive?, alto o disparo”...pero no vio a ninguna persona y creyó entonces que el sueño le estaba jugando una mala pasada y a punto estaba de pedirle a Lorenzo que lo relevara cuando alguien lo llamó por su nombre y al voltear un "pelón" estaba a su lado...

De inmediato Juan le apuntó diciéndole: "No te muevas 'pelón' del demonio o te 'quebro'”, el oficial solo sonrió y le dijo: “Ni te preocupes que no me moveré, y se sentó en el montículo de tierra que servía de torre a Juan. "¿Cómo llegates sin que te oyera?” preguntó Juan al intruso. “Escuchaste al caballo pero estás tan borracho que no me viste bajar”, contestó éste. La verdad es que Juan no sabía ya cuántos tragos le había dado al mezcal, pero de todas formas ningún pelón hijo de la tiznada le llamaría borracho así que enojado le dijo: “A ti ¿qué te importa si estoy o no borracho?, ya te llevó la tiznada pelón, anda, jálate pa' allá" .

El oficial le dijo "Pérate Juan, platiquemos”. "¿Cómo sabes mi nombre?, jálate, qué hablar ni qué nada", le decía Juan al momento que le apuntaba con el fusil para que caminara, lo cual hizo pero al poco rato volvió a intentar dialogar con Juan, "Juan, soy uno de los tuyos, sólo que me obligaron a servir al Ejército, déjame demostrártelo", Juan incrédulo le dijo: "No te creo nada, lo que quieres es ver dónde está mi frente y mi general pa' ir con el chisme y que nos caigan los 'pelones', no te creo nada, y ya jálale que ya mero va a amanecer y debo fusilarte antes de que salga el Sol". El oficial y Juan anduvieron unos pasos más hasta llegar a un muro de piedra casi derrumbado por los ataques anteriores y ahí Juan dejó que el "pelón" se adelantara hasta llegar al muro mientras él guardó la distancia exacta para no errar el tiro, "Hasta ahí 'pelón', párate y date la vuelta que ya te llegó tu hora", al volverse el oficial se arrodilló y le dijo a Juan: "Por favor, dame la oportunidad de demostrarte que soy uno de ustedes", Juan era leal a la causa pero también tenía buen corazón y le concedió al oficial lo que pedía, para lo cual el "pelón" le pidió que hicieran cambio de ropa y así, Juan vestido de oficial llevaría preso al supuesto alzado que sería él y con la infiltración de Juan los alzados sabrían la ubicación del campamento del Ejército, por lo que en un par de minutos Juan se había vestido como todo un oficial y el intruso vestía ya el calzón de manta y el gran sombrero viejo de Juan, y a punto estaba de cambiar los zapatos con Juan cuando se escuchó el gallo cantar al tiempo que un disparo atravesó el corazón de Juan... Era Lorenzo quien acababa de despertar y vio a lo lejos al "pelón" de espaldas, por lo que ni tardo ni perezoso le dio muerte.

Lorenzo corrió de prisa a socorrer al intruso creyendo que era Juan, y cuando estuvo de cerca vio que el muerto era su compañero y que el otro calzaba zapato militar, alzó su fusil para matar al infiltrado cuando en eso una retahila de pelones, como diría Juan, les cayó en el apostado apresando fácilmente a todos... Los huaraches de Juan aún se escuchan a la medianoche sobre las tierras del sur, como recuerdo perenne de su incredulidad y buen corazón y que por un cambio de ropa se lo llevó la muerte...