/ domingo 26 de julio de 2020

El concepto del mal

Primera Parte

Durante la Edad Media se reavivó un debate que algunos remontan en sus orígenes a los presocráticos, se trata de la controversia sobre los Universales entre los textos de Porfirio y los comentarios a estos de Boecio, en la que por un lado contenían quienes sostenían que las ideas o conceptos universales no existen, ya que solo existen las cosas particulares, estos eran llamados nominalistas, por otro lado estaban aquellos que creían que los conceptos universales sí eran reales y tenían existencia propia aparte de los objetos particulares que representan, estos eran conocidos como los realistas. La cuestión distaba de ser una simple disputa dialéctica sobre una exquisitez intelectual, una corta reflexión al respecto nos muestra la importancia del problema.

Aunque lo que vemos y tocamos son cosas particulares, cuando pensamos esas cosas lo hacemos por medio de conceptos generales o universales, es decir, cuando tocamos una superficie de madera con cuatro patas, deducimos que se trata de una mesa, pero el concepto de mesa no atañe exclusivamente a esa mesa en particular en este tiempo y lugar, sino a las características generales que un objeto de tal naturaleza comparte con otros similares y que les permite ser pensados y mencionados por medio de un concepto general o universal.

En la actualidad, el debate sobre la naturaleza del Mal, es de características semejantes, ¿existe el mal simplemente como idea general? ¿Tiene el mal una existencia propia e independiente a su concepto? o ¿existen los eventos malvados individualmente, sin participación en la naturaleza de su idea universal?, ¿o si los actos individuales malvados participan de su concepto general cuál es el tipo de relación que mantienen con este?

Por hábito, tendemos a homologar la idea del mal a la de daño como el provocado por un desastre natural, epidemias y actos humanos, sin embargo, parece haber poco en común entre dichos eventos particulares para permitir formular un concepto universal unívoco de lo que entendemos por el Mal, a diferencia del hombre, la naturaleza esta desprovista de voluntad, carece en este sentido de intencionalidad que es la idea detrás del reproche legal en los humanos.

La idea del mal y su relación con el bien, por siglos atormentó a filósofos y teólogos, Epicuro nos dio una formulación temprana del "problema del mal", como un problema lógico relacionado con creer en Dios. El escribió:

“Dios desea eliminar los males y no puede; o él es capaz, pero no está dispuesto; o está dispuesto, pero no es capaz; o él es a la vez dispuesto y capaz. Si está dispuesto pero es incapaz, es débil, lo que no está de acuerdo con el carácter de un Dios omnipotente; si puede y no quiere, tiene envidia, lo cual es igualmente impropio de un Dios bondadoso; si él no está dispuesto ni es capaz, es débil y envidioso, y, por lo tanto, no es Dios, si está dispuesto y es capaz, lo único que es adecuado para Dios, porque no desaparece el mal, pero sino no es nada de lo anterior, entonces ¿de qué fuente proviene el mal?

San Agustín, siguiendo el platonismo de Plotino, definió de manera negativa al mal, como la ausencia, defecto o carencia del bien. Posteriormente Leibniz, quien acuñó el término "teodicea" para referirse a los intentos sistemáticos de defender la creencia en Dios como el sumo bien frente a la del mal y el sufrimiento, como San Agustín, situó el mal en la imperfección del Hombre, debida su finitud, ya que sólo Dios por ser Infinito, está libre en su esencia del mal, huelga agregar que esto le acarreó grandes dificultades a la hora de reconciliar la idea del mal con la de un Dios omnipresente e infinito, porque habría un lugar, el vacío, adónde se ubica el mal, adonde no puede llegar.

Leibniz creyó resolver esta dificultad mediante su optimismo metafísico. La solución ofrecida por Leibniz como explicación de la naturaleza del mal y su relación con el bien, será que entre todos los mundos posibles con su contenido de bondad, maldad y sufrimiento Dios ha elegido crear este, pero no solo porque quiso y pudo hacerlo, porque sería admitir que dios actúa sin razón, irrazonablemente, contrario a la sabiduría divina.

En opinión de Leibniz, el principio que se haya a la base de la decisión de crear este mundo por Dios, es el principio de perfección. Así pues, preguntar porque Dios eligió crear un mundo particular y no otro, es preguntar porque confirió existencia a un determinado sistema poseedor de un máximo de perfección, mejor que otro sistema de perfección diferente y la respuesta es que Dios eligió el mundo que tiene el mayor máximo de perfección.

Según Leibniz, Dios obra siempre en vistas de los mejor, de modo que este tiene que ser el mejor de los mundos posibles. Dios podría haber creado un mundo diferente, pero moralmente hablando sólo podría crear el mejor mundo posible y es en el que vivimos. En esto consiste el optimismo metafísico de Leibniz, que excitó la ridiculización de Voltaire y Schopenhauer de su obra.

