/ viernes 15 de marzo de 2019

El cine globalizado de los Dardenne

El cine contemporáneo se ha perfilado por el rumbo de la globalización...Debido a la incursión de las nacionalidades y culturas diversas en un contexto que subyace entre el concierto de los destinos enlazados y el azar irremediable de lo antropológico.

En el filme italiano de Marco Tullio Giordana, Una vez que naces/ 2005, se aborda con espeluznante mirada la situación de las inmigraciones (y la red de traficantes de personas) hacia países más prometedores económicamente para sortear un sino ineluctable: las relaciones a conveniencia. Y el cine de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne no es la excepción.

En su película El silencio de Lorna/ Bélgica-Francia-2008 abordan los mismos temas que Giordana, sólo que apuntalan su narración fílmica con una sobriedad y a ratos manejo de cámara (en mano) dignos del mejor Godard.

La historia del belga Claudy (Jérémy Renier, actor fetiche de los Dardenne Jérémy Renier) y la inmigrante albanesa en la ciudad de Lieja Lorna/ Artha Dobroshi es convertida en una especie de apología maldita de las relaciones humanas en un continente que ha soportado la unión económica, pero para nada la armonía de sus habitantes marginales.

Al igual que su impecable filme La promesa/ 1996 y su deslumbrantemente inteligente Rosetta/ 1999 (Palma de Oro en Cannes), en El silencio de Lorna los Dardenne abrazan a personajes que naufragan en la supervivencia social con salarios mediocres (“esto se los dedico/ a todos que trabajan por un sueldo bajito/ para darle de comer a sus pollitos”, dice Calle 13 en su canción La perla) y a parte tienen que padecer los tufos de los poderes fácticos: la explotación laboral, las mafias, la corrupción. Lorna es un personaje manejado in crescendo, de su calvario de inmigrante pasa a otro aún mayor: la dependencia a la heroína de Claudy, convirtiéndola en una especie de amoral protagonista de su derrumbe existencial que no puede hallar pecio salvador, acaso esa deseada cabaña en el bosque o, hacerle como el personaje de Teorema/ 1968, de Pasolini, correr, gritando a campo abierto sus miserias interiores…

El cine contemporáneo se ha perfilado por el rumbo de la globalización...Debido a la incursión de las nacionalidades y culturas diversas en un contexto que subyace entre el concierto de los destinos enlazados y el azar irremediable de lo antropológico.

En el filme italiano de Marco Tullio Giordana, Una vez que naces/ 2005, se aborda con espeluznante mirada la situación de las inmigraciones (y la red de traficantes de personas) hacia países más prometedores económicamente para sortear un sino ineluctable: las relaciones a conveniencia. Y el cine de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne no es la excepción.

En su película El silencio de Lorna/ Bélgica-Francia-2008 abordan los mismos temas que Giordana, sólo que apuntalan su narración fílmica con una sobriedad y a ratos manejo de cámara (en mano) dignos del mejor Godard.

La historia del belga Claudy (Jérémy Renier, actor fetiche de los Dardenne Jérémy Renier) y la inmigrante albanesa en la ciudad de Lieja Lorna/ Artha Dobroshi es convertida en una especie de apología maldita de las relaciones humanas en un continente que ha soportado la unión económica, pero para nada la armonía de sus habitantes marginales.

Al igual que su impecable filme La promesa/ 1996 y su deslumbrantemente inteligente Rosetta/ 1999 (Palma de Oro en Cannes), en El silencio de Lorna los Dardenne abrazan a personajes que naufragan en la supervivencia social con salarios mediocres (“esto se los dedico/ a todos que trabajan por un sueldo bajito/ para darle de comer a sus pollitos”, dice Calle 13 en su canción La perla) y a parte tienen que padecer los tufos de los poderes fácticos: la explotación laboral, las mafias, la corrupción. Lorna es un personaje manejado in crescendo, de su calvario de inmigrante pasa a otro aún mayor: la dependencia a la heroína de Claudy, convirtiéndola en una especie de amoral protagonista de su derrumbe existencial que no puede hallar pecio salvador, acaso esa deseada cabaña en el bosque o, hacerle como el personaje de Teorema/ 1968, de Pasolini, correr, gritando a campo abierto sus miserias interiores…