/ domingo 14 de noviembre de 2021

El capital cultural como criterio de demarcación social

Recientemente, la revista Nexos ha publicado una reseña de Julio Santaella y Gerardo Leyva Parra, acerca del estudio elaborado por un equipo de investigadores del Inegi integrado por Rodrigo Negrete, Mirian Romo, Benito Morán y Guadalupe Luna para establecer un modelo aproximativo que nos permita demarcar los linderos de pertenencia a una determinada clase social.

Como apuntan los autores del artículo Relojes y Nubes: un ejercicio de cuantificación de las clases sociales en México, la condición de las clases sociales no solo involucra una de carácter socioeconómico sino también una de carácter sociocultural, por ende el mero criterio del ingreso y el gasto es incompleto para poder clasificar a un conglomerado de hogares en una categoría social u otra.

Para sostener lo anterior toman apoyo en el enfoque expuesto por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, para este último el capital se configura en función de diferentes tipos como el económico, cultural, relacional y simbólico.

En esa medida exponen los autores del estudio, el ingreso y el gasto asociado al capital económico es insuficiente para determinar si un hogar pertenece a una determinada clase social, ya que puede suceder que un hogar carezca de ingresos por desempleo y, sin embargo, cuente con propiedades, tarjetas de crédito o ayuda familiar que lo colocaría en una situación más favorable que algunos otros hogares con ingreso corriente. Lo relevante de esta conclusión radica en el dato de que la pobreza puede ser una circunstancia transversal para más de una clase y afectarse varios tramos entre ellas.

Ahondando por ejemplo en la obra de Bourdieu Sentido Social del Gusto, nos cuenta la experiencia social llevada a cabo en una pequeña población de Suiza llamada Bienne, donde se habían comprado piezas de arte contemporáneo y expuesto en espacios públicos, hasta que un buen día los barrenderos las tomaron como si de basura se tratase.

Más allá de los casos en donde el artista produce obras de arte con basura, el barrendero al no tener las categorías de percepción adecuadas, cometió el barbarismo de catalogarlas como desecho por ser algo que no comprendía, por desconocer su lenguaje para aprehender la obra de arte como tal y aplicarle los instrumentos de la percepción y de codificación conducentes, este lenguaje no asequible para profanos también sirve como criterio de demarcación social cuando se goza de la cultura que permita gozar de la experiencia estética. A esto último le llama capital cultural.

En este sentido Bourdieu sostiene que a diferencia del ámbito económico donde los desposeídos tienen conciencia de sus carencias, los pobres culturales están privados de la conciencia de su privación. Este tipo de privación puede llegar a ser transversal entre clases sociales, así por ejemplo por lo general se asume que los hogares más pobres la padezcan, pero también en los hogares que clasifican de clase alta se padece una ausencia total de un sentido del gusto sofisticado que les impide diferenciar entre un cuadro de caballos producido en masa de una bucólica escena pintada de la mano de un Thomas Gainsborough.

Por ejemplo en la película de 1944, el Gran Makakikus en donde el actor Joaquín Pardavé interpreta la historia de un nuevo rico excéntrico que desea relacionarse con la gente de clase de alcurnia, sucede una escena en donde al ser interrogado sobre una copia barata de la mona lisa colgada en la pared afirma que la imagen contenida es la de una tía lejana. El filme es una sátira desde luego que pretende exhibir las flaquezas de las clases altas mostrando su ignorancia y ausencia de gusto.

Finalmente, si bien las determinaciones sociales tradicionalmente las encontramos definidas en clave económica, el modelo de estudio propuesto involucra dimensiones más profundas que nos pueden permitir acceder a una radiografía más fiel sobre el contenido y carencias de que están contenidos los estratos sociales.

Regeneración.

Recientemente, la revista Nexos ha publicado una reseña de Julio Santaella y Gerardo Leyva Parra, acerca del estudio elaborado por un equipo de investigadores del Inegi integrado por Rodrigo Negrete, Mirian Romo, Benito Morán y Guadalupe Luna para establecer un modelo aproximativo que nos permita demarcar los linderos de pertenencia a una determinada clase social.

Como apuntan los autores del artículo Relojes y Nubes: un ejercicio de cuantificación de las clases sociales en México, la condición de las clases sociales no solo involucra una de carácter socioeconómico sino también una de carácter sociocultural, por ende el mero criterio del ingreso y el gasto es incompleto para poder clasificar a un conglomerado de hogares en una categoría social u otra.

Para sostener lo anterior toman apoyo en el enfoque expuesto por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, para este último el capital se configura en función de diferentes tipos como el económico, cultural, relacional y simbólico.

En esa medida exponen los autores del estudio, el ingreso y el gasto asociado al capital económico es insuficiente para determinar si un hogar pertenece a una determinada clase social, ya que puede suceder que un hogar carezca de ingresos por desempleo y, sin embargo, cuente con propiedades, tarjetas de crédito o ayuda familiar que lo colocaría en una situación más favorable que algunos otros hogares con ingreso corriente. Lo relevante de esta conclusión radica en el dato de que la pobreza puede ser una circunstancia transversal para más de una clase y afectarse varios tramos entre ellas.

Ahondando por ejemplo en la obra de Bourdieu Sentido Social del Gusto, nos cuenta la experiencia social llevada a cabo en una pequeña población de Suiza llamada Bienne, donde se habían comprado piezas de arte contemporáneo y expuesto en espacios públicos, hasta que un buen día los barrenderos las tomaron como si de basura se tratase.

Más allá de los casos en donde el artista produce obras de arte con basura, el barrendero al no tener las categorías de percepción adecuadas, cometió el barbarismo de catalogarlas como desecho por ser algo que no comprendía, por desconocer su lenguaje para aprehender la obra de arte como tal y aplicarle los instrumentos de la percepción y de codificación conducentes, este lenguaje no asequible para profanos también sirve como criterio de demarcación social cuando se goza de la cultura que permita gozar de la experiencia estética. A esto último le llama capital cultural.

En este sentido Bourdieu sostiene que a diferencia del ámbito económico donde los desposeídos tienen conciencia de sus carencias, los pobres culturales están privados de la conciencia de su privación. Este tipo de privación puede llegar a ser transversal entre clases sociales, así por ejemplo por lo general se asume que los hogares más pobres la padezcan, pero también en los hogares que clasifican de clase alta se padece una ausencia total de un sentido del gusto sofisticado que les impide diferenciar entre un cuadro de caballos producido en masa de una bucólica escena pintada de la mano de un Thomas Gainsborough.

Por ejemplo en la película de 1944, el Gran Makakikus en donde el actor Joaquín Pardavé interpreta la historia de un nuevo rico excéntrico que desea relacionarse con la gente de clase de alcurnia, sucede una escena en donde al ser interrogado sobre una copia barata de la mona lisa colgada en la pared afirma que la imagen contenida es la de una tía lejana. El filme es una sátira desde luego que pretende exhibir las flaquezas de las clases altas mostrando su ignorancia y ausencia de gusto.

Finalmente, si bien las determinaciones sociales tradicionalmente las encontramos definidas en clave económica, el modelo de estudio propuesto involucra dimensiones más profundas que nos pueden permitir acceder a una radiografía más fiel sobre el contenido y carencias de que están contenidos los estratos sociales.

Regeneración.