Continúa…

Regeneración

Primera Parte

Durante la Edad Media se reavivó un debate que algunos remontan en sus orígenes a los presocráticos, se trata de la controversia sobre los Universales entre los textos de Porfirio y los comentarios a estos de Boecio, en la que por un lado contenían quienes sostenían que las ideas o conceptos universales no existen, ya que solo existen las cosas particulares, estos eran llamados nominalistas, por otro lado estaban aquellos que creían que los conceptos universales sí eran reales y tenían existencia propia aparte de los objetos particulares que representan, estos eran conocidos como los realistas. La cuestión distaba de ser una simple disputa dialéctica sobre una exquisitez intelectual, una corta reflexión al respecto nos muestra la importancia del problema.

Aunque lo que vemos y tocamos son cosas particulares, cuando pensamos esas cosas lo hacemos por medio de conceptos generales o universales, es decir, cuando tocamos una superficie de madera con cuatro patas, deducimos que se trata de una mesa, pero el concepto de mesa no atañe exclusivamente a esa mesa en particular en este tiempo y lugar, sino a las características generales que un objeto de tal naturaleza comparte con otros similares y que les permite ser pensados y mencionados por medio de un concepto general o universal.

En la actualidad, el debate sobre la naturaleza del Mal, es de características semejantes, ¿existe el mal simplemente como idea general? ¿Tiene el mal una existencia propia e independiente a su concepto? o ¿existen los eventos malvados individualmente, sin participación en la naturaleza de su idea universal?, ¿o si los actos individuales malvados participan de su concepto general cuál es el tipo de relación que mantienen con este?

Por hábito, tendemos a homologar la idea del mal a la de daño como el provocado por un desastre natural, epidemias y actos humanos, sin embargo, parece haber poco en común entre dichos eventos particulares para permitir formular un concepto universal unívoco de lo que entendemos por el Mal, a diferencia del hombre, la naturaleza esta desprovista de voluntad, carece en este sentido de intencionalidad que es la idea detrás del reproche legal en los humanos.

La idea del mal y su relación con el bien, por siglos atormentó a filósofos y teólogos, Epicuro nos dio una formulación temprana del "problema del mal", como un problema lógico relacionado con creer en Dios. El escribió:

“Dios desea eliminar los males y no puede; o él es capaz, pero no está dispuesto; o está dispuesto, pero no es capaz; o él es a la vez dispuesto y capaz. Si está dispuesto pero es incapaz, es débil, lo que no está de acuerdo con el carácter de un Dios omnipotente; si puede y no quiere, tiene envidia, lo cual es igualmente impropio de un Dios bondadoso; si él no está dispuesto ni es capaz, es débil y envidioso, y, por lo tanto, no es Dios, si está dispuesto y es capaz, lo único que es adecuado para Dios, porque no desaparece el mal, pero sino no es nada de lo anterior, entonces ¿de qué fuente proviene el mal?

San Agustín, siguiendo el platonismo de Plotino, definió de manera negativa al mal, como la ausencia, defecto o carencia del bien. Posteriormente Leibniz, quien acuñó el término "teodicea" para referirse a los intentos sistemáticos de defender la creencia en Dios como el sumo bien frente a la del mal y el sufrimiento, como San Agustín, situó el mal en la imperfección del Hombre, debida su finitud, ya que sólo Dios por ser Infinito, está libre en su esencia del mal, huelga agregar que esto le acarreó grandes dificultades a la hora de reconciliar la idea del mal con la de un Dios omnipresente e infinito, porque habría un lugar, el vacío, adónde se ubica el mal, adonde no puede llegar.

Leibniz creyó resolver esta dificultad mediante su optimismo metafísico. La solución ofrecida por Leibniz como explicación de la naturaleza del mal y su relación con el bien, será que entre todos los mundos posibles con su contenido de bondad, maldad y sufrimiento Dios ha elegido crear este, pero no solo porque quiso y pudo hacerlo, porque sería admitir que dios actúa sin razón, irrazonablemente, contrario a la sabiduría divina.

En opinión de Leibniz, el principio que se haya a la base de la decisión de crear este mundo por Dios, es el principio de perfección. Así pues, preguntar porque Dios eligió crear un mundo particular y no otro, es preguntar porque confirió existencia a un determinado sistema poseedor de un máximo de perfección, mejor que otro sistema de perfección diferente y la respuesta es que Dios eligió el mundo que tiene el mayor máximo de perfección.

Según Leibniz, Dios obra siempre en vistas de los mejor, de modo que este tiene que ser el mejor de los mundos posibles. Dios podría haber creado un mundo diferente, pero moralmente hablando sólo podría crear el mejor mundo posible y es en el que vivimos. En esto consiste el optimismo metafísico de Leibniz, que excitó la ridiculización de Voltaire y Schopenhauer de su obra.

Continúa…

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