/ lunes 1 de octubre de 2018

El cine musical como forma de lo surreal-maravilloso

El cantante de jazz/ Alan Crosland- 1927, es el primer filme con el que se puede suponer la aparición sistematizada del sonido por primera vez en el cine, sino también el advenimiento de un nuevo género: el musical.

Sin embargo, en el período entre 1929 y 1932 muchos musicales adoptaron como tema principal el mundo del espectáculo, dando lugar al subgénero del musical llamado backstage. Este ‘’subgénero’’ imperó a lo largo de los años cincuenta con perlas como Cantando bajo la lluvia/Stanley Donen - Gene Kelly - 1952 o Los caballeros las prefieren rubias/Howard Hawks - 1955, y se rastrea hasta la década de los setenta en filmes como Cabaret/Bob Fosse- 1972.

Jane Feuer, historiadora de cine de la universidad de Pittsburgh en 1982, hizo la siguiente definición de cine musical: “Este género, aparentemente el más antiintelectual de todos, contiene su propio proyecto ideológico. Los musicales ofrecen al público uno de los placeres más intensos (precisamente por ser el tipo de filme menos intelectualizado) y además aportan una justificación a ese placer. Los musicales no sólo muestran el canto y el baile, sino que tratan del canto y el baile, así como de la naturaleza e importancia de esta experiencia.”

A lo largo de los años el cine musical, al igual que la mayoría de los géneros cinematográficos, se ha sujetado al vaivén de una transformación histórica y cultural. Y es que desde sus comienzos, el cine musical manifestó ser un género emancipado que mantenía códigos específicos y únicos. El cine musical se fue transformando paralelamente con las necesidades de los espectadores, es decir, que el público y este tipo de cine han mantenido una simbiosis a veces fértil, otras árida.

A Guillaume Apollinaire se le debe el término surrealismo, en función de superar una realidad, no cambiarla ni transformarla, sino compartirla en términos de Freud (el subconsciente) y Breton (la escritura automática/fluir de la conciencia) para, de este modo, otorgarle intemporalidad moral.

En términos de la acepción de que toda intemporalidad es un desprendimiento del instante, de la fugacidad del presente, el surrealismo (lo surreal) es afín a lo planteado por Feuer y Lauro Zavala: el cine musical funciona como un desprendimiento de la realidad ficcional dentro del filme y se estaciona en la zona espacial de lo maravilloso.

Si en el sueño de Los olvidados/Buñuel- 1950, el plano onírico extrapola y envuelve el drama de Pedro ante el asesinato cometido por el Jaibo y lo somete al rito evaporado de lo surreal, de lo maravilloso, en Bailando en la oscuridad/2000- Lar von Trier, Selma, ante la proximidad de su sentencia a muerte por la corte, se “desprenderá” de su realidad en un plano surreal acaso para entender que la música y/o el baile serán sus corifeos en un Hades terrenal…


El cantante de jazz/ Alan Crosland- 1927, es el primer filme con el que se puede suponer la aparición sistematizada del sonido por primera vez en el cine, sino también el advenimiento de un nuevo género: el musical.

Sin embargo, en el período entre 1929 y 1932 muchos musicales adoptaron como tema principal el mundo del espectáculo, dando lugar al subgénero del musical llamado backstage. Este ‘’subgénero’’ imperó a lo largo de los años cincuenta con perlas como Cantando bajo la lluvia/Stanley Donen - Gene Kelly - 1952 o Los caballeros las prefieren rubias/Howard Hawks - 1955, y se rastrea hasta la década de los setenta en filmes como Cabaret/Bob Fosse- 1972.

Jane Feuer, historiadora de cine de la universidad de Pittsburgh en 1982, hizo la siguiente definición de cine musical: “Este género, aparentemente el más antiintelectual de todos, contiene su propio proyecto ideológico. Los musicales ofrecen al público uno de los placeres más intensos (precisamente por ser el tipo de filme menos intelectualizado) y además aportan una justificación a ese placer. Los musicales no sólo muestran el canto y el baile, sino que tratan del canto y el baile, así como de la naturaleza e importancia de esta experiencia.”

A lo largo de los años el cine musical, al igual que la mayoría de los géneros cinematográficos, se ha sujetado al vaivén de una transformación histórica y cultural. Y es que desde sus comienzos, el cine musical manifestó ser un género emancipado que mantenía códigos específicos y únicos. El cine musical se fue transformando paralelamente con las necesidades de los espectadores, es decir, que el público y este tipo de cine han mantenido una simbiosis a veces fértil, otras árida.

A Guillaume Apollinaire se le debe el término surrealismo, en función de superar una realidad, no cambiarla ni transformarla, sino compartirla en términos de Freud (el subconsciente) y Breton (la escritura automática/fluir de la conciencia) para, de este modo, otorgarle intemporalidad moral.

En términos de la acepción de que toda intemporalidad es un desprendimiento del instante, de la fugacidad del presente, el surrealismo (lo surreal) es afín a lo planteado por Feuer y Lauro Zavala: el cine musical funciona como un desprendimiento de la realidad ficcional dentro del filme y se estaciona en la zona espacial de lo maravilloso.

Si en el sueño de Los olvidados/Buñuel- 1950, el plano onírico extrapola y envuelve el drama de Pedro ante el asesinato cometido por el Jaibo y lo somete al rito evaporado de lo surreal, de lo maravilloso, en Bailando en la oscuridad/2000- Lar von Trier, Selma, ante la proximidad de su sentencia a muerte por la corte, se “desprenderá” de su realidad en un plano surreal acaso para entender que la música y/o el baile serán sus corifeos en un Hades terrenal